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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
El acto de comer es, con diferencia, la actividad individual que
diariamente ejercemos con mayores consecuencias morales, ambientales,
económicas y para la salud, debido a que la industria alimentaria
(deforestación para cultivo de pastos y agricultura intensiva, granjas y
ganadería intensiva, pesca extractiva y de piscifactorías, preparados alimenticios,
envasado y transporte, recogida y gestión de la basura, etc.) es de las más
contaminantes que existen. No obstante, por sus enormes implicaciones para la
vida sobre este planeta, voy a centrarme principalmente en los aspectos éticos
de nuestra alimentación y, para finalizar, veremos las consecuencias que tiene
el hecho de comer carne y pescado para el medio ambiente y para nuestra salud.
Pero antes de desarrollar estos importantes aspectos morales, ecológicos y de
salud, quiero hacer un breve repaso de la historia de la vida sobre la Tierra
hasta llegar a la injusta situación en la que se encuentran los animales
actuales sobre el planeta, analizando a continuación el mayor prejuicio que los
seres humanos tenemos para con nuestros compañeros no humanos: EL ESPECISMO.
Hace aproximadamente 4.000 millones de años aparecieron las primeras células marinas. Tras una lenta organización y
desarrollo de la vida en la Tierra, hace
unos 500 millones de años, aparecen los primeros animales marinos. Unos 25
millones de años más tarde se empiezan a extender las plantas terrestres hasta
que 100 millones de años después aparecen los primeros árboles y bosques,
coincidiendo este hecho con la salida de los primeros vertebrados del agua a la
tierra. Por tanto, desde hace 380 millones de años hasta la desaparición de los
dinosaurios reinaron sobre la Tierra y por este orden, los anfibios, los
reptiles y los grandes saurios, apareciendo las primeras aves y los primeros
mamíferos pocos millones de años antes de la extinción de los más grandes
animales que poblaron este planeta. Coincidiendo con dicha desaparición, hace 65 millones de años aparecieron los
primeros mamíferos con placenta. 60 millones de años más tarde aparecen los
primeros homínidos. Hace 2,5 millones de años aparecen los Homo Habilis,
nuestros antecesores capaces de fabricar y utilizar herramientas sencillas, así
como dominar el fuego. Y, por último,
aparecemos nosotros en escena hace tan solo unos 200.000 años.
Comparativamente hablando, nosotros los Homo Sapiens
Sapiens llevamos en la Tierra 25 segundos si lo trasladamos a un día de 24
horas en comparación al tiempo transcurrido desde el origen de la vida en la
Tierra. Con la misma regla de proporcionalidad, si los primeros animales
marinos llegaron hace solo un día, nosotros llevamos aquí solo 1 minuto y 43
segundos. En relación a las primeras aves solo llevamos aquí 5 minutos y 45
segundos. Y en relación a los primeros mamíferos, únicamente 13 minutos y 12
segundos. Por otra parte, las especies animales identificadas en el año 2009 ascendían a 1.424.153, de las que 64.788 son
especies vertebradas y de estas, 5487 son mamíferos, siendo nosotros tan solo
una de esas especies. Y antes de entrar en el tema del especismo, conviene recordar que los seres humanos hemos reducido drásticamente y exterminado directa o
indirectamente a numerosísimas especies que compartían hábitat
con nosotros, sobre todo en los últimos siglos. Como ejemplo de reducción
drástica tenemos al bisonte americano que fue reducido a unos 750 ejemplares
hacia el año 1890, cuando se estima que antes de que llegaran los
europeos a América podían existir en Norteamérica entre 60 y 100 millones de
bisontes (actualmente existen unos 350.000, principalmente para consumo
humano). En relación a lo anterior y según un estudio científico internacional, “Las tasas de extinción de especies actuales
son mil veces más altas que las
tasas naturales de extinción, y las tasas de extinción futuras probablemente
serán a medio plazo 10.000 veces más altas de lo normal.”
