Concebir
que todo lo que nos rodea emite un determinado tipo de vibración y que, en
interacción con la vibración que nosotros mismos emitimos, puede llegar a
influirnos según nuestra propia fortaleza, facilita la comprensión del caso que
expongo a continuación:
Una
chica sentía, desde que había comenzado en su casa a convivir con su pareja,
que la calidad de su descanso se había alterado.
Antes
de la convivencia no solía tener problemas para dormir, su descanso era
placentero, sin embargo, y pese a la ilusión que le hacía, cada día que pasaba
desde que dormía junto a su pareja, su nivel de cansancio iba aumentado.
La
vibración vital de la mujer era afín al elemento Agua. La de su pareja, afín al
elemento Fuego.
En la
habitación no tenían cabezal y las mesitas de noche eran metálicas.
Ante
aquel escenario, era fácil entender lo que ocurría cada noche.
Antes
de dormir acompañada, la vibración de las mesitas metálicas fortalecía la
vitalidad de la chica favoreciendo su descanso y su recarga energética ya que en
el ciclo natural de los elementos, el metal nutre la vibración de agua.
En el
momento en el que en el escenario entra la vibración de fuego, la vibración de
metal se ve debilitada y no recarga suficientemente al agua. La vibración de la
chica, al no sentir suficiente refuerzo y tener a su lado una persona con una
vibración opuesta a la suya, activa inconsciente un estado de alerta que le
impide profundizar en su descanso.
En el
momento en que la chica comprendió cómo la interacción de los diferentes tipos
de vibraciones interferían en su descanso, por sí misma planteó la posibilidad
de incluir un elemento nuevo en el dormitorio que solucionase, de forma
pacífica, la presencia del chico en el ambiente que ella había creado.
La
solución la aportó un cabezal.
Debía
de cumplir con unos requisitos concretos:
● Que fuese de madera para derivar la
tensión del agua, pero de color blanco para que a la vez le reforzara.
● Que bajo las patas del cabezal
colocase unas sencillas bases de cerámica cuadradas con la intención de activar
el elemento tierra. De esa manera, la vitalidad del fuego se derivaría a la
tierra y dejaría de debilitar al metal.
Tanto
el cabezal indicado como las bases cerámicas las pudo adquirir en un comercio
de su localidad y a los pocos días de tenerlo en casa comenzó de nuevo a sentir
que descansaba con normalidad.
Lo más
bonito de todo este proceso fue cuando la chica, ya con su energía más
fortalecida, se planteó si más allá de los elementos materiales, se podría
aportar diversos tipos de vibración de una forma más sutil ya que se había dado
cuenta de que la sensación de alerta con la presencia de su pareja también
aparecía en muchos otros aspectos.
Para
ello eran necesarias dos actitudes:
● Expresar sus sentimientos de forma
serena para reforzar su propia vibración de agua.
● Tratar, cada día, de tener una
conversación de calidad con su pareja para activar la vibración de tierra.
En
pocas semanas, su relación logró la armonía que los diferentes niveles de su
descanso reclamaban.
La naturaleza de todas las
vibraciones es nutrirse de forma constructiva en un ciclo determinado. En el
momento en el que una de las vibraciones no puede dar fuerza a otra, activa una
inercia de control que puede llegar a debilitar a las que le preceden.
Esto también ocurre con las personas.
Aquellas personas con inercia a
controlar y dominar, en el momento en que tienen posibilidad de dar de sí
mismas de corazón, todo en su vida vuelve a fluir.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en
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