Comienzo del
Capítulo 3 del libro “Bioeconomics, Biological Economics”
La biología es la disciplina lógica fundacional de las ciencias
sociales. Descubriremos que la biología y la Economía juntas tienen mucho más
que enseñarnos a nosotros que si estudiamos cada uno por separado, hay
sabiduría en la combinación de los dos.
EDWARD O. W1LSON
¿Qué es el Tercer Camino?
A Partir de esta entrada en el Blog,
comenzamos el estudio de los fundamentos de la BIOECONOMÍA como Ciencia
fundamental para la comprensión de la vida humana en la Tierra y, lo que es
casi más importante, su brazo ejecutor, EL TERCER CAMINO, el cómo esta
filosofía de vida económica que plantea la Bioeconomía se puede aplicar en la
vida real.
El Tercer Camino es el brazo operativo de
la teoría de la Bioeconomía y surge como modelo teleológico porque tiene al
pueblo en su prisma y asegura un fin igualitario y justo, contrario al modelo
económico neoclásico. El objetivo del TC es transformar el modelo neoclásico
desigual e injusto, que ha llegado a declarar que la gente será dirigida por
una “mano invisible”, en palabras de Adam Smith, para promover fines,
inclusive, no previstos.
Para profundizar en este modelo, hay que
mencionar las ideas de Darwin sobre la selección natural y subrayar que estaban
influidas por Thomas Malthus (1766-1834) cuando hablaba de crecimiento de
población y por las de Smith (1723-1790) cuando hablaba de Economía. Es verdad
que la idea de la selección natural de Darwin es similar al “laissez-faire” de
la economía de Smith, quien afirma que, si se reducen las reglas de la
actividad económica y se permite a cada persona maximizar su riqueza personal,
la consecuencia será que el pueblo en general se beneficie también. La Biología de la Selección Natural por
síntesis con la Economía forma la ciencia de la Bioeconomía.
La Humanidad ha evolucionado con dos
formas de comportamiento:
1.
Cíclico: aporta estabilidad.
2.
Lineal: responsable de la inestabilidad y los
eventos catastróficos.
Es aquí donde el concepto del Tercer
Camino puede ser útil; a saber, por la unión de estos dos comportamientos: de
una parte, otorga mejoras evolutivas y, de otra, al reducir la linealidad puede
prevenir la inestabilidad.
El
TC se fundamenta en tres pilares:
1. La teoría de la ciencia holística
interdisciplinaria de la Bioeconomía y las pautas biológicas de la Naturaleza.
2. La piedra angular de la ética, porque
la ética vence a la ambición y al egoísmo y nos da energía para poder superar
los obstáculos institucionales.
3. Las virtudes no-económicas del capital
social, inter alía, solidaridad, fraternidad, compasión, bondad, colaboración,
empatía, etc. El capital social podría contribuir mucho a aclarar los
interrogantes sin resolver del desarrollo económico neoclásico. Se podría
considerar como su más importante contribución del TC la posibilidad de integrar este concepto con el modelo
holístico interdisciplinario del desarrollo bioeconómico, para encontrar
soluciones a problemas contemporáneos como la pobreza.
Es preciso mencionar que las virtudes
no-económicas no son algo sentimental, sino que son partes esenciales del ser
Humano, de su ADN, y recordar asimismo que las virtudes son cualidades
positivas. La Economía del TC no es una economía notablemente de producción ni
notablemente de especulación, sino una economía situada entre ambas para
asegurar el funcionamiento correcto de las dos y, por ende, del sistema
económico. El TC tiene el objetivo de
hacer de la Naturaleza nuestra economía, además de utilizar nuestra economía
para la sostenibilidad de la Naturaleza.
En relación con los beneficios y las
pérdidas del sistema económico, el TC asegura que todos los beneficios no se
internalicen y todas las pérdidas no se externalicen, para que los beneficios
no vayan siempre a una élite y las pérdidas al pueblo.
