PARA TODOS LOS QUE DESEEN SEGUIR POR ESTE BLOG EL
TALLER DE ESPIRITUALIDAD PARA BUSCADORES
(Se publican en el Blog las entradas correspondientes a los distintos Módulos que configuran el Taller conforme éste se va desarrollando para l@s que lo siguen de manera presencial, comenzando el sábado 11 de septiembre y concluyendo el domingo 19 de diciembre de 2010)
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Taller de Espiritualidad para Buscadores:
+Módulo 1: Ver entradas del sábado 11 y domingo 12 de septiembre
+Módulo 2: Ver entradas del sábado 18 y domingo 19 de septiembre
+Módulo 3: Ver entradas del sábado 25 y domingo 26 de septiembre
+Módulo 4: Ver entradas del sábado 2 y domingo 3 de octubre
+ Módulo 5: Ver entradas de los sábados 16 y 23 y domingos 17 y 24 de octubre
+ Módulo 6: Ver entradas de los sábados 30 y 6 y domingos 31 y 7 de octubre y noviembre, respectivamente
+ Módulo 7: Ver entradas del sábado 13 y domingo 14 de noviembre
+Módulo 8: Cristo y Plan Crístico
Sábado 20 de noviembre:
62. Cristo: Hijo de Dios
63. Cristo-Jesús
64. El Plan Crístico
Domingo 21 de noviembre:
65. Dimensiones
66. Almas y Dimensiones
Sábado 27 de noviembre:
67. La oposición al Plan Crístico: Satanás
Domingo 28 de noviembre:
68. Bien y Mal: acercamiento desde la objetividad
69. Ahora sí, el Bien y el Mal
70. El pecado no existe
71. Hipótesis e imposibilidad del Mal Absoluto
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62. Cristo: Hijo de Dios
Retomando parte de los contenidos formulados en los Apuntes sobre Física de
Sobre esta base, el Espíritu puede ser metafóricamente considerado como el “Hijo”, que al ser Esencia del Ser Uno comparte todas sus cualidades, salvo la de Increado. En cuanto al Verbo, por supuesto que es igualmente creación del Ser Uno, pero, expuesto coloquialmente, una creación “indirecta”, pues se genera a través del Hijo, que actúa como su creador “directo”.
Con este telón de fondo, se puede entender la figura de Cristo, que distintas tradiciones espirituales, utilizando nombres muy distintos, identifican como el Hijo de Dios y que en el ámbito del cristianismo está indisolublemente asociado a Jesús de Nazaret. A él se refieren los textos evangélicos, tanto canónicos como apócrifos, con los apelativos de “Mesías” y “Cristo”. ¿Qué se quiere expresar exactamente con ellos?. Para entenderlo en toda su envergadura hay que examinar separadamente, aunque estén estrechamente ligadas, la figura de Cristo y la de Cristo-Jesús. Y como se verá de inmediato, mientras la primera está referida y es homologable al Espíritu del Ser Uno emanado y expandido, la segunda es la encarnación de Cristo en una persona que gozó por ello de la excepcional cualidad de una dimensión espiritual (Espíritu y alma) puramente crística, a diferencia de lo común y normal entre los seres humanos, en lo que el Espíritu sí tienen cualidad crística, pero el alma no.
Para empezar, hay que tener en cuenta que en los idiomas hebreo y griego, los términos “Mesías” y “Cristo” pueden ser traducidos como “Ungido”. Un convencimiento que ha estado presente entre los cristianos de todas las épocas: Jesús era el Ungido, el Escogido de Dios, el Caudillo prometido que Isaías contempló en su visión (Isaías, 55:4), sobre el que las Escrituras vierten profecías y a quien los judíos de la época esperaban con gran expectación (Lucas 3:15). Y su condición de Ungido se escenifica muy particularmente en su Bautismo por Juan y en la escena de
Con relación a lo primero, Mateo (3:16-17) relata como inmediatamente después de que Jesús saliera de las aguas del río Jordán, los cielos se abrieron y descendió sobre él como paloma el Espíritu de Dios, oyéndose una voz que decía “este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. Así fue ungido Jesús, a quien el pasaje -y en expresión de Dios mismo- identifica como Hijo de Dios.
