Prestar atención de manera
consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y
aceptación.
Esta es la definición de
mindfulness que hace la “Sociedad mindfulness y salud”®, ser conscientes y
vivir el aquí y ahora.
Lo del vivir el ahora lo
puso de moda Eckhart Tolle en su bestseller del año 2000, “El poder del
ahora” que, cualquiera de nosotros habrá leído en su momento, en la medida
en que, por aquella época estuviéramos desojados tratando de mejorar nuestro
nivel de consciencia.
Parece ser que el término
está importado de Oriente, concretamente del Budismo y de la meditación
vipassana, método largamente empleado en este sistema de pensamiento (no sé si
llamarlo religión, es una discusión que creo no está cerrada), que obedece a
esa máxima de Gaitama Buda, genial como todas:
“El dolor es
inevitable, pero el sufrimiento es opcional”
No es más que la técnica que nos permite erradicar el sufrimiento,
nos prepara para afrontar los problemas de la vida y nos aporta el arte de
vivir de forma positiva, con nosotros mismos y con la sociedad. Vipassana es
una meta espiritual elevada al despertar pleno, alcanzando una gran pureza
mental y, hasta puede hacer desaparecer muchas enfermedades, tanto físicas como
psicosomáticas. Y según dicen los folletos informativos, vipassana hace
desaparecer las tres causas de la infelicidad, el deseo, la ignorancia y la
aversión; ayuda a liberar la tensión acumulada a lo largo del día y puede
cambiar nuestra vida. Y con esto, la cosa permite llegar al mindfulness.
Además todo esto se puede conseguir a muy buen precio,
por 500 euros puedes conseguir una mente pero que muy apañada. Y ¿descuentos?
Por supuesto, hay ofertas de hasta un 70% fáciles de conseguir. Recibes un
título súper chulo tipo básico, aunque puedes hacer un máster y, mira por
donde, puedes conseguir un futuro espléndido como profesor dedicado a hacer a
la gente feliz.
Realmente se ha comprobado la efectividad de aplicar el
mindfulness en patologías psicosomáticas, que la Psicología, como ciencia se ha
interesado firmemente por el asunto y ya existe todo un cuerpo de doctrina
psicológica. Destacan figuras importantes como Jon Kabat-Zinn, profesor emérito
de Medicina que ha desarrollado la técnica de Reducción del Estrés basada en la
Atención Plena (REBAP) y, ahora que está jubilado, se dedica a dar conferencias
por todo el mundo. Es fundador del Center for Mindfulness in Medicine en la
Universidad de Massachusetts. En Europa, el National Health Service ofrece este
servicio dentro de su cartera y, aquí en España, hay cada vez más centros de la
Seguridad Social que, de modo particular, están experimentando esta técnica
como tratamiento de determinadas anomalías psicosomáticas.
No voy a incidir más en este tema, porque entiendo que a
los lectores preferentes de estos asuntos, sé que de sobra, estáis al cabo de
la calle de los últimos avances en estas técnicas.
1.- Del maestro al profesor, del discípulo al alumno
En el capítulo 15.- “Caminando a ciegas”, ya cité el
libro de Caroline Myss “La Anatomía del espíritu”, a propósito de cómo
se produjo el encuentro entre Oriente y Occidente, a raíz de dos
acontecimientos fundamentales, el primero la invasión del Tíbet por el Ejército
Chino, que obligó a la diáspora de centenares (o miles) de lamas tibetanos a
Occidente y el segundo, el Concilio Vaticano II que supuso una pretendida apertura
de una Iglesia católica que hacía 400 años que vivía anclada en las tesis trentinas,
como respuesta a la reforma protestante.
Así, los occidentales nos enteramos de la filosofía
oriental, apareciendo en la televisión series como Kung-Fu y la venta de libros
sobre budismo, Tao y demás sistemas de pensamiento que en Occidente fascinó. La
historia posterior, a poco que hayas estado interesado, ya la conoces. En
sesenta años, los grandes pensadores tibetanos han fundado escuela y propagado,
con gran aceptación todas sus técnicas orientales, donde el maestro enseña al
discípulo una determinada filosofía de vida que, es la que realmente puede
transformar la vida de la gente. Por ejemplo, Juri Krisnamurti.