El TC termina con el antagonismo entre
las verdaderas leyes de la Naturaleza
y las ficticias leyes de la
Humanidad, para prevenir el deterioro de ambos.
Mucho se ha escrito sobre distopía y, si
reducimos el mundo a unos momentos para aprehender mejor su realidad,
reconoceremos sucesivos estados de distopía. La Humanidad siempre ha sufrido
distopía de una forma u otra, pero ahora la distopía es sistémica y global.
Para resolver este estado, es preciso
clarificar las razones que causan la distopía. A nivel nacional, hay problemas
económicos, precariedad de trabajo, paro elevado y racismo, entre otros. A
nivel global, hay problemas con el entorno natural, las floras y las faunas y,
en los últimos tiempos, con la Pandemia de la Covid-19. Las condiciones que
surgen después hacen pensar que la generación actual no tiene más alternativa
que vivir en un estado distópico continuo.
El TC, sin embargo, podría mitigar los
problemas y reducir las adversidades. Porque, ¿es posible redistribuir la
riqueza material de forma equitativa y los recursos biológicos (RRBB) de manera
sostenible? Sí, para la Humanidad, pero no para la Naturaleza, que quedará
presa de un “juego de suma-cero” (Zero–sum
game), cuya extensión lógica es que un futuro sin la Naturaleza es algo que
la Humanidad debería temer, porque sin la Naturaleza no tenemos nada que valga
la pena.
Hacerlo todo de forma justa equivale a
aspirar a una justicia social, porque para los que vivimos ahora y los que
vivirán después, todo es incierto al haber hecho mal las cosas durante mucho
tiempo, en relación con los seres humanos mismos y en relación con la Madre
Tierra, y buscar soluciones antes de que sea demasiado tarde. El TC aboga por
cambios duraderos en el comercio y en la industria económica, e insiste en
prevenir que un ser humano original,
particular y transitorio destruya
lo que es general y estable; es
decir, la vida y la Madre Tierra.
El TC actúa también de forma ecuánime al
otorgar beneficios ganados en actividades comerciales por los individuos a
expensas de lo colectivo, además de lo colectivo a expensas de la Madre Tierra.
Al estar vinculado a las virtudes
no-económicas del capital social, el TC es un modelo económico viable, en contra del modelo neoclásico,
que es un modelo económico inviable
porque causa crisis y enfrenta a la Humanidad a crudos inviernos Darwinianos.
El TC es un modelo económico intensivo con la mano de obra, pero extensivo con los RRBB, contra el modelo
neoclásico, que es intensivo con los
RRBB, pero extensivo con la mano de
obra. Desde este punto de vista, una economía fundamentada en el Tercer Camino
no desperdicia los RRBB ni la utilización de la biodiversidad.
El TC es muy útil al superar la
fragmentación de la Humanidad, que padece una bipolaridad socioeconómica en los
haves y los have-nots y una bipolaridad geográfica entre naciones desarrolladas
y subdesarrolladas.
El TC como un modelo viable, podría
actuar limitando los excesos del capitalismo neoclásico, reforzando las
carencias del socialismo y ayudando a despertar a la Humanidad del hechizo del
capitalismo neoclásico.
El TC podría dirigirnos hacia la
transformación del bienestar en el largo plazo, contra el cortoplacismo de los
beneficios económicos, además de resaltar la importancia de los valores
sociales, por ser más inclusivos que los valores económicos.
El TC podría resolver el problema del
cambio climático por la unión del
conocimiento y tecnología occidental con el conocimiento indígena; es decir, el
Tercer Camino, no uno para cada uno.
El TC nos permite aprender de las crisis,
generando el desarrollo de teorías y prácticas económicas como la Bioeconomía,
para el bienestar de todos, además de impulsar la democracia y la planificación
de una economía justa.
Explicados estos conceptos fundamentales
para entender todo el constructo filosófico, comencemos a explicar las bases de
la Bioeconomía.
