Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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17/3/22

La fábula del salón de clase

He escuchado frases cómo: “escucho mi alma”, “cuando actúo desde lo que verdaderamente soy”, “me conecto con mi esencia”.   Si analizamos un poco más profundo, podemos observar que en todas las frases hay dos seres, así: “mi alma y yo”, “el que no soy y el que verdaderamente soy”, “mi esencia y yo”. Entonces me ha surgido la pregunta, ¿es que acaso tenemos varias consciencias?

Y la respuesta la puede dar la fábula del salón de clase:

 

Había una vez un colegio con muchos salones, y les voy a contar sobre uno en particular que solo tenía 4 alumnos y una profesora:

La Maestra Corazón era una estrella del firmamento: bella, amable, inteligente, una profesora con mucha experiencia. No solo experiencia de vida, sino que ya había impartido clases en muchos salones. Impulsaba a que sus alumnos participaran mucho en clase pues comprendía que conocer las experiencias particulares de ellos, la enriquecían.

En el fondo del salón se sentaba Torito Diamante, era un joven fortachón que le encantaba el deporte, lucir sus músculos, comer saludable, conocía perfectamente el funcionamiento de su cuerpo. Torito Diamante vivía en la dualidad del auto cuidado y del placer, pues también le encantaban los postres, acostarse a ver tv, masajes corporales, etc.

En el centro se sentaba Margarita Enamorada, era una leona apasionada por su novio, veía todo color rosa, muy social, tenía incontables amigos, también unas muñecas que las cuidaba como si fueran sus hijos.  Margarita Enamorada era empática, pero en ocasiones cuando se aleteaba y enfurecía, le salía lo leona y todos sus compañeros tenían que salir a correr.

Roberto el explorador era un loro que se sentaba en frente del salón, sabía todas las técnicas de supervivencia que le habían enseñado en su grupo de Boy Scout.  Siempre estaba alerta y cuidando a los demás, pero parecía que siempre tuviera miedo que algo saliera mal, veía peligros por todos lados. Se auto proclamó el monitor del salón, creía que todos los compañeros debían de obedecerle y siempre era el más participativo en clase, no paraba de hablar como buen loro que era, creía que solo él tenía la razón. 

Por último, estaba El niño Filósofo, era el típico compañero que se estudiaba la lección, el que llegaba a casa a hacer las tareas y a investigar en otros libros, conocer otros conceptos, quería profundizar más en las enseñanzas, pero era muy tímido, se ubicaba en un rincón y permanecía callado.

Al principio del año escolar, época que podríamos llamar de “ingenuidad”, no se conocían los compañeros, tenían cierta apatía y desconfianza. No se lograban comunicar entre ellos y no escuchaban la voz de la profesora.

Y para colmo de males en la ventana del salón, en la parte exterior había alumnos de otros grados que interrumpían la clase, pero que ciertamente para Torito Diamante, Margarita Enamorada y el Loro Roberto, prestar atención a la ventana era mucho más atractivo que escuchar la clase. Entre los alumnos de otros cursos que se posaban en la ventana se podían contar: el joven informativo CNN, el campeón de los amigos FaceBook, el experto en series Juan Netflix y muchos más.

Un día normal en los primeros meses del año escolar, tenía la siguiente dinámica.  Margarita escribía en el diario sobre su novio, sus amigos y sus muñecas, Torito Diamante hacía ejercicio, El Niño explorador furioso decía que pusieran atención y no paraba de hablar como le habían enseñado, Filósofo permanecía callado y tímido quieto sin hacer nada, esperaba algún tema para poder estudiar.  Los compañeros que estaban fuera en la ventana pareciera que quisieran entrar, hacían mucha bulla, y los alumnos del salón permanentemente prestaban atención a las influencias exteriores. Todos hablaban al tiempo.  La maestra gritaba buscando atención y se sentía frustrada porque cada alumno estaba distraído pensando en sus intereses, ella creía que no se iban a conseguir los objetivos del curso, y entonces se quedaba quieta, callada, pensativa, y no lograba guiar a su clase. 

En el salón había una pizarra, de las antiguas que se usaba con tiza.  En las mañanas la maestra escribía el tema del día, pero cómo no era escuchada, nadie prestaba atención y por el contrario esa pizarra era utilizada como un juguete. Así por ejemplo Margarita Enamorada pintaba flores, Torito Diamante escribía recetas, El Loro Explorador escribía sobre los riesgos y los peligros. Excepto Filósofo, que era muy tímido para salir al tablero, todos cogían un pedazo para escribir. El resultado era que la lección del día se perdía en la cantidad de dibujos, colores y palabras.

