El inicio del siguiente papel que representó
en el pasado, aportaría una extraña mezcla entre las vivencias de Nicola
D´angelo y la de Richard Moore.
Ø “Bernardo de Medinaceli fue cuidado por el cándido amor de una madre
que cometió el error de quedarse embarazada de un hombre casado. El resultado
del lance fue, lo que se llamaba vulgarmente, un bastardo de postín, ilegítimo,
pero de rancio abolengo. Nunca conoció el afecto de su padre, hombre
tremendamente importante que, después de cometer tal desliz, nunca pudo
reconocer la paternidad de Bernardo so pena de ser destronado de su alto
mandato. Creció y maduró con el afecto únicamente materno, pero nunca careció
de lo necesario; incluso rozó en muchas ocasiones el lujo sin recato. Nadó
holgadamente entre los favores de los privilegiados y el valor de la realidad
cruenta de los contrarios. Vivió disfrutando de la libertad que no se atrevían
a regalarse los más importantes, y la que se les negaba a los de abajo, los
desdichados. Disfrutó de un estado intermedio donde todo, o casi todo, era
permitido o consentido, dado que no pertenecía a ninguna clase social
específica. Fue forjado por su condición, y supuesto linaje, en el arte de las
armas. Dedicó el tiempo que no estaba en lejanas tierras luchando y combatiendo
en continuas guerras y conflictos a su madre, a la que jamás dejó de considerar
y favorecer con cualquier tipo de parabienes. Fue un segundo de filas entre los
primeros. No mandó batallas, pero ostentó puestos claves para la dirección y la
operatividad. En tan sólo una ocasión entró en liza a muerte. Toda una gran
flota que refrendaban los reinos que estaban de parte de un dios, se enfrentó
en un duelo brutal que decidiría el futuro de las civilizaciones del oeste y el
este. A bordo del buque insignia ocupó el puesto más alto que pudo alcanzar en
esa vida: fue el ayudante del lugarteniente del rey de su país. Más de dos mil
naves zarparon al mar desde muy distintos puertos estableciendo una barrera
prácticamente infranqueable para sus enemigos. El conflicto estalló en el albor
de un amanecer nublado. Al despejarse la niebla, los galeones, cañoneros,
goletas, navíos, corbetas y fragatas de ambos bandos se encontraron como si el
telón de un gran teatro se descorriera. Se desató un infierno de fuego y gritos.
El resultado constituyó uno de los mayores dramas anotados en los anales de la
historia. Miles de almas perdieron su vida aquel día. El navío de Bernardo fue acorralado en un instante
de la batalla. Estuvieron a punto de perecer, pero la ayuda al buque de su
majestad llegó oportunamente, destruyendo el peligro, no sin que antes una
estaca arrancada por el impacto de un cañonazo se le incrustara en su hombro
derecho. Una herida solventada por la estampación de un hierro candente que
evitó el desangrado, fue su condecoración. Ganaron, dominaron y sepultaron por
muchos siglos el desarrollo y evolución de millones de personas que se verían
afectadas en el futuro por lo que fue designado “La hazaña de más allá de los
mares”. El resto de sus días corrieron sin notoriedades, aunque comodidad y
lujos no faltaron. Vivió plácidamente con su familia, y de igual modo falleció
y fue enterrado con honores”.
Esa experiencia suministraba, si acaso, algún apunte efímero. Jano
resumió la lectura como el compendio de dos vivencias anteriores compensadas en
ciertos matices, y que se apagó en una muerte natural sin violencia.
Dio un breve paseo por la estancia que le acogía. Necesitaba
desentumecerse. Sus pasos ofrecían vigor, produciendo una confianza extra en el
organismo. La prisión de sus músculos y articulaciones habían roto las
ligaduras que tenían maltrecho su perfecto funcionamiento. La recuperación
avanzaba a una velocidad inusitada. Volvió al sillón. Un tal Jean le esperaba para, en principio, enseñar
algo.
El personaje apuntaba maneras que no gustaron desde el rodar de las
primeras frases.
