Gared Mason Diamond (Boston 1937) es un
polifacético científico (biólogo y geógrafo) e investigador norteamericano,
conocido mundialmente por dos libros, “Armas,
gérmenes y acero” y “Colapso”,
dos obras absolutamente imprescindibles para aquellos que deseen comprender un
poco de “qué va esto”. En el primero responde a la pregunta de por qué unas
civilizaciones perduran y otras desaparecen (por qué Carlos V venció a
Moctezuma y no al revés, siendo ambos imperios continentales), siendo la
respuesta el propio título del libro “armas, gérmenes y acero”, es decir la
capacidad militar, la guerra biológica y la capacidad fabril. El segundo
responde a la maldición de que al final, la vida no admite campeones
vitalicios y finalmente todos los imperios caen “por su propio peso” (esto
del peso es importante).
Estamos ante una maldición que, a lo
largo de los siglos no ha tenido clemencia de los imperios, pero sí de las
comunidades humanas que se han sabido adaptar a sus necesidades y han respetado
el medio ambiente. La humanidad en su conjunto sí ha sobrevivido y sí ha
evolucionado. Lo que no lo han hecho han sido los reinos que han querido sacar
los pies del plato e ir más allá de sus límites al crecimiento impuestos por la
propia Naturaleza. En realidad, siempre ocurre lo mismo, tras el esplendor y,
habiendo anochecido el último día de máxima
riqueza y poder, comienza lenta, imperceptible e inexorablemente, el descenso
por la pendiente de la degeneración en todos los sentidos, primero de los
valores humanos, después de la economía, después las propias leyes comienzan a
perder el valor social, son sustituidas por dictaduras y finalmente se produce
el gran desastre final, la cata-estrofa (la catástrofe o estrofa final de la
tragedia) donde los enemigos que esperaban la degradación del imperio, le ven
suficientemente desintegrado como para conquistar el poder e iniciar un nuevo
ciclo. Y se da siempre el proverbio de que “un
imperio es invencible si antes no se ha destruido por dentro a sí mismo”.
Os traigo a colación un ejemplo que es
paradigmático de todo esto.
El colapso maya
Hacia el año 800 dC, la cultura Maya
estaba en todo su esplendor, con una población de varios millones de personas.
Destacó durante 18 siglos
en muchos aspectos culturales tales como su escritura, uno de los
pocos plenamente desarrollados en el periodo precolombino;
su arte y arquitectura, su sistema de numeración, sus
conocimientos en astronomía y su comprensión del medio
ambiente. El periodo llamado
Clásico, comprende más o menos
desde el año 250 al 900 dC. Este
periodo se considera como el que los mayas de las tierras bajas levantaron monumentos impresionantes.
Este período marcó el apogeo de la construcción a gran escala y del urbanismo, la
realización de inscripciones monumentales,
y mostró un desarrollo intelectual y artístico
significativo, sobre todo en las tierras
bajas del sur. El panorama político del período
Clásico maya, caracterizado por múltiples ciudades-
Estado involucradas en una compleja red de alianzas y
enemistades, ha sido comparado con el de Italia durante el Renacimiento o Grecia clásica.
Las ciudades mayores llegaron a tener entre
50.000 y 150.000 habitantes. Pero tras el esplendor sobrevino la decadencia y
el significativamente rápido abandono de estas
ciudades, durante los siglos VIII y IX. Para la
arqueología ha supuesto siempre un gran misterio
sobre el que planean varias teorías, ninguna sin
confirmar, sobre lo que provocó tal
extinción de sus grandes ciudades.
Para unos, la causa estuvo en la
intrusión de los toltecas en Yucatán. Otros opinan que estas invasiones lo fueron
por culturas que no pertenecían a la cultura Maya. Sin embargo, la mayoría de científicos no
creen que esta fuera la causa.
Se postula sobre la influencia de una
ciudad denominada Teotihuacán (el lugar donde los hombres se convierten en
dioses), al noreste y cerca de Ciudad de México, cuya influencia en la región
pudo provocar algún tipo de invasión militar. Y como estas hay otras tantas
hipótesis sobre lo que pudo suceder.
Pero de todas, la que puede ser la más
probable fue la derivada del crecimiento exponencial de la población, de la
consiguiente y necesaria deforestación para abastecer de recursos agrícolas a
dicha población y el consiguiente deterioro del ecosistema selvático.
