Cuando de la vida recibes un golpe, las circunstancias se ponen difíciles, lo que te toca vivir no es de tu agrado, dado por una circunstancia externa o producido por ti mismo; con el golpe viene siempre la posibilidad de transformar, de cambiar, de mejorar, de salir del lugar donde estamos situados de nosotros mismos, estancados en un punto ciego, lo que provoca que
Cualquier circunstancia que vivamos, por difícil que se plantee –incluso la muerte de un ser querido o la nuestra propia- puede ser comprendida, aceptada, contenida y desde este lugar de no lucha, avanzar y experimentar que de la comprensión emerge un sabiduría, la más elevada, que conteniendo la dificultad te hace evolucionar, a ir más allá de lo que parece, abrirte a una posición desde dónde ver lo que nos sucede como parte de un proceso más grande que evoluciona.
De la quietud a la inquietud
Si eres capaz de soltar el dolor, que es tu propio límite, el miedo, los apegos y aprender a sacar la cabeza de los pensamientos que te producen los estados dolorosos, si utilizas las emociones que sientes para llevar esa sensación al corazón, lugar de ti donde está la quietud, estarás aprendiendo a hacerte más amplio que el bloqueo, estarás aprendiendo a contenerlo, a transformarlo, a disolverlo, a abrir en ti el espacio de conciencia, lugar de cualidades curativas donde no existe identificación ni sufrimiento. Se puede aprender a activar la quietud en la inquietud, encontrar el lugar de ti que está parado, quieto, conocerlo, experimentarlo y percibir entonces lo que
Cuando algo nos inquieta, agita o produce incertidumbre, habremos de aprender a salir de ello, por más real que parezca, volverlo neutral a través de nuestra experiencia, pues es este movimiento interno, ese mecanismo propio capaz de transformar nuestro estado interior el verdadero poder que tenemos. La capacidad interna de transformar y armonizar aquello que nos afecta es nuestra maestría y nos exige conciencia. Conciencia es la altura desde la que verte y transformarte. Si aprendo a aquietarme, seré capaz de observar el movimiento que voy a hacer mientras lo hago y en ese mismo instante, cambiarlo. Si voy a posar un vaso con brusquedad y me mantengo atento a lo que hago, en el presente, seré capaz de lentificar el movimiento y posarlo despacio. Aprender esto en las pequeñas cosas de la vida te llevará a sensibilizarte, a observarte, a transformarte; desde la quietud podrás cambiar un insulto, una palabra malsonante en una frase poética, solo necesitas quietud para observarte y transformarte, llevándote a un lugar mejor, más consciente de ti mismo. Si vas a entrar en la mente negativa, a agarrarte a pensamientos o sensaciones que producen inquietud, se trata de aprovechar esto para aprender a salir de ello, a disolver ese mal hábito y con conciencia transformarlo.
Si estoy preocupada porque no se dónde está mi hijo, que no llega a casa, la capacidad de confiar y relajarme en relación a lo que siento de lo que ocurre, la capacidad de mantener la calma y salir con la mente del estado de sufrimiento, duda y preocupación que nuestra identificación está generando, es el poder que tenemos para transformar la situación en favorable desde lo que pones en la relación como elemento que la afecta, y comprobar que lo normal es que no pase nada.
Hemos aprendido a afectarnos antes de que la vida suceda, a desconfiar, a movernos, a convulsionarnos, a estresarnos en un mecanismo inconscientemente aprendido que se ha vuelto automático, que nos guía a ciegas una y otra vez hacia nuestro propio estado de desequilibrio.
Elegir no sufrir, sentir antes que pensar
Volverse consciente es aprender a detenerse, aquietarse, elegir no sufrir antes de que las circunstancias sucedan. Pero pensamos antes que sentimos, y hemos de aprender a sentir antes que a pensar, pues sentir es algo que sucede en el presente, es la quietud de la que emerge la intuición, la sabiduría que está en el fondo de nosotros.
Si fuésemos capaces de aceptar la ida de un ser querido, soltando el apego de lo personal, ponernos en el lugar de nosotros que no lucha, nos entregaríamos al proceso y seríamos capaces de vivir experiencias relacionadas con la vivencia que experimenta el alma cuando abandona el cuerpo, seríamos capaces de acercarnos a la comprensión de los procesos del alma, y los procesos del alma exigen aprender a vivir en quietud.
Si
Si aceptamos que todo es perfecto como es, que todo son procesos naturales que responden a leyes universales incuestionables, si dejamos de cuestionarnos la armonía de la vida, si somos capaces de mirar con conciencia y percibir que todo está orquestado por una fuerza vital y creativa que todo lo ha creado y sostiene en un perfecto equilibrio, si llegamos a sentir que esto es así, y nos rendimos a nuestra limitada visión de la realidad, aceptaremos que
Soltar y volverte fiel a lo que sientes
Llegar hasta aquí implica aprender a soltar, soltar todo aquello que te hace sufrir, volverte fiel a lo que sientes, atreverte a recorrer el abismo de lo nuevo, utilizar tu coraje para ir un poco más allá de lo conocido y por donde todo el mundo se mueve, implica ir hacia ti, preguntarte a ti, encontrarte en ti, y desde ahí comprender, querer, utilizar las dificultades, las crisis, los sufrimientos, incomprensiones, rupturas, muertes, enfermedades, divorcios, problemas, conflictos, etc, lo que te pase para dar con un lugar de ti desde donde abarcar el proceso, desde donde contenerlo, comprenderlo y transformarlo.