Ø “Un niño llamado Jean Bourlanges provocó grandes dolores
en el parto a su progenitora. Ambos estuvieron a un tris de perecer. En su
ascenso desde la mediocridad uso de triquiñuelas y palabrería para atesorar sus
fines. Usaba de cualquier argucia y argumento para la consecución de sus actos,
jugando a jugar con las reglas del juego que se formulaban y reformulaban según
fuesen los intereses a destacar. Perteneciente a la clase media-alta, una
burguesía estable que, hacia su papel entre el poder absoluto y el resto de la
población, su familia poseía un floreciente comercio, dominando buena parte del
mercado, e imponía los precios según decidían ciertos oscuros mandatarios. La
cuestión era tener el control del clima político manteniendo los privilegios en
manos de unos pocos. Él estaba entre ese escogido y reducido grupúsculo, siendo
ávido y conocido. Se encargaba de organizar cualquier evento o circunstancias
hostigando y chantajeando, daba igual los trucos a desarrollar; lo importante
se sustanciaba en el rapiñar de sus objetivos sin que se pudiera desenmascarar
el origen de la causa. La astucia era su principal arma, junto al gran número
de contactos y favores en débito. Lo que Jean
nunca tuvo en consideración fue que pudiera perder el control de sus
manejos. Se creía bien posicionado, invulnerable, pero las envidias son malas
compañeras y este era un factor no tenido en cuenta. El clima político comenzó
a fermentar desde hacía tiempo cierto malestar entre la inmensa población
explotada que sobrevivía con recursos miserables. Las clases dominantes
desatendieron tales proclamas pensando que eran indestructibles, que nadie
osaría derrocar sus fueros y prebendas; pero no midieron bien las
consecuencias. Si al menos hubiesen soltado algo de cuerda, los disturbios y
altercados no hubieran llegado a la destrucción total de los mismos. Jean, se encontraba en el punto de
mira de muchos a los que manipuló y traicionó en aras de sus propios logros,
pero al no pertenecer al cuerpo de los altos mandatarios, no fue pasado
inmediatamente por las armas, ni por la guillotina. Se le recluyó para ser
enjuiciado por un tribunal que tenía preparada la sentencia de antemano: cadena
perpetua. En su situación desesperada, buscó y encontró algún aliado del que
servirse. Una de las señoritas de compañías de una noble dama fue su
teórica salvación. Ella, tras prometedoras sumas de dinero, accedió en su
ayuda, siempre y cuando fuese evacuada al país próximo con Jean, pues sería indiscutiblemente descubierta en su acción. La
damisela, con exquisitas formas, robó las llaves que permitirían la fuga de
ambos pudiendo escapar, pero sólo alcanzaron la libertad deseada por breves
minutos. El plan no funcionó adecuadamente y fueron descubiertos. Él no pudo
adivinar que aquella mujer, era la hija de uno de aquellos desdichados contra
los que confabuló en un día, ya lejano, procurando su defenestración. Sus
cálculos casi postreros fueron incorrectos. Una bala de mosquetón finalizó con
sus ideas y artificios. Ella, como doble espía, jugó la baraja de la venganza
con la misma y pronta habilidad que su víctima demostró hasta aquel instante,
siendo recompensada”.
Había pasado de ser un traidor a traicionado y vilipendiado. El orgullo
por destacar como un vil mequetrefe le repugnaba. Esa, sin dudarlo un instante,
fue la más desolada y triste de todas sus vidas. Se vio como un pingajo
indeseable, maldecido y ajusticiado a la menor oportunidad. ¿Por qué actuó así?
¿Quizá esa era la clave que debía resolver? ¿Qué le condujo a tales actos? Las
respuestas se negaban. Sólo permanecían en su mente los pasajes donde, una y
otra vez, usó y utilizo a las personas para los fines más bajos y demenciales.
¿Cuál fue el impulso que le movió de esa forma? ¡Eso era! Entre todas las vidas
tenía que existir un impulso constante que determinaba lo que Pitt denominó el
destructor. Debía encontrar el denominador común, pero todavía no lo tenía. Ya
aparecerá en el momento menos esperado, se dijo. Vas por buen camino, continúa.
Estás acotando y marcando al destructor; ya aparecerá, se decía mentalmente, convenciéndose
para no seguir debatiendo algo que no terminaba de discernir.
Ø “El siguiente texto comenzaba
diciendo que Smith es un apellido
extremadamente extendido, pero que unido al nombre de Peter le confería un significado prometedor. El sexto hijo varón de
un granjero nació cuando no se le esperaba. El benjamín gozó del apoyo de sus
hermanos mayores en todo momento; no fue un consentido, pero sí algo mimado.
