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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
La dieta óptima no sólo debe favorecer el buen
funcionamiento de nuestro organismo, sino que también ha de tener en cuenta sus
repercusiones sobre el medio ambiente, los animales de granja y la sociedad. La
alimentación despreocupada desde estos puntos de vista puede agravar problemas
como la contaminación del medioambiente, el sufrimiento de los animales y la
pobreza. En cambio, una alimentación consciente contribuye a resolver estos
retos y hace posible que las generaciones futuras puedan continuar alimentándose
en un mundo más sano. Por lo tanto, la llamada dieta sostenible podría ser la más conveniente para el planeta y
sus habitantes. Si no se habla más de este tipo de dieta quizá sea porque
resulta muy complicado definirla, debido a que es muy difícil valorar el
impacto económico y ambiental de cada alimento. A menudo se realizan
generalizaciones que no resultan del todo ciertas como, por ejemplo, que la
carne resulta ambientalmente más costosa que cualquier alimento vegetal. En la
práctica, la carne de pollo producida de forma ecológica en un entorno cercano
a los lugares donde se consume, ejerce menos impacto ambiental que un zumo de
frutas tropicales importada de otros continentes. Aunque, por encima de este
aspecto puramente materialista de consumo de carne, aunque sea ecológica y
local, hay que tener en cuenta también el derecho a la vida de los animales que
habitualmente consumimos, máxime sabiendo que hay alternativas vegetales muy
accesibles y mucho más saludables.
Comer es, probablemente, la actividad individual con
mayores consecuencias ambientales y económicas, debido a que la industria
alimentaria (deforestación para plantaciones de transgénicos, granjas y
ganadería intensiva, pesca extractiva, elaboración de alimentos precocinados,
envasado y transporte, recogida y gestión de la basura, etc.) es de las más
contaminantes que existen.
A mi juicio, los tres principios más básicos para seguir
una dieta sostenible podrían ser:
+Consumir proteínas vegetales. Desde
el punto de vista nutricional, los cereales, las legumbres, las verduras, las
frutas y los frutos secos proporcionan hidratos de carbono de absorción lenta y
proteínas de alta calidad. Por tanto, y según los expertos en nutrición,
deberían constituir más del 80% por ciento del volumen total de la alimentación
diaria (o el 100% en el caso de los veganos o vegetarianos estrictos). Tomando una estimación
conservadora, para producir un solo kilo de carne de ternera se necesitan 9 kilos
de cereales y 15.000 litros de agua. En cuanto al preciado elemento agua, se
puede obtener un kilo de verduras o un kilo de frutas con tan solo 300 o 900
litros de agua, respectivamente. Es decir, con 15.000 litros de agua podemos
obtener un kilo de ternera o bien, 50 kilos de verduras o 16 kilos y medio de
fruta. En la actualidad, más del 40 % del cereal mundial se destina a alimento
para ganado y se estima que para el año 2050, si seguimos consumiendo carne al
mismo nivel que actualmente, se superará el 60% de producción de cereal del
planeta sólo para alimentar a los animales de granja. Solo en Estados Unidos el
porcentaje actual es del 70%. La creciente población de la humanidad en su
totalidad no puede seguir alimentándose como hasta ahora si seguimos destinando
al engorde de animales los cereales y el agua necesaria para que todos los
seres humanos se mantengan con vida.
Estos cálculos hacen pensar que, si los países más
desarrollados consumieran menos carne, habría más hectáreas para cultivar
alimentos vegetales y más agua limpia para ser aprovechados por muchos millones
de personas desnutridas que malviven en nuestro planeta. Por otra parte, la
producción de carne implica la contaminación del medio ambiente con purines,
antibióticos y otros medicamentos, además de los perjuicios que ello supone
para nuestra salud.
+Evitar comprar productos de
procedencia lejana. Las frutas y zumos procedentes de
zonas tropicales suponen a menudo un lujo económico y ambiental. No hay que
olvidar que la mayor parte del precio que se paga sirve para sufragar los
gastos del transporte y de los distribuidores. Los agricultores, sin embargo,
reciben una compensación ínfima y a menudo se ven obligados a utilizar
plaguicidas químicos en dosis muy elevadas para alcanzar niveles de producción
rentables y para que lleguen a su destino en buen estado. Además, por el tiempo
que transcurre desde su recolección, pasando por su almacenamiento, hasta
llegar a nuestra mesa, pierden gran parte de sus vitaminas. Preferir frutas y
verduras locales y de temporada no sólo asegura su calidad, sino que refuerza
la economía local. Por otra parte, es siempre preferible el alimento natural
entero y fresco en lugar de transformado, como por ejemplo cuando compramos las
naranjas, en lugar del zumo elaborado. Por último, hay que destacar el
creciente interés por los huertos en casa o los huertos urbanos, como la mejor
alternativa de dieta sostenible. De hecho, cada vez son más los vecinos que
viven en edificios de grandes ciudades, que se interesan por recibir cursos de
horticultura en azoteas.
