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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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http://sociedaddistopica.com/
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¿Qué
pensarías si al acudir a una manifestación el Gobierno te enviara un tweet diciendo: “Querido usuario, ha sido
usted registrado como participante de una manifestación ilegal masiva”? Esto
ocurrió en 2014 en Ucrania.
O que
recibieras una multa de tráfico porque la aplicación que usas como GPS ha
vendido al Gobierno los datos de la velocidad a la que circulas. Esto sucedió
en Holanda y la compañía era TomTom.
O que te
detuvieran en un aeropuerto de Estados Unidos, te llevaran a una sala para
interrogarte, pasaras la noche en una celda y te deportaran por escribir en
Twitter antes de partir en tono jocoso: “¿Quién tiene tiempo libre para
destruir América?”.
Esta son
algunas de las consecuencias de la vigilancia masiva e indiscriminada a la que
estamos siendo sometidos los ciudadanos por parte de los gigantes tecnológicos,
por empresas de toda índole, por los Gobiernos, y por lo que es peor, por
nosotros mismos. Analicemos uno a uno.
1) En lo
concerniente a la vigilancia masiva perpetrada por los gigantes tecnológicos,
podemos analizar el papel de Facebook.
Según informes del Departamento de
Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Facebook ha sustituido a todos los
programas de recolección de información que previamente utilizaba la CIA.
Recopila información de más de 2.240 millones de usuarios para luego usarlos
con fines publicitarios sin informar de forma explícita.
Por este
motivo, en el año 2007 la Agencia Española de Protección de Datos le impuso la
mayor multa de la historia del órgano regulador: 1,2 millones de euros.
Verificó que la red social propiedad de Mark Zuckerberg recopila datos sobre
ideología, sexo, creencias religiosas o gustos personales para su posterior uso
con fines publicitarios sin informar al usuario de manera clara y exhaustiva.
Asimismo
la Comisión Europea ha impuesto una multa a Facebook de 110 millones de euros
por mentir en lo referente a la compra de WhatsApp en el año 2014. Cuando se
anunció la compra por la cantidad de 13.800 millones de euros, se le
requirieron a Facebook diferentes datos en aras de comprobar si se produciría
una vinculación de los datos de las diferentes plataformas. Zuckerberg declaró
que en ese momento no tenían medios para realizar dicha unión, pero el órgano
europeo ha concluido la investigación dictaminando que no dijo la verdad. Una
vez consumada la compra, cambiaron la política de privacidad e incluyeron la
vinculación de los datos.
Pero el
mayor escándalo de privacidad al que ha tenido que hacer frente Facebook hasta
la fecha ha sido el caso de Cambridge Analytica en el año 2018. Esta consultora
británica era una compañía de análisis y recolección de datos, sin previa autorización, de 50
millones de usuarios de Facebook con el fin de crear perfiles psicológicos y
elaborar campañas personalizadas para influir en la decisión de los votantes.
Esto ocurrió durante la campaña electoral de Donald Trump y la votación del
Brexit.
Zuckerberg
se sentó por primera vez frente al Congreso de los Estados Unidos para rendir
cuentas sobre este asunto. Habría que reseñar que Facebook es la compañía que
más ha contribuido en donaciones a las campañas de la mayoría de los senadores
que le interpelaron, lo cual deja mucha duda sobre la objetividad de tal
comparecencia.
Según ha
informado recientemente el periódico The
New York Times, Fiscales Federales de Estados Unidos están investigando a
Facebook por firmar acuerdos con más de 150 compañías para que éstas accedan a
datos confidenciales de sus usuarios, como mensajes privados e información de
contacto, sin su consentimiento. Entre estas corporaciones hay nombres como
Netflix, Spotify, Amazon, Apple, Microsoft o Airbnb.
También
está siendo investigado porque ha propuesto a entidades bancarias de Estados
Unidos un “trueque”: estos le entregan información relacionada con las
transacciones de sus clientes, y Facebook a su vez permite a las entidades
acceder a los mensajes privados de sus usuarios.
