Aunque la luz natural es la
ideal para iluminar incluso los aspectos más sutiles de nuestra esencia, la luz
artificial con la que iluminamos nuestra vivienda también puede tener
repercusión sobre nuestra vibración y nuestra lucidez si la aplicamos con consciencia.
Este es el caso de una mujer
que llevaba una temporada con la sensación de que su vida se había quedado
estancada por una discusión familiar y conforme pasaba el tiempo sin resolver
las diferencias, la sensación de lejanía con la familia era más grande. Esa
distancia familiar le generaba ansiedad y a la vez sentía que disminuía su
capacidad para reflexionar sobre posibles soluciones.
En el correo que me envió, su
frase más marcada era que necesitaba luz.
Estudié las zonas energéticas
de su vivienda y localicé la zona de las relaciones familiares: estaba en la
cocina.
El color de los azulejos y de
los muebles era bastante neutro. Lo más significativo eran algunos elementos
metálicos que podrían estar mostrando cierta limitación por exceso de control,
pero el objetivo era que ella, por sí misma, lo percibiera.
Le recomendé que, por unos
días, pusiera consciencia en la forma en la que, al entrar en casa, encendía la
luz del recibidor y generaba un recorrido de luz hasta la cocina encendiendo
por el camino la luz del pasillo hasta llegar a ella.
Fue curioso cómo, con sólo
exponerle este ejercicio, me contó que siempre iba del recibidor a la cocina
sin encender el pasillo e incluso, en muchas ocasiones, en la cocina, solo
encendía la pequeña luz del extractor sin encender la del techo.
Puso en práctica el consejo
durante algo más de una semana y a los diez días me escribió para contarme que
conforme fue poniendo consciencia en el trayecto de la luz hasta la zona
indicada, fue, a la vez, viendo en su interior que el origen del conflicto
familiar era un exceso de exigencia por su parte hacía la familia.
Decidió, durante unas noches,
quedarse a cenar en la cocina y, tras la cena, ponerse a escribir con una luz
adecuada sobre las posibles causas interiores de esa exigencia.
Una semana más tarde me
escribió de nuevo para contarme que pudo ver con nitidez que la exigencia de
atención que proyectaba hacia su familia era un reflejo de su propia impotencia
a la hora de gestionar su propia vida.
Observó que estaba siendo muy
exigente consigo misma y que necesitaba darse la atención, la paciencia y el
cariño que exigía fuera.
Fue entonces cuando creó un
nuevo camino de luz hacía su propia zona vital personal para ordenarla y
mimarla.
En el transcurso de un mes, el
conflicto familiar se resolvió con una nueva armonía, la que ella misma había
integrado.
Cada vez que entramos por la puerta de casa, movemos una gran
cantidad de energía que nos sigue como una estela hacia dónde nos movemos.
Iluminar nuestro paso por la vivienda aumenta la vibración de esa
estela y la nuestra, facilitando ver con nitidez el tipo de efecto que
generamos con nuestros pasos.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de
noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en
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