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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
Hoy se cumple un nuevo aniversario
de la muerte del gran narrador de la ciencia ficción Philip K. Dick y
reaparecen las preguntas: ¿Por qué este autor —“el Borges norteamericano”,
según Ursula K. LeGuin—, fallecido en 1982, interpela tanto nuestro presente?
¿Cómo es que su literatura se ha convertido en un visor para mirar hacia los
futuros indeseables? Opinan cuatro escritores que lo han leído con suma
atención
Cinco días antes de morir, el
cerebro de Philip K. Dick se apagó. Un derrame cerebral lo dejó inconsciente en
su casa y luego, ya internado en el hospital, un nuevo derrame le provocó lo
irreversible, muerte cerebral. Así permaneció su cuerpo durante cinco días: el
corazón latiendo y bombeando sangre, su físico en vilo, cables conectados a
máquinas, una cama de metal con sábanas blancas, sus familiares rezando
alrededor. Finalmente decidieron desconectarlo. Murió un día como hoy pero de
1982, el 2 de marzo. Su cuerpo fue cremado y las cenizas enterradas en el
cementerio de Colorado junto al de su hermana gemela, que murió a las cinco
semanas de vida. Philip K. Dick tenía 53 años.
No, no era un escritor bestseller.
Escribía para subsistir en revistas y, si bien tenía sus lectores —entre ellos
Robert A. Heinlein y Stanisław Lem—, nunca logró la masividad. Aunque hay que
decir que superó los límites de la categoría de culto. Sí era un narrador
voraz. Escribió más de treinta novelas y más de ciento veinte cuentos. Una
obsesión literaria descomunal lo dominaba y a ella respondía. La ciencia
ficción fue su terreno y a través de sus historias logró plasmar miedos e
inquietudes, ideas y expectativas, además de hacer de la literatura una mirilla
para echar un vistazo hacia todo eso que nadie querer ver: los no siempre
deseados mundos posibles.
"Una deliciosa y sutil descarga
eléctrica, activada por la alarma automática del climatizador del ánimo,
situado junto a la cama, despertó a Rick Deckard". Así comienza su obra
más conocida, fundamentalmente por haber sido llevada al cine en 1982 por
Ridley Scott con el título de Blade Runner. Sin embargo, el libro se
escribió en 1968 y su nombre es mucho más bello: ¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas? En esta novela se aprecia muy bien el universo dickeano:
máquinas inteligentes, humanos deshumanizados, poder, opresión, sensibilidad y
"esa fuerza distópica que es el tiempo".
Guerrillero de la ciencia ficción
"Lo que lo vuelve a Philip K.
Dick un escritor tan singular es su tremenda originalidad y la fuerza simbólica
de sus historias. Representan nuestro inconsciente", le dice a Infobae
Cultura la periodista y escritora española Rosa Montero, autora de una saga que
podríamos calificar de dickeana, que tiene como protagonista a la detective
Bruna Husky y cuyo nuevo título, Los tiempos del odio, acaba de publicar Seix
Barral. "Es uno de esos escritores únicos capaces de atrapar nuestro
inconsciente colectivo", agrega.
Sebastián Robles no es sólo un
escritor interesado en Dick. Ha dado talleres de su obra y es un lector atento
y detallista. "Como a todos los grandes escritores —le dice ahora a
Infobae Cultura—, a Dick se lo puede encarar de muchas maneras. A mí, en particular,
me interesa el trabajo que realiza sobre una tradición literaria específica,
que es la ciencia ficción norteamericana de la edad de oro, entre los años 30 y
40. Entonces, para hablar de él, conviene recordar algunas características de
este género literario: su pretensión cientificista, su obsesión con algunos
tópicos como los extraterrestres, los mutantes, los robots, la entropía, las
máquinas del tiempo y los viajes espaciales, su confianza en el futuro y en la
tecnología como herramienta emancipadora del ser humano. Dick se nutre de todo
eso y lo lleva a otro nivel."
"A diferencia de los grandes
escritores de la edad de oro (Heinlein, Clarke, Asimov), él no tiene ninguna
formación científica, ni tampoco le interesa tenerla. Su materia prima literaria
no es tanto la ciencia y la tecnología, sino las revistas pulp que leyó en su
adolescencia, a las que se suma la formación ecléctica que adquirió cuando
tomaba clases en la Universidad de Berkeley, un cóctel de marxismo,
psicoanálisis y filosofía griega. Igual que otros escritores de su época
(Ballard, Aldiss), Dick escribe en un momento en que la propia definición de
'ciencia' estaba en transformación", agrega este narrador argentino, autor
de la novela Los años felices y el libro de cuentos Las redes invisibles.