Por otro lado, podemos deducir también que, desde que llegamos como
especie a este planeta hasta que se inició la ganadería hace unos 10.000 años,
la inmensa mayoría de animales del mundo vivían en libertad formando parte de
un vasto ecosistema inmensamente diverso que había evolucionado hasta ese
momento sin la intervención humana. Pero será en los últimos siglos, con la
aparición de las armas de fuego, cuando el exterminio de animales salvajes por
cazadores, muchas veces de manera indiscriminada por mera diversión, junto a la
domesticación de cada vez más especies para nuestro aprovechamiento, lo que
hará que el número de animales terrestres cautivos aumente con respecto a los
animales en libertad. Pero, en las últimas décadas y debido principalmente al gran
aumento de la población mundial de seres humanos, así como por los avances
tecnológicos y de producción de la industria ganadera, el número de animales
que están siendo privados de libertad para ser explotados y sacrificados,
aumenta en mucha mayor proporción a como lo hace la propia población humana. Y en el mundo salvaje, los frágiles equilibrios de los ecosistemas donde
viven o malviven las especies que “disfrutan” de libertad, si con suerte no son
pescados, ni cazados ni son víctimas de los devastadores incendios forestales,
sufrirán entonces las graves consecuencias de la contaminación de las aguas,
del aire y de la tierra, así como los efectos del cambio climático, en parte
producido por la explotación masiva de los recursos naturales del planeta y de
la excesiva explotación y uso de los combustibles fósiles. Todo esto, por
desgracia, provoca tremendo dolor y sufrimiento a muchísimos individuos de
muchísimas especies que morirán prematuramente en la naturaleza y de manera
agónica por diversos motivos: enfermedades, desnutrición, sed, víctimas de
trampas furtivas…, todo ello acompañado de un gran estrés, tristeza, miedo y
angustia.
Pasemos ahora a las cifras de nuestros compañeros de planeta que son
sacrificados en un año, principalmente para la alimentación humana, aunque
también para ropa, calzado y otros menesteres como pueden ser el ocio (la caza)
y la experimentación.
Según la web del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en España se sacrificaron en el año 2018, la friolera de 900.009.159
animales (35.691.372 más que en el año 2017), pero únicamente contemplándose a las siete
categorías ganaderas más importantes: bovina (2.526.890), ovina (10.011.406),
caprina (1.378.071), porcina (52.412.380), equina (40.412), aves (790.278.000)
y conejos (43.362.000). A estas cantidades habría que sumarles muchas más, de
otras especies terrestres de menor importancia ganadera, así como las víctimas por causa de la caza y de la pesca.
Si las cantidades indicadas, las dividimos por el número de habitantes que había en España en el año 2018 (46.733.038), obtenemos que por cada habitante se sacrifican 19,26 animales,
únicamente de las siete categorías mencionadas.
Pero, si nos vamos a las estadísticas de Estados Unidos, en el año 2013 el número de animales sacrificados en tan solo seis
categorías (bovino, ovino, caprino, porcino, aves y bisonte) ascendieron a la
tremenda cantidad de 9.061.378.100 para una población de estadounidenses de
316.668.567 en dicho año 2013. Esto supone que por cada ciudadano USA se
sacrifican 28,61 animales, en tan solo 6 categorías.