Esta hipótesis se ha demostrado de una
forma muy curiosa, con un modelo de simulación dinámica que demuestra cómo el
crecimiento exponencial de la población supuso una presión descomunal sobre el
medio ambiente selvático, convirtiendo la jungla en terreno de cultivo (lo
mismo que están haciendo en Brasil sobre la selva); un terreno, tan frágil como
el selvático que no soportó la deforestación y no pudo soportar el crecimiento
de la población. El modelo dinámico demuestra sin género de dudas cómo
súbitamente, toda la infraestructura agrícola simplemente colapsó y obligó a la
población a huir de allí, a riesgo de morir literalmente de hambre.
La descripción del modelo dinámico está
en mi colaboración al Proyecto Sociedad Distópica en: https://sociedaddistopica.com/wp-content/uploads/2019/03/Delgado-Jose-Alfonso.-Li%CC%81mites-al-crecimiento-el-ejemplo-del-colapso-Maya.pdf.
Por si alguno tiene interés en abundar en
el tema.
La conclusión es clara, la superpoblación
y la sobreexplotación de los recursos naturales, siempre tiene un límite,
superado el cual, el colapso más temprano que tarde es literalmente una
“certeza matemática”. El libro de Gared Diamond tiene ejemplos para aburrir,
desde la Isla de Pascua, los vikingos, varias civilizaciones del Pacífico, el
Imperio Romano, el genocidio malthusiano en Ruanda, una severa advertencia a la
expansión de China y a los nuevos imperios supranacionales, las grandes
corporaciones multinacionales.
De nuevo los dinosaurios
Hemos dicho antes que los grandes
imperios caen “por su propio peso”. Y no es una frase hecha, sino que responden
a principios sistémicos básicos que son, el tamaño y la complejidad intrínseca.
El tamaño se comporta igual que como
afectó a los dinosaurios y la complejidad de igual forma, al tener que
desarrollar estos una serie de dispositivos homeostáticos cada vez más
complejos para tener un estado estable cada vez más difícil de mantener. Los
sistemas ligeros consumen mucha menos materia, energía e información que uno
pesado. Un Boeing 747 requiere cuatro reactores con un empuje de 282
kilonewtons cada uno y un depósito de 200.000 litros, mientras que para un
reactor privado de negocios bastan con dos reactores de 40 kN cada uno y un
depósito de 10.000 litros. No tienen nada que ver, como tampoco lo tienen ciertamente,
sus prestaciones. Es decir, a más complejidad, más necesidad de consumo y, no
sólo de materia y energía, sino también de información. Sólo hace falta ver la
cabina de ambos de los aviones referidos. Y ambos respecto de una avioneta Cessna
172, nada que ver.
En la entrega 22, en la que presenté el
Modelo UNO del Mundo, hacía una comparación entre el proceso de extinción de
los dinosaurios con el de los grandes imperios. Algo tan descomunal como un
animal de veinte metros y veinte toneladas de peso es casi incapaz de adaptarse
a situaciones climáticas que cambien súbita y drásticamente.
Nuestro mundo y nuestras organizaciones
han alcanzado un incremento de masa y complejidad tal, que casi es un milagro
que puedan seguir funcionando. De hecho, si el desarrollo informático no
hubiese pasado de la versión 1 o 2.0, posiblemente el mundo actual no sería el
que es. Pero sorprendentemente, la Ley de Moore, según la cual, desde 1965, el
número de procesadores por unidad de superficie se duplica cada dos años, hace
que la capacidad de cálculo y procesamiento de la información crezca de modo
exponencial. Y esto hace que nuestra vida, tal y como la conocemos, sea posible
y aún no haya colapsado.
Pero esta tendencia no crecerá
indefinidamente. Aun así, el salto a los ordenadores cuánticos garantiza en
pocos años un salto de escala. Y sí, los sistemas de control garantizan la
supervivencia de la civilización. Pero lo hacen casi a expensa de que el ser
humano “ceda el control” a las máquinas, a la Inteligencia Artificial hasta que
sobrepasemos el “Punto de singularidad”, término acuñado por John von Newman, y
que designa el momento en el que el control de las máquinas supere al control
del ser humano sobre la sociedad. En ese momento, un escenario como el de
Skynet (Terminator) podría ser posible, si las máquinas nos consideraran una
amenaza.
