El
presente documento ha sido suscrito por tres cardenales, decenas de obispos y
sacerdotes y numerosos académicos y profesionales, entre los que me encuentro,
del mundo de la medicina, la investigación inmunológica y virológica, la
docencia, las leyes, la economía y los medios de comunicación, así como por
diversos colectivos y asociaciones.
Veritas liberavit vos
(Evangelio de Juan, 8:32)
En un
momento de gravísima crisis, los Pastores de la Iglesia Católica, en virtud del
mandato que hemos recibido, nos consideramos en el sagrado deber de hacer un
llamamiento a nuestros Hermanos en el Episcopado, al Clero, a los Religiosos,
al pueblo santo de Dios y a todos los hombres de buena voluntad. Suscriben
también este llamamiento intelectuales, médicos, abogados, periodistas y
profesionales diversos que comparten su contenido, y pueden suscribirlo
asimismo cuantos deseen adherirse al mismo.
Los
hechos han demostrado que, bajo el pretexto de la epidemia de Covid-19 se ha
llegado en muchos casos a vulnerar derechos inalienables de los ciudadanos,
limitándose de forma desproporcionada e injustificada sus libertades
fundamentales, entre ellas el ejercicio de las libertades de culto, de
expresión y de movimiento. La salud pública no debe ni puede convertirse en
excusa para conculcar los derechos de millones de personas en todo el mundo, y
menos aún para que las autoridades civiles eludan su obligación de obrar con
prudencia en pro del bien común. Esto es tanto más cierto cuanto más aumentan
las dudas planteadas por muchos en torno a la verdadera capacidad de contagio,
peligrosidad y resistencia del virus. Muchas voces autorizadas del mundo de la
ciencia y de la medicina confirman que el alarmismo que han manifestado los
medios informativos al Covid-19 no parece totalmente justificado.
En
base a los datos oficiales sobre la incidencia de la epidemia en el número de
fallecimientos, tenemos motivos para creer que hay fuerzas interesadas en
generar pánico entre la población con el único fin de imponer de modo
permanente formas inaceptables de restricción de las libertades, control de las
personas y vigilancia de sus movimientos. Esta forma de imposiciones
antidemocráticas preludia de manera inquietante un Gobierno Mundial que escapa
a todo control.
Creemos,
igualmente, que las medidas de protección adoptadas en algunas situaciones,
incluido el cierre de las actividades comerciales, han desencadenado una crisis
que ha hundido a sectores enteros de la economía, favoreciendo con ello la
interferencia de potencias extranjeras, con graves repercusiones sociales y
políticas. Quienes ejerzan cargos gubernamentales deben impedir estas formas de
ingeniería social, adoptando medidas encaminadas a la tutela de sus ciudadanos,
a quienes representan y en cuyo interés tienen la grave obligación de realizar
sus funciones. Ayúdese igualmente a la familia, célula de la sociedad, evitando
penalizar irrazonablemente a los débiles y los ancianos al obligarlos a sufrir
dolorosas separaciones de sus seres queridos. La criminalización de las
relaciones personales y sociales debe considerarse asimismo una parte
inaceptable del proyecto de quienes promueven el aislamiento de las personas
para manipularlas y dominarlas mejor.
Pedimos
a la comunidad científica que vele porque se promuevan honradamente y con miras
al bien común curas para el Covid-19, evitando escrupulosamente que intereses
inicuos influyan en las decisiones de los Gobernantes y los organismos
internacionales. No es razonable penalizar remedios que se han revelado
eficaces, en muchos casos de bajo costo, para privilegiar curas o vacunas no
tan eficaces, pero que garantizan ingresos mucho mayores a las empresas
farmacéuticas, aumentando los costos de la sanidad pública. Como Pastores que
somos, recordemos también que para un católico es moralmente inaceptable
inocularse con vacunas en cuya producción se ha utilizado material procedente
de fetos abortados.
Pedimos
asimismo a los Gobernantes que garanticen que se eviten de la forma más
rigurosa los medios de control de las personas sea mediante sistemas de rastreo
electrónico o cualquier otra forma de ubicación: a pesar de la gravedad de la
situación, el combate al Covid-19, no debe servir de pretexto para respaldar
turbias intenciones de entidades supranacionales que albergan marcadísimos
intereses comerciales y políticos en este proyecto. En particular, debe
permitirse a los ciudadanos la posibilidad de rechazar semejantes limitaciones
a las libertades personales, sin imponer forma alguna de penalización para
quien no desee beneficiarse de las vacunas, de los métodos de localización y de
cualquier otro instrumento análogo. Téngase en cuenta la flagrante
contradicción que se observa entre quienes persiguen políticas de reducción drástica
de la población y al mismo tiempo se presentan como salvadores de la humanidad
sin tener la menor legitimación política ni social. Por último, la
responsabilidad política de quien representa al pueblo no puede ser confiada en
modo alguno a técnicos que encima exigen para ellos mismos formas de inmunidad
personal que resultan como mínimo inquietantes.
