Modelos epidémicos
La
Teoría de Sistemas permite diseñar modelos que pueden simular el comportamiento
de los sistemas reales. Es el caso de las epidemias. Por las noticias que vemos
en los informativos, diariamente nos bombardean con datos, tanto reales de
casos y fallecidos, como simulados, predictivos sobre cómo se supone va a
comportarse la epidemia.
Básicamente
un modelo de epidemia consiste en cuatro variables básicas, más todas las que
se quiera para aproximar lo más posible el modelo a la realidad: susceptibles,
contagiados, curados y, en su caso, vacunados. En el gráfico al final, podemos
ver la representación gráfica de este modelo. A más susceptibles, aumentarán
los contagios, que finalmente se curarán y al aumentar la población de curados,
disminuirá, obviamente los susceptibles hasta el punto de que, salvo que haya
nuevos casos importados, la epidemia se extinga por disminución de susceptibles
por debajo de un nivel crítico. Si a este ciclo, se le añade la posibilidad de
vacunar, esta medida acelerará el fin del brote epidémico, que es en lo que
estamos actualmente con el Covid.
Con
los rumores o ahora conocidos como “fake news”, sucede exactamente lo mismo.
Hay personas desinformadas que caen en la trampa de creerse un rumor. Con el
tiempo, los crédulos se desengañan y advierten de la falsedad del dato. Y puede
que los medios de información adviertan (vacunen) a la población sobre la
falsedad del rumor.
Es
importante tener esto en mente para lo que sigue.
Pandemias 4.0
El
comportamiento social de las epidemias a lo largo de la Historia se ha
caracterizado por los atributos de las cuatro sociedades, desde la 0 hasta la
actual 4.0, entendiendo por Sociedad 0, a la preindustrial y pre-científica y
donde el caballo hacía posible la mayor velocidad en el transporte físico.
Todo
esto es importante, dado que, para que una epidemia pueda expandirse es
necesaria una densidad de población y una capacidad de movimiento tanto mayor
cuanto mayor sea su R0, su tasa de contagio. La última gran pandemia
de Gripe, la mal llamada Gripe española, hemos de recordar que tuvo lugar en
tiempos del Titanic, ocho años después del primer vuelo de los hermanos Wright,
la primera generación de coches a motor y la primera comunicación trasatlántica
por radio, que Marconi la efectuó desde Cape Cod en 1907. La actual pandemia de
Covid19 está teniendo lugar con los máximos adelantos 4.0 imaginables hasta el
momento, por los que literalmente “en tiempo real” todo el Planeta conoce las
noticias y en doce horas, el germen puede llegar (y ha llegado) a los últimos
rincones del mundo.
Así
que, con independencia de la virulencia del virus, la capacidad de manipulación
de la realidad es en la actualidad infinitamente superior que en las grandes
epidemias del pasado. Es más, mucho antes incluso, de que llegue el virus a un
nuevo territorio por vía física, por contagio real, ya ha llegado por contagio
informativo (pandemia informativa). De hecho, el comportamiento sistémico de
una epidemia es exactamente igual, como hemos visto al principio, que el de un
rumor o información, tanto si es real, como si es ficticia. En ambos casos el
conjunto SIR existe (Susceptibles, Infectados y Recuperados). Es decir, en la
actual pandemia, de alguna forma coexiste la difusión física de la enfermedad, y
su difusión informativa, tanto la oficial por medios de comunicación oficiales
como la alternativa por Youtube y demás medios de redes sociales.
Si
en esta difusión informativa existiera intencionalidad en que la gente creyera
algo más o menos, distinto de la realidad, los medios de comunicación, al
servicio de intereses espurios del tipo que sea, podrían mostrar una realidad
que no es, sino que se quiere, se crea que es. La posibilidad es real y
técnicamente es perfectamente posible. Sólo se necesita intencionalidad
suficiente para ello.
En
este escenario sanitario y tecnológico 4.0 estamos viviendo la realidad del
Covid 19. Y en él, la Medicina está viviendo una debacle como nunca ha sufrido.