Es decir, aquí ya no hablamos casi del
futuro de la civilización, sino del futuro del hombre en la civilización. En
este sentido, el futuro se nos antoja con un descomunal cúmulo de bifurcaciones
que a saber a dónde nos pueden conducir. Si nos ajustamos a las leyes que
extinguieron a los dinosaurios, es probable que el ser humano pierda el control
de este invento actual que es la civilización, incluso dentro de un Nuevo Orden
Mundial, en el que el control de la riqueza esté en poder del Poder mundial y
una inmensidad de “epsilones” nos veamos reducidos a esclavos felices (un mundo
feliz). ¿Pero cuánto tiempo resistiremos antes de que la IA asuma el control?
Estas preguntas no son baladíes. La
trilogía distópica (Un mundo feliz, Fahrenheit 451 y 1984) estamos viendo que
no son ya ficción, sino realidad. La cuestión es hasta cuando el dinosaurio que
las tres distopías describen resistirá antes del colapso.
Malthus y el problema de la población
Thomas
Robert Malthus afirmó que el crecimiento de la población, si no se controla,
aumenta como una progresión geométrica. La subsistencia aumenta sólo en
progresión aritmética. Con ello, y las descripciones analíticas planteadas en
su libro An essay on the principle of population, publicado originalmente en inglés en 1798, se expuso lo que pasó
a denominarse la catástrofe malthusiana, consistente en las consecuencias
derivadas de la afirmación que el crecimiento de la población humana, libre de
contenciones, consistía en un crecimiento exponencial puro, de carácter
geométrico, mientras que la producción de alimentos según su argumento, no
podría superar nunca un crecimiento de tipo lineal o a lo sumo potencial. De
esta forma, puesto que la tasa de crecimiento de la población era más acelerada
que la de alimentos, a partir de un cierto umbral de población, Malthus
pronosticó que habría indefectiblemente una escasez de alimentos a gran escala
lo que conllevaría a una gran hambruna, la cual calculó se sucedería a finales
del siglo XIX, específicamente, para la década de 1880. Ved este enlace:
Evidentemente, la catástrofe malthusiana
no se produjo, lo que evidenció que su planteamiento, sin dejar de ser
correcto, era quizás demasiado simplista, no teniendo en cuenta otros factores
que podían tanto amortiguar el crecimiento de la población como potenciar más
allá de sus predicciones el rendimiento agrícola y ganadero, como para
alimentar a mucha más población de la que él había predicho.
Malthus consideraba que el crecimiento de
la población era sí o sí exponencial y el de la producción de alimentos era sí
o sí aritmético o a lo sumo geométrico, con lo que el punto de cruce de ambas
funciones suponía la crisis por el predicha.
Pierre-François Verhulst fue un matemático belga, que publicó en 1838 (40 años después de
la publicación del ensayo de Malthus) una obra que, basada en las estadísticas
disponibles de aquel entonces, complementaba la teoría del crecimiento exponencial, o de la progresión geométrica, colocando un factor correctivo en
la ecuación diferencial que anteriormente se estaba planteando. Hoy en día se
le reconoce principalmente a Verhulst como el descubridor de la función logística, o curva
sigmoidea, es decir, en forma de la letra “S”. Su modelo matemático del
crecimiento de la población incorpora, básicamente, un elemento que contiene y
expresa los factores que frenan el crecimiento sin límite.
Desde los años 1970, y la teoría ha
vuelto a recibir gran atención como un ejemplo importante de la teoría del caos, el determinismo
y la dinámica de los sistemas complejos, posteriormente como una metodología
estadística para la inferencia sobre sistemas sociales basados en datos
discretos, especialmente útil en la nueva ciencia de datos, a través de la
denominada regresión logística.
La
idea fundamental del modelo logístico es colocar un factor que hace que la
población se encuentre limitada por elementos o recursos determinados por el
ambiente, que impiden que las poblaciones puedan seguir creciendo sin límite,
colocando una cota superior para este crecimiento. Por ello se habla de un
crecimiento acotado, es decir, limitado. En las ecuaciones puede observarse que
la tasa de crecimiento “r” es común a
ambos modelos, pero en el crecimiento sin límite esta tasa o razón de
crecimiento afecta a la actual población P(t), mientras que en el
modelo propuesto por Verhulst, el logístico, la tasa o razón afectará al
producto de P(t) y a otro factor, constituido como [ K ─ P(t)
], lo que implica que cuando P(t) crezca, la tasa efectiva de
crecimiento disminuirá, a tal punto que la población P(t) nunca
podrá superar el valor K, al que efectivamente se le denominará capacidad de
carga y representará un valor asintótico que el sistema (o el ambiente) impone
a la dinámica poblacional.