Yo, que también he leído, estudiado y practicado yoga y
reiki y, a veces, tai-chi, he podido comprobar cómo a lo largo de estos sesenta
años la relación entre el que enseña y el que aprende ha ido poco a poco
pasando de la relación maestro – discípulo a la relación profesor – alumno y el
objetivo del doctrino ha pasado de transformas su filosofía de vida a la de
simplemente reducir el estrés y si fuera posible, además conseguir un vientre
plano que, cara al verano viene muy bien para lucir palmito. Y lo último ya es
poder hacer en el Gym, hoy yoga y mañana pilates y pasado “cardio” o aerobic;
es decir, el pack completo.
Está claro que esto es mejor que nada, pero creo que
queda puesto en evidencia cómo Occidente es capaz de prostituir tradiciones
sagradas milenarias para convertirlas en filones comerciales con los que
conseguir pingües beneficios económicos.
Hemos sido capaces de transformar profundas filosofías de
vida basadas o cercanas a la mística, en un mercadillo espiritual. Hemos vuelto
a repetir la proeza que hicieron los cambistas, convertir el Templo del
Señor en un mercado y cueva de ladrones.
De momento, no parece que Jesús haya vuelto, armado con
un látigo, para echar a los mercaderes del Templo, pero cuánto nos merecemos
que lo haga.
2.- Algo en común
Hay algo en común entre la prostitución a la que hemos
sometido la Filosofía oriental y la banalización a la que se ha quedado reducida
la Espiritualidad mediante la Religión.
En ambos casos se ha tratado (y se sigue
tratando) de reducir la tensión emocional de los objetivos en la vida, al no
poder alcanzar una tensión creativa suficiente como para alzar realmente el
vuelo de la Espiritualidad.
Me explico.
Peter Senge, un profesor del MIT que escribió
un libro titulado “La quinta disciplina” en 1999, se refiere a los dos
tipos de tensiones con las que nos manejamos los seres humanos, la tensión
creativa y la tensión emocional. La tensión creativa es la que nos impulsa a
abordar nuevos desafíos de vida, ponernos nuevas metas y lanzarnos, a veces a
tumba abierta, a la caza de nuestros sueños. La tensión creativa provoca un
refuerzo positivo en la tensión emocional, a más, a más; a más avance, más
reforzamiento de la creatividad y de la ilusión. Pero si no se consigue el
éxito, entonces, ese refuerzo positivo actúa en sentido contrario, a menos,
menos; a menos logros, menos ilusión y motivación. Y entonces se produce el
fenómeno de la compensación, reducimos nuestra tensión emocional (nos
resignamos) con lo que bajamos nuestras aspiraciones y nuestros humos a algo
menos inalcanzable. Y así regulamos, para no sufrir demasiado, nuestras
capacidades y metas que nos podamos marcar en la vida.
No sé si lo veis. La Espiritualidad (oriental
y occidental, que para el caso es lo mismo), nos propone una meta realmente
inalcanzable para el ser humano; lo hemos visto al describir la aventura del
Camino y la experiencia oceánica del Marta y María. Quizás el Camino requiere
aplicar técnicas y material para recorrerlo (mapas, buen calzado, macuto
ligero, botiquín básico, gorra, ropa ligera, capa de agua, etc.) Pero la
travesía en el Océano sólo necesita la aceptación voluntaria del abandono a la
Divinidad y, pequeño detalle, enfrentarnos a una experiencia vital, en el
sentido de que requerirá toda nuestra vida y todo nuestro presente, todo
nuestro “aquí y ahora”.
Para el común de las gentes, tomar consciencia
de esta pavorosa realidad es demasiado y un objetivo a muy largo plazo. Cuando
toda nuestra vida se basa en la inmediatez de nuestros objetivos, cuando la
paciencia no es precisamente una de nuestras virtudes, ya que “Señor, dame
paciencia ¡¡PERO YA!!”, enfrentarnos a toda nuestra vida del modo que he
dejado escrito en los capítulos anteriores, requiere tener una flema que
habitualmente no abunda por aquí y unas tensiones creativas y emocionales
superlativas.
Así que en general, el común de las gentes
opta por alternativas que reduzcan la tensión creativa a unos mínimos,
soportables y adecuado a nuestra raquítica tensión emocional. Y todos
contentos.
El resultado obvio es evidente, ir a clases de
yoga en un caso y a la práctica dominical (o su equivalente en otras
religiones) por otra. Y si hacemos como que nos ponemos decididamente a crecer
espiritualmente, además de la clase de yoga o de la misa dominical, nos ponemos
en posición de loto y hacemos diaria meditación vipassana durante treinta
minutos (que tengo más cosas que hacer) o le rezamos un rosario diario a María
Santísima.