En los once meses de pandemia, la ciencia médica se ha visto sorprendida como
nunca por la virulencia de un virus desconocido, de aún no se sabe bien su
origen. La primera ola, tuvo una mortalidad cercana al 10%, acaso porque nadie
sabía cómo tratar la extraña sintomatología, que ha variado de forma
extrañísima con el paso de las semanas.
Todo
es extraño, todo es sorprendente y todo es sospechosamente manipulable y acaso
manipulado. La propia información científica, parece haber caído en desgracia
al aparecer estudios e informes que, desde una visión objetiva y científica,
parecen contradecirse entre sí. Y uno puede que termine por sospechar si el
sentido de los resultados está condicionado por la entidad que paga o
subvenciona las investigaciones. Y ahí lo dejo.
Y
en este sentido, surge un fenómeno asombroso y se diría nunca antes visto, el
negacionismo versus el “oficialismo” o, sectores que defienden las tesis
oficiales de los organismos internacionales y los gobiernos y los que sospechan
que esto pueda ser lo que se está llamando ya una “falsa pandemia” o “algo
planificado (pLandemia)” con no se sabe qué finalidad, que interesa que la
gente crea como si fuera una pandemia. Es decir, estamos asistiendo a una “realidad aumentada
intencionadamente”, una realidad que no responde a los hechos, sino a las
informaciones que los medios oficiales de información están dando en según qué
países. Así, mientras en Estados Unidos, parece que se ha decidido dar por
finalizada la pandemia, en España se ha decidido elevarla al paroxismo, la
verdad que no sé con qué intención, salvo la evidente de meter el miedo en el
cuerpo a la gente y de destruir la Economía del país, cosa inconcebible en un
Gobierno que supuestamente esté en sus cabales.
Pero
con o sin intencionalidad, en un sentido o en otro, lo que sí es cierto es que,
sea lo que sea “esto”, lo que es innegable es que ha desbordado tanto a los
gobiernos como a los sistemas sanitarios de prácticamente todos los países. O
eso parece… Es decir, es como si en algún momento se hubiera cruzado un umbral
de sobrepasamiento o capacidad de tener bajo control la situación, casi al
principio de la pandemia, en el primer trimestre del año, y a partir de ahí, de
haber cruzado ese punto de no retorno, ya nada de lo que se quiera o pueda
hacer, tanto desde el punto de vista médico, como sanitario o, como político y
social, puede controlar un proceso pandémico que ha tomado él, de modo
inercial, el control de la situación. La OMS afirma que superar el 5% de PCR+ supone
que la difusión está fuera de control. Y todo esto está generando en la
población algo que va más allá del miedo al virus, incertidumbre, ansiedad,
aislamiento, recelo de todo y ante todo.
En
el fondo es como si se estuviera produciendo una metamorfosis social de
proporciones jamás imaginadas hasta la fecha dado que además el impacto
económico provocado por las medidas de restricción de la circulación de
personas impuesta por los gobiernos literalmente ha hundido las economías de
muchos países, especialmente en España, el país más perjudicado del mundo
desarrollado por la pandemia, en términos de proporción de población afectada,
tanto sanitaria como económicamente. Es el efecto social de este “suceso cisne
negro”. Esto va a tener consecuencias tanto previstas como imprevistas a corto,
medio, largo y muy largo plazo (posiblemente décadas).
Cambio de paradigma
Las
cuatro revoluciones, desde la 1.0 a la 4.0 han conllevado y conllevan un
asombroso cambio de paradigma, entendiendo como tal a “un nuevo modelo que
sirve de norma”. Dee Hook, el padre ideológico y real del sistema de tarjetas
de crédito decía que lo difícil no es cambiar de modelo mental, sino saber
deshacerse del antiguo. Esto es lo que habitualmente conocemos como
“resistencia al cambio”. Pues si bien esta dinámica pasiva o retroactiva ha
podido funcionar durante un tiempo en las revoluciones anteriores, aunque
finalmente fuera arrollada por la vía de los hechos, en los cambios de
paradigmas 4.0, catalizados por este fenómeno pandémico, no se deja opción a
resistirse al cambio. Es una imposición por la vía de la fuerza. O sí, o sí.