El paradigma socioeconómico reduccionista
El paradigma socioeconómico reduccionista
cartesiano ha sido modelado a partir de la física clásica con su idea
newtoniana de equilibrio como base. Esto se debe al hecho de que los
economistas en su deseo de dar a esta disciplina una base científica,
ciegamente formularon la Economía de acuerdo con sus conceptos sin darse cuenta
de las repercusiones que para su disciplina suponía en los asuntos diarios de la
Humanidad. El problema es que el modelo reduccionista todavía está en boga en
la Economía, mientras que en Física se reemplaza por un modelo holístico
(Capra, 1982). El predominio del paradigma reduccionista en Economía durante
los últimos siglos ha sido muy perjudicial para el desarrollo de una Economía
racional en sintonía con las realidades de un sistema socioeconómico global en
evolución en un mundo de recursos biológicos escasos y que se están
consumiendo.
Estas realidades son por un lado
biológicas, es decir, el agotamiento de los recursos biológicos y la
degradación del medio ambiente y, por otro lado, el socioeconómico, es decir
crecimiento económico continuo y creación de riqueza con su concomitante
distribución desigual e inequitativa entre los interesados. Los economistas han
investigado el sistema socioeconómico separadamente del sistema de Biosfera más
grande del que depende. Y lo han hecho desvinculándoles el uno del otro
lentamente en detrimento de ambos y de todos. La Economía así vista es más una
disciplina mecanicista que humanista.
El sistema socioeconómico humano ha sido
reducido a un sistema artificial de producción y consumo desprovistos de sus
raíces biofísicas y también ignorante de las cuestiones éticas de las que debe
ocuparse. De esta manera la Economía se ha vuelto impotente para brindar
soluciones a problemas como la inflación, el desempleo, el calentamiento
global, el agotamiento de la capa de ozono, la equidad intergeneracional y
otros que de una forma u otra tienen que ver con esas mismas raíces biofísicas.
Estos problemas se están exacerbando en la era de la globalización económica
cuando las Economías nacionales se están volviendo muy interdependientes pero
los gobiernos nacionales están perdiendo su independencia económica para
determinar las políticas monetarias y fiscales debido a los organismos
multinacionales como la Unión Europea (EU).
Lo cierto es que durante el siglo pasado
los economistas han tenido a la Economía en un estado criogénico que no produce
cambios radicales en los mercados teóricos que maneja. La Economía ha
evolucionado como un sistema estático en equilibrio y no como lo que realmente
es, un sistema dinámico que tiene que evolucionar con las realidades del tiempo
en que opera. El fundamento conceptual de esta reducción de la Economía es de
otra época y de otros aspectos biológicos y socioeconómicos, de otras
circunstancias y creencias éticas. Sin embargo, sus defensores están borrachos
de éxito por esta forma de ver la Economía, generando una enorme cantidad de
riqueza monetaria que, como ha dicho Hazel Henderson "No hay mayor fracaso que el éxito”. Sin embargo, esta generación de
riqueza se ha logrado con el gran costo de la pérdida paulatina de capital
biológico y contaminación del medio ambiente.
El paradigma reduccionista sobre el que
se sustenta el sistema socioeconómico humano ha hecho completamente
incompatible la racionalidad económica con la racionalidad biológica. Mientras
que el primero se ocupa de la Economía en continuo crecimiento mediante el uso
de la mayor cantidad de recursos naturales, de la manera más rápida y
económica, como sea posible, este último se preocupa por su regeneración, el
precio justo (valores) y en su sostenibilidad reconociendo los derechos de
futuras generaciones a este capital biológico.
