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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
La esencia humana podría verse modificada por la tecnología. Los
avances en la era digital nos conducen hacia nuevas interfaces cerebro-máquina
que podrían modificar nuestras habilidades mentales.
Sabemos que los cerebros humanos han estado cambiando, adaptándose
y desarrollándose durante siglos en respuesta a estímulos externos. Y hoy en
día, continúan haciéndolo. Pero, ¿cómo y en qué medida podrían llegar a
moldearse si los sometemos desde que nacemos a la tecnología? Los videojuegos
en 4D, la realidad virtual, internet o las redes sociales son el pan de cada
día de la mayoría de nosotros, sobre todo para los jóvenes, nativos digitales,
que no han conocido el mundo sin las conexiones tecnológicas.
Pero más que impactar en nuestro cerebro, las nuevas tecnologías
están alterando nuestra identidad humana. Son muchas las investigaciones
recientes las que alertan sobre los peligros del uso excesivo de la tecnología
o cómo afecta directamente al
aprendizaje y al sueño. ¿Debemos
adaptar y reeducar a nuestro cerebro para evitar someternos a las consecuencias
nocivas? Lo que está claro es que quizás debamos replantearnos el uso y poder
que le concedemos a todos los canales tecnológicos que tenemos a nuestro
alcance.
El cerebro, un órgano extremadamente moldeable
Una investigación realizada
entre más de 30 instituciones médico-científicas, comprobaron lo
maleable que puede llegar a ser nuestro cerebro. El informe revisó el papel de
la plasticidad de este órgano y la generación de nuevas proteínas relacionadas
con la flexibilidad cuando se producen cambios drásticos neuronales.
Comprobaron que su gran maleabilidad le permite adaptarse continuamente a los
cambios constantes del entorno. Por ejemplo, las personas con sordera adquirida
procesan el tacto y la visión de forma diferente: el cerebro se adapta al
cambio y usa parte de su corteza auditiva
para procesar el sentido del tacto.
Interfaces cerebro-máquina
Una interfaz cerebro-computadora es un dispositivo que permite
establecer una comunicación entre nuestra mente y el mundo externo sin la ayuda
de los nervios periféricos o de la actividad motora: utiliza la actividad
eléctrica del cerebro. Y este es uno de los mayores ejemplos de evolución
tecnológica. Un avance que, aunque aún se encuentra en proceso de
investigación, va a tener muchas posibilidades de aplicación. “Esta tecnología
permite registrar y procesar ondas cerebrales en tiempo real y traducirlas en
una acción en el mundo exterior", según Facundo Manes, neurólogo y autor
del libro El cerebro del futuro. "Interpreta y traslada la actividad
eléctrica neuronal a un dispositivo o prótesis que se estimula para generar
comandos motores. De esta manera, las interfaces cerebro-computadora tienen el
potencial de devolver el movimiento a personas que han sufrido una parálisis”,
comenta.
Chips para dotar con nuevas habilidades a los humanos
La mayoría de los interfaces cerebro-máquina tienen enfoques
terapéuticos. Sin embargo, puede que en un futuro se utilicen con el objetivo
de potenciar el funcionamiento cerebral en personas sanas. “En teoría, es
posible potenciar funciones sensoriales o cognitivas a través de implantes
cerebrales o dispositivos externos. Esto ha llevado a imaginar la oportunidad
de dotar a los humanos con habilidades antes impensables, como tener memoria
ilimitada, percibir más colores y tener visión nocturna, que nos hagan entran
en una era posthumana de superinteligencia”, explica Manes. Todo esto es
posible gracias a los avances en nanotecnología, la biotecnología, la
neurociencia y las TIC. "Por eso, se dice que esta interfaz
cerebro-máquina es una posible puerta de entrada a una revolución en la que se
fusiona el cuerpo humano con dispositivos artificiales”, añade.
Emociones positivas y estado de flow
Nuestras relaciones afectivas, sanas y de calidad nos ayudan a
vivir más, mejor y a ser más felices. Gracias a la ciencia hoy conocemos la
importancia de los lazos positivos y duraderos en nuestro bienestar, ya que se
ha demostrado que ayudan a proteger el cerebro y afectan las funciones
psicológicas, fisiológicas y de comportamiento. Investigaciones recientes han
demostrado que
cuando tenemos cerca a nuestros seres queridos se registra menor actividad en
áreas neurales asociadas al procesamiento del peligro y somos menos propensos a
activar respuestas corporales frente al estrés.
Para Josep Calbet, neuropsicólogo de Neuroquotient,
cuando el cerebro obtiene un sentimiento total de motivación que hace que una
persona se implique al máximo en la tarea que está realizando, se dice que está
fluyendo. “Empatizar con los demás, generar conocimientos y aprendizaje y
disfrutar del momento al generar ideas en un entorno laboral son algunos de los
ciclos continuos de recompensa del cerebro que le impulsan hacia el siguiente
ciclo”, expone Calbet. Así, cuando el cerebro fluye es más fácil que pase
satisfactoriamente a la siguiente tarea, sin bloqueos que le impidan avanzar en
la consecución de los objetivos que se ha marcado una persona.
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Autora: Estefanía Grijota (Periodista “freelance” en El País y La Vanguardia)
Fuente:
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