En cuanto a
Para su mejor comprensión, tanto el Bautismo como
Todo lo cual permite constatar que con la expresión “Cristo” (calificado también en la tradición cristiana como el “Señor”) se está haciendo realmente mención al Espíritu emanado y expandido del Ser Uno, su Esencia (“imagen de Dios invisible”) y su primera creación (“primogénito de toda criatura”, “el más temprano de sus logros”). El Verbo, en cambio, se genera por medio del Espíritu y carece de tal primogenitura. Y las almas surgen de la convivencia vibracional entre el Espíritu y el Verbo.
El Antiguo y el Nuevo Testamento contienen igualmente citas que indican como el Espíritu (Cristo) genera el Verbo, la vibración finita de cuya condensación provienen los mundos, todas las cosas materiales, en sus muy distintos grados de densidad, y la globalidad de las modalidades de vida que habitan el Omniverso y el Cosmos. Verbigracia, la mencionada Epístola a los Colosenses declara con relación a Cristo que “por medio de él todas las otras cosas fueron creadas en los Cielos y sobre
Conjunto de consideraciones y afirmaciones que conducen a la reseñada conclusión de que, en
Y como se abordó en el epígrafe dedicado a la convivencia vibracional entre la frecuencia infinita del Espíritu y la finita del Verbo, el Espíritu, Cristo, creación directa del Ser Uno, llena absolutamente
Por tanto, Cristo habita como Espíritu Santo, el Espíritu de Dios inmanente, en toda
63. Cristo-Jesús
Como se viene insistiendo, el Padre es Increado, mientras que el Hijo fue creado por Él. Por lo demás Cristo, Hijo amado y fiel, comparte todos los atributos del Padre. Por esto, adquirir conocimiento acerca de Cristo equivale a satisfacer la necesidad espiritual y el deseo natural de conocer a Dios. Y como su obediencia al Padre no minoró un ápice cuando encarnó como Jesús de Nazaret, pues todo lo que hizo en
Emblemática al respecto resulta la narración del Evangelio de Juan a propósito de la petición que el apóstol Felipe efectúa a Jesús y que continúa latiendo hoy en el corazón de tantos seres humanos: “¡Señor, muéstranos al Padre!” (14:8). Ante lo que Cristo-Jesús responde con una conmovedora lección de Física de
No obstante, a lo largo de lo expuesto en los últimos epígrafes ha quedado abierta una pregunta sumamente trascendente: ¿cómo es factible que Cristo, Espíritu divino emanado y expandido y vibración pura, encarne en una forma de vida física, en un ser humano, como ocurrió en el caso de Jesús?. Hasta ahora se ha explicado que el Espíritu se halla inmanente en toda persona (Espíritu Santo) y que en cada una, a su vez, está encarnada un alma, conformado ambos, Espíritu y alma, la dimensión espiritual del ser humano. ¿Qué significa entonces que sea Cristo, el Espíritu, el que encarna en una persona, concretamente en Jesús de Nazaret?.
Para dar respuesta a este interrogante conviene rememorar ese estado superior de la evolución vibracional de las almas denominado páginas atrás almas pluriconscienciales (simples y complejas). Como allí se subrayó, éstas se configuran por la fusión voluntaria de almas que han crecido consciencialmente y tienen entre sí coherencia vibracional, dando lugar a un nuevo campo energético de tipo pluriconsciencial que puede manifestarse consciencialmente (encarnarse) al unísono en distintas modalidades de vida pertenecientes a diferentes Dimensiones, teniendo, por tanto, capacidad para vivenciar a la vez diferentes experiencias conscienciales, todas las cuales son absorbidas por el mismo campo energético o alma pluriconsciencial.
Pues bien, aunque en un nivel incomparablemente mayor, Cristo, el Espíritu, tiene idéntica capacidad para manifestarse consciencialmente al unísono en distintas modalidades de vida pertenecientes a distintas Dimensiones. No en balde, recuérdese que, en su proceso de crecimiento, las almas pluriconscienciales estás llamadas a alcanzar el estadio de almas-Espíritu para volcarse energéticamente y vibracionalmente en Cristo, dejando de existir como tal. Y siendo cierto que en la unidad del Espíritu se produce la unificación absoluta de las almas que en él se integran, no lo es menos que el Espíritu absorbe y hace suyas la totalidad de las experiencias que las almas pluriconscienciales traen consigo como bagaje. Y es desde esta plurilaridad experiencial y consciencial en él unificada desde la que Cristo puede manifestarse consciencialmente al unísono en múltiples modalidades de vida pertenecientes a las diferentes Dimensiones.