Es decir, en ambos casos pasamos del infinito
al diez o a lo sumo al veinte, siendo la nota de corte para salvarnos o para
conseguir reducir el estrés, el quince. Es decir, renunciamos al vuelo del
águila, por tan sólo lo que pueda dar de sí el humilde pardillo.
Es lo que veo, tienen en común las vías
rápidas de la Espiritualidad, que nos proponen en muy breve plazo y a buen
precio, conseguir lo que requiere toda la vida y una transformación completa de
nuestra vida interior. Y esto aplica para la religión como para las técnicas
orientales.
3.- La decepción del joven rico.
Es perfectamente lógico que ante este planteamiento -que,
vive Dios, no quisiera que nadie se sintiera molesto-, el propio quede
decepcionado con ese lamentoso “yo creía que y resulta que”. Eso es lo
que experimentó el joven rico cuando el Maestro, tras felicitarle por su buen
cumplimiento de la Ley, va y le dice que todo eso ya no le hace falta, que se
lo dé a los pobres, que deje todo y le siga. Es decir, que vivir con criterios
de mínimos en Espiritualidad, es tan sólo el primer paso, pero de ninguna forma
la finalidad. Es un simple medio inicial para un fin mucho mayor que requiere
soltar esa primera actitud y esas iniciales prácticas.
Mejor dicho, es como pasar de pelar patatas a pelar
patatas, es pasar de conformarnos con que pelar patatas (hacer yoga o ir a
misa) es el objetivo para lograr un lugar en el Cielo o reducir el estrés de
esta vida tan trajinada a que, pelar patatas (hacer yoga o ir a misa) es
expresión de un ideal de vida anclado en lo más profundo de nuestra vida
interior. Una cuestión de actitud.
Así que, volviendo a lo de las tensiones emocionales y
creativas, cuando la invitación de Jesús (o de Buda o de Lao-Tse) nos pone la
tensión creativa tan en la estratosfera que hace añicos nuestra tensión
emocional, pensamos que “eso es demasiado pal-cuerpo” y, como el profe de yoga
nos garantiza reducir el estrés, o el cura nos garantiza nuestra salvación,
¿para qué -pensamos-, meternos en el follón del Camino de Santiago y de la
oceánica aventura? No es una opción coste oportuna -concluimos-, y regresamos a
casa siguiendo con nuestra clase de yoga o con nuestra rutina dominical.
4.- Mindfulness o el sentido de la vida
Lo que subyace detrás de las diferentes opciones de vida, la del
depravado, la de las buenas personas, la de los jóvenes ricos y la de los que
decididamente viven el Camino de la Santidad, es haber averiguado cuál es el
sentido de la vida, para qué estamos aquí o, dicho de forma más clásica,
tener una respuesta válida a la pregunta ¿de dónde vengo y a donde voy?
Porque si en la respuesta que, de una forma o de otra, damos a la pregunta no
está la constante “Dios” y, lo que ello significa, entonces, cualquier otra
constante que aporte sentido a nuestra razón de vivir descarta absolutamente la
necesidad de realizar el Camino de perfección espiritual que hemos descrito.
Para nuestro viaje no hacen falta tales alforjas.
Según las religiones occidentales, al menos las tres religiones del
Libro (la Biblia), vivimos sólo una vida, somos creados, vivimos y morimos,
siendo la vida un solo ensayo. Si durante este único ensayo vital no caemos en
la cuenta, no somos conscientes del sentido de la vida y, todo se reduce a
fijar nuestras metas en un razonable estatus social y económico, crear una
familia y respetar el particular código de buenas costumbres de nuestra tribu,
pero Dios no está en nuestro devenir, incluso aunque seamos buenos feligreses
de nuestra particular religión, o practiquemos el yoga para reducir el estrés,
entonces, hablar de mindfulness, de la Consciencia como meta o del Camino de
Santiago (y menos de Finisterre), carece de sentido.
Todo lo descrito en los libros de espiritualidad, de mística; todo
lo descrito en este texto hasta ahora, tiene sentido si para el lector, Dios es
el sentido de la Vida o como rezaba el slogan del blog de Emilio Carrillo, “Sólo encontrarás el "sentido de tu
vida" cuando halles, en ti y en todo, el "sentido de la Vida" (Y
"sentido" tiene las mismas letras que "destino")”
El sentido que le demos a nuestra vida marcará su
destino. Ambas palabras, sentido y destino, tienen una correspondencia
biunívoca, aparte de estar formadas por las mismas letras, al menos en Español.