+Apoyar el comercio justo. Las
tiendas de comercio justo son una excelente opción para adquirir ciertos
alimentos o bebidas especiales que no se producen en nuestros entornos locales,
como son el café, el té, el chocolate o algunas clases de especias que, aunque
procedan de países lejanos, también son ecológicos y, además, respetan los
criterios del comercio justo. Con
este tipo de comercio nos aseguramos que nuestro dinero no va a parar a las
empresas multinacionales ni a innumerables distribuidores y especuladores, sino
que la mayor parte llegará a los campesinos productores, organizados en
pequeñas cooperativas, facilitándoles de este modo un salario y una vida digna,
además de ser sus prácticas agrícolas muy respetuosas con el medio ambiente.
¿QUÉ ALIMENTOS ELEGIR PARA MINIMIZAR
LA HUELLA ECOLÓGICA? Una vez cubiertas las necesidades
básicas de nutrición, principalmente con frutas, frutos secos, hortalizas,
legumbres y cereales, preferentemente de origen local y ecológicos, hay que
considerar los otros tipos de alimentos, que en muchos casos complementan
nuestra alimentación:
Si
empezamos por los aceites, la elaboración del aceite de oliva virgen extra de
primera presión en frío es muy sostenible para un consumidor de un país
mediterráneo, debiéndose su excelente calidad y beneficios para la salud, por
el simple hecho de extraerse de las aceitunas mediante procedimientos
mecánicos, sin la utilización de disolventes químicos a altas temperaturas, que
sin embargo si se usan en aceites de menor calidad y, por ello, menos saludables
y menos sostenibles.
Los productos lácteos son una
alternativa alimenticia cada vez menos recomendada por médicos y expertos en
nutrición. Su consumo debiera ser esporádico o nulo. En la industria láctea
intensiva el sufrimiento del animal desde que nace hasta que va al matadero es
algo que deberíamos investigar un poco para saber realmente cómo se obtiene la
leche. Después de esto, quizás decidamos mejorar nuestra salud y la de estos
animales, dejando de consumir leche o productos lácteos. En todo caso, para quienes los deseen
consumir, los más sostenibles son los de producción ecológica y local.
El azúcar y el café, por ejemplo, son
productos que se consumen en pequeñas cantidades, sin embargo, producen un
impacto ambiental desproporcionado. Una cucharada de azúcar refinado supone la
transformación de diez metros de caña de azúcar, y una taza de café necesita
más de 100 litros de agua y mucha energía para el cultivo, producción,
empaquetado y transporte de los granos.
La carne convendría
suprimirse totalmente de la dieta puesto que su impacto ambiental y el
sufrimiento animal, como hemos visto antes, es demasiado elevado. Finalmente,
un consejo para los consumidores esporádicos de carne o para quienes deseen
dejar de tomarla progresivamente: “cuando
se consuma carne, ecológica claro está, la tomaremos como un complemento en
platos de patatas y verduras; no a la inversa”.
Los
huevos, son unos
de los alimentos más conocidos y sabrosos de nuestra dieta. De hecho, en mi
caso, fue el último alimento de origen animal que tomé antes de pasar a mi actual
dieta libre de sufrimiento animal (durante años fui ovolactovegetariano y en
los últimos meses del año 2017 dejé de tomar lácteos y, por último, los
huevos). Es importante conocer que cada huevo que se comercialice en tiendas y
supermercados, debe llevar un código alfanumérico que nos indique si la gallina
vive en condiciones dignas, o por el contrario, está hacinada en una jaula sin
ver la luz del sol, desde su nacimiento hasta su muerte. Todos los códigos
grabados en cada huevo empiezan por un dígito del 0 al 3 seguido de las siglas
del país de origen (por ejemplo, 2ES…). Pues bien, si empiezan por 3, significa
que las gallinas viven en jaulas de poco más del tamaño de un folio, se les
suele cortar el pico para que entre ellas no se hieran y se les terminan
deformando las patas con graves heridas al pisar únicamente alambre. Si
empiezan por 2, nos indica que viven en el suelo de naves densamente pobladas,
de hasta 10 gallinas por metro cuadrado; generalmente también se les suele
cortar el pico y nunca salen al exterior. Si empiezan por 1, quiere decir que
el huevo ha sido puesto por gallina campera, que sí sale al exterior y se mueve
con cierta libertad, siendo la densidad de gallinas no mayor a 1 por cada 4 metros cuadrados .
