Para lo que sigue, os propongo hacer el
siguiente ejercicio.
En la entrega número 8, 9 y 10, vimos
cómo evolucionaron las estructuras biológicas para desarrollar la célula. Y
mencionamos con especial atención (marcados con los hashtags #), en concreto 64.
Vamos a explicarlos un poco mejor ahora, empezando por los seis primeros.
Vamos a hablar de cómo han ido
evolucionando los seres vivos e incorporando los planteamientos que utiliza la
Teoría de sistemas para explicar el por qué de las cosas. Haremos referencias a
las células y a los seres vivos en general, pero…
Cuando se haga referencia a un individuo,
no os centréis en los seres vivos de la Evolución biológica en general (que
también), sino en el ser humano, en las personas y, al hablar de asociacionismo
celular, pensad en el asociacionismo humano, en las comunidades humanas, en
nuestras organizaciones. Veréis que “todo lo dicho para los seres vivos en
genérico”, es aplicable a los seres humanos y los diferentes tipos de
asociaciones y comunidades.
Si lo lográis, encontraréis pleno sentido
a estas entregas sobre el pensamiento sistémico y podréis comprender mucho
mejor las próximas entregas en adelante.
Así que donde ponga “células” o
“animales”, poned “personas”. Y el resto, igual (más o menos).
Empezamos…
1. Infinita espiral de ataque-defensa
Expresión clara del predominio
alternativo de fuerzas antagónicas, la primera con tendencias “malévolas” de
destruir y preservar el caos (Segunda Ley de la Termodinámica) y la segunda,
con tendencia “benévola” de construir y defenderse (violar la Segunda Ley).
2. El Sol como fuente directa de energía
Como forma de decir que, sea como sea, la
energía en el Universo procede únicamente de las estrellas o, dicho de otra
forma, si reescribiéramos el bíblico Génesis, diríamos solemnemente: “en el principio fue la Energía, y la Energía
era y es el Sol (las estrellas)”. Es decir, en el principio Dios creó la
Energía, “instante cero” del Big bang. Antes, versículo 2 del Génesis, era el
caos. Pero lo primero que hizo Dios fue “crear la luz” (versículo 3). No le
costó un día sino varios miles de millones de año, pero al final, consiguió
crear la clave de la Energía: las estrellas. De ellas se obtiene cualquier tipo
de energía en el Universo. Y a partir de ellas, transformar la Energía en
materia.
3. La
Vida se basa en el asociacionismo molecular
Y la materia se basa en el asociacionismo
molecular, es decir, en la Química. La Energía es Física, la materia es Química
y, la Química es asociación de elementos materiales, aunque, como vimos en la
entrega 7, todo parece indicar que, tanto la Física de las energías como la
Química de la materia, no son otra cosa que “información”, vibraciones de un
supuesto vacío, tanto más bajas cuanto más densas; tanto más “frías” cuanto más
sólidas.
Y aquí pudiéramos pensar que algún
tufillo teosófico, pudieran percibir las mentes abiertas a esta filosofía, dado
que con la Creación, el Espíritu, parece como si hubiera intentado (dicho esto
con muchísimo cuidado para no molestar a las mentes ortodoxas), hacerse
presente en forma de materia, desde la más alta vibración energética (la Luz,
como expresa el Génesis) a la más baja, la materia, pero de forma gradual,
comenzando con las formas más sutiles, “las aguas”, aunque no todas las aguas
eran iguales, y comenzó por las más sutiles (las del Cielo) separándolas de las
más densas (el mar) (Gen 1, 7-8).
Y así fue el proceso de incremento de
densidad por simple asociacionismo molecular y unos días de miles de millones
de años.
Y por arte de birle birloque, surgieron
las proteínas y el ADN, o lo que es lo mismo, los virus, capaces de
reproducirse. Pero no vamos a entrar en el origen de la vida. Digamos que
simplemente surgió en algún lugar del Universo (o en muchos lugares) y durante
tres mil millones de años, en la Tierra se fue desarrollando lentamente el
concepto “individuo” mediante un lento proceso de creación de estructuras,
todas ellas basadas en una película compuesta de lípidos y proteínas.
