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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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Las cámaras están definiendo el avance tecnológico de nuestra era.
Son la clave de nuestros teléfonos celulares, los ojos de los drones autónomos
del mañana y los motores del FOMO (Fear of Missing Out, en inglés; el miedo a
perderse algo, la ansiedad que nos provoca perdernos un evento u oferta) que
impulsan Facebook, Instagram, TikTok, Snapchat y Pornhub. La fotografía viral,
barata y omnipresente ha dado lugar a movimientos sociales como Black Lives
Matter, pero las cámaras ya están dando lugar a más problemas de los que
podemos manejar: la pornovenganza, el terrorismo transmitido en tiempo real,
los reaccionarios de YouTube y otros males fotográficos.
Además, las cámaras no se quedan ahí. Siguen abaratándose y
volviéndose más inteligentes, de maneras que resultan sorprendentes y
alarmantes a la vez. Los avances en la visión computarizada les están dando a
las máquinas la capacidad de distinguir y rastrear rostros, adivinar el
comportamiento y las intenciones de la gente y aprehender y sortear amenazas en
el entorno físico. En China, las cámaras inteligentes son la base de un
totalitarismo de vigilancia que lo abarca todo y que no tiene precedentes en la
historia de la humanidad. En Occidente, las cámaras inteligentes ahora se
venden como soluciones baratas para casi cada infortunio público y privado,
desde atrapar a cónyuges infieles y ladrones de paquetes, hasta evitar tiroteos
en las escuelas y violaciones a la ley migratoria. Sospecho que estos usos y
otros más tomarán vuelo, porque en los años que llevo cubriendo el tema de la
tecnología, he observado un axioma invulnerable de la sociedad: si le pones una
cámara, se vende.
Por ello me preocupa que estemos cayendo a tropezones y a ciegas en
un Estado que nos vigila, razón por la cual me parece que lo único razonable
que podemos hacer ahora al respecto es ponerles un alto a las cámaras
inteligentes.
La semana pasada, el Consejo de Supervisores de San Francisco,
mediante una votación, prohibió el uso de tecnología de reconocimiento facial
en la policía y otras agencias de la ciudad. Oakland y Berkeley, en California,
también están considerando prohibiciones, al igual que la ciudad de Somerville,
Massachusetts. Estoy esperando que estas medidas se dispersen por doquier.
Estados, ciudades y el gobierno federal deberían imponer una moratoria
inmediata al reconocimiento facial, en especial en lo que respecta a su uso por
parte de las autoridades que hacen cumplir la ley. Todavía podríamos decidir,
más adelante, entregarnos a las cámaras en todo lo demás. Pero no nos
apresuremos a adentrarnos a un futuro en el que todo se ve sin entender los
riesgos que conlleva.
¿Cuáles son los riesgos? Dos nuevos informes de Clare Garvie, una
investigadora que estudia el reconocimiento facial en Georgetown Law, me
hicieron ver los peligros de esta tecnología. En un informe —escrito junto con
Laura Moy, directora ejecutiva del Centro de Privacidad y Tecnología de
Georgetown Law— Garvie sacó a la luz los contratos municipales que indican que
las agencias de procuración de justicia en Chicago, Detroit y otras ciudades
más se están movilizando rápidamente y con poca información al público en
general, para instalar sistemas de reconocimiento facial “en tiempo real” al
estilo de China.
En Detroit, los investigadores descubrieron que la ciudad firmó un
contrato de un millón de dólares con DataWorks Plus, un proveedor de
reconocimiento facial, para adquirir un programa que permite un monitoreo
continuo de cientos de cámaras públicas y privadas instaladas en toda la ciudad
—en gasolineras, restaurantes de comida rápida, iglesias, hoteles, clínicas,
centros de tratamiento a las adicciones, complejos de departamentos de interés
social y escuelas—. Los rostros captados por las cámaras pueden buscarse en la
base de datos de las fotografías de las licencias para conducir de Míchigan.
Los investigadores también obtuvieron las normas del Departamento de Policía de
Detroit que regulan el uso del sistema. Las normas son laxas, ya que permiten a
los policías escanear rostros “en video en vivo o grabado” por una gran
variedad de razones, incluyendo “investigar o corroborar información y pistas
de informantes”. En una carta para Garvie, James E. Craig, jefe de policía de
Detroit, negó que se estuvieran ejecutando “actividades orwellianas”, y agregó
que se “ofendió enormemente” ante la sugerencia de que la policía “violaría los
derechos de los ciudadanos que cumplen la ley”.
Soy menos optimista, al igual que Garvie. “El reconocimiento facial
les da a las autoridades una capacidad única que nunca habían tenido antes”, me
dijo Garvie. “Me refiero a la capacidad de llevar a cabo vigilancia biométrica:
la capacidad de ver no solo qué está ocurriendo en el terreno, sino quién lo
está llevando a cabo. Esto no había sido posible antes. Nunca habíamos podido
hacer secretamente un escaneo masivo de las huellas digitales de un grupo de
personas. Nunca hemos podido hacer eso con el ADN. Ahora podemos hacerlo con el
escaneo de los rostros”.
Esta capacidad altera nuestra percepción de la privacidad en los
espacios públicos. Tiene implicaciones escalofriantes para las libertades de
expresión y de asociación que ampara la Primera Enmienda en Estados Unidos;
significa que la policía puede observar quién participa en protestas contra la
policía y seguir los pasos de esas personas después.
De hecho, esto ya está sucediendo. En 2015, cuando, en Baltimore,
surgieron las protestas por la muerte de Freddie Gray mientras estaba bajo
custodia policiaca, el Departamento de Policía del condado de Baltimore usó
software de reconocimiento facial para encontrar a la gente entre la multitud
que tenía órdenes de aprehensión pendientes y los detuvo de inmediato, en
nombre de la seguridad pública.
Pero hay otra cuestión en el debate sobre el reconocimiento facial.
En un segundo informe, Garvie descubrió que la policía está usando los sistemas
de escaneo de rostros, a pesar de todo su supuesto poder, de manera apresurada
y descuidada, por lo que se deberían cuestionar sus resultados.
Este es solo uno de los ejemplos inverosímiles del informe de
Garvie: a principios de 2017, una cámara de seguridad captó a un hombre robando
cerveza de una tienda CVS en Nueva York, pero la cámara no obtuvo una buena
imagen del hombre y el sistema de escaneo facial de la ciudad no encontró
ninguna coincidencia.
Sin embargo, eso no detuvo a la policía. Un detective del
Departamento de Reconocimiento Facial del Departamento de Policía de Nueva York
pensó que el hombre en el video pixelado de CVS se parecía al actor Woody
Harrelson. Así que obtuvo una imagen del actor en Google Imágenes y escaneó su
rostro. Eso produjo una coincidencia y las autoridades actuaron. Un hombre fue
arrestado por un delito no porque se parecía al hombre captado en la cinta sino
porque Woody Harrelson se parecía al delincuente.
Devora Kaye, vocera del Departamento de Policía de Nueva York, me
dijo que el departamento usa el reconocimiento facial únicamente para ayudarse
en las investigaciones y que “siempre es necesario investigar más para
determinar que haya causa probable para un arresto”. Añadió que “la policía de
Nueva York evalúa continuamente sus procedimientos existentes y en línea con
eso está en un proceso de revisión” de sus protocolos de reconocimiento facial
existentes.
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Autor: Farhad Manjoo
Fuente: Infobae – New York Times (6 de junio 2019)
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