Al final la pizarra era un collage, no se entendían los mensajes, ni se leían las recetas, ni los dibujos, ni las alertas. Aparte de que había un gran desorden, tenían otro gran problema, que nadie borraba el tablero.  Lo que hacía más difícil entender al día siguiente la lección porque todos sobrescribían, repasaban más fuertes sus tizas y sus intereses sobre la información que alguien había escrito antes. Realmente si en el primer día era difícil entender lo que había en la pizarra, para el día siguiente todavía más y del tercer día en adelante casi imposible de entender.

Ciertamente esta forma de aprender no era la más adecuada.

Pasaron los días y los compañeros empezaron a conocerse y empezaron a tener mejor comunicación, también empezaron a reconocer a la Maestra, empezaron a confiar en ella y a escucharla.  La regla básica para escuchar a la Profesora Corazón, era hacer silencio.

Pasados varios meses del curso la dinámica cambió por completo.  Empezaron por no prestar atención a las influencias externas de los alumnos de la ventana, lo que hizo que se aburrieran y se alejaran, así el ambiente en el salón era más tranquilo y callado. Todos los alumnos entendieron que estar en el colegio tenía un propósito y que aprender les beneficiaría para su vida, así que empezaron a prestar más atención a la maestra, se dieron cuenta de toda la sabiduría que había en ella y cómo podían impregnarse.

El compañero Filósofo que ignoraban permanentemente se convirtió en un gran aliado para todos en el salón, pues aquello que no entendían, Filósofo se tomaba el tiempo para explicarlo. No sabían lo inteligente que era, literalmente representaba el eslabón perdido, porque tenía la capacidad de hablar el lenguaje de sus compañeros y entendía perfectamente la lección de la Maestra Corazón.

Los compañeros empezaron a apreciarse entre ellos mismos, le dieron participación ordenada a todos y la pizarra se empezó a usar por turnos.  Cada uno salía a enseñar a los demás de sus cualidades y saberes y a tomar la lección.

Había tanta conexión entre los alumnos y la maestra que cuando salían al tablero a escribir la lección y tenían dudas, miraban a la maestra y ella solo observaba, solo con la mirada el alumno sabía si iba en la dirección correcta o debía de corregir.  La maestra entonces se limitaba a observar con una mirada mágica, porque tenía el poder de guiar.

Acordaron los compañeros que debían limpiar la pizarra permanentemente para que no se confundieran los aprendizajes. En esto participaron todos y cada día alguno de los cuatro alumnos madrugaba un poco más para limpiar el tablero de clase, así habría más claridad para todos. Esta época del curso, donde la dinámica era totalmente diferente a la “ingenuidad” podríamos llamarla “madurez”.

Al final del año todos se graduaron, la maestra terminó el año muy satisfecha, salió de vacaciones y estaba muy motivada a empezar de nuevo otro año escolar.  La experiencia de este curso, definitivamente le había enriquecido y esperaba con ansia volver a ejercer lo que le apasionaba: Educar. 

 

Y aquí termina la fábula que se parece mucho a nuestras vidas.

Creo que ya puedes tener la respuesta a la pregunta inicial, pero si todavía no lo ves, esta es la forma de interpretar la fábula:

       Torito Diamante representa nuestro cuerpo físico.

       Margarita Enamorada son nuestras emociones.

       El Loro Explorador es el ego y la mente concreta.

       Filósofo es la mente abstracta.

       La Maestra Corazón es nuestra esencia.

       El salón soy yo y cada uno de nosotros. No en forma sino en el contenido.

       El principio del año es nuestra juventud donde somos muy ingenuos e ignorantes, y cuando el salón se coordina representa nuestra madurez.

       La pizarra es nuestra realidad - nuestra consciencia.

Por esto, lo que nos indican los grandes filósofos y las tradiciones espirituales aplica para la fábula:

       No prestes tanta atención a la ventana, no permanezcas distraído.

       Conócete a ti mismo a tus componentes y escúchalos.

       Ejercita el silencio y escucharás la esencia.

       Permite que la esencia practique su observación.

       Encuentra el propósito de tu vida.

       Escucha a tu Corazón (la maestra Corazón)

       Dale participación a Filósofo en tu vida (la mente abstracta)

       Limpia la pizarra.  Bien sea que medites, hagas terapia, salgas de vacaciones, practica el silencio, etc.

Si no lo habías notado, creo que es una buena oportunidad para volver a leer la fábula con esta información.

Por lo anterior, mi conclusión y mi respuesta a la pregunta es que soy la suma de todo y sólo tengo UNA consciencia que muestra “mi” realidad.  La clave está en ¿qué participación tiene cada componente de lo que soy en esa consciencia?

Si tienes alguna duda, no dudes en contactarme. Coordina tu salón de clase y ten un feliz año escolar.

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Autor: Ernesto Yugueros (ernestoyugueros@gmail.com)

https://conexionconlaesencia.blogspot.com

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