"REFLEXIONES CONSCIENTES SOBRE UN POSIBLE GOBIERNO MUNDIAL"
Emilio Carrillo
10 páginas
Publicado con fecha: 10 de mayo de 2020
Para descargarlo gratuitamente en formato PDF:
Y aquí dispones del audio, locutado por Jordi Ribes:
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1. PREÁMBULO
Somos muchos
los que anhelamos de corazón que la humanidad sea una. Que superemos tantas
divisiones de banderas y fronteras: territoriales, económicas, sociales... Y que
un único gobierno mundial, con auténtica vocación de servicio público y alejado
de la búsqueda de sus propios privilegios y de toda clase de corruptelas, gestione
los asuntos comunitarios de forma consciente, democrática, participativa,
justa, compasiva, solidaria… Atendiendo a los intereses generales de la
ciudadanía, a la dignidad de todos y cada uno de los seres humanos y a los
derechos inalienables de la totalidad de los seres vivos, sin excepciones, por
encima de cualquier tipo de supremacismo y especismo.
Ante esto, puede ser que nos ilusionemos y entusiasmemos cuando,
hoy día, desde diversas instancias, se habla de la conveniencia y la urgencia
de impulsar la configuración de un gobierno mundial. ¡Qué bien!, podemos
pensar: ¡por fin llegó la hora!
Sin embargo, hay que pararse, respirar y reflexionar: ¿es acaso
ese gobierno mundial que nos proponen el que deseamos desde nuestro interior
más íntimo o se trata de algo situado exactamente en las antípodas de nuestras
aspiraciones?
Más que
nunca, necesitamos el discernimiento. No en balde, tal como expreso Cristo
Jesús (Evangelio de Mateo, 10:16), somos
“como ovejas en medio de lobos” y debemos ser “sencillos e inocentes como
palomas”, pero también “sabios y astutos como serpientes”.
2.
¿ES CONVENIENTE PARA LA HUMANIDAD UN GOBIERNO MUNDIAL?
Roma
locuta, causa finita
Y ya que
hemos citado a Jesús de Nazaret, precursor de la tradición espiritual
cristiana, podemos arrancar estas consideraciones acerca del gobierno mundial
con la primera entrevista sobre la crisis del coronavirus concedida por el Papa
Francisco (1). En ella se refirió,
entre otras cosas, al estado del mundo tras la pandemia que lo aflige y afirmó
literalmente: “Pienso en mis
responsabilidades de ahora y ya para el después (…), que va a ser un después
trágico, un después doloroso, por eso conviene pensar desde ahora”.
Probablemente, la mayor parte de los que tienen
influencia en la opinión pública a nivel global piensan lo mismo. Sin embargo,
por los motivos que sean, no lo expresan; y algunos hasta intentan transmitir
la vana esperanza de que, pasada la enfermedad, las aguas volverán a su cauce
poco a poco. De ahí que haya que poner en valor la sinceridad del pontífice al
compartir la verdad: los efectos a medio y largo plazo del COVID-19 serán mucho
más nocivos que los causados por el propio virus y nada volverá a ser igual (2).
Un contexto en el que varios foros eclesiásticos están
retomando dos documentos, elaborados antes de que Francisco asumiera la
jefatura del Vaticano, cuyos contenidos han recobrado vigencia por los
presentes acontecimientos: Globalización
y autoridad mundial, de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales; y Por una reforma del sistema financiero y
monetario internacional en la prospectiva de una autoridad púbica con
competencia universal, del Consejo Pontificio Justicia y Paz (3).
Sus títulos ponen de manifesto lo que es el eje
principal de ambos textos: abogar a favor del nacimiento de un gobierno mundial,
cual fórmula institucional idónea para afrontar la situación que vive la
humanidad. Y lo hacen con tanta rotundidad que solo cabría hacer nuestro el
famoso “Roma locuta, causa finita” (“Roma ha hablado, el caso está cerrado”)
con el que san Agustín de Hipona, en su sermón del 23 de septiembre del año
417, dio por finiquitada la controversia pelagiana tras la contundencia con la
que el Papa Inocencio I condenó el posicionamiento, liderado por el monje
británico Pelagio, acerca de la no existencia del “pecado original”.