Supo lo que era sacar el jugo a la tierra desde que el sol salía hasta su
despedida diaria. Los más de diez mil acres que poseían, ofrecían un fruto que
les permitía vivir con bastante decencia. Su madre, una mujer encantadora que
se pasaba el día dedicada a los suyos, con una maravillosa sonrisa que nunca
dejó de mostrar, era la madre ideal que les cuidaba y protegía con dulzor y
encanto. El Amor brotaba de cada uno de sus actos y palabras. El castigo en
aquel hogar no fue necesario. Ella supo sacar de cada uno de sus vástagos lo
mejor que tenían. Por otro lado, su padre era un hombre honesto, por tanto,
feliz, para el que el significado de verbos como engañar, defraudar, mentir o
traicionar no tenían cabida en su vocabulario ni en su proceder. Peter se forjó en un patrón de conduzca
casi perfecto, tal y como lo diseñaron sus creadores. Se sentía orgulloso de
ser tal cual, y tenía éxito en cualquier cuestión que emprendía, siendo
inteligente, aunque algo incauto e inocente. Su vida transcurría sin problemas,
era feliz; hasta que un día su nación anunció la entrada en un conflicto de
orden mundial, reclamando el alistamiento de todos los jóvenes de ambos sexos
para el apoyo en la construcción del armamento necesario, o para pasar a formar
parte del grueso del contingente imprescindible para el desempeño de los
ejércitos…”
¿Otra vez guerra? ¡Vaya, no paro de meterme en líos! se dijo. Está
comprobado que esto de entablar combates podría constituir un lazo de unión
entre mis vidas.
Ø “…Peter, decidido, no lo pensó un segundo. Su firma se estampó en un
contrato con la recién creada Fuerza Aérea. Si entraba en combate, lo haría
desde el cielo. Conocía por experiencia lo pesado que podía ser todo un día en
el fango, bajo la lluvia torrencial o soportando el viento frío. De esta manera
lucharía de forma elegante, sin mancharse las botas ni el uniforme. Fue el primero
de sus hermanos y el único en hacerlo. Sus padres estaban en contra de los
sucesos; no entendían por qué su país había decidido inmiscuirse en un problema
que no le atañía. Ninguna otra nación le atacó o provocó. ¿A santo de qué
conducir a la flor y nata de sus hombres a un derramamiento de sangre? No
obstante, fue respetada su alternativa albergando la posibilidad de que no
consiguiese las alas de piloto, y de esta manera volviera a casa, que es donde
debía estar. Marchó hasta un aeródromo llamado Hicks. Allí se forjaban los
futuros gladiadores del aire, los ases que volverían con la guerrera repleta de
medallas por derribar aviones enemigos. Pasó varios meses en la instrucción
hasta lucir sus doradas alas y el empleo de Teniente Segundo. Tan sólo una
semana después le darían las órdenes pertinentes para incorporarse a los
escuadrones desde los que lucharían por la mayor gloria de su gran país. Pero Peter estaba prendado de una chica que
resultó ser la hija del jefe de la base, por tanto, el trato con ella ofrecía
ciertos inconvenientes; era mejor mantener su amor en secreto, por el momento,
siendo necesario guardar ciertas formas. Ello concluyó en una cita en un lugar
concreto. Ella partiría hasta allí a caballo, mientras él aprovecharía uno de
los vuelos que diariamente realizaban ejercitándose. El punto de encuentro era
un valle estudiado para poder realizar un aterrizaje sin problemas; junto a un
arroyuelo era el lugar de la reunión. Tardaría unos diez minutos en llegar,
cuarenta y cinco para estar a solas, y el justo para regresar sin que le
salieran a buscar o le cayera un rapapolvo. El proyecto salió a la perfección.
Los dos disfrutaron entregándose todas sus esencias por primera vez, mientras
el tiempo previsto concluyó. Él, diligente y cumplidor, sabía que debía
emprender el regreso. Despegó realizando una pasada por encima de su conquista,
poniendo rumbo a su base a la que nunca llegaría. Una parada del motor volando
a baja altura le impidió encontrar un lugar donde realizar un aterrizaje de emergencia.
Un nutrido y tupido bosque a modo de fosa, le abrió los brazos impidiendo que
fuese a la guerra para ganar medallas, dando al traste un amor prometedor.”
La epopeya
finalizada gravitaba a modo de serial rosa repleto de insatisfacción. Otra vida
truncada cuando daba señales de encarrilarse. Quizá hubiese vuelto de la gran
guerra, con o sin medallas, y hubiese formado una familia, culminando una vida
de felicidad con abundante descendencia. ¿Descendencia? ¿Sería la clave? Hizo
memoria. Repasó las anotaciones. Únicamente en las vidas de Zenko y Bernardo de Medinaceli formo
familia con hijos; el resto pasaron sin pena ni gloria al respecto. No, esto no
debe ser, razonó, no tiene consistencia. Debe existir una cuestión más
profunda. Algo que aflore sin que apenas se perciba. Podría ser algo que cada
uno de los personajes denota con cierta frecuencia. De pronto recordó que al
igual que él, Peter pereció por un
fallo en el motor, ambos se estrellaron. Aquí existía un anclaje que
consideraba válido; un punto de partida desde el que revolver el desconcierto
formado en su mente. Empezó una pugna, casi una reyerta releyendo cada una de
las anotaciones. Pasó quince minutos en su particular alboroto. El resultado
era el mismo: nada desde donde partir. Nada en común.
Otro pequeño paseo por la habitación cavilando, fortaleció la confianza
en la recuperación de sus extremidades. Las fuerzas no flaqueaban como lo hacía
su capacidad de raciocinio. Cierto agotamiento anunciaba la toma de un respiro.
Tomó asiento recabando la presencia de Nunsi.
- Dime Jano, ¿En qué puedo
ayudarte?
- Nada especial Nunsi. Sólo
estoy algo cansado de tanto leer, y quisiera tomar otro café, si es posible.
- Es posible –
convino con firmeza, marchando.
Abordó la décima vida esperando alcanzar un pedestal gráfico desde el
que acceder al descifrado propuesto.
Ø “Alan Johnson parecía la
repetición de Peter Smith. Éste
declinó a los veinte años; diez más conseguiría Alan. El estilo de familia,
educación, país y evolución apenas se diferenciaban. Cambiaba la era de la
aviación, que pasó de los inicios de los primeros biplanos a la época de los
primeros reactores. Alan participó en una guerra, como todas las presenciadas,
absurda; otro conflicto criticado por la mayoría de los habitantes de su país.
Aquí sería un militar profesional adiestrado para el combate, y enviado al
mismo sin opciones. Contrajo matrimonio con una mujer con la que fue muy feliz,
y con sus dos hijos varones realizó una labor excelente, ofreciéndoles un
ejemplo de integridad y honestidad considerables, además de grandes dosis de
Amor y afecto. Pero una vez más, una prometedora vida quedaba aniquilada. Fue
derribado por un misil tierra-aire, después de atacar con su caza bombardero
posiciones enemigas rociándolas con una de las armas más destructivas: nappal.
El impacto recibido fue fulminante, y el aparato, partido en dos, voló sin
acierto deshaciéndose en el cielo mientras caía. Alan quedó inconsciente, imposibilitado para el accionamiento del
mecanismo de expulsión. No pudo saltar. Pereció en un país lejano, en una
guerra perdida, dejando una viuda rota y dos pequeños de diez y ocho años,
desolados”.
Nunsi entraba en
escena en el momento adecuado. La tristeza de esas experiencias provocaba el
brote de algunos tallos de amargura en su interior. No podía comprender el
porqué de tanta muerte y aniquilación.
¿Por qué vivió esas vidas?
- Café y más pastas para el
caballero.
- Gracias Nunsi –contestó
compungido.
- ¿Qué ocurre Jano? ¿Te
encuentras bien? –preguntó al comprobar el frunce ceñido de su despejada frente
a sabiendas del trago al que se enfrentaba.
- Después de doscientas
cuarenta y siete páginas, diez vidas, tres cafés con el que me traes, y diez
horas de lectura, no entiendo nada. Sólo encuentro vidas repletas de
insatisfacciones, muertes desgraciadas, horror, miseria, crueldad y dosis de
rencor. El odio, la mentira, las calumnias, las justificaciones, las guerras y
peleas sin cesar parecen ser todo lo que he experimentado – Nunsi escuchaba
pacientemente, con la psicología propia y adquirida para ejercer sus funciones
–. Apenas he podido encontrar briznas de compasión, felicidad y Amor. Parece
que sólo me he mezclado en situaciones sin sentido, donde la lógica no
imperaba, donde el miedo era la ley que gobernara implacablemente deshaciendo y
confundiendo. ¿Por qué he tenido que pasar por esas experiencias, Nunsi? Si al
menos hubiese podido…
Sus
palabras se apagaron. Tomó la taza conduciéndola hasta su boca lentamente. Su
mirada estaba perdida, al igual que su entendimiento.