La
aplicación directa de los principios de crecimiento logístico, se han hecho ya
en el crecimiento de la población mundial, viéndose que, en un horizonte
temporal suficientemente alejado del presente, como es 2100, la población
mundial habrá alcanzado en esa fecha más de once mil millones de habitantes,
siendo Asia y a partir de ahora África, los dos continentes más poblados del
mundo.
Si bien, estos ensayos pueden suponer los
inicios del pensamiento a largo plazo sobre el desarrollo humano, no fue hasta
la década de los años sesenta, que se comenzó, por un muy reducido número de
expertos a ver que la Humanidad, tras el espléndido resultado de las medidas de
crecimiento y expansión económica experimentados en el mundo Occidental al
calor de Estados Unidos y en Europa, los efectos del Plan Marshall, podía
empezar a creerse el mito del crecimiento económico ilimitado.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo
experimentó un espectacular incremento del desarrollo económico, valorado en
renta per cápita, y una sensación de que la Sociedad estaba a un paso de
alcanzar la cima del bienestar, se apoderó de las conciencias de la gente, con
un ritmo de crecimiento en todos los aspectos absolutamente espectacular. De
modo que poco a poco, en la Sociedad, una vez olvidados los horrores y penurias
de la Guerra, sintió esa agradable sensación de absoluto dominio de todo y la
de capacidad de poder obtener todo lo que quisiera. Y se construyó su propio
becerro de oro, basado en el dinero y en la Tecnología. Con ambas cosas, el
hombre comenzó a sentirse todo poderoso. Se relajaron las costumbres, comenzó a
propagarse tendencias de relajación moral, el amor libre, el movimiento hippie
y, mientras la máquina del dinero y la producción funcionaba a pleno
rendimiento, surgió, al hilo de estos movimientos liberadores de toda cortapisa
moral, en el eje Europa-Estados Unidos, una cierta tendencia digamos
izquierdosa, con un cierto aroma “antisistema” promovida por una juventud que
vivió el contrasentido de ser “rebeldes sin causa”, chavales que protestaban
por “a saber qué” (quizás en protesta por la guerra del Vietnam), cuando tenían
todas las necesidades materiales cubiertas. Y esto desembocó en las protestas
del mayo francés del 68.
Mientras tanto, no olvidemos que la élite
mundial se veía con fuerza y tecnología suficiente como para iniciar la Guerra tranquila, de la que hemos
hablado en el capítulo anterior “Armas silenciosas”.
Como pasmados por todo lo que sucedía, un
conjunto de intelectuales se hicieron la pregunta de por qué sucedía todo
aquello. Atacaron el problema con objetividad e intuyeron como signo
premonitorio, que algo se estaba dejando de tener en cuenta. Frente a una
sensación de crecimiento sin límite, sectores de la juventud se manifestaban en
contra de todo aquello, amén de que no todo era de color de rosa, había
conflictos manifiestos, como las guerras de extremo Oriente, el conflicto de
Oriente Medio con la reciente Guerra de los seis días, las hambrunas africanas,
como siempre, la Primavera de Praga, el asesinato de Robert Kennedy, múltiples
pruebas atómicas en Nevada, la matanza de Tlatelolco, en México. En fin, un año
como otro cualquiera, pero, más allá de los acontecimientos, este grupo de
intelectuales comenzaron a ver algo que se estaba comenzando a gestar y les
inquietaba.
Era como ver en una función aparentemente
lineal, los indicios de un futuro crecimiento exponencial que, como bien
sabían, en algún momento podría (casi con seguridad) llevar al Mundo a un
escenario francamente desagradable.
Este grupo de intelectuales, coordinados
por Aurelio Peccei (empresario italiano) y por Alexander King (científico
escocés), fundaron el Club de Roma, como lo que ahora se conoce como “think
tank”, para investigar con visión a largo plazo, el devenir de un Mundo que
parecía haber “sacado los pies del plato”. https://www.clubderoma.net/
Por entonces, en el MIT (Instituto
Tecnológico de Massachusetts), trabajaban dos investigadores, Jay Forrester y
Donella Meadows, que habían desarrollado con gran éxito una herramienta de
análisis prospectivo a nivel industrial y social, denominada “Dinámica de
Sistemas” (DS). Fueron contratados por el Club de Roma para elaborar por
primera vez en la Historia el primer estudio prospectivo del Mundo.