Ahora bien, tanto en lo relativo a aquel episodio
histórico como, muy especialmente, en lo referente a los momentos actuales, es
de sentido común preguntarse: cuando Roma habla, ¿quién habla?
Las enseñanzas del cristianismo
Para responder a tal interrogante y puesto que afecta a
la Iglesia Católica, es preciso examinar si el cristianismo -particularmente el
Nuevo Testamento, fuente primigenia de
las enseñanzas de Cristo Jesús- muestra algo sobre la figura de un gobierno
mundial. Y al escrutar al respecto, llama la atención la claridad con la que se
ocupa del asunto el libro de las Revelaciones
-más conocido como Apocalipsis-,
atribuido a san Juan y último del Nuevo
Testamento y de la Biblia en su
conjunto.
Así, con el telón de fondo del Imperio Romano como representación de la
gran potencia militar, política y económica de aquella época, el citado libro
predice que en los tiempos postreros de lo que Cristo Jesús denominó esta “generación”
(4) –esto es, en el periodo final de
esta humanidad, que dará paso a una nueva de perfil ejemplar- será instaurado un
único y despiadado gobierno mundial encabezado por un poderosísimo y cruel
líder nombrado como “la bestia”.
Más
concretamente, Cristo Jesús indica que, cuando aún no sea el fin, se levantará
nación contra nación y reino contra reino (5).
A lo que el Apocalipsis añade que, en
tal contexto, diez grandes gobernantes o reinos (pueden ser tanto Estados o entes
supranacionales como enormes corporaciones privadas multinacionales),
simbolizados por los cuernos de la bestia, cederán a esta su soberanía: “Los diez cuernos que has visto
son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán
autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito;
y entregarán su poder y su autoridad a la bestia” (Apocalipsis, 17, 12-13), que, así, tendrá mando “sobre toda tribu,
pueblo, lengua y nación” (Apocalipsis, 13,
7).
De todo lo
cual se deduce que el cristianismo vaticina, efectivamente, la existencia de un
gobierno mundial. Pero no para ensalzarlo y apoyarlo, sino para alertarnos y
prevenirnos sobre él, dada su vileza e iniquidad.
Y, desde
luego, resulta muy llamativa la contradicción entre este categórico
pronunciamiento del cristianismo y lo que la Iglesia Católica, al menos órganos
tan relevantes de la misma como una Academia y un Consejo pontificios, defiende
hoy. Pero no es objetivo de este texto ahondar en ello: baste con resaltar tan
notable disonancia e invitar al lector a que saque sus propias conclusiones.
Lo que aquí
sí interesa es indagar acerca de sí hay razones de peso, analizando la realidad
que nos rodea, que avalen los reparos y advertencias del cristianismo en torno
a un posible gobierno mundial.
3.
¿QUIÉN ESTARÍA AL FRENTE DE UN GOBIERNO MUNDIAL? LOS MISMOS QUE, DE FACTO, YA
LO EJERCEN
Dos
hechos objetivos
Antes de
seguir adelante, hay que exponer una obviedad: el gobierno mundial que centra
nuestra atención se configuraría no en esa nueva humanidad ideal y modélica que
distintas tradiciones espirituales sostienen que sucederá a la vigente, sino en
esta, con todo lo que conlleva.
Es decir, en
un mundo de características fuertemente egoicas en lo individual y en lo social
y que viene dando nítidas señales de estar agotado, al bode del colapso, sin
poder ofrecer ya otra cosa que más dolor y sufrimiento personal y colectivo. Y
si alguien tiene aún dudas al respecto, puede pasearse por la web del Proyecto
de investigación Consciencia y Sociedad Distópica (www.sociedaddistopica.com) y acceder
al ingente material informativo y documental que pone a nuestra disposición
sobre lo que está ocurriendo en ámbitos temáticos tan diversos como la cultura
y la educación, la ecología y el medio ambiente, la economía, la política, la
sociedad, la salud o las tecnologías (6).