Somos materia en proceso de transformación, la ley de la vida es el cambio, evolución, transformación, mutación continua, nosotros también podemos serlo si aprendemos a dejar de chocarnos y comprendemos la transformación que hay en el golpe. Como el duro hierro de la espada, también en nosotros está la posibilidad de afinarnos, pulirnos, estirarnos para encontrar algo mejor.
De un pedazo de hierro incandescente, penetrado por el fuego hasta fundirlo, el herrero moldea una pieza de arte como es la espada, golpea y golpea con firmeza para esculpirla, tallarla y hacerla brillar en un proceso de estiramiento, de volver lámina fina el burdo metal.
Asimismo, nosotros somos materia que se ha vuelto individualidad, en la evolución humana y a través de siglos de dominancia, lucha, conquista, abuso, falta de conciencia y respeto, el ego se ha ido fortaleciendo, enquistando, estructurándose en algo compacto a base de contraerse, luchar, reaccionar, imponerse, tensar, desobedecer, transgredir. A lo que ahora se añade la velocidad del sistema social, económico, cultural en que estamos inmersos. Sobre la rígida estructura forjada, firmemente atada la prisa, la velocidad, el estrés, la angustia, la depresión, la enfermedad, la infelicidad, el no poder, posiciones basadas en la convulsión del organismo ante todo lo que sucede y en el forzar, hemos perdido la calma, la serenidad, el disfrute de la vida, el estado de quietud y de silencio, única puerta que abre los espacios internos de conciencia, única manera de llegar al equilibrio. El equilibrio ni fuerza ni destensa es un punto en medio, donde
Golpear el ego, cincelarlo desde dentro es pulir la joya
Pulir el ego es deshacerlo, golpearlo, destruirlo, desde dentro cincelarlo una y otra vez, rasgarlo incesantemente, con conciencia todos los procesos se vuelven fáciles pues somos capaces de darnos cuenta, de percibir lo que pasa y movernos con ello. No es lo mismo estar viviendo un proceso contra el que luchas, que seas capaz de aceptarlo, pararte, calmarte, no moverte, no luchar, no alimentar y reaccionar. Desde la aceptación y la no lucha, desde ajustarte a la enseñanza que trae la vida, ir con ella, comienzas a comprender de que se trata el aprendizaje, entenderlo, aprenderlo, es una posición que implica dejarse llevar, escuchar, observar, más allá de tu limitada concepción de las cosas, de tus ideas y pareceres, pues cuando se cruza la línea de lo infinito nada es como parece, lo que viene hemos de aprenderlo, ser uno con ello, vivir en cada instante, disfrutando, algo que hemos perdido y habremos de recuperar,… La clave es soltar lo conocido, atreverse a vagar, a transitar nuevas posiciones donde el presente, la no mente, la intuición, el olfato, la aceptación son la enseñanza para resolver de forma natural y directa, sin guión, sin preocupación, sin desequilibrio, sin exceso, en un equilibrio perfecto que pulsa la vida que se vuelve maestra a nuestro lado.
A veces, como nos mostró la película de Avatar, suceden cosas tremendas, inaceptables, destructoras, fulminantes, como vimos en el film cuando la usura del invasor bombardeó y destruyó el árbol de vida donde vivían los mutantes en un paraíso perfecto, pero lo que sucedió realmente fue que toda la población se vio en la necesidad de buscar otro lugar, más adentro, el árbol del Eywa, luminoso, de poderes espirituales y curativos, donde la población se volvió mística, calmada, amorosa, entró más profundo… La destrucción de lo uno les llevó a evolucionar, a elevarse, a hacerse más cualificados, a descubrir nuevos misterios, a recibir nuevas enseñanzas, a encontrar en el nuevo paso un camino de transmutación, de visión, de maduración. Sólo cuando dejaron atrás lo conocido, encontraron el misterio a conocer, la vida les golpeó y llevó a través del desapego obligado, del sufrimiento, a encontrar un regalo mayor. El traidor se convirtió en Avatar, única posibilidad que le quedaba de evolución y Eywa, el espíritu de la naturaleza, se mostró cuando todo estaba perdido, cuando todos los seres se habían rendido.
Cuanto menos tardes en darte cuenta menos sufrirás y antes encontrarás la nueva senda, el paso profundo, lo equilibrado, la salida del laberinto hacia ti, hacia la paz, de la enfermedad a la salud, del estrés a la quietud, la puerta de la sabiduría está adentro, atraviésala con el impulso del golpe.
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Autor: Mar Lana
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