Y, si nos vamos a las estadísticas del mundo, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura) en el año 2007 se sacrificaron la inimaginable
cantidad de 57.827 millones de animales dentro de las 7 categorías mencionadas
para España, lo que supone una media de 8,6 animales por persona, teniendo en
cuenta que en el año 2007 había 6.722 millones de personas en el mundo. Hay que
tener en cuenta que la mayoría de países no tiene la capacidad (ni la
necesidad) de producir y sacrificar tantísimos animales terrestres, basando
principalmente su alimentación en la agricultura y la pesca. Téngase en cuenta
que la FAO también contempla en sus estadísticas, el sacrificio de roedores, búfalos,
camellos y perros (éstos últimos se consumen habitualmente en China, Suiza,
Vietnan, Corea del Sur, Hawai…, y en lugares fríos como Alaska, Canadá o el
Artico). Y ahora, teniendo como referencia la inimaginable cantidad antes
indicada, pasemos a conocer cuántas vacas, ovejas, cabras, cerdos, caballos,
aves y conejos son sacrificados actualmente en el mundo, de manera aproximada,
en fracciones de tiempo más cortas. En un día como hoy, morirán sacrificados
unos 172 millones de animales de las 7 categorías mencionadas; esto supone que
cada minuto sacrificamos unos 120.000 individuos, o lo que es lo mismo, ¡2.000
animales por segundo!, sin contar otras muchas categorías de ganado ni la
ingente cantidad de animales que son cazados o pescados.
En cuanto a la pesca, aquí no se puede hablar de número de individuos,
sino de toneladas de ellos. Según la FAO, en el año 2001 la captura total de peces, extraídos del mar o de los
ríos, ascendió a 91,3 millones de
toneladas (Mt), que sumadas a las 37,5 Mt procedentes de la acuicultura, dan un
resultado global de 128,8 Mt. Igualmente, la FAO estableció en el año 2007 un
global de 140Mt. Si extrapolamos estas cantidades al año 2017, obtendremos que
en el planeta este año se sacrificarán para nuestro consumo más de 150Mt de
animales marinos, que divididos entre los 7.500 millones de habitantes que
somos actualmente, cabemos a más de 20 kilos de pescado por persona y año, teniendo en cuenta que en esos 20 kilos o más puede
haber decenas o cientos de pescados. Esto significa que el sacrificio de
animales marinos, en número de individuos, es muy superior al número de
animales terrestres que se sacrifican anualmente en el mundo.
Otro dato a tener muy en cuenta, es el de la esperanza de vida de estos animales. Sabemos que la industria cárnica, como cualquier
otra industria capitalista, busca maximizar sus beneficios en el menor plazo de
tiempo posible. Para ello emplea dos estrategias fundamentales: por un lado, la
del engorde acelerado del animal mediante medicamentos y concentrados
alimenticios que permitan cebarlo en espacios muy reducidos, evitando así su
movilidad y, por otro lado, su sacrificio temprano en cuanto alcanza el tamaño
y el peso deseado. Como ejemplos, tenemos que la ternera puede vivir entre 25 y
30 años, siendo sin embargo sacrificadas con tan solo 1 ó 2; el cerdo que
alcanzaría los 15 años se sacrifica con 3 a 6 meses de vida; la oveja también
viviría hasta 15 años, pero se sacrifica con 3 a 10 meses; y el pollo que
llegaría hasta los 10 años de vida podría ser la carne más rentable de todas
(de ahí las cifras records en matanzas) puesto que crecen y engordan muy rápido
pudiendo ser sacrificadas con tan solo 6 semanas.
Y un dato más, muy importante. Si la FAO reconoce
que se sacrifican al año más de 60.000 millones de animales terrestres en todo
el mundo, ¿cuántos animales vivos están siendo explotados en el planeta
actualmente antes de llegar la hora de su muerte? Teniendo en cuenta que
también hay animales que se les permite vivir más tiempo mientras produzcan
huevos, leche, lana, etc., o bien se les mantiene en reservas de caza o,
incluso, enjaulados en laboratorios de experimentación, aparte de los conocidos
zoológicos, circos, acuarios, animales de carga, animales exóticos y mascotas
en tiendas de animales…, aunque se mantenga a cada uno de ellos con un coste
muy reducido, esto supondría finalmente un montante económico elevadísimo, que
destinándolo en una pequeña parte a programas de nutrición solucionaría el
problema del hambre en el mundo. Si estimamos que en la actualidad puede haber
unos 100.000 millones de animales terrestres que mantenemos en cautividad con
un coste medio aproximado de 0,1€ por día y animal, resulta que nos gastamos
por tal motivo 10.000 millones de euros al día, lo que equivale a 3,65 billones
al año. Si tenemos en cuenta que en el informe de este año sobre el hambre en el mundo publicado por la FAO se dice que “el hambre en el mundo aumenta: se estima que el número de
personas subalimentadas pasó de 777 millones en 2015 a 815 millones en 2016” y que, para
llegar al objetivo “HambreCero” sería
necesario destinar anualmente unos 54.000 millones de euros a programas de
nutrición, es decir, lo que equivale al coste de alimentar y mantener con vida
durante cinco días y medio a estos 100.000 millones de seres cautivos, o lo que
es lo mismo, el 1,47% del coste anual.