Pues bien, en
el mundo y la humanidad actual, ¿quién es de prever que se sitúe al frente de
un gobierno mundial en caso de que este, de alguna manera, llegara a
constituirse? Dos hechos objetivos, relativos al momento que vivimos, proporcionan
mucha luz para adentrarse en esta reflexión: el creciente protagonismo de las
corporaciones transnacionales; y el papel cada vez más hegemónico de una
selecta élite.
Porque las
estadísticas y los datos contrastados sobre la distribución global y funcional
de la renta indican que avanzan la miseria, el desempleo y el subempleo, la
precarización del mercado de trabajo, la pérdida de derechos laborales, el
recorte de derechos sociales, la merma de la capacidad adquisitiva de la
mayoría de la gente, etcétera. Pero, igualmente, que ganan terreno y se hacen
cada vez más ricos y dominantes tanto un minoritario club de enormes
corporaciones multinacionales como un restringido y restrictivo grupo de
personas que conforman una pequeña elite.
La
era de los imperios financieros y empresariales
Hay numerosos estudios que evidencian que hemos entrado en
una nueva fase histórica en la que se convierte en preponderante un inédito tipo
de imperio: los emporios financieros y empresariales, muy por encima de Estados
y naciones. Así, acudiendo a la información suministrada por múltiples
entidades públicas y privadas, de la revista Fortune a la Fundación Global
Justice Now, sabemos que (7):
+Las diez principales
multinacionales del ranking mundial ostentan un valor combinado comparable al
producto interior bruto (PIB) de 180 países, el 92% de los 195 integrados en la
Organización de Naciones Unidas (193 como miembros natos y dos más, Palestina y
la Santa Sede, en calidad de “observadores”).
+Las 100 primeras obtienen
anualmente unos ingresos que se aproximan al 50 por 100 del PIB planetario (en
1997 suponían solo el 33%).
+Y las 200 más importantes
tienen en sus manos el 75 por 100 de la economía
mundial (hace 25 años rondaba el 50%).
Además, hay una nítida tendencia a la concentración de poder y recursos en
un número cada vez menor de estas corporaciones. Verbigracia, examinando la
evolución de la Bolsa de Nueva York, el principal mercado de valores, la cifra
de empresas que cotizan en ella ha descendido a la mitad desde 1997. Y en la
esfera bancaria, las cinco mayores firmas acumulan el 45 por ciento de los
activos, frente al 20 por 100 del año 2000.
Con base en todo lo cual, cabe prever que, para 2025, solo unas 150 mega-corporaciones
moverán más del 80 por 100 de la economía del planeta.
¿Qué significa esto? Pues, como antes se apuntó, que vivimos en la era
de los imperios financieros y empresariales, que, en un contexto cada vez
más globalizado, se mueven a su antojo por el mundo, por encima de gobiernos y
fronteras, y manejan más recursos y poder que los
propios Estados. Ciertamente, estos continúan siendo
fundamentales para garantizar las inversiones y desinversiones estratégicas de
esas corporaciones, pero actúan bajo el dominio y la autoridad real de estas,
poniendo a su servicio las políticas y las decisiones gubernamentales, los
ejércitos y las intervenciones militares y las estructuras políticas,
económicas y jurídicas.
Una
selecta élite
En paralelo, en
2015 se produjo otro hito en la historia de la humanidad: por primera vez (a
partir de ahí, se ha consolidado), el uno por ciento de la población mundial
–unos 75 millones de personas- alcanzó a poseer y atesorar más patrimonio y
riqueza que el 99 por 100 restante -7.600 millones de seres humanos -.
Detrás la
frialdad de los dígitos, puede vislumbrarse que se trata de algo tremendo. Sin
embargo, no queda ahí la cosa:
+Primero, porque
escrutando en ese uno por ciento, se constata que en su seno existe, a su vez,
un uno por ciento (el uno por ciento del uno por ciento: unas 700.000 personas)
que es quien realmente hace suya la mayor parte de la riqueza.