Solicitamos
enérgicamente a los medios de comunicación que se empeñen activamente en
facilitar una información correcta que no sancione el disenso aplicando formas
de censura, como está sucediendo de forma generalizada en las redes sociales,
la prensa y la televisión. La veracidad de la información exige que se dé lugar
a voces no alineadas con el pensamiento único para que los ciudadanos puedan
evaluar la realidad con conocimiento de causa, sin ser influidos en gran medida
por intervenciones partidistas. Un diálogo democrático y franco es el mejor
antídoto contra el riesgo de imponer formas sutiles de dictadura
presumiblemente peores de las que ha visto nacer y morir nuestra sociedad en
épocas recientes.
Recordemos,
para terminar, como Pastores a quienes se ha encomendado la importante misión
de guiar la grey de Cristo, que la Iglesia reivindica con firmeza su propia
autonomía de gobierno, de culto y de predicación. Dicha autonomía y libertad
son un derecho de nacimiento que le concedió Nuestro Señor Jesucristo para que
cumpla las finalidades que le corresponden. Por este motivo, los Pastores
reivindicamos enérgicamente el derecho a decidir de forma autónoma en lo que se
refiere a la celebración de la Santa Misa y los Sacramentos, como también
exigimos plena autonomía en materias que están dentro de nuestra inmediata
competencia y jurisdicción, como por ejemplo las normas litúrgicas y la manera
de administrar la Comunión y otros Sacramentos. El Estado no tiene el menor
derecho a interferir por motivo alguno en la soberanía de la Iglesia. La
colaboración de las Autoridades Eclesiásticas, que jamás ha sido negada, no
supone por parte de las civiles prohibiciones ni limitaciones al culto público
o el ministerio sacerdotal. Los derechos de Dios y de los fieles son ley
suprema de la Iglesia que ésta no quiere ni puede abrogar. Solicitamos que nos sean
retiradas las limitaciones a la celebración del culto público.
Invitamos
a las personas de buena voluntad a no sustraerse a su deber de colaborar al
bien común, cada cual según su propio estado y posibilidades y en espíritu de
Caridad fraterna. Esta cooperación, auspiciada por la Iglesia, no puede
prescindir sin embargo del respeto a la ley natural ni a la garantía de las
libertades individuales.
Los
deberes civiles a los que están obligados los ciudadanos suponen el
reconocimiento de sus derechos por parte del Estado. Todos estamos llamados a
valorar la situación actual de forma coherente con las enseñanzas del
Evangelio, y ello exige tomar partido: o con Cristo o contra Cristo. No nos dejemos intimidar ni asustar por quienes nos hacen creer que
somos minoría: el bien está mucho más difundido y es mucho más poderoso de lo
que el mundo quiere que creamos. Nos enfrentamos a un enemigo invisible que
hace separaciones entre sus ciudadanos, entre los hijos y los padres, entre
nietos y abuelos, fieles y pastores, alumnos y docentes, clientes y
vendedores. No permitamos que con
la excusa de un virus se borren siglos de civilización cristiana para instaurar
una odiosa tiranía tecnológica en que personas sin nombre y sin rostro decidan
la suerte del mundo confinándonos a una realidad virtual. Si tal es el
proyecto que tienen para dominarnos los poderosos de la tierra, sepan que
Jesucristo, Rey y Señor de la Historia, ha prometido que “las puertas del
Infierno no prevalecerán” (Evangelio de
Mateo, 16,18).
Encomendamos
al Dios Todopoderoso a los Gobernantes y a cuantos rigen el destino de las
naciones para que los ilumine y oriente en estos momentos de grave crisis. No
se olvide que del mismo modo que el Señor nos juzgará a los Pastores según por
la grey que nos ha confiado, también juzgará a los Gobernantes por los pueblos
a los que tienen la obligación de defender y gobernar.
Roguemos
con fe al Señor para que proteja a la Iglesia y al mundo. La Virgen Santísima,
Auxilio de los Cristianos, aplaste la cabeza de la vieja Serpiente y frustre
los planes de los hijos de las tinieblas.
8 de
mayo de 2020
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Para firmar el Llamamiento:
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