4. El paso definitivo hacia la célula fue la membrana celular
Para los que no la conozcáis, la membrana
celular ha sido la invención más asombrosa de la Naturaleza, junto con los
ácidos nucleicos y las proteínas. Tanto los ácidos nucleicos (ADN y ARN) como
las proteínas, no tendrían utilidad alguna, si no se hubiera inventado la
membrana celular, que es una película que permite “la desigualdad”, es decir,
el desequilibrio entre los dos ambientes que es capaz de separar. Es semipermeable
y permite mantener presiones osmóticas, concentraciones de iones y potenciales
eléctricos diferentes. Y justamente es ese desequilibrio entre fuera y dentro,
lo que permite violar la termodinámica.
La membrana es la estructura que envuelve
cada orgánulo de la célula, las mitocondrias (la central energética de la
célula), el retículo endoplásmico, el núcleo y en sí misma, recubre a la célula,
protegiéndola del medio ambiente en el que vive.
Es decir, los seres vivos, nosotros, los
humanos incluidos, somos un mogollón de células constituidas por membranas
celulares, somos membranas celulares altamente organizadas para hacerle burla a
la Segunda Ley de la Termodinámica.
Ir más allá de esta explicación
implicaría dedicarnos a estudiar Biología, que no es el caso.
Pero sí es muy importante desde la perspectiva del pensamiento sistémico, que sí es el
caso, entender, comprender y ser conscientes de que, decir “individuo” es
decir poseer una estructura que permite ejecutar una función (o funciones) que
hacen posible que “lo de dentro” sea significativamente diferente de “lo de
fuera”, a costa de mantener una desigualdad térmica (que viola la segunda Ley)
y que, además, no se puede dividir, es decir, constituye una sola entidad, por
eso se denomina “individuo” in-divisible.
El primer “individuo” como tal fue la
célula procariotica, también conocida como bacteria, carente de núcleo
(carios), para tras muchos centenares de millones de años, alcanzar el estado
“eucariótico” (con núcleo), que es la célula, tal y como la conocemos.
El virus fue el ensayo general de la
reproducción, una vez desarrollado el ADN.
5. Estado altamente organizado a costa del consumo energético
Hablar de este epígrafe, sobre lo que
hace posible, es meternos en el terreno de la Bioquímica y de la Genética que
son para todo buen biólogo, médico o fisiólogo, (al menos para mí), la Ciencia
más bonita y esclarecedora que existe sobre el cómo y el por qué es posible la
vida.
Para lo que nos ocupa, para lograr esa
mirada tan sistémica como contemplativa de los misterios que hacen posible la
Vida, la Bioquímica, que en los seres vivos conforma lo que se conoce como
“metabolismo”, supone un desarrollo inteligente conformado por millones de
reacciones químicas amortiguadas y aceleradas por proteínas denominadas
enzimas, que simplemente, su comprensión hace que la mente humana no tenga más
remedio que humillarse y reconocer, como decía Einstein, que no es posible que
Dios haya estado y esté jugando a los dados. Es decir, cadenas metabólicas como
la Glucolisis, el Ciclo de Krebs, la Fotosíntesis de las plantas o la Cadena
respiratoria, que, todas ellas hacen posible generar nada menos que el ATP
“Adenosín trifosfato”, que es la molécula energética fundamental que hace
posible todas las reacciones que requieren consumo energético (es como un
“nanosol” un Sol minúsculo, del ¡tamaño de una molécula!), supone tal
desarrollo y expresión de inteligencia cósmica, que simplemente es tan
imposible que sea fruto del azar, como que mil millones de monos tecleando una
máquina de escribir, durante miles de millones de años (o en tiempo infinito), sean
“casi” capaces de escribir Don Quijote de la Mancha. Es la conocida teoría de
“mono infinito”.
Cuando uno penetra hasta las
profundidades de la materia viva, se da cuenta de que el azar, casi no existe,
y que como diría Fred Hoyle, el Universo (o la consciencia responsable de él),
es sumamente inteligente. O algo más, que no sabemos qué es.
El número Pi (π), es de esas
cosas que, por su irracionalidad, podría hacernos pensar que sus decimales son
simples números aleatorio puestos al tun tun y, nada más lejos de esa
banalidad. Ni en un calculado Pi con doce billones de decimales, se ha
descubierto ningún vestigio de aleatoriedad.
Así que el descomunal despliegue de
inteligencia que requiere este “altamente organizado sistema vivo que es “el
individuo” celular, hace suponer que la larga marcha hacia la complejidad
celular, y posteriormente complejidad pluricelular, ha de tener algún sentido,
algún “Tao”. Y si la Ciencia no lo entiende, la espiritualidad sí.