A juzgar por la Historia de la Humanidad, la posibilidad
de que un ser humano encuentre a la primera, en el único ensayo vital, en la
única posibilidad de vivir, de vivir la vida a una sola carta, el sentido de la
propia vida, francamente, debe estar alrededor de algo menos de “cero coma”. A
lo sumo, nos podemos dar con un canto en los dientes si, a la primera,
aceptamos que debemos respetar el código de buenas costumbres impuesto en
nuestra tribu y aceptamos su sueño (en general, aceptamos el sueño del
Planeta).
En el Oriente, la cosa pinta mejor, ya que podemos
repetir curso y reencarnarnos tantas veces como sea necesario, lo que significa
que disponemos de vidas “pa-aburrir” hasta caer en la cuenta de que nuestra
razón de ser y de vivir es, simplemente ser conscientes de nuestra verdadera
esencia, que no es otra sino la Divina Realidad y todo lo que ello supone.
Si el hecho de la reencarnación -de lo que ya se tiene
evidencia científica- entra en nuestro devenir, nuestra propia consciencia
individual no es, en este mundo, algo tan fugaz como un Kleenex®, de usar y
tirar, sino que participamos cada uno de nosotros en el devenir de toda la
Humanidad desde la noche de los tiempos. De este modo tiene sentido la “no
dualidad” oriental, el monismo advaita y todas las perspectivas de consciencia
que nos hace ver a Dios en Todo y a Todo (incluidos nosotros) como Dios y sus
diferentes manifestaciones.
El cristianismo no ha sido ajeno a este problema que ya
era abordado por Pitágoras, Empédocles, Platón, los padres capadocios y (cosa
importante) los gnósticos. Los primeros padres de la Iglesia se enredaron y la
liaron parda con el asunto, dado que a nivel popular era bastante aceptado el
tema de la transmigración de las almas, hasta que, como suele hacer
habitualmente la Iglesia, le dieron carpetazo al asunto por decreto ley en el
Concilio de Nicea y posteriores, llegando al final a la solución intermedia de
la inmortalidad del alma con la resurrección de esta al final de los tiempos
para ser sometida al juicio final, con lo que nuestra posibilidad de alcanzar
en vida la consciencia es a una sola carta y, si acertamos, el Cielo y si no,
al infierno y ya está, se acabó la vaina.
Pero cuando para comprender un dogma eclesiástico hace
falta hacer la carrera de teología, una tesis doctoral y un máster en dogmas
sobre la resurrección, es decir, hacen falta tener estudios “superiorísimos”,
eso, al común de las gentes que, se están jugando a una carta su inmortalidad,
como que ni les va ni les viene y sobre todo contraviene aquello de que si no
os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los
Cielos.
Con lo cual, a lo que el devenir natural de la capacidad
consciencial del ser humano conduce es a que es bastante más lógico que nuestra
vida inmortal lo sea ciertamente a través de indefinidas reencarnaciones desde
nuestros orígenes perdidos en la noche de los tiempos hasta ese punto Omega del
que habla Pierre Teilhard de Chardin.
De la misma forma que tiene todo el sentido la hipótesis teosófica de la vida
sobre las razas raíces, por la que estamos ahora en el paso de la quinta raza a
la sexta, habiendo pasado antes por la tercera, los lémures y la cuarta, los
atlantes.
No es lo mismo que cada uno
de nosotros seamos fugaces almas Kleenex que tras un solo ensayo, se nos deja
en el limbo de los cementerios hasta el día del juicio final donde el Supremo Juez
verá si nuestro pañuelo de papel está más o menos limpio o manchado (después de
usar una sola vez), que es lo que defiende y transmite el sueño del Planeta
Occidental o, hayamos sido testigos en primera persona de la evolución de toda
la Humanidad, que realmente seamos Uno con la Humanidad y su Creador, ya que
entonces sí que tiene sentido la Vida en su conjunto.
Alcanzar la plenitud de la
consciencia (mindfulness) sobre esta trascendental cuestión, es lo que da
sentido a nuestra vida, más allá de lograr un adecuado estatus social y
económico; más allá de fundar una familia y tratar de ser buenos cumplidores de
las normas de convivencia.
Alcanzar el sentido de la
Vida, es lo que da sentido al destino que señala nuestro particular Camino de
Perfección.
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Autor: José
Alfonso Delgado
Nota: La
publicación de las diferentes entregas de La Física de
la Espiritualidad
se
realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.
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