“Lo que lo vuelve a Philip K.
Dick un escritor tan singular es su tremenda originalidad y la fuerza
simbólica de sus historias. Representan nuestro inconsciente” (Rosa Montero)
"Quizás motivado por la
urgencia económica —continúa—, que lo impulsaba a escribir mucho y a publicar
sus cuentos en revistas, nadie respetó tanto como él los parámetros de la vieja
ciencia ficción. No apela a ningún elemento externo para subvertirlos. Se
infiltra como un guerrillero y los dinamita desde adentro. Donde Asimov y otros
se esforzaban para elaborar extraterrestres verosímiles, él ponía hombrecitos
verdes. Donde Heinlein forzaba los límites de la ciencia para generar un relato
verosímil sobre viajes en el tiempo, él introducía la psicosis, la paranoia,
los recuerdos implantados. Como a Ballard, el espacio exterior le importa poco.
El universo donde se desplazan sus personajes es la interioridad humana."
La vida es un GIF
"Creo que la literatura de Dick
trabaja sobre la idea de lo que Mark Fisher definió como 'fragilidad
ontológica', es decir, una realidad donde el olvido se convierte en estrategia
de supervivencia y adaptación". El que habla es Juan Mattio, autor de la
novela Tres veces luz, otro gran lector de Dick. "La realidad se actualiza
como si fuera una app, sufre mejoramientos, recortes, amplificaciones. Las
pantallas son dispositivos de mediación entre nuestras subjetividades y lo
real. Eso está en casi todas sus novelas, desde La penúltima verdad hasta
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Lo que se ve, 'lo manifiesto'
podríamos decir, siempre tiene doble fondo y está digitado desde pequeños
grupos de poder", agrega.
Para Juanjo Conti —ingeniero en
sistemas y escritor: su último libro es La carne de los dioses y en los
próximos días saldrá su novela Las lagunas— Dick "no se encarriló en la
llamada edad dorada de la ciencia ficción, en esa visión optimista de la
ciencia y la tecnología que sí tenía Asimov. Era un ser roto (su gemela murió a
las cinco semanas de vida y esto lo marcó) y es probable que por eso su
percepción del mundo haya sido más desconfiada que apacible, más impaciente que
expectante. Y dado que la percepción es el cristal a través del cual un
escritor mira para construir su propio mundo, en sus cuentos y novelas, logra
interpelarnos y sorprendernos".
Además, continúa Conti, "él
decía que la buena ciencia ficción (y podemos extrapolarlo a la buena
literatura) tenía que estimular la mente del lector y abrirla a posibilidades
que hasta ese entonces no había imaginado. Lograr una colaboración entre el
lector y el escritor en la que ambos puedan crear y disfrutar haciéndolo. El
placer, remarcaba, es un componente esencial". Por su parte, Mattio agrega
que "Dick capta muy bien nuestra percepción temporal. La temporalidad del
loop o GIF donde un día se parece a otro y a otro y a otro. Nada nuevo es
posible hasta que se fisura el mecanismo del poder."
Disparos a nuestra contemporaneidad
Pero ¿qué hay en su literatura que
interpela tanto a nuestro presente? ¿Cómo logró predecir la dominación tecnología
de nuestra coyuntura este autor que, en palabras de Ursula K. LeGuin, era el
"Borges norteamericano" y escribía en una época donde acaba de
inventarse la televisión a color?
"No creo que la actualidad de
Dick esté en los dispositivos tecnológicos que imaginó —asegura Juan Mattio—.
La ciencia ficción suele leerse como una literatura de anticipación futurista y
considero que eso es un error. No es importante si la humanidad llegó o no a
colonizar Marte. El carácter dickeano de nuestras realidades está dado por las
fake news y la posverdad. Por esa sospecha de que el poder nos oculta algo
aunque no sepamos qué. Y también en los rumores, las versiones, las intrigas.
La circulación de esos materiales me parece un elemento con el que el
imaginario de Dick se lleva muy bien. Pero, al mismo tiempo, creo que algunas
líneas de fuga a este presente agobiante pueden articularse con ideas de Dick.
Podríamos pensar, por ejemplo, en el lugar central que tiene la empatía en el
proyecto de subjetividad posthumanista de Rosi Braidotti y ahí también está
presente lo que podríamos llamar la filosofía de Dick. Una conexión con todo lo
viviente, que es una forma de contrarrestar la sensación de
vulnerabilidad."
“El espacio exterior le importa
poco. El universo donde se desplazan sus personajes es la interioridