Simenon escribió en 1933 un relato titulado en su original francés
como Les gens d’en face, ambientada en la Rusia soviética de aquel
tiempo. El editor Roberto Calasso, cuando decidió editarla en Italia, recibió
una crítica de Goffredo Parise en la cual decía: “Escrito en torno a los
años treinta por un genio, esta breve obra maestra es la novela de la policía,
del control, de la anulación total del hombre bajo la más poderosa, importante
y fantasmagórica dictadura policial que el hombre moderno haya conocido”.
Los comunistas de todos los países encontraron en la tradición de
la antigua URSS la visión de un Estado Guía, una especie de luz o camino para
transitar. La tradición política que nos remonta a Gramsci decía que la
revolución llegaría por una lenta conquista de la hegemonía, la cual debería
obtenerse por consenso. Pero esa revolución no llegó de la manera en la que
Gramsci imaginó. Más bien, los estados liberales se convirtieron en Estados
Guía al estilo soviético, y la hegemonía, la revolución, fue la del consenso
regido por la falta de crítica o disidencia, por el control más absoluto y por
una fantasmagórica dictadura policial.
Los Estados Guía han llegado a un acuerdo hegemónico en el que la
disidencia o el discurso contrario al oficial, a la hegemonía reinante, es
anulado, censurado, estigmatizado. Lo hemos visto claramente con los disidentes
que han decidido libremente opinar de forma diferente, o simplemente, se han
negado a algo tan simple como decir no a la vacuna. No pueden
viajar, no tienen carnet covid, no pueden ir a restaurantes y pronto no pueden
opinar porque la hegemonía los estigmatiza por pensar diferente.
Los disidentes son cada vez más como Nia y Silas, los protagonistas
de la película distópica titulada “Almas Gemelas”, donde las emociones se consideran una
enfermedad, según “El Colectivo” (el Estado Guía), y donde el ser humano
está reducido a no experimentar la vida con todos sus matices, con todas sus
imperfecciones, con todo el amor que se pueda expresar aunque a veces sea de
forma torpe e inconexa.
Ya no se podrá, en un futuro, abrazar la imperfección, la
incoherencia, la trampa de ser humanos, porque habrá un Estado Guía que nos
dirá como debemos pensar, opinar, vivir, consumir, soñar… No podremos ser
libres y diferentes, que es lo que realmente nos hace únicos, sino que
deberemos vacunarnos contra cualquier opinión divergente, diferente, libre.
Amar, la gratitud, la pasión o simplemente sentir algo por alguien serán visto
pronto como algo obsoleto, caduco y vacío.
El Estado Guía pretende anular todo resquicio de pensamiento
crítico para vaciarnos de lo que somos. Por eso la disidencia hoy día es más
necesaria que nunca. Por eso los que aman, los que piensan, los que se enamoran
de la vida o simplemente del otro y dejan de ser un individuo homogéneo se
convierte en el héroe de nuestros días. Héroes anónimos que como decía Camus,
aprenden a decir “no”. Hombres y mujeres rebeldes que no desean seguir
la hegemonía, hombres y mujeres con opinión y criterio propio capaces de ser
libres.
Ojalá algún día volvamos a aquella antigua empatía en la que a
través del contacto físico, ahora que ni siquiera eso nos dejan, podamos
revelar que la cura de nuestras almas libres no ha borrado los sentimientos por
la existencia.
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Autor: Javier León (javier@dharana.org)
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