El resultado fue el Primer Informe al
Club de Roma, titulado, “Los límites del crecimiento”, donde se mostraba la
evidencia matemática de que el Mundo, de seguir la tendencia que había
establecido de crecimiento económico y social, en una proyección a muy largo
plazo (más allá de un horizonte de cincuenta años), estaba abocado a sufrir un
colapso económico y social en algún momento de la primera mitad del Siglo XXI.
Un colapso global en
algún momento de la primera mitad del Siglo XXI
El informe se publicó en 1972, año en el
que los problemas causados por el DDT, el plomo añadido a las gasolinas y la
contaminación de los ríos llevaron a la celebración de la primera conferencia
internacional sobre el medioambiente, la Conferencia de Estocolmo, que de forma
un tanto retorcida se denominó oficialmente Conferencia de Naciones Unidas
sobre Medio Humano. Las conclusiones del informe y el libro son sencillas: no
es posible el crecimiento infinito de los flujos de materiales, energía y
residuos que produce la economía humana en un planeta finito. Y por ello
tampoco lo es el crecimiento económico. Algo muy parecido han dicho
recientemente 15.364 científicos de 184 países.
Aquel estudio se basó en un modelo DS (usando
la técnica “Dinámica de Sistemas”) del Mundo (World2) que efectuó la simulación
del comportamiento básicamente de cinco variables, 1.-la población, 2.- el
capital invertido, 3.- los recursos naturales (en genérico), 4.- la fracción de
capital dedicado a la agricultura y 5.- los niveles de contaminación. Recursos
y contaminación, orientan el modelo a averiguar cuáles serían los niveles
máximos de sobrecarga soportables por la Tierra y por la Humanidad, haciendo
entender que ni los recursos son fuentes inagotables ni los residuos, sumideros
también inagotables.
Fue el primer intento de demostrar la
validez del crecimiento logístico de la humanidad.
La simulación
de este modelo, con ser muy simple, y el primero que se diseñó hace cincuenta
años, muestra claramente dos tipos de comportamientos que fueron los que
pusieron en guardia a los analistas, y de donde surgió el concepto de los
límites del crecimiento mundial, y el riesgo que podía encerrar a largo plazo.
Construido
el modelo, las simulaciones pudieron mostrar muchísimos escenarios, dependiendo
del horizonte cero del que se partiera. Pero de todos los escenarios posibles,
dos son los más importantes. El primero muestra un enfoque maltushiano, cuyo
resultado final es tal que, una vez disminuidos los recursos naturales por
debajo de un cierto umbral, la población disminuye por hambruna, respondiendo a
la inercia natural del sistema. El segundo muestra un enfoque denominado de
“optimismo tecnológico”, en el que el agotamiento de los recursos se ralentiza
a base de aportaciones tecnológicas que conseguirían una mayor eficiencia de
estos. Pero, el resultado es un incremento inusitado de la contaminación por la
sobre explotación de los recursos, que provoca al final un colapso
considerablemente más dramático que el primero.
Con este
modelo, se podía ya intuir con una evidencia matemática que, posteriores
ensayos confirmarían, que el destino del mundo corría un serio peligro, si se dejaba
sin control, algo que parecía no tener límite, la ambición humana por alcanzar
cada vez más mayores cotas de bienestar y de nivel de vida, en otras palabras,
el denominado “estado del bienestar” no era un futuro deseable, sin tener en
cuenta sus consecuencias.
Sólo eran
viables dos escenarios, el primero, aquel en el que se mantuviera el nivel de
consumo y población en las cotas de 1970; el segundo en el que el consumo de
recursos y crecimiento de población fuera suficientemente lento y con apoyo
tecnológico suficiente como para evitar el disparo exponencial de ambas
variables. Cualquier otro escenario era demoledor, siendo una variable
absolutamente necesaria de mantener bajo control, la población.
Conclusión
La
respuesta del Gobierno USA a tales vaticinios fue la elaboración del NSSM200
(National Security Study Memorandum 200), en la que Henry Kissinger recomienda
literalmente “mantener a determinados países en vías de desarrollo de Asia,
África y América latina en niveles bajos de desarrollo (una forma suave de
pobreza) y de población, porque sus recursos serán necesarios en Estados Unidos
en el Siglo XXI”.
Ver el
documento ya desclasificado en:
Que cada
cual saque sus propias conclusiones.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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