En 2017
el rotativo The Australian publicó un
documento en el que constaba que Facebook había analizado datos de más de seis
millones de adolescentes australianos y neozelandeses, para determinar su
estado de ánimo y facilitar a los anunciantes información sobre los momentos en
los que se sentían más vulnerables. El fin era ofrecerles lo que necesitaban
según sus publicaciones y su estado de ánimo.
Pero no
es Facebook la única compañía que opera con estas prácticas abusivas. La
Comisión Europea ha impuesto a Google en los últimos tres años multas que
ascienden a un total de 8.000 millones de euros, por abusar de su posición de
dominio en el mercado de la publicidad. Asimismo la Comisión Nacional de
Informática y de las Libertades de Francia (el homólogo de la Agencia Española
de Protección de Datos) le ha impuesto recientemente una sanción de 50 millones
de euros por falta de consentimiento en la personalización de la publicidad que
ofrece a los internautas.
Pero el
nacimiento de esta publicidad personalizada se vincula con el nacimiento de
Google. Esta corporación nació en 1996, y en un principio tenía como finalidad
seleccionar las páginas webs que tenían mayor interés y visitas en la red. Dado
el elevado número de webs que ya existían, sus fundadores Larry Page y Sergey
Brin, dos estudiantes de filosofía de la Universidad de Stanford, crearon un
algoritmo para que hiciera el trabajo de forma automática. Necesitaban cubrir
el coste de almacenaje, así que pensaron en la publicidad dirigida según lo que
los internautas estaban buscando.
Este
tipo de publicidad es mucho más interesante para los anunciantes puesto que se
publicitan ante clientes potencialmente interesados. Pero esta segmentación
también la desarrolla Google mediante su servicio de correo electrónico Gmail.
Cuando enviamos un e-mail, el texto se escanea automáticamente y se envían las
palabras claves que revelan de qué estamos hablando, así podrán asociarlo con
anuncios personalizados. Además cada vez que clicas un anuncio de Google, la
compañía anunciante le paga por el tráfico de su sitio.
¿Cómo
podrían si no costearse los inmensos centros de datos que Google tiene
repartidos por el mundo en los que alojan todos los correos de Gmail, los
vídeos de YouTube y su omnipresente motor de búsqueda? ¿Y las modernas oficinas
que tiene Facebook en California, Tokio, Buenos Aires, México y São Paolo con
sus más de 30.000 empleados? La respuesta es sencilla: mediante tu información
personal, la cual se va a usar posteriormente para enviarte publicidad hecha a
medida.
Estas
compañías tecnológicas legitiman sus prácticas en la aceptación por parte de
los usuarios de sus intrincadas condiciones de uso, para cuya lectura
necesitaríamos 1 mes por año, es decir, aproximadamente 180 horas cada año.
2. Pero
más allá de la consabida vigilancia de los gigantes tecnológicos, infinidad de
empresas están ávidas de tener información y, por ende, control sobre nosotros.
En
Inglaterra desapareció una joven en 2002 y los padres albergaron la esperanza
de encontrarla con vida puesto que tras la desaparición, los mensajes de voz de
su teléfono móvil estaban siendo escuchados y borrados. Desgraciadamente estos
movimientos en su terminal no habían sido obra de la joven que ya había
fallecido, sino de la corporación del magnate de la comunicación Rupert Murdoch
quienes para recopilar toda la información posible habían intervenido su
teléfono y escuchado sus mensajes.
En
nuestro país fue muy sonado el caso de la app oficial de la Liga Española de
Fútbol. Al descargarla el usuario aceptaba que usara el micrófono de su
smartphone para comprobar si los bares donde acudía a ver el fútbol disponían o
no de la correspondiente licencia para emitir los partidos.
Otro
caso curioso es el de McDonalds que acaba de comprar una desconocida empresa
tecnológica israelí llamada Dynamic Yield (según medios norteamericanos por 300
millones de dólares) que según su web se encarga de "unificar los datos de clientes para potenciar el ecosistema de
marketing" y "desencadenar
capas de comportamiento".