Parece
como si una voluntad planetaria hubiera decidido esta situación y a nadie se le
hubiera ocurrido que viene impuesta por arriba. Pero cuesta creer esto en un
escenario internacional como el actual. Así que en general, se piensa que “esto
es lo que hay” y hay que asumir la cruda realidad, aunque no se comprenda bien
ni el origen, ni el devenir de los acontecimientos ni, por supuesto el futuro,
ni en qué quedará todo.
En
este escenario de confusionismo total, parece que nuestras autoridades
políticas, sanitarias, económicas y sociales están tan perdidas como cualquier
ciudadano de a pie. Eso si, parece claro que la solución será la vacuna. Como
si con la vacuna se acabaran todos los males, cosa que se pensaba también con
el Tamiflú, que se quedó en el parto de los montes, pero con una tesorería para
las farmacéuticas bastante considerable. Esta vez, parece que el parto será el
de un león salvador que solucionará todos los males. Podemos creer que el
esfuerzo planetario que se está haciendo romperá todos los record en
colaboración internacional.
Mientras
tanto, nuestros sistemas y modelos sanitarios, en concreto en español,
considerado como uno de los cinco mejores del mundo impresiona de hacer aguas
por todas partes. Y uno de los sectores que está siendo más afectado es el
sector de la medicina primaria que, literalmente, para los usuarios,
simplemente ha dejado de existir, o como si no existiera. Se ha llegado a
imponer la consulta telefónica (caso de que se conteste al teléfono) que, según
los entendidos, es deontológicamente inaceptable.
Resulta
que el acoso al sistema es de tal magnitud, que se trata de dar respuesta a los
acontecimientos, tanto reales como los que se cree que son reales, en tiempo
real, es decir, sin posibilidad de razonar el tipo de respuesta. Casi se está
produciendo un forzoso cambio de paradigma, de modelo sanitario, sin capacidad
de reflexión sobre lo que se está haciendo. Ni siquiera es posible el protocolo
“ensayo – error”. Se hacen las cosas tal y como aparecen las situaciones, a ver
qué pasa y, además, con el emponzoñamiento de la controversia política, donde
las actitudes profesionales ante la pandemia están prostituidas por el signo
político del que piensa y actúa. Es decir, estamos ante un proceso sanitario
que está vergonzosamente politizado desde sus orígenes, al menos en España.
Pero
la consecuencia de todo esto, a nivel sanitario es que la gente sigue
enfermando y muriendo de lo que enfermaba y se moría siempre, pero no es
atendida por esas patologías que están en una gran proporción postergadas por
el Covid, para que, a lo mejor, ahora la gente enferme y muera directa o
indirectamente a causa del Covid. El baile de cifras de contagiados y
fallecidos indica el caos total en el que nos encontramos.
Caos total 4.0 como paradigma
Este
es, por tanto, un cambio de paradigma que va más allá de lo que se podía
esperar por la incorporación de la Inteligencia Artificial, los macrodatos, la
bioingeniería, la Medicina de precisión o el transhumanismo. Es un cambio de
paradigma originado en el Caos total o Caos 4.0, que también.
Y
esto es muy peligroso, porque del Caos total 4.0 no va a surgir nada bueno, al
menos para la población. Pero como no se suele dar puntada sin hilo, puede que
el caos total, sólo sea aparente para una población que se dirige cada vez más
a un estatus de obediencia y docilidad hasta hace bien poco inimaginable, pero
que en la actualidad resulta ya evidente. Lo está demostrando la respuesta de
la población a las durísimas medidas de restricción a la movilidad en España,
con unas consecuencias económicas y en el empleo absolutamente letales e inaceptables
hace cinco años. Y sin embargo la gente confinada, amablemente aplaude las
medidas “por su bien”, aplaudiendo por las ventanas en principio y de modo
explícito a los abnegados sanitarios, pero también y de modo implícito (y muy
útil políticamente hablando) a las medidas del Gobierno.
