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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
En una sociedad global tan sumamente enferma como la actual,
cualquier intento de resolver total o parcialmente cualesquiera de los
problemas que la Humanidad tiene planteado, precisa primero de un conocimiento
profundo del problema en sí, pero además y acaso sea mucho más importante, un
conocimiento bastante detallado de las “ligaduras externas” o relaciones que
cada problema tiene establecidas con multitud de otros problemas a los que
afecta y que le afectan.
Así, el problema de las interrelaciones es una cuestión gravísima
que puede hacer inviable la posibilidad de que finalmente éstos problemas
puedan tener solución.
Es por ello, que cada vez más la posibilidad de “arreglar nuestros
asuntos” se reduce hasta límites que casi rayan en lo imposible.
Que esto es así demuestra la veracidad de dos aforismos sistémicos
que afirman:
+“Cuanto más se presiona al sistema más presión ejerce el sistema
sobre nosotros”.
+“Si no se puede controlar un sistema, el sistema toma el control”.
Esto quiere decir que, primero, cuanta más presión se ejerce sobre
un sistema social, en el sentido de forzar su comportamiento con decisiones que
van en contra de un comportamiento estable, el sistema responde con un
incremento de la inestabilidad, que lo hace cada vez más difícil de ser
controlado. Y segundo, si se pierde el control de un sistema, el propio
sistema, de modo inercial, va a dinamizarse a sí mismo, hacia un final que
suele ser hacia el estallido.
Estas dos afirmaciones ponen muy difícil, que los innumerables
problemas de una sociedad distópica como la nuestra, puedan tener solución,
aunque sólo sean problemas técnicos los que hubiera que resolver.
Pero más allá de las dificultades técnicas, del tipo que sea,
económicas, laborales, sociológicas, medioambientales, sanitarias, educativas,
etc., existen otras que, probablemente, suponen la mayor dificultad, que es el
comportamiento humano.
Al referirnos al comportamiento humano, nos referimos a las razones
que mueven al sistema decisor de las personas, a qué les motivan a las personas
a comportarse de la forma que lo hacen. Entramos con ellos en el complejo mundo
de las “segundas intenciones”.
Las segundas intenciones son aquellas que se ocultan tras la
mentira, para que, mediante el engaño, dando apariencia de buena voluntad, en
el fondo se actúe bajo motivaciones de interés propio sin importar las
consecuencias para terceros. El paradigma de este comportamiento se manifiesta
en la vida política y de relaciones comerciales, empresariales y en general, en
las relaciones humanas.
Este conjunto de problemas, técnicos, sistémicos y de
comportamiento humano, han convertido al conjunto de la Humanidad, como un
problema que no tiene solución ninguna, desde el punto de vista de unos cánones
de razonable justicia y moralidad. Se podrá hablar de todo desde un enfoque
académico, utópicamente sociológico, científico o tecnológico, pero, la extrema
integración sistémica de los agentes y procesos y la imposibilidad de poder
superar los comportamientos humanos que han plantado el inmenso árbol de la
injusticia y la ambición humana, hacen que sea imposible siquiera imaginar un
mundo mejor. Será, no lo que sea más lícito, justo y democrático, sino lo que
quieran los agentes del poder y el resultado de las diferentes inercias
sistémicas totalmente fuera de control, en las que la propia mezcla tóxica de
ambiciones humanas supondrá un definitivo vector de aproximación al desastre
final.
La Bioeconomía como sistema de pensamiento económico que pretende
armonizar los factores económicos de la actividad humana (de todos conocidos)
con los no económicos que los conforman las leyes de la Naturaleza, en la
situación actual, con un comportamiento humano tanto más tóxico cuanto mayor es
la cuota de poder, es literalmente una utopía.
Pero lo mismo pasa con otras muchas iniciativas, que las hay y muy
importantes, que acabarían en muy pocos años con los grandes males de la
humanidad. Son posibles (siempre que no se haya sobrepasado el punto de no
retorno), pero altamente improbables, porque están en juego demasiados
intereses políticos y económicos, a los que los diferentes agentes implicados,
jamás van a renunciar.
Es por ello que las grandes soluciones a los grandes problemas ya
no están en poder de los políticos ni de los que ostentan el poder económico o
corporativo, y no están en su poder, porque pudiendo ser parte de la solución,
en realidad son parte muy importante del problema, por no decir que ellos son
el auténtico problema.
Es por ello que el planteamiento estratégico para la “solución de
los problemas de la Humanidad” no puede pasar por el apoyo de los principales
agentes que realmente han sido y son su causa. No puede pasar por el apoyo de
la Banca nacional o internacional; no puede pasar por la colaboración del
perverso sistema de partidos políticos; no puede pasar por las grandes
corporaciones. Porque todos ellos, a lo largo de decenas de siglos, han
provocado la extremadamente grave situación actual.
Pero ¿qué pasa con la inmensa mayoría silenciosa, que cada día se
fuerza con su personal trabajo, para que este mundo no perezca a consecuencia
de los vómitos tóxicos que continuamente está arrojándose a sí mismo por su
boca?