Y esto fue lo que aconteció con Jesús de Nazaret. En él, como en cualquier ser humano, estuvo inmanente el Espíritu. Pero, además, el alma en él encarnada no fue un alma-personalidad uniconsciencial, ni la manifestación de una alma pluriconsciencial por compleja que fuera, sino directamente Cristo mismo, el Hijo de Dios. De este modo y como ya se adelantó, la dimensión espiritual de Jesús fue puramente crística: como toda persona, crístico fue su Espíritu; y a diferencia de los demás seres humanos, crística fue su alma. De ahí lo correcto y necesario de llamarlo Cristo-Jesús: Cristo en la persona de Jesús tanto en Espíritu como en alma.
Por supuesto, Jesús conoció los anhelos e inclinaciones derivados de su vertiente física (“las tentaciones de la carne”), pero los superó, consiguiendo que su dimensión espiritual puramente crística transformara o “glorificara” su naturaleza humana. De este modo, como expresa muy bien el pasaje evangélico de la “transfiguración”, su dimensión íntima de Hijo de Dios y Ser de Luz emergió por encima de su realidad material, hasta posibilitar, finalmente, su resurrección no sólo espiritual, sino también física.
Y todo esto… ¿para qué?, ¿por qué el Espíritu emanado y expandido del Ser Uno, el Hijo de Dios, Cristo mismo, se manifiesta consciencialmente en
64. El Plan Crístico
El Plan Crístico existe. Ha sido intuido por diversas escuelas espirituales e inspirativamente plasmado por diferentes seres humanos a lo largo de la historia. Y tiene su fundamento en lo expuesto páginas atrás cuando se señaló que, en
Por tanto, a través de Cristo se genera la vibración finita (Verbo) asociada a la emanación y expansión del Espíritu. Y también las modalidades vibratorias a las que se han dado el apelativo de almas, pues éstas surgen de la convivencia vibracional entre el Espíritu y el Verbo que aquel ha generado.
Pero mientras el Verbo, por su naturaleza intrínseca, es vibración finita (sea cual sea su mayor o menor frecuencia, según el nivel de condensación que hayan alcanzado las innumerables modalidades en las que se plasma), las almas cuentan con una gradación vibracional que, oscilando entre la finita del Verbo y la infinita del Espíritu, tiene la “vocación” (potencial) de crecer consciencial y energéticamente (parábola del sembrador) para irse acercando a la vibración del Espíritu (almas uniconscienciales y pluriconscienciales) hasta, finalmente, alcanzar un nivel vibracional semejante al del Espíritu (alma-Espíritu), volcando en éste su energía vibracional y expandiendo
Enunciado sin matizaciones, el Plan Crístico consiste en que lo anterior efectivamente acontezca. Es decir, que las almas gocen del referido proceso de evolución consciencial, propiciando que éste no sea alterado por cualquiera de las circunstancias que metafóricamente se exponen en la parábola del sembrador que Cristo-Jesús formula a sus discípulos: “Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; y como la tierra no era profunda, brotó enseguida, pero en cuanto salió el Sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que escuche” (Mateos, 13:1-9) (también Marcos, 4:1-9; Lucas, 8; 4-8; y en el apócrifo Evangelio de Tomás, 9).
Ante lo aparentemente críptico de estas palabras, los propios discípulos le piden a Cristo Jesús que las interprete. Y él lo hace (Mateo 13:18-23, Marcos, 4:14-20 y Lucas, 8:11-15), siendo su mensaje latente la necesidad de ser consciente del tipo de alma (tierra) con el que se está trabajando, pues mientras la uniconsciencial simple es tierra pedregosa o inconsistente, siendo el crecimiento lento y difícil, en la uniconsciencial compleja la semilla ha caído en tierra buena y dará grano, siendo ya la cantidad (treinta, sesenta, ciento) el camino de evolución vibracional que se abre a partir de este hecho: treinta, almas pluriconscienciales simples; sesenta, almas pluriconscienciales complejas; ciento, almas-Espíritu.
Cristo, ante todas y caca una de las almas, sin excepción, como creación suya que son, experimenta y asume consciencialmente un compromiso en el seno de
Este es el Plan Crístico: el destino para las almas deseado por Cristo (por ende, por el Padre, pues Cristo no hace sino su Voluntad) por el que
En cualquier caso, Cristo y el Padre aguardan a todas las almas con los brazos abiertos, sin que haya prioridad alguna por una u otras en función de su recorrido consciencial más o menos prolongado o ajetreado y sin establecer diferenciación o preferencia dentro de
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Continúa mañana domingo:
65. Dimensiones
66. Almas y Dimensiones
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