Por último, los que empiezan por 0 nos indican que son huevos ecológicos, la
libertad de las gallinas es similar a las camperas, pero además el 80% de su
alimentación debe proceder de agricultura ecológica, limitándose además el uso
de antibióticos y medicamentos. La diferencia de precio no es mucha y sin
embargo comprando huevos que empiecen por 0 y 1 contribuimos a que las gallinas
vivan en condiciones más dignas, siendo además un alimento más saludable.
En cuanto al pescado,
su masivo consumo lo hace cada vez más insostenible, además del sufrimiento al
que se someten cuando se los cría en cautividad, se los persigue en alta mar y
cuando, por lo general, se los deja morir lentamente por asfixia tras su
captura. Por tanto no recomiendo su consumo. El atún, por ejemplo, es un pez
cada vez más escaso y acumula en su grasa agentes contaminantes como el
mercurio en dosis mucho más elevadas que otras especies, siendo muchas veces
capturados junto a familias de delfines que en muchas ocasiones terminan
malheridos o muertos, al nadar junto a ellos. Además, el atún junto al pez
espada o emperador, no se recomienda su consumo debido a que ocupan la cúspide
de la pirámide trófica marina y por tanto se alimentan de otros muchos peces,
motivo por el cual acumulan mayor cantidad de metales pesados indeseables. Otra
especie poco aconsejable es el panga, un pescado blanco barato que se cría en
ríos asiáticos cuya agua se ha convertido en un “caldo” donde se mezclan
piensos, antibióticos y residuos. Además, los trabajadores de estas granjas de
pescado perciben un salario indigno de unos 60 euros al mes.
El agua,
elemento esencial para la vida en el planeta, también para la nuestra, no se
considera un alimento, y sin embargo está presente la mayoría de las veces en
todo lo que consumimos. Cuando la tomamos sola, la bebemos en muchas ocasiones
de una botella o una garrafa comercializada sin pararnos a pensar que además de
ser un producto muy caro y poco sostenible, a veces sabe peor. En muchas ocasiones,
el agua embotellada está sujeta a menos controles que el agua del grifo y su
precio es unas 2.000 veces superior. En el mundo hay más de mil millones de
personas que apenas tienen acceso al agua potable. Sin embargo, en la sociedad
de consumo se están gastando cada vez más millones de euros y dólares para
resolver el problema de todas las botellas de plástico que desechamos. Además,
ya se ha demostrado que determinadas sustancias químicas cancerígenas
procedentes del plástico pasan al agua que bebemos (sobre todo a partir de
ciertas temperaturas).
Como conclusión, la dieta sostenible
ideal debería estar compuesta por alimentos ecológicos y de origen local,
porque son los únicos cuya producción se realiza de acuerdo con los ciclos
naturales y sin contaminar la tierra ni las aguas. Si los alimentos ecológicos
resultan más caros es porque necesitan más atenciones, porque no se exprime la
tierra para obtenerlos y porque, todavía, una pequeña parte de la población
tiene interés o capacidad económica para comprarlos. Una razón más para optar
por los alimentos ecológicos es que, además de saludables, también son más
apetitosos y sabrosos, aunque muchas veces no sean tan grandes o vistosos como
los obtenidos de forma intensiva.
Finalmente, y a modo de reflexión, hay
que considerar que los alimentos más beneficiosos para nuestro cuerpo lo son
también para la Tierra, constituyendo éstos la mejor y más equilibrada
nutrición para todos los seres humanos. Igualmente, adquirir el hábito de
llevar una dieta sostenible nos permite que entre todos nos cuidemos mutuamente
a través de un acto tan cotidiano como el de comer y beber para sobrevivir, o
mejor aún, alimentarnos adecuadamente para vivir más y mejor.
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El presente texto se inscribe, dentro del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, en una serie de tres artículos interrelacionados
sobre salud, ecología y bienestar animal, escritos por Manolo López (glocalismo@gamil.com) y que se publican en este blog conforme al
siguiente calendario y orden temático:
+Lunes 13 de mayo de 2019: La
Dieta Sostenible
+Lunes 27 de mayo de 2019: Alimentación
Ética
+Lunes 10 de junio de 2019: Justicia Animal
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