Y ahora sí que podemos pasar a analizar el
significado de la palabra ESPECISMO que, tras mucho insistir las ONG,s y las asociaciones
defensoras de los derechos de los animales en España, por fin ha sido incluida
en el diccionario de la Real Academia Española a finales del 2017, con dos
acepciones muy similares: 1) Discriminación de los animales por considerarlos
especies inferiores y 2) Creencia según la cual el ser humano es superior al
resto de los animales y, por ello, puede utilizarlos en beneficio propio.
La palabra especismo
fue introducida por primera vez al vocabulario inglés en 1970 por
Richard Ryder, apareciendo inicialmente en un panfleto que él mismo distribuyó
por Oxford. No obstante, la definición que podemos encontrar sobre la misma
puede variar según donde se consulte, siendo para mí la forma más simple de
definirla: “Injusta discriminación que cometemos los seres humanos con los
animales por el simple hecho de sentirnos superiores como especie.”
Evidentemente, existen muchas más connotaciones detrás del significado de la
palabra especismo como, por ejemplo,
la violencia hacia los animales en base a nuestra visión antropocentrista que
nos despoja de moral y ética al considerarlos como simple propiedad o
mercancía, lo que reduce a nuestros compañeros animales a simples objetos para
ser comprados, usados y vendidos, quedando por tanto sin valor sus vidas y
pudiendo ser sacrificados sin piedad ni remordimiento cuando más nos interese.
Por supuesto que, la gran mayoría que pueda leer
esto no se sentirá identificado con lo que acabo de decir, pero, en base a las
estadísticas de sacrificios de animales que no para de crecer, así como por las
condiciones en las que sobreviven, las connotaciones de la palabra especismo no puedo describirlas de otra
manera, pues yo mismo me siento parte responsable de una especie que se cree
superior. Y en mi opinión, esto se debe principalmente a la falta de empatía
que tenemos hacia los animales que nos sirven de alimento y por la grave
ignorancia que sufrimos al respecto por la costumbre social de observarlos
desde nuestra infancia como algo necesario para nuestra supervivencia. En
nuestro sistema de creencias se ha instalado, sin darnos cuenta la mayoría, la
normalización de la mayor y más grave injusticia que se comete diariamente en
el planeta: el maltrato a más de 100.000 millones de animales terrestres,
aparte del sufrimiento que padecen un mayor número de animales marinos
confinados en piscifactorías, así como los que malviven en los frágiles
ecosistemas marinos y fluviales altamente contaminados. Con todo esto se hace
patente, hoy más que nunca, una célebre frase del siglo XIX expresada por el
filósofo Arthur Schopenhauer: “El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales.”