+Y segundo, porque
indagando en ese uno ciento del uno por ciento, escudriñando en sus lazos
consanguineidad y parentesco, localizando a los cabezas de los diferentes
clanes familiares que lo componen y rastreando sus conexiones e interacciones
accionariales en las corporaciones transnacionales antes mencionadas, se
concluye que no son más de unas pocas decenas de personas las que se han
apropiado del patrimonio colectivo y de los recursos naturales, rigiendo la
economía mundial a través de los reiterados imperios financieros y empresariales y dominando
el sistema socioeconómico y político-institucional a escala global.
Por tanto, la radiografía de la élite muestra: 1º. En su
núcleo duro, unas cuantas decenas de personas. 2º. En torno a ellas, el uno por
ciento del uno por ciento de los habitantes del planeta. 3º Y alrededor de
este, el uno por ciento de la población total. Un modelo que cristaliza en la
organización de la élite en círculos. El primero consta de muy pocos miembros. Y a partir de él, como las
ondas que provoca la caída de una piedra en el agua, existen más círculos: una
vasta red de élites y sub-élites que es utilizada por el círculo primero para
sus fines, que incluyen el mantener al resto de la población mundial alienada,
domesticada y contaminada por paradigmas, sistemas de creencias y una visión
del mundo egoicos y egocéntricos. Todo ello bajo una estructura piramidal
férreamente jerarquizada, que tiene su correspondencia y correlato en los
organigramas de dirección, gestión y control de los gigantescos holdings y
corporaciones transnacionales.
No obstante, al hilo de lo ya enunciando
y de lo que se expondrá de inmediato, esta organización y estructura se
encuentran ahora en pleno proceso de restructuración debido al éxito alcanzado.
Así, el poder y la riqueza se está concentrando en los círculos primeros del
entramado, a la par que se suprimen de la estructura los círculos más
inferiores, que ya han dejado de ser útiles y hasta se han convertido en una
carga innecesaria.
Aunque
no esté formalmente institucionalizado, el gobierno mundial ya existe
Del conjunto de consideraciones expuestas, se deduce que el gobierno
mundial no es algo que pueda o no llegar a ser, sino que ya existe en la
actualidad. Es verdad que aún no ha sido formalmente institucionalizado, ni
legalmente establecido y regulado, pero está siendo ejercido por la vía de hecho.
A su frente se halla un reducido grupo de personas que se vale, para
plasmar su dominio económico, político y social, de una extensa e intensa tela
de araña de privilegios e intereses en la que se mezclan e interaccionan los
diferentes círculos en los que la élite se organiza y el quehacer cotidiano de los
imperios financieros y empresariales que son de su propiedad. Y esto,
desgraciadamente, no son hipótesis o fabulaciones “conspiranóicas”, sino la
cruda real demostrable por medio de una innumerable cantidad de datos ciertos:
cosa distinta es que se prefiera mirar para otro lado y no se quiera ver lo que
es tan visible como notorio.
Por tanto, retomando la cuestión
abierta páginas atrás: ¿quién estará al mando de un gobierno mundial en caso de que este,
de alguna manera, llegara a constituirse? Pues los mismo que, de facto, ya lo
ejercen.
Son los amos (provisionales) del mundo. Y actúan sin cesar para serlo cada vez más, fomentando y rentabilizando
la inconsciencia colectiva: sobre la propia existencia de la élite; sobre su
papel en cuanto sucede; y sobre cómo funciona realmente la economía, la
sociedad, la política y el mundo, sometidos a sus dictados.
El eje central de su proceder consiste en generar continuamente en las
personas un estado en el que se mezclan en perfectas dosis: de un lado, el
miedo, la inseguridad y la incertidumbre; y de otro, la distracción lela, el
entretenimiento memo y un estilo y un ritmo de vida inhumanos y desnaturalizados.