Manuel Martín Ferrand decía una vez que “España es un país de gente
formidable, en una sociedad mediocre, gobernada por políticos nefastos”. Esta
frase da idea de hasta qué punto todo un conjunto social de gente de buena
voluntad (aunque cada cual conserva las semillas de su egoísmo y de su ambición
a su pequeña escala), cuando ha de organizarse socialmente en torno a mandos
intermedios, se transforma en algo mediocre, porque esos mandos adulteran y a
veces prostituyen la propia naturaleza social y, por fin, la casta política,
termina de rematar el desastre, con un perverso sistema político basado en el
conflicto entre facciones, luchando por dos modelos de sociedad tan antagónicos
como imposibles, en el que “el pueblo” es tratado con un hipócrita principio de
beneficencia que enmascara las segundas intenciones de mantenerse en el poder e
incrementar las individuales riquezas.
Es por ello que la dinámica social a la que estamos abocados, en un
horizonte temporal que (salvo sorpresas) puede que no supere los cincuenta
años, es decir, mediados del presente Siglo XXI, nos lleva de modo planetario a
un colapso general de la Economía y del medio ambiente, con un rosario de
conflictos de grandes proporciones, que harán que el castillo imperial de este
mundo se desvanezca en cuestión de pocos años, porque la Humanidad se habrá
convertido en una especie incompatible con su propia vida.
Pero no será el fin. Tras esta tribulación, los sobrevivientes han
de recomenzar. Y es lo que tienen y han tenido siempre los comienzos de ciclo,
que de las cenizas, lentamente surgen nuevos horizontes de paz y, si la
Humanidad que herede la Tierra, ha sabido evolucionar espiritual lo suficiente
como para admitir la separación del trigo de la cizaña, quizás pueda haber un
futuro de esperanza.
La mayoría silenciosa que no se puede expresar o, si lo hace, es de
una forma aborregada, manipulada por dirigentes que saben astutamente conducir
las masas hacia sus propios y perversos fines, tiene que tomar consciencia de
que es realmente el germen de la nueva humanidad.
Si se considera como relativamente cierta que en las soluciones en
cada uno de los aspectos que se abordan en el Proyecto Consciencia y Sociedad
Distópica (C&SD), los actuales poderes fácticos son el problema y por ello,
no pueden ser parte de la solución, la estrategia de difusión de las
soluciones, tiene que ir dirigida a la mayoría silenciosa que con su entrega y
amor, ahora, están manteniendo, mal que bien, la viabilidad de este mundo.
Es algo parecido al final del Imperio Romano. Dicen que un imperio
no puede caer si antes no se ha destruido a sí mismo desde dentro. Pues es lo
que está pasando. La sociedad civil silenciosa que forma parte de la solución,
por vivir ya en un estado suficientemente evolutivo de la consciencia como para
responsabilizarse de una vida basada en la virtud, ha de ser consciente de que
tiene que vivir en las catacumbas sociales, casi en la clandestinidad, dado
que, en la superficie, lo que impera es el caos y el conflicto de los actuales
preminentes actores económicos y políticos.
El concepto de masa crítica, como mínimo nivel crítico de población
que podría, si estuviera organizada, no en torno al sistema de partidos, sino
en lobbies civiles, es el que es necesario generar, para la difusión de los
principios que surjan de C&SD, en colaboración y sinergia con otras muchas iniciativas
que tratan desde sus humildes posibilidades, poner “granitos de arena” para
construir el nuevo edificio que se podrá acometer cuando el actual edificio
social y económico se haya destruido a sí mismo.
En conclusión.
Considerando que:
1.- La situación mundial en prácticamente todos los ámbitos de la
vida humana es irreversible.
2.- Que los poderes políticos, económicos y sociales de los que
depende la gobernanza actual de los sistemas sociales, constituyen en gran
parte la causa y forman parte del problema.
3.- Que la mayoría social silenciosa contribuye con su callada
actividad a la cohesión y reserva funcional de la sociedad, por lo que forma
parte de la solución.
4.- Que la deriva actual del Imperio de Occidente se encamina hacia
su propia inviabilidad.
Surge el concepto de masa crítica:
1.- De población capaz de
tomar consciencia de la situación y de organizarse en colectivos capaces de
trabajar en la correcta dirección de soluciones, actualmente inviables, pero
que pueden ser la semilla que germine tras la tormenta.
2.- A la que ha de ser dirigido el mensaje de C&SD, porque son
el sector social que organizado en catacumbas, puedan aceptar y desarrollar las
ideas que aporten al menos una luz de esperanza.
Por lo que las iniciativas que surjan de C&SD deben
configurarse en torno a ese lobbie civil, llámese “los 144.000” o los Santos de
Dios o como se desee. Es necesario un mensaje espiritual de esperanza, lo
suficientemente genérico como para que ningún sistema religioso se sienta
excluido. Mística cristiana, Sufismo, Zen, Tao, Budismo han de hablar con una
sola voz, si no quieren mantener sus discursos exclusivos, lo que sería lesivo
para el conjunto de la Humanidad.
EPÍLOGO: ¿Cuán verosímil es esta frase?: En la solución a los problemas del
mundo, si China acierta, lo demás carece de importancia. Y si China no acierta,
lo que hagamos los demás…, carece de importancia.
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Autor: José Alfonso Delgado
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