Con un lenguaje eufemísitco quiere decir
algo así como hacer un seguimiento de cuándo te sientes triste o hambriento
para enviarte publicidad de una hamburguesa en el momento exacto.
3. En
cuanto a la participación y complicidad de los Gobiernos, es paradigmático el
caso de China.
El Gobierno Chino está creando un sistema de clasificación
social mediante un entramado de 20 millones de cámaras de videovigilancia y una
sofisticada Inteligencia Artificial de reconocimiento facial. La pretensión del
Gobierno es la de controlar a la población en función de su comportamiento más
o menos “cívico”. Si eres ciudadano chino y no puedes comprar un billete de
avión es porque has conducido a una velocidad mayor de la permitida, porque te
has negado a cumplir el servicio militar o porque has comprado demasiados
videojuegos. Si tu puntuación no es suficientemente alta se te puede prohibir
la entrada en determinados hoteles, cursar estudios superiores o ser contratado
por alguna empresa. Incluso si te rodeas de gente con baja puntuación, puede
influir en tu propia nota.
Esta IA
analizará individualmente a cada individuo en función de su información
personal, sus interacciones en las redes sociales, los lugares que frecuenta,
sus compras, sus gustos, sus hábitos, sus amigos. ¿Te parece intrusivo? Pues no
dista mucho de lo que nos pasa al resto de los ciudadanos, sólo que se hace de
una forma más “sutil”.
Si
tienes un teléfono móvil, un ordenador, una Smart TV, un Smart Watch, un perfil
en Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram, Amazon, Netflix, una cuenta de
correo electrónico, si usas un asistente virtual como Alexa o Cortana, una
tarjeta de crédito, si conduces un coche por carreteras controladas por radares
y le echas gasolina en establecimientos dispuestos con cámaras de
videovigilancia o si paseas por una de tantas calles dotadas de cámaras de
seguridad, ya estás siendo escrupulosamente monitorizado.
¿Y qué
papel tienen los partidos políticos como garantes de nuestra Constitución en
cuyo artículo 18.4 se recoge el derecho fundamental a la protección de datos?
Pues los partidos políticos han refrendado recientemente por unanimidad la
nueva Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales, de
adaptación al Reglamento Europeo de Protección de Datos. Esta norma incluye en
su disposición final tercera un artículo de modificación de la Ley Electoral
por el que autoriza a los partidos a recopilar nuestros datos, de páginas web y
otras fuentes de acceso público, para realizar perfiles psicológicos y
enviarnos propaganda electoral personalizada sin consentimiento. Es el llamado spam electoral. Podrán hacerlo por
Whatsapp, e-mail, o mensajes directos a través de las redes sociales. Si
nuestros datos revelan que estamos enfermos los partidos nos mandarán mensajes
a favor de una mejor sanidad, mensajes religiosos si somos creyentes, mensajes
pro-vida si estamos en contra del aborto o animalistas si somos antitaurinos, y
siempre con un tipo de lenguaje acorde a nuestro perfil psicológico.
Recientemente el Defensor del Pueblo ha presentado un recurso de
inconstitucionalidad contra el meritado artículo que ha sido admitido a
trámite.
Además
todas las formaciones políticas de nuestro país se han reunido hace escasos
meses con directivos internacionales de Facebook, previa firma por supuesto de
un acuerdo de confidencialidad. El motivo de la cita ha sido frenar las ´fake news´ de cara a las elecciones
generales del 28 de abril. La prensa se ha hecho eco de que los partidos han
coincidido en que la red social fundada por Zuckerberg (al que algunas voces
postulan como futuro presidente de EE.UU.) no parece tener un plan prefijado
para resolver este problema. Quizá el motivo es que realmente no le interesa
pues a mayor polémica por estas noticias, más comentarios, visitas y mayores
ingresos por publicidad.
4. Pero
no olvidemos que nosotros también somos partícipes y colaboradores necesarios
de todo este entramado; entre nosotros e incluso con nosotros mismos.
