Los seres humanos
precisamos biológicamente de un refugio para nuestra supervivencia.
La evolución de este
refugio, desde las cavernas a lo que hay concebimos como hogar, nos ha traído
consigo confort y seguridad, pero nos ha alejado de nuestra conexión innata con
el medio natural.
Cuando vivíamos en
contacto directo con la naturaleza, nuestros ritmos internos iban acompasados
con los ritmos del planeta.
Nuestra forma de vivir
estaba vinculada directamente con el entorno que nos envolvía y no nos costaba
ningún esfuerzo vivir los momentos de descanso y de vigilia.
Diversos antropólogos
exponen incluso la teoría de que, al ser aquellos primeros refugios espacios
abiertos, nuestra intuición nos llevaba a dormir orientarnos hacia direcciones
acordes a nuestra tarea principal del día siguiente. Exponen que nos
orientábamos de forma diferente si al día siguiente debíamos tener desgaste
físico como la caza, o si iba a ser un día de actividad intelectual como el
desarrollo de herramientas o la búsqueda de un mejor emplazamiento para la
tribu.
De ser cierta esta
teoría, confirma que nuestra intuición está sincronizada directamente, no solo
con los ritmos naturales, sino con la amplitud de la vida.
Lo que hoy concebimos
como hogar, nos hace la vida cómoda y nos protege de las inclemencias del
tiempo, pero ha adormecido nuestra sensibilidad innata para conectar con
nuestra sincronía natural. Aspectos tan simples como tener que amoldarnos a
dormir en la única orientación que determinan los dos enchufes en la pared,
colocados únicamente por criterios técnicos y de aprovechamiento del espacio,
hace que nuestra brújula interna se empañe y llegue incluso a ser difícil
orientarnos en la vida.
Este es motivo por el
que, con mucha frecuencia, muchas personas se sienten más lúcidas saliendo de
sus casas que estando dentro de ellas.
Por suerte, la
consciencia de que la energía vital que se halla dentro de nuestra vivienda es
la misma que fluye libremente en la
naturaleza y la misma que fluye dentro de nosotros, nos ayuda a entender estos
procesos.
Si nuestra vivienda
encorseta nuestra forma de ser y expresarnos, probablemente proyectemos en
nuestro día a día esa misma limitación.
Si sientes que algo así
te ocurre, busca un lugar natural donde sientas sincronía y expansión y desde
ese estado, revisa de nuevo tu vida y forma de vivirla.
El contacto frecuente con
la naturaleza desempañará tu brújula interna, te ayudará a sentirte de nuevo
parte perfecta de ella y te resultará cada vez más sencillo percibir, no solo
tu orientación correcta de vida, sino también aquello que pudiera alejarte de
tu verdadera esencia.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una
serie de publicaciones centradas en el Diseño Sentido: interiorismo y diseño consciente de viviendas, comercios y
empresas que mejoran la calidad de vida.
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