Y, así, se mantiene a la gente paralizada, atontada y aborregada mental y
consciencialmente. Es el escenario ideal para que sus resortes de poder actúen
sin interferencias y con radical impunidad.
Y llegados a este punto, hay que
plantear un nuevo interrogante: ¿estamos a las puertas de que el gobierno
mundial, ya existente de facto, se configure institucionalmente? Se dedica a
este asunto el próximo epígrafe.
4. SOBRE LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL GOBIERNO MUNDIAL
El
devenir del sistema socioeconómico vigente: la instauración de un gobierno
postdemocrático
Como se estudia pormenorizadamente en el capítulo
primero del libro Consciencia (8), el sistema socioeconómico vigente
arrancó en el siglo XVI con una modalidad de gobierno pre-democrática: el
Antiguo Régimen del que hablan los libros de historia. Posteriormente, en los
siglos XIX y XX y bajo el impulso de las dos grandes oleadas de la Revolución Industrial,
llegaron las instituciones democráticas, con la soberanía popular, el sufragio
universal, el parlamentarismo, etcétera. Y ahora, en pleno siglo XXI y con el
estímulo de la revolución tecnológica, toca dar el paso a un formato de
gobierno distinto: el postdemocrático, que debe servir para institucionalizar el
gobierno mundial que ya viene siendo ejercido, como ha visto, por unos pocos.
El objetivo es muy simple: alejar de los
ciudadanos la toma de decisiones sobre los temas realmente importantes y situar
la misma en el ámbito de organizaciones supranacionales ajenas a procesos
directos de elección democrática; fuera del alcance de cualquier control
popular; sin rostro específico al que exigir responsabilidades o reclamar; y
donde lo tecnocrático prima sobre lo social, auto-invistiéndose de la cualidad
de expertos que es negada a los que no piensen como ellos.
El
acicate de la crisis del coronavirus
Gracias a los efectos y secuelas de la pandemia del coronavirus, como se
explica con detalle en el texto referido en la nota (2) de estas páginas, tal formato de gobierno en la lejanía,
cuasi-virtual, sin filtros democráticos, se extenderá de manera mundial con un
rapidez antes. No tardaremos en verlo. Desde Naciones Unidas se harán,
probablemente, las primeras proclamas al respecto. Pero irán apareciendo otros
estamentos plurinacionales más en consonancia con las metas de la elite.
La excusa está servida y nos argumentarán: 1º Que
la crisis del COVID-19 ha puesto de manifiesto que la humanidad es una. Ojo,
porque lo dirán sin rubor esos mismos que niegan, por ejemplo, un lugar bajo el
sol a las decenas de millones de refugiados que pululan por el planeta huyendo
de las guerras y al hambre). 2º Que es indispensable establecer mecanismos
institucionales supranacionales que garanticen respuestas globales a
situaciones y asuntos globales. Todo ello, por supuesto, en atención a los
intereses generales de la ciudadanía, etc, etc, etc…
Esto es el gobierno postdemocrático al que la
crisis del coronavirus servirá de acicate: el vaciamiento de poder real a los
parlamentos y gobiernos nacionales y el ejercicio del verdadero poder desde
órganos de decisión supranacionales, distantes, opacos, tecnocráticos, que no
rinden cuentas, sin posible control democrático, sin sensibilidad social alguna
y perfectamente calibrados y alineados con las estrategias y objetivos de las gigantescas
corporaciones financieras y empresariales y la elite que los dirige. Esos que
controlan la economía del planeta en un esfuerzo psicopático por ganar lo más
posible en el menor tiempo posible: especulando sin cesar, invirtiendo y
desinvirtiendo, deslocalizando empresas, explotando a niños, contaminando las
aguas y el aire de la Madre Tierra, desgastando y consumiendo sin mesura los
recursos naturales, haciendo negocio con la enfermedad y el hambre…
5. REFLEXIONES
FINALES
Retomando
las aportaciones del cristianismo
Al
inicio del presente escrito, se mostró como el cristianismo vaticina con
claridad la existencia de un gobierno mundial. Pero no para ensalzarlo y
apoyarlo, sino para que estemos alerta y prevenirnos sobre él. Tras lo expuesto
posteriormente, se entiende bien el porqué de estas advertencias y la necesidad
de no dejarnos engañar por esos que son maestros de la mentira, por ese núcleo
duro de la élite convertido ahora en los amos provisionales del mundo.