Realmente,
la gran mayoría no sabemos que somos especistas, pues hay muchas cosas que
desconocemos sobre las numerosas alternativas que tenemos para vivir y
alimentarnos sin necesidad de explotar y sacrificar animales. Lo mismo ocurrió
dos siglos atrás con la tradición de la esclavitud de seres humanos hasta que
finalmente se abolió en casi todo el mundo. Como episodio histórico bien
conocido, el presidente norteamericano Abraham
Lincoln promulgó en 1863 la abolición de la esclavitud mediante la Proclamación
de la Emancipación en la que se declaraba la libertad de todos los esclavos. Lo mismo ocurrió, antes incluso, en
las potencias coloniales europeas aboliéndose la esclavitud humana a partir de
1807 en Inglaterra y en 1815 en otros países europeos (Congreso de Viena),
llevando a Fernando VII a prohibir también la esclavitud en España en 1817,
aunque realmente no se hizo efectiva hasta 1870 en la península y pocos años
después en las colonias de Puerto Rico y Cuba. Con esto quiero decir que,
durante siglos (más bien milenios) la mayoría de seres humanos daban por hecho
y pensaban (por tradición), sin cuestionárselo siquiera, que ciertos hombres y
mujeres eran inferiores por cuestiones de color de piel, por pertenencia a
distintas etnias o culturas más “atrasadas”, por caer presos en guerras e,
incluso, por no poder pagar las deudas. En esas épocas, los esclavizadores
pensaban que estos hombres y mujeres habían nacido para servirles y, por tanto,
se les trataba como mercancías que se subastaban, compraban y vendían, llegando
incluso a ser torturados y sacrificados cuando no podían o no querían servir a
sus amos.
En el Siglo XX y XXI ya no se habla de
esclavitud, pero sí de racismo, vocablo que aparece en todos los diccionarios y
que lleva muchas connotaciones morales que todos conocemos y que en general se
asocia a comportamientos socialmente no aceptados. Lo mismo podría decirse de
la palabra sexismo, cuyas connotaciones morales cada vez son más conocidas y
tenidas muy en cuenta en la sociedad occidental del siglo XXI, aunque queda
mucho por hacer todavía para la disminución hasta la total desaparición del
racismo y del sexismo en muchos sectores y círculos sociales de nuestra
sociedad y, más aún, en numerosos países del mundo donde el racismo y la trata
de mujeres y niños siguen siendo una lacra social. A estos dos grandes prejuicios
discriminatorios tan conocidos por todos, podríamos unir otros como la
discriminación por razón de edad o de discapacidad, por pertenencia a una
determinada religión, partido político o equipo de fútbol, el clasismo, la
xenofobia, etc. Sin embargo, todos ellos, además de ser sentimientos
discriminatorios muy conocidos, están dentro del círculo moral de una mayoría
de la sociedad que los considera inaceptables y, por tanto, han generado
movilizaciones sociales y acciones políticas que los han ido limitando mediante
regulaciones legislativas que permiten la acción de la justicia.
Lo que hoy consideramos inaceptable acerca de
todos estos prejuicios de superioridad es la forma en que se manifiestan, es
decir, mediante la violencia psicológica y física. Por tanto, esto nos lleva a
sacarlos a la luz y a darles publicidad con términos del tipo violencia racista, machista, homofóbica,
transfóbica, xenófoba, clasista, intergeneracional, religiosa, ideológica…,
estando todos ellos dentro de lo que podríamos llamar violencia intraespecie. Sin embargo, a la violencia y maltrato que
diariamente infligimos a decenas de miles de millones de animales inocentes, ni
siquiera le ponemos nombre a pesar de ser gigantesco el dolor y padecimientos
que sufren los que no tienen voz para poder, ni siquiera, defenderse. A esta clase de violencia, la podemos
encuadrar en la categoría de violencia
interespecies, aunque la denominaremos más concretamente: VIOLENCIA
ESPECISTA. La magnitud del sufrimiento de estos animales por nuestra causa, es
tremendamente superior al sufrimiento que nosotros mismos causamos a los de
nuestra especie y no solo por la cantidad de animales que son sacrificados
diariamente para satisfacer nuestro apetito, nuestra estética o nuestras
necesidades de ocio, sino principalmente por las horribles condiciones de vida
que sufren desde que nacen hasta que mueren, ya sea por enfermedad o en
nuestras propias manos.