- No soy la persona más
apropiada para contestar, no soy tu instructora; pero sí puedo decirte, si te
sirve de consuelo, que presiento por tus palabras que has descubierto lo que
buscabas. Has hecho diana, sólo que no sabes en qué momento…
- Ayúdame por favor. Ayúdame.
Este rompecabezas está agotándome – rogó cogiendo, juntando sus manos de forma
suplicante –. Necesito tu ayuda, por favor.
- Jano – pronunció Nunsi
formalmente –, has de percibirlo tú solo; son las reglas y no puedo hacer más.
Insisto: has dado en el blanco. Repasa lo que has dicho hace un momento.
Examina cada palabra. Te aseguro que la dificultad es nimia. Si te conduzco
hasta el lugar no sabrás el camino de vuelta; has de hacerlo por ti mismo. Y
créeme, estás al borde de conseguirlo.
- ¿Ni tan siquiera una pequeña
pista? Por favor… – insistió implorando efusivamente.
- Todos hemos pasado por esos
instantes descorazonadores, superándolos siempre; puedo asegurarlo. Tranquilo,
que todo llega y todo se resuelve, pero has de hacerlo por ti mismo; es el
mejor modo. Estás tan sólo a un tris de desentrañar el quid de la cuestión.
Tómate el café y continúa; será lo mejor. Confía en mí, y especialmente en ti.
¿De acuerdo? – Él asintió sin convencimiento –. Ahora he de dejarte, tengo
trabajo pendiente – concluyó dirigiéndose a la puerta.
Meditativo y postrado en el sillón, percibió que Nunsi, al igual que
Pitt, le pidieron lo mismo: que confiara en ellos y en sí mismo. ¿Sería la
confianza la clave? ¿Qué significaba en realidad confiar?
- Un momento Nunsi – advertía
Jano cuando la puerta estaba cerrándose –. ¿Podrías traerme un diccionario que
tenga reseñas de sinónimos y antónimos? Por favor.
- Sí, si es lo que quieres,
pero tardará un poco. He de llamar a la biblioteca. ¿Podrás esperar?
- Por supuesto. Al parecer
llevo toda una eternidad haciéndolo – contestó riendo.
Su
ánimo en alza conminaba a la lectura de su última vivencia: justo la anterior,
desde la que había llegado a Nairda. ¿Su último fracaso?
Ø “Jerónimo García era hijo de emigrantes que dejaron atrás un país plagado de
injusticias y miseria para atravesar la frontera ilegalmente hacia la nación
vecina. Allí, encarando una vida dura plagada de obstáculos y privaciones,
sufrieron las insidias de la xenofobia con simulado agrado, educando a sus
descendientes en la tolerancia y el buen hacer. Lucharon denodadamente para
establecerse por su cuenta, trabajando con rigor y muchas horas al frente de un
kiosco instalado en un remolque desde el que servían hamburguesas, patatas
fritas, perritos calientes, y bebidas frías. Ahorraron con esfuerzos el dinero
suficiente para poder ofrecer estudios superiores a dos varones y una chica. El
ingreso de Jerónimo en la Armada constituyó un drama familiar, ya que hubiesen
querido que estudiara leyes. Nunca entendieron por qué se alistó para luchar
por aquellos que tan mal les recibieron y trataron, pues siempre sería tratado
como ciudadano de segunda categoría; aunque él siempre dejó claro que esa era
una manera de reconocer la valía y prestigio de la raza que representaba. Sus
acciones y méritos, le dieron la razón. El resto, fueron años volando en
conflictos elaborados gracias a los intereses sórdidos provocados por los
distintos gobiernos que ostentaron el poder; pero él siempre fue fiel a su
juramento y código de honor cumpliendo con su deber pese a no entender, en
algunas ocasiones, el sentido de las órdenes recibidas. Su hoja de servicios
era intachable; su conciencia no, por lo que dejó los escuadrones de combate
para pasar a la prueba de prototipos. Nunca tuvo fortuna con las mujeres. Como
consecuencia de una de las relaciones mantenidas terminó inmerso en un pozo de
engaños y mentiras, lo que produjo la pérdida de confianza no sólo en el sexo
opuesto, sino también en sí mismo. Incluso perdió las ganas de vivir. Jamás
llegó a entender qué sentido tenía la existencia. Le pareció todo un caos en
medio de algún orden aparente que beneficiaba a los fuertes y poderosos,
despreciando y hundiendo a los que se oponían a sus egoísmos. Fueron días
sumados en la búsqueda perdida de algo que pudiera descubrirle un atisbo de
lógica; horas, minutos y segundos repletos de sin sentido hasta que llegó el
fatídico momento”.
