Un día cuando se alejaban los pasos de la tarde cubriendo de plata los arroyos y de violeta los montes, Abul Beka miró a sus hermanos y miró el espíritu de todos aquellos que le seguían. Y con la voz que le nacía del corazón, dijo:
—Ha llegado el tiempo en que he de volver a la montaña. Mi voz ha
fecundado el valle de la vida y ha sembrado de luz muchos corazones. Que ellos
ahora a su vez enciendan la luz a otros corazones. Veo una gran luz en un
horizonte no lejano donde se modelará el hombre nuevo.
»Se ha dicho: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Pero yo he visto
que muy pocos se aman a «sí mismos» para poder amar a su prójimo. Yo os digo:
conoceos a vosotros mismos para que sepáis qué arreglaréis de vosotros mismos
en vuestros semejantes. Y así sepáis cómo debéis hacer para amar a vuestro
prójimo más que a vosotros mismos.
»Mis pies están descalzos y mi voz está desnuda. No los tratéis
nunca de calzar ni de vestir. Si vosotros necesitáis calzados y vestidos,
tomadlos, mas nunca digáis que sois de mí.
»Y se encaminó por el sendero que llevaba al sol. Jaida, la de los
ojos grandes, lo seguía y lloraba porque nunca más lo volvería a ver.
Entonces Abul Beka se paró y, mirándola a los ojos, le dijo:
—Ahora tú me cierras el camino con una cortina de lágrimas porque
no conoces el amor. Quizá mañana tu deseo me haga visitar tu vientre y tu amor
de madre me dé un nuevo cuerpo para mirarme en el río de la vida. Y seguir
andando desde el valle a la montaña.
Y volviéndose a todos, les dijo en alta voz:
—Mirad que no me añoréis ni me llaméis con palabras, ni me
busquéis entre las hojas de un libro. Todo aquello que dije se ha parado en el
tiempo y vosotros debéis de andar.
»Id y prolongadme al prolongaros. Es tan puro el viento que hasta impregna
el pecho de aquel que lo golpea, y le da vida. Es tan pura el agua que da de
beber a aquel que la contamina.
»Vosotros sois el viento y el agua y también el fuego y la tierra.
¿Acaso no sois una parte consciente de todas las cosas? ¿Y qué son los demás
sino vosotros mismos en distintas circunstancias? Entonces, ¿qué rama hiere a
otra rama, si sabe que juntas forman el mismo árbol? ¿A qué fruto lo tira el
árbol, antes de estar maduro? ¿Y qué gota de agua se sale de la corriente y
dice: «Ahora iré por mi cuenta hasta el mar»?
»Descubrid el ser perfecto que os habita. ¡Cuántos hay que caminan
pero no avanzan! ¡Y cuántos hay que se quedan en la superficie y no ven lo que
se guarda bajo esa superficie!
»No hay nada malo, ni nada bueno, porque nadie puede ser cortado
por la misma medida ni pesado por el mismo peso. Cada uno hace su malo y su
bueno para irse trascendiendo.
»Aquel que tiene el conocimiento sabe adónde va y de dónde viene y
para qué ha sido llamado desde arriba. Sabe el nombre de todas las cosas y
todas las cosas le sirven, porque al pedirlas, lo hace con un orden, y nunca
para vanagloria suya, sino de la Luz.
»¡Cuántas cañas secas bordean los arroyos! ¿De
todas ellas hay alguna que dé azúcar? ¿Si es así, cómo la distinguiréis?
»Aquellos que conozcan su luz y la aviven y la mantengan, ¿dónde
estarán a ciegas? Ni la más profunda oscuridad impedirá que vean. Porque aunque
vivan en el mundo están por encima de él y aunque andan por el mundo su vuelo
trasciende los siete cielos. Cuanto hacen es de la luz y es la luz
en ellos que hace para dar testimonio.
»De verdad os digo: andad, y se os abrirán los caminos. Haced y se
ampliarán vuestras esperanzas. Nunca estuvisteis solos, ni se os dejó solos.
Abrid los ojos, y veréis otros ojos. Abrid las manos, y veréis otras manos. Dad
los pasos, y veréis la compañía de muchos pasos.
»El almendro de vuestro jardín al que prodigáis tantos cuidados
puede pensar: «Nadie cuida de mí, todos me dejan solo», porque sus ojos no ven
vuestras manos ni su tacto siente vuestro tacto.
»Así os digo: a vosotros os ocurre igual. Vuestros jardineros están
invisibles pero sus manos cuidan vuestro despertar. Que todas vuestras ansias
sean aladas para haceros alados y que todos vuestros trabajos sean para limpiar
el espíritu de verdad que hay en vosotros. Porque ese es vuestro fruto y
vuestro amanecer consciente en el Todo Uno Santo.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se ha publicado en este blog todos
los miércoles desde el 4 de octubre de 2017 al 25 de noviembre de 2020.
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