No
es posible actuar a golpe de respuesta táctica a los ataques. La táctica, o se
basa en un planeamiento operativo adecuado que obedece a un planteamiento
estratégico a largo plazo, o es inevitable el fracaso total.
Como
diría el biólogo y naturalista Paul Ralph Ehrlich (el biólogo, no el médico
premio Nobel de Medicina), “el hombre sabe responder a las emergencias, pero es
incapaz de prevenirlas”. No sé si es este el caso, pero ante una emergencia no
prevista, sólo cabe una respuesta táctica, ni siquiera operativa, por lo que
termina, la respuesta, siendo un desastre, solucionado “de aquella manera”, que
es lo que estamos viendo todos los días por los medios informativos.
En
el addendum sobre la pandemia del coronavirus, decíamos que lo que estamos
viviendo es el evidente resultado del comportamiento caótico de los sistemas.
House of cards
Este
es uno de los elementos más preocupantes de la Humanidad en la actualidad.
A
ver si me explico para que se me entienda lo que quiero decir.
El
mundo actual impresiona de ser un castillo de naipes (house of card) o un
inmenso campo de dominó; para lo que quiero explicar vale.
Está
lo suficientemente bien construido, como para que impactos pequeños y no tan
pequeños sólo provoquen pequeños desplomes de cartas. Pero, por otra parte, es
lo suficientemente vulnerable como para que un vector infeccioso bien pensado,
en un mundo donde la transmisión de materia, energía e información puede producirse
casi en tiempo real, este vector, que no lo olvidemos, es tanto biológico (el
virus) como informativo (la mezcla de noticias falsas y ciertas), puede hacer
auténticos estragos en todos los sistemas y subsistemas humanos que mantienen a
la sociedad tal y como la hemos conocido hasta hace casi un año.
¿Se
entiende esto? Bien, sigamos.
A
juzgar por la letalidad del agente, éste no es excesivamente agresivo, en el
sentido de que el millón de muertos frente a los 30 millones de afectados
(datos del 17 de septiembre), no superan el 3% de letalidad. Es un virus
importante a efectos de mortalidad, pero ni de lejos se sitúa en los niveles de
otros virus como el Ébola o la Fiebre amarilla o el vibrio del Cólera. Es
decir, es un virus malo, pero no demasiado malo a efectos de mortalidad.
Sin
embargo, su rápida difusión ha descolocado absolutamente a los sistemas
sanitarios de todo el mundo. Ha sido un “susto de repente” que, entendemos, se
superará cuando la fase aguda de la pandemia se supere y el virus quede entre
nosotros como un viejo conocido, como lo es el virus de la gripe que, cada año
no es menos mortal que el Covid. La gripe estacional provoca unos cinco
millones de casos y causa unas 700.000 muertes al año en el mundo; es decir que,
si el foco informativo que se le hace al Covid se le hiciera todos los años a
la gripe, nos habríamos muerto de pánico, todos.
Así
que, pensándolo bien, el problema real, con ser el sanitario un problema
importante, no es el más fundamental. Los tiros no van por lo sanitario, sino
por lo económico. El virus se está comportando como una ficha de dominó de 1 milímetro capaz de tirar a la
siguiente de 1,5 milímetro y esta, a la siguiente de 2,5 milímetros, la ficha
número 32 de la secuencia en caer tendría una altura de 287 metros, que
tumbaría sin problemas una ficha de 50 metros más alta que el edificio Empire
State de Nueva York. Así que nadie piense que hay enemigo pequeño.
Y a uno le da por
pensar si este bicho es lo que se necesita para destrozar, literalmente, casi
todas las economías mundiales, como acto final de esa Guerra silenciosa que
expliqué en la entrega 34, una Tercera Guerra Mundial basada en el uso de armas
silenciosas, tan silenciosas como el uso de la manipulación informativa,
elevada al paroxismo con las redes sociales, que he referido en anteriores
entradas y como coda final, un pequeño virus propagado (¿intencionadamente?) en
tiempo real por todo el mundo.
