Y un joven vino y, sentándose frente al maestro, así hablaba:
—En todo cuanto me enseñan las ciencias de los hombres no noto sino
un vacío, y cada día no veo sino que me salgo más de «mí mismo» en vez de conocerme más a «mí mismo».
»¿Por qué ocurren estas cosas, maestro?
Y él le respondió:
—Mi hijo, la mayoría de aquellos que imparten conocimientos no
hacen sino decir lo que otros dijeron, sin vivenciarlos en ellos, y toman como
una rutina algo tan serio y trascendente como es el modelado de un alma.
»Otros desean hacer en sus corazones; pero es tan fuerte y grande
el edificio que levanta la inercia y la ignorancia que se sienten
empequeñecidos e impotentes.
»Mira que la educación no es sino dar los medios y las
circunstancias necesarios al niño para que «desde dentro» él mismo se eduque.
Darle un abanico de posibilidades para que cuando empiece a madurar pueda tomar
a voluntad aquello que más le convenga. Hacerlo verse en todas las cosas. De
esta forma se contribuirá a la evolución y no al estancamiento.
»¿Acaso la juventud no son ramas nuevas del árbol de la humanidad
que tratan de llegar al sol del conocimiento por nuevos caminos?
»¿Por qué entonces decir de ella que es ciega y cerrarle los
caminos porque la generación que la precede fue incapaz de aventurarse por
ellos o creó otros distintos?
»Se dice de la juventud que está loca, y no se
piensa que igual locura padecería un águila si le recortásemos las alas para
que no pudiese volar y, con el egoísmo de tenerla para nosotros, le
impidiéramos aletear por el cielo que a nosotros nos fue vedado porque también
se nos cortaron las alas de la búsqueda.
»Mas muchos ignorantes dirán de esto: «Si no le cortamos las alas
al águila, se irá y no volverá». Y yo les diría: «¿Acaso no tiene derecho a
buscar amor entre las estrellas del cielo ya que no tuvo sino incomprensión
entre las piedras de la Tierra?».
»Mira que el niño nace sano y limpio y no son sino las
circunstancias y «los consejos» los que lo van viciando. No culpemos pues al
joven de aquello que hace, sino a aquellas cosas que lo hicieron así. Pero le
es más fácil al hombre culpar que reconocer su culpa. Le es más fácil al hombre
decir esto está mal que arreglarlo él mismo.
»Por esto y más cosas, mi hijo, la tiniebla
del egoísmo empaña aún a la Escuela del Mundo y le impide respirar
fraternalmente y comprender que todos somos Uno
hacia la Luz.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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