El crecimiento económico continuo se ha
convertido en una de las grandes obsesiones de la Humanidad en el Siglo XX. Ha
creado la ilusión de que se puede continuar creciendo como creen muchos
economistas como Wilfred Beckerman, quien ha pensado que dado que el
crecimiento económico ha continuado desde la época de Pericles, entonces no hay
razón para suponer que no puede continuar por otros 2.500 años. Además, ha dado
lugar a la ilusión de que el continuo crecimiento económico algún día en el futuro
aliviará la pobreza y la miseria. Esta ilusión se ha alimentado durante unos
pocos cientos de años, pero el número de pobres y la cantidad de miseria humana
ha sido creciente. La ideología del crecimiento económico es realmente una
"ideología de fraude» ya que es
bien sabido que el crecimiento económico a través de la Economía de mercado
capitalista no conducirá a la igualdad económica ni a la equidad social, y por
lo tanto, la idea es nada menos que un “fraude intelectual de ley”.
La noción de reduccionismo ha impregnado
tanto todos los aspectos de la vida socioeconómica que según esta teoría, ni
siquiera se piensa seriamente en cómo se originan las mercancías o cómo se han
de fabricar. Es decir, se ha vuelto irrelevante saber si una mercancía es de origen
biológico o sintético, si es biológico ya sea de recursos renovables o no
renovables o, si se ha utilizado mano de obra humana o máquinas en su
fabricación. Esta falta de interés por el capital biológico de la Humanidad es
tan perniciosa y, el reduccionismo ideológico sionista está tan arraigado en
nuestra racionalidad económica que es capaz de hacernos incapaces de
diferenciar entre el valor de un recurso biológico como un barril de petróleo y
el precio de una acción de alguna corporación.
Nuestro sistema de valoración es sólo
monetario con poca o ninguna consideración por el hecho de que el petróleo
representa un recurso noble, fruto de millones de años de esfuerzo por los
complejos procesos biológicos y el precio de una acción de una empresa es sólo
el resultado de la invención de la imaginación humana y susceptible de ser
consecuencia de los caprichos humanos y del infame mecanismo del mercado. Las
corporaciones son sólo están preocupadas por generar ganancias de la venta de
petróleo pero no por los daños ambientales causados por sus procesos de
extracción y refinado o por lo que pueda pasar durante su transporte (por
ejemplo, las mareas negras como la provocada por el petrolero Exxon Valdez en
1989 en las costas de Alaska, entre muchos otros).
La inflación, el desempleo, los días de
trabajo perdidos debido a factores ambientales, enfermedades, inequidad social,
pérdida de biodiversidad y otras son todas consecuencias de esta visión
fragmentaria de la actividad socioeconómica humana ¿Qué ha significado esta
perspectiva fragmentaria para la Economía y, en realidad, para la Biología?
Esto ha significado que la fundamentación teórica de la primera se ha
desarrollado sin tener en cuenta la importancia de la segunda. Ha significado
que la actividad socioeconómica se ha llevado a cabo sin tener en cuenta las
consecuencias; en palabras de Karl Polanyi se ha producido un “desenraizamiento” entre el sistema
socioeconómico y su fundamento en el sistema natural y biológico. Además,
significa que la Humanidad ya no puede desempeñar el papel de mero observador
considerando el Sistema de la Biosfera (lo observado) como algo separado y
aislado de sí mismo. El daño que la Humanidad le hace al medio ambiente se lo
hace realmente a sí misma ahora y a las generaciones futuras. En Biología, las
muchas fragmentaciones de la Ciencia tampoco han sido propicias para que la
ciencia del vivir abarque todo y abarque la actividad socioeconómica.
Si los economistas de antaño basaron los
aspectos teóricos de su disciplina en los conceptos de la Física, entonces
parece que ha llegado el momento de que también sigan el ejemplo de los físicos
y descarten esos mismos conceptos que han impedido promover una visión
holística en beneficio de la Humanidad, de la generación actual y también las
del futuro. El paradigma reduccionista
se ha vuelto obsoleto en la física;
la Biología está en proceso de convertirse también en obsoleta y hay que hacer
un esfuerzo para promover su obsolescencia también en la Economía.