Claro, esta
versión de la película es “conspiranoica que lo flipas”, pero perfectamente
posible a la luz de las tecnologías que la pueden hacer real. Es decir, si las
calenturientas mentes de la Élite han podido pensar en esto, lo han podido
hacer perfectamente. Es lo de los “Protocolos de los sabios de Sión”, que diría
Henry Ford (ver la anterior entrega 42-Economía 4.0), puede que no los hayan
escrito los sionistas, pero lo que pone es lo que están haciendo. Pues esto es
igual, puede que no hayan planificado la pandemia los amos del mundo, pero sus
efectos son los que a ellos les beneficia totalmente para conseguir sus fines.
Así que, en el
otro extremo del argumentario, podemos decir que, en una Humanidad como la
nuestra, donde los sistemas humanos son tan complejos y extremadamente grandes
como los de los dinosaurios, esta pandemia puede que esté siendo como el
asteroide que impactó en Yucatán hace 65 millones de años. Es decir, el acto
final de la “sexta gran extinción”, que provocará una explosión combinatoria de
efectos deletéreos en todos los ámbitos de la vida humana. Principalmente en el
económico, al ver cómo un parón de la actividad económica de dos meses (lo que
ha durado el primer estado de alarma en nuestro país), simplemente lo nos ha
arruinado, y no se recuperará en el medio plazo, si es que lo consigue en el
largo plazo (allá por 2025 o más allá).
Pero, además, y
eso los economistas lo saben, los efectos de una gran recesión se hacen notar
en décadas. Y la actual no es por manipulaciones financieras de los mercados,
como la de 2008, sino por parada total de la actividad económica. Si recordamos
la entrega “25.- Inductores de la complejidad”, decíamos que los inductores de
la complejidad son básicamente son los retardos, las inercias, la sensibilidad
a mínimos cambios y los atractores caóticos. En la actualidad, todos esos
factores se están dando de un modo inimaginablemente severo. Pero me quiero
centrar en el principio de inercia.
La actividad
económica de un país como el nuestro, depende del adecuado engranaje de miles,
por no decir millones de agentes sociales, cada cual haciendo su trabajo en correcta
interrelación con los demás, donde cada agente ha perdido la totipotencialidad
y depende para sobrevivir de que el resto de los agentes sociales funcionen
adecuadamente. No somos esponjas sino seres vivos altamente desarrollados (en
el extremo, dinosaurios). Pues este complejo sistema social funciona casi en
automático gracias a que mantiene una dinámica inercial extremadamente
poderosa, como la de un petrolero. Detener esa inercia es casi imposible en
condiciones normales, dado que la inercia con la que navega el petrolero
impedirá la frenada en corto plazo. Pero si por una catástrofe planetaria (la
caída de un asteroide en el caso de los dinosaurios, o una pandemia en el
nuestro), es capaz de detener en seco las economías del mundo, sobre todo la de
aquellos países más afectados, una vez detenidas, la propia inercia de reposo
impedirá un arranque rápido. Por eso sospechamos que la salida de la actual
crisis en España va a ser cuestión de muchos años de duro trabajo.
Los analistas
estiman que volveremos a navegar normalmente en cuatro años. Veremos a ver.
Ante esta
situación de desplome de muchos castillos de naipes, puede que alguien salga
beneficiado, con independencia de que se confirme la tesis conspiranoica o no,
porque cuando un país queda en venta (ON SALE), siempre habrá algún comprador
con ánimo de invertir y comprarlo, como parece que ha hecho George Soros con
Argentina.
El tiempo dirá en
qué queda todo este pandemónium. Y el tiempo dirá finalmente quienes han sido
los vencedores y quienes los vencidos en este episodio bélico.
Pero hemos de
saber esperar. Con todo, aunque los acontecimientos se producen a velocidad de
vértigo, debemos de esperar algunos meses hasta poder despejar la espesa niebla
en la que nos encontramos.
Espero haberme
explicado razonablemente.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes
entregas de Visión
sistémica del mundo se
realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad
Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada
sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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