Por tanto, se hace cada vez más urgente que
tomemos consciencia de cuál es el mayor sufrimiento que existe hoy día en el
mundo. Los medios de comunicación nos inundan con noticias de dolor y
sufrimiento entre nosotros, pero ya va siendo hora de que abramos los ojos a la
verdadera realidad de la mayor injusticia que se comete a cada instante en todo
el planeta. 60.000 millones de animales terrestres y 150 millones de toneladas
de animales marinos sacrificados al año (según la FAO), son solo unas cifras
que señalan a la punta del iceberg del sufrimiento animal, pues el momento del
sacrificio lo podemos ver como el desenlace final que libera por fin al animal
de su agonía. Donde realmente se produce el terrible sufrimiento de los más de
100.000 millones de animales terrestres que se explotan diariamente, por y para
nosotros, es en el transcurso de sus miserables vidas, por el trato cruel o
insensible al que los sometemos. Y esto ocurre por muchas causas, pero sobre
todas ellas podría mencionar la invisibilidad e ignorancia de este sufrimiento.
Para sacar a la luz todo esto que acabo de
contar, solo hace falta que lo interioricemos para después nombrarlo,
expresando nuestros sentimientos al respecto, y a partir de ahí, actuar en
consciencia. Por ello es muy importante compartir esta cruda realidad provocada
por nosotros a través de la violencia
especista, generadora de millones de campos
de concentración de animales esclavos que sufren un injusto holocausto animal o animalicidio. El uso frecuente de estos términos junto con otros
del tipo empatía interespecies, justicia
animal, respeto para todas las especies, amor hacia todos los animales
terrestres y acuáticos, etc., hará que el problema se conozca y se
visibilice cada vez más. Esto, a su vez, desencadenará una mayor movilización
social en defensa de los derechos de los animales, lo que provocará que
progresivamente se vaya legislando a favor de nuestros compañeros planetarios
no humanos.
Lo anterior ya ha ocurrido en muchos países del
mundo en relación a la defensa de los derechos de nuestras mascotas, la
prohibición del uso de animales de laboratorio para testar productos cosméticos
en Europa o la prohibición del maltrato animal en ciertas fiestas populares,
como por ejemplo la prohibición en el año 2000 de tirar una cabra desde el
campanario de una iglesia con motivo de los festejos de un pueblo de Zamora. En
cuanto a las famosas corridas de toros, hay países que las han abolido
totalmente como son Ecuador y Perú; en otros como Francia las han prohibido en
determinadas ciudades y en España han sido también prohibidas en Canarias
(1991) y Cataluña (2010). Sin embargo, todo esto es un proceso muy lento que va
dando poco a poco sus frutos, pero que ni de lejos afecta a la mayor injusticia
animal de todas: la captura y producción intensiva de animales acuáticos y
terrestres para la industria alimentaria principalmente, pero también para la
industria del cuero y la piel, la industria cosmética, la industria
farmacéutica y la industria del ocio y el entretenimiento.
Sin embargo, lo que más rápido puede incidir en
la disminución de animales injustamente tratados y sacrificados, son nuestros
hábitos de consumo. Aún me cuesta creer que solo en España se tengan que
sacrificar al año 900 millones de animales (solo de 7 categorías) para nuestro
consumo. Por cada uno de los 46,7 millones de habitantes, consumimos al año
unos 33kg de ternera, 18kg de oveja, 2kg de cabra, 200gr de caballo\yegua, más
de un cerdo entero (unos 60kg de carne), un conejo y 16 pollos\pavos\patos por
persona. Si tenemos en cuenta que según las encuestas de población un 7% de los
españoles se declara vegetariano y muchos otros consumen poca carne y pescado,
las proporciones y cantidades aumentan para el resto. Si a estas tremendas
cantidades de carne por persona le sumamos los 43kg de
pescado que cada uno de nosotros consumimos de media al año en España, frente a los
18kg de media en Europa, me resulta imposible concebir que por muy “carnívoras”
que sean muchas personas puedan ingerir al año más de 200kg cada una entre
carne y pescado.