De lo leído al
cúmulo de los recuerdos que tuvo de su pasado desde que llegó a Nairda había
ciertas diferencias, pero no le otorgó la menor importancia; quizá sus
recuerdos se hubiesen confundido y entremezclado. Pese a ello, su conciencia le
trajo con clarividencia el momento en que escribió en Ís sobre aquel cúmulo de
folios, todo el resentimiento que albergaba. Entonces pudo comprender que, todo
lo plasmado fue el fruto de la suma de sus vivencias ahora manifestadas; que en
aquél momento pudo soltar todo el pesar acumulado en sus experiencias. Ahora
entendía con sumo agrado por qué le costó tanto esfuerzo aquél ejercicio. El
rompecabezas se había concluido y por fin cuadraban las cosas. Las evidencias
eran palpables. El entendimiento le inundó plácidamente. Tan sólo un áspero sabor de boca inundó las
papilas gustativas; sintió una sed que no sería saciada con agua.
Con
sus personajes anteriores llegó a identificarse en muchos
instantes pese a su asombro; incluso pudo introducirse en el papel. Jerónimo
García sólo sintonizaba una vida en apariencia simple, sin muchos alicientes y
sin compromisos, justo lo contrario de lo que pensó al llegar a Nairda
- Buenas noches – anunciaba
una cálida y esperada voz –. Nunsi me ha dicho que has solicitado esto –
apuntaba, entregando en sus manos un voluminoso diccionario de gruesas pastas
verdes y dos besos en sus carrillos, consiguiendo ruborizarlo como siempre –.
Por cierto ¿Cómo marcha tu recuperación?
Jano le puso al corriente con rapidez en una afluencia verbal inusitada
producto de la ansiedad provocada por una doble vertiente: una, parte del fruto
de sus descubrimientos personales, lo que más le inquietaba; la otra, producto
de la restauración casi total de la recomposición de su musculatura. A la
conclusión de su amplia respuesta, Pal pudo introducir otra cuestión.
- Entonces, ¿descubriste la
causa de tu adversidad?
- Creo que estoy a punto.
Déjame un momento, he de consultar un par de datos y posiblemente extraiga el
problema – reclamó sin esperar respuesta, como si de una orden se tratase.
Pal permaneció sentada, en silencio. El
enfermo hojeaba el diccionario, buscando el significado del verbo confiar, al igual que indagaba en la
danza de los sinónimos; luego transcribió el resultado de las pesquisas; cotejo
los datos apuntados durante todo el día; garabateó un croquis; impuso flechas
enlazando los puntos; remarcó con un círculo algunas de las síntesis; escrutó;
analizó; pensó; se tomó tiempo, ajeno a la presencia de todo lo exterior.
Finalmente, tras meditar pacientemente, marcó una raya en el papel atravesada
por una doble línea que acababa en un recuadro en forma de rectángulo
delimitando los resultados. Allí escribió la palabra “destructor” como el
producto final de su procesamiento mental.
- ¡Lo tengo Pal; ya está, lo
sé! – dijo espaciando y estirando su cuerpo, tras dejar el bloc, el diccionario
y el manual de vuelo sobre la cama desordenadamente –. El destructor tiene
nombre y apellidos – inquirió espetando –. ¿Quieres saberlo? aunque, imagino
que no te descubriré nada nuevo.
-
Dispara. Asómbrame.
Unos nudillos en la puerta anunciaban la entrada de Nunsi con la cena.
- ¿Cenarás con él? – Indagó
depositando la bandeja sobre la mesa –. Puedo traer otra para ti.
- Sí, por supuesto, si no es
molestia.
- Que sean dos por favor, yo
también tengo hambre – dijo Pitt desde el quicio de la puerta.
- Perfecto. Lo que faltaba –
pronunció con sorna –; al final esto va a parecer un hotel con servicio de
habitaciones, más que una enfermería.
Todos aceptaron su mofa desde una postura afectiva. Nunsi sabía, como
nadie, ser encantadora a la par que descarada.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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