6. Y la vida inventó el "steady state”
En esta larga evolución hacia la
complejidad, que alcanza su clímax creador en el individuo celular, la
constante que siempre prevalece es la tendencia hacia el estado estable. A este
estado estable, a este “steady state”, en Biología se le ha dado el nombre de “metabolismo”. Este término en su
etimología viene del griego «μεταβολη» (metabolē) formado de «μετα»
(meta) más allá y «βαλλειν» (ballein) que quiere decir arrojar y, termina con el sufijo -ισμός
(-ismo)), que significa cualidad, es decir la cualidad que
tienen los seres vivos de poder cambiar químicamente la naturaleza de ciertas
sustancias, es, ya en una definición práctica y explicativa, el conjunto de
reacciones bioquímicas y procesos fisicoquímicos que ocurren en una célula y en
el organismo pluricelular.
Pero
lo importante de la etimología es ese “ir más allá arrojando, añadiendo
elementos a algo, es decir, incrementando su complejidad, ya que ese es el sentido de la Vida, el Tao de la Vida.
Pero
esa tendencia a añadir más y más, hemos visto que tiene sus límites en la
entrega número 10. Existe algo que pone límites a un crecimiento indiscriminado
a la complejidad. Y ese parece ser el “talón de Aquiles” de la Vida, que no
puede crecer ilimitadamente.
Por
eso, el “Steady State” tiene en su esencia el equilibrio de dos fuerzas
antagónicas (como siempre, el antagonismo o complementariedad, el Yin y el
Yang), el anabolismo y el catabolismo. Anabolismo, de ana- hacia arriba,
incrementar y Catabolismo, de cata- hacia abajo, disminuir. Es decir, mientras
unas funciones crean elementos, otras los destruyen, de modo que durante las
etapas de “steady state”, el metabolismo es un juego de suma cero, tanto
gano, tanto pierdo.
Este
es el estado deseable, al que tiende la vida, pero ese aparentemente “techo de
cristal” que tiene la complejidad, nos ancla a los seres vivos en nuestra forma
densa, a los rigores de tener que tratar de equilibrar ambas fuerzas, lo que se
consigue durante un cierto tiempo, hasta que fallan las fuerzas y no somos
capaces de mantener nuestro ritmo de reparación de estructuras y funciones
respecto del inexorable avance del caos, a lomos de la despiadada Entropía.
7. Convertir
materia inanimada e inerte en materia viva
Todo lo anteriormente expuesto está muy
bien y explica en devenir de la vida, pero falta el primero y más fundamental y
esencial de los pasos hacia la vida.
La Fotosíntesis.
Para crecer (anabolismo) y mantenerse
(metabolismo), hace falta consumir energía, sintetizar “algo” que haga de Sol,
en el interior del ser vivo, para poder regenerar el trabajo extra que requiere
mantener sus estructuras y funciones. Y hemos visto que eso se consigue con una
curiosa molécula que se ha dado en denominar “ATP” o Adenosín Trifosfato, que
con la ruptura del enlace fosfato, genera el calor y la energía necesaria para
que se lleven a cabo el común de reacciones anabólicas. Pero el ATP necesita
materia orgánica, en concreto Glucosa, para ser sintetizado en la Cadena
respiratoria.
Pero, antes de que surgiera la vida, del
modo que fuera, sobre la Tierra, no existía materia orgánica. La cosa estuvo
bastante chunga hasta que a los primeros elementos que apuntaban maneras,
parecidos a los coloides y a las micelas, se les ocurrió crecer en complejidad,
lo suficiente como para hacer algo más que ingerir materia inorgánica para
mantener sus primitivas estructuras víricas.
Y Dios creó la Fotosíntesis. La forma de
convertir la materia inanimada, con el amparo de la luz solar y de una molécula
milagrosa, la Clorofila que, casi es idéntica a la Hemoglobina (las dos manejan
y transportan el Oxígeno), en materia orgánica y, demás, como desperdicio, mira
por donde, nada menos que Oxígeno.
Este es el salto cuántico de la vida, lo que
hace capaz de transformar la materia inorgánica en orgánica, lo sin vida en
vivo.
Ya tenemos al individuo primigenio, a la
célula, o mejor, a los dos tipos de células, los dos individuos, el uno que
fabrica vida y es capaz de mantener su estructura por sí mismo, la célula
vegetal y, por otro lado, la célula animal, que en el fondo necesita de la
primera para vivir. Con la célula animal surge el parasitismo animal. Alguien
que vive a costa de otro.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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