Tras esta reflexión y volviendo a lo que decía al
principio de este párrafo, si reducimos progresivamente nuestro consumo de
proteínas animales, si dejamos de comprar ropa y calzado hechos con cuero o
pieles, si dejamos de ir a zoológicos…, en definitiva, si dejamos de consumir
inconscientemente y lo hacemos a sabiendas de que no perjudicamos a otros seres
vivos, estaremos sentando las bases de un mundo más justo y solidario. Por cada
persona que deje de comer carne y pescado en España, se estará evitando el
sacrificio de aproximadamente 25 animales
terrestres y posiblemente de más de 500 animales marinos. En EEUU, las
previsiones son aún mayores por cada persona que pase a ser totalmente
vegetariana. Tengamos en cuenta, que los animales de granja se producen
(nosotros los inducimos y los forzamos en su reproducción) en función de la
demanda existente en el mercado. Literalmente, somos nosotros los humanos los
que creamos y criamos a los animales de granja. Por tanto, si baja la demanda,
bajará la producción.
Pasemos
ahora a valorar brevemente el aspecto de la sostenibilidad alimentaria y
medioambiental. Podría empezar diciendo que una alimentación completa a base de
legumbres, frutas, verduras, semillas y otros vegetales es 10 veces más
económica y de muchísimo menor impacto ambiental, además de más saludable, que
la alimentación con carnes y pescados. La cantidad
de cereal y de agua que hacen falta para producir un kilo de carne varía
sustancialmente según las fuentes que se consulten. Tomando una estimación
conservadora, para producir un solo kilo de carne de ternera se necesitan 9 kilos de cereales y 15.000 litros de agua. En la
actualidad, más del 40 % del cereal mundial se destina a alimento para ganado y
se estima que para el año 2050 se superará el 50%. Solo en Estados Unidos el
porcentaje es del 70 %. La creciente población de la humanidad no puede
alimentarse en su totalidad si seguimos destinando al engorde de animales los
cereales y el agua necesaria para que todos los seres humanos se
mantengan con vida, o al menos sin tener que pasar hambre o sed. Sin
embargo, debemos saber que se puede obtener un kilo de verduras o un kilo de
frutas con tan solo 300 o 900 litros de agua, respectivamente. Es decir, con
15.000 litros de agua podemos obtener un kilo de ternera o bien, 50 kilos de
verduras o 16 kilos y medio de fruta.
La
producción de carne representa un gasto de agua y de energía muy por encima de
la que se necesita en la producción de vegetales o de cereales. La
proteína animal es muy costosa de obtener. No solo consumen los cereales y el
agua que podrían destinarse a las personas que pasan hambre y sed, sino también
combustibles fósiles, abonos y pesticidas con la consiguiente contaminación,
gases de efecto invernadero y desechos contaminantes que van a parar a los
ríos, a los acuíferos y al mar. Si todos los habitantes de la Tierra se
alimentaran con las mismas cantidades de proteína animal que los ciudadanos
europeos, y más aún los estadounidenses, nos enfrentaríamos al hecho de que no
hay tierras, cereales ni agua suficiente para mantener una mega-ganadería intensiva para todos. Para hacernos una idea, necesitaríamos 5 planetas como este para que
todos pudiéramos alimentarnos con los hábitos europeos y 7 para mantener los
hábitos de los norteamericanos. Según la ONU, una reducción de la producción y
el consumo de carne entre el 10 y el 15%, podría erradicar el hambre en el
planeta.
En 1966 había en Estados Unidos 53 millones de cerdos distribuidos en un millón de
granjas. Actualmente, hay más de 100 millones de ellos en unas 60.000 grandes
instalaciones. Una media de casi 2000 cerdos por granja. Podemos imaginar el hacinamiento y el estrés que
sufren estos animales, la cantidad de desechos que
producen y las condiciones de estas instalaciones, así como la cantidad
de medicamentos e insecticidas que se emplean para controlar las
epidemias. El consumidor, como eslabón final de esta cadena de sufrimiento
animal, también padece las múltiples consecuencias de esta práctica
destructiva, tanto para nuestra salud como para el equilibrio de la ecología
planetaria.