Y el cristianismo nos
aporta otro dato muy importante para comprender quiénes son y cómo actúan.
Concretamente, en el Evangelio de Lucas (4:5-7)
y el Evangelio de Mateo (4:8-9), donde se narra como a Cristo
Jesús se le presentó el diablo cuando estaba en el desierto y “lo llevó a un
monte muy alto”, “le mostró en un instante todos los reinos del mundo” y “le
dijo: te daré toda esta autoridad y su gloria, porque me la han dado a mí y yo
la doy a quien quiero; si tú me rindes homenaje (si postrado me adoras), será
toda tuya”.
Jesús rehusó de plano tal ofrecimiento. Sin
embargo, sí ha sido históricamente aceptado por aquellos que viven postrados
ante él y reciben, a cambio, la autoridad y la gloria de todos los reinos de
este mundo.
Sobre el anonimato
Y ante de terminar,
seguro que más de un lector se estará preguntado por la identidad de los que conforman el primer círculo de la élite: ¿quiénes son, como
se llaman?
Sin embargo, no es posible acceder a sus
nombres porque actúan en el más absoluto anonimato: se consideran tan poderosos
que no aspiran a ser conocidos, cosa que dejan para los miembros de los demás
círculos de élites y sub-élites a su
servicio, de los que sí sabemos sus identidades. De hecho, el anonimato y la
actuación de incógnito son requisitos fundamentales para que el entramado que
han diseñado se mantenga en pie.
Para entenderlo mejor, viene como anillo
al dedo lo que describe un texto de hace siglos, Las profecías de Juan de Jerusalén (igualmente llamado el ermitaño
o el templario), donde se señala: “Cuando comience el año mil que sigue al año
mil, gobernarán los que carecen de fe. Mandarán sobre multitudes humanas
inconscientes y pasivas. Lo harán escondiendo sus rostros, guardando en secreto
sus nombres; y sus fortalezas estarán ocultas en los bosques. Pero ellos
decidirán la suerte de todo y de todos; nadie participará en sus reuniones.
Todos serán sus siervos, pero se creerán hombres libres y hasta caballeros”.
Un escenario en el adquiere vigencia y
trascendencia el consejo recogido en el preámbulo de estas páginas: desde luego
que debemos ser sencillos e inocentes como palomas, pero también sabios y
astutos como serpientes, evitando morder los anzuelos –son y serán muchos- que
nos pongan por delante para nublar nuestro discernimiento en el proceso de
construcción de una nueva humanidad. Es a lo que estamos llamados. Y ella si
será realmente una.
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(1)
(2)
Véase el texto de Emilio Carrillo titulado El por qué y para qué del coronavirus
(COVID-19): su origen, su difusión, sus nocivos efectos a medio y largo plazo y
las oportunidades que abre para la humanidad:
(3)
Ambos documentos pueden
ser descargados por medio de este enlace:
(4)
“Les aseguro que no pasará
esta generación hasta que todas estas cosas sucedan” (Evangelio de Mateo, 24, 34)
(5)
“Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y
terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores”.
(Evangelio de Mateo, 24, 6-8).
(6)
Se aconseja la lectura del
libro que recoge las principales aportaciones y conclusiones del Proyecto: Consciencia y Sociedad Distópica (Coronavirus:
estudio del caso) (Ediciones Adaliz; abril 2020. 430 páginas).
(7)
10
empresas más grandes que 180 países:
(8)
Fuentes: Id. (2) y capítulo 1 del libro Consciencia (Editorial Sirio, 2015), de
Emilio Carrillo.
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