La unidad y la integridad de la Humanidad
con su medio ambiente debe conseguirse y el concepto reduccionista
observador-observado deben ser eliminado. En todo caso, el enfoque
reduccionista, como trampolín para la clarificación de algunas nociones
económicas ha dejado ya de ser útil.
En otras palabras, es necesaria la visión
sistémica de la Economía bajo la forma de Economía de Sistemas, es decir, la
Bioeconomía necesita ser instaurada.
Esta idea se basa en la noción propuesta
por Jantsch (1980) de que el sistema de la Biosfera es auto organizado y está
“vivo”. Por tanto, y por extensión el sistema socioeconómico que forma parte de
este sistema puede considerarse como “vivo” y así mismo para su buen
funcionamiento debe depender del diseño y comprensión de los procesos en lugar
de las estructuras. Por tanto, su estudio dependerá de investigar las
interacciones entre los procesos socioeconómicos y los procesos biológicos.
Estos procesos aseguran la estabilidad
del sistema bajo condiciones cambiantes, pero su éxito depende de su adecuada “ritmicidad”
y temporalidad. El problema es que la actividad socioeconómica humana ha
inundado tanto el sistema de Biosfera como para perturbar las temporalidades
biológicas y arrojarlas fuera de sus ciclos periódicos normales. Por lo tanto,
los procesos biológicos no tienen suficiente tiempo como para completar los
cambios necesarios para la descomposición de la enorme cantidad de residuos
generados por la actividad socioeconómica y para la recuperación de la base
biológica necesaria para la regeneración de productos y servicios biológicos
(Adam et al. 1997; Mohammadian, 1998.)
Esto indica que la huella biológica de la
Humanidad debido a todas sus actividades podría ser mucho menor si no se
interfirieran las temporalidades biológicas hasta el extremo. Esto sólo será
posible si moderamos y reducimos la velocidad y el ritmo de nuestras
actividades socioeconómicas y tratamos de revertir el desacoplamiento que se ha
producido entre lo biológico y lo cultural, temporalidades que conducen a
actividades humanas insostenibles.
No podemos limitarnos a esperar y desear
la evolución de la situación socioeconómica hacia un sistema más al unísono y
co-evolucionando con el Sistema de la Biosfera. Por el contrario, hemos sido
testigos de la evolución independiente de este sistema y su desarrollo hasta
tal punto que en su globalidad pronto comenzará a reducirse la disponibilidad y
producción de productos y servicios obtenidos del Sistema de la Biosfera. Esto
debería hacernos darnos cuenta de que todos nuestros esfuerzos intelectuales organizativos han de
estar dirigidos al desarrollo socioeconómico de procesos que conduzcan a la
coevolución y la sostenibilidad. A este respecto, deberíamos esforzarnos por
promover la coevolución, en lugar de una mera adaptación, del sistema de actividad
socioeconómica con el Sistema de la Biosfera. Debemos volvernos creativos en el
sentido de que será más a través de procesos creativos que de mera
adaptabilidad, que la actividad socioeconómica pueda coevolucionar con la
Biosfera. La Bioeconomía, con su visión sistémica del proceso socioeconómico,
puede promover esta coevolución aclarando las muchas interacciones no- lineales y retroalimentaciones
entre los sistemas socioeconómico y biológico.
NT: El comportamiento lineal (ecuaciones de primer
grado) es un comportamiento determinista y predecible, propio de sistemas
físicos convencionales. El comportamiento no-lineal
es un comportamiento estocástico, difícilmente predecible, e incluso tendente a
lo caótico en el extremo. Es el comportamiento de los seres vivos y de los
ecosistemas complejos. Las predicciones requieren modelos de simulación
dinámicos muy complejos y de cuestionable seguridad estadística.
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Autores: Mansour Mohammadiam y José
Alfonso Delgado (traducción)
Nota: La publicación de las diferentes entregas
de El Tercer Camino
se realiza en este
blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.
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