En cuanto a nuestra salud, en relación al consumo excesivo de carne sabemos
que, hace 50 o más años en España la carne era un elemento poco frecuente o
excepcional en la dieta de la mayoría de las familias. En aquellos años, sólo
quienes tenían un elevado poder adquisitivo podían permitírsela, siendo muchas
de sus enfermedades muy distintas a las de la gran mayoría. Posteriormente, y
una vez superados los periodos de escasez de alimentos y aumentado el nivel
económico de la población, las familias españolas empezarían a situar la carne
y el pescado como alimentos imprescindibles y necesarios en la dieta diaria,
todo ello influenciado por los intereses de la industria alimentaria a través
de la publicidad y de sus “expertos” en nutrición. Nada más lejos de la
realidad. Un exceso de proteínas de origen animal no mejora nuestra salud, más
bien al contrario, pues este tipo de proteínas va acompañado de una cantidad
importante de grasas saturadas y de sustancias de desecho que, por acumulación,
terminan provocando numerosas enfermedades a gran parte de la población:
problemas cardiovasculares, diabetes, cáncer, alzheimer, arteriosclerosis,
artritis, reuma, obesidad, cansancio, apatía…, incrementándose la gravedad de
todas ellas por la pésima calidad de vida de los animales que se convierten en
nuestra comida y por las sustancias tóxicas y alimentos de engorde que se les
suministran. Debemos recordar la epidemia de encefalopatía espongiforme
producida por un prion de las ovejas, que se transmitió a las vacas alimentadas
con piensos compuestos de restos ovinos.
Para concluir, solo me queda anunciar mi gran confianza en el ser humano y
mi gran esperanza de que en pocos años podemos revertir la tendencia de
producción y de sacrificios de animales en España, así como más tarde se podrá
observar en todo el mundo. Confío que algún día llegaremos a ver como a la par que
crece la población humana, irá disminuyendo el número de campos de concentración donde se hacinan nuestros compañeros los
animales, disminuyendo también el número de los que son sacrificados. Asimismo,
también confío en que mejorarán las condiciones de vida de la mayoría de ellos
conforme vaya incrementándose la ganadería ecológica. Y todo ello será posible,
sin necesidad de esperar a que sean los gobiernos los que intervengan en tal
proceso. Simplemente, nuestro consumo consciente y responsable sería
suficiente. Reducir nuestro consumo de carne y pescado progresivamente o bien,
dejar de consumirlos directamente, tiene mucha mayor influencia que votar a un
partido político animalista que, si bien podría obtener buenos resultados a
largo plazo, no puede compararse con el poderoso efecto inmediato que tiene el
hecho de reducir o dejar de consumir carne y/o pescado de manera progresiva o
definitiva. En nuestras manos está “salvar” muchas vidas al año o, al menos,
mejorar las condiciones de vida de nuestros hermanos
menores los animales consumiendo de manera ecológica, a ser posible de
ganaderías cercanas.
Finalizo
este artículo con una reflexión y me comprometo a publicar más información
acerca de lo que se puede hacer -podemos hacer-, para alcanzar algún día la
completa abolición de la esclavitud animal, primero en algunos países (espero
que España sea uno de los pioneros) y luego en todo el mundo.
“La verdadera y definitiva paz en el
mundo solo llegará cuando logremos alcanzar una verdadera y definitiva paz con
los animales. Entonces las guerras y conflictos entre hermanos humanos habrán
finalizado; y la fraternidad universal entre humanos y animales por fin habrá
comenzado.”
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El presente texto se inscribe, dentro del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, en una serie de tres artículos interrelacionados sobre salud, ecología y bienestar animal, escritos por Manolo López (glocalismo@gamil.com) y que se publican en este blog conforme al siguiente calendario y orden temático:
+Lunes 13 de mayo de 2019: La Dieta Sostenible
+Lunes 27 de mayo de 2019: Alimentación Ética
+Lunes 10 de junio de 2019: Justicia Animal
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