Reino
Unido que es uno de los países más vigilados del mundo (se estima que hay una
cámara por cada 14 personas), lo cual impide el visionado de todo el material
recogido. El portal Internet Eyes ofrece
la posibilidad de que los ciudadanos se espíen entre sí. Los propietarios de
esas cámaras (policía, empresas y particulares) pueden emitir las imágenes en
directo a todo el mundo y cualquier persona que se registre podrá visionarlas
desde sus dispositivos. Se presenta como un “juego” y si el usuario percibe
algo sospechoso, presionará un botón que alerta a la policía y el internauta
acumulará puntos que podrá canjear por 1.000 euros.
Pero más
allá del advenimiento de la sociedad distópica increíblemente vaticinada por
Aldous Huxley y George Orwell en la década de los 30 y 40 respectivamente, es
innegable que somos nosotros mismos los que voluntariamente nos exponemos a
esta indiscriminada vigilancia mediante la publicación de contenido, sin medir
las consecuencias de la “huella digital” indeleble que estamos imprimiendo. En
Suecia miles de personas se están insertando voluntariamente pequeños
microchips bajo la piel, con el fin de evitar llevar documentación física como
carnets de identidad, billetes de metro o tarjetas de acceso al trabajo.
Desconectar para conectar con nuestro mundo interior
Llegados
a este punto, si no podemos confiar en las empresas que nos surten de los
servicios tecnológicos, ni en el resto de corporaciones, ni en nuestros
Gobiernos, ni entre nosotros y ni casi en nosotros mismos, ¿a qué podemos
aferrarnos en esta sociedad voraz y egóica? A nuestro Ser.
Debemos
hacernos conscientes de lo que ya está ocurriendo, estar de alguna forma
informados, responsabilizarnos de qué aplicaciones usamos, o al menos del uso
que le damos, qué contenido publicamos, qué imágenes compartimos de nosotros y
de nuestros menores. Pero sobre todo hemos de ser conscientes de qué estamos
buscando en el mundo online, de qué adolecemos en el mundo offline, y darnos
cuenta de que esa supraconexión tiene su origen en una desconexión con nuestro
Ser y un vacío interior que tratamos infructuosamente de cubrir. Darnos cuenta
de si buscamos amor, aprobación externa, huir de la soledad, no pensar, no
mirarnos, no escucharnos… Las redes sociales son el escenario perfecto para
crear un personaje ficticio, para compartir pensamientos, sentimientos, para
exhibirnos, en definitiva, para vivir en el Ego.
Hasta
ahora los medios de comunicación manipulaban en masa y era menos efectivo
puesto que no podían controlar a cada ciudadano, pero con el auge de las nuevas
tecnologías cada ciudadano puede ser manipulado individualmente y a cada
segundo, monitorizando sentimientos conscientes e incluso inconscientes. La
inteligencia artificial puede reconocer con un alto grado de precisión tu
estado emocional por los gestos de tu cara, la velocidad a la que escribes un
mensaje, las veces que miras el teléfono, las páginas que visitas o la música
que escuchas, para luego añadirlo a tu perfil psicológico.
Por todo
esto y por lo que adviene dado nuestro papel de víctimas y de verdugos a la
vez, debemos estar más en presencia que nunca, más conscientes, en nuestra
mente elevada, en nuestro centro. Y ante el conocimiento de esta sociedad
vigilada no hemos de caer en el miedo, que es de lo que se nutre la sociedad
distópica, sino en la conciencia y en la consciencia. Incluso que se escriban
artículos así es lo que nutre a las élites, para que sepamos de forma velada
que vivimos vigilados, ese mismo miedo es el que dosifican para ejercer la
manipulación.
Desconectar
para conectar: el vacío que se busca llenar conectando con el mundo online,
sólo será sosegado en esencia conectando con nuestro mundo interior.
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Autora: María
Ayarra García de Zúñiga (Abogada especialista en Protección de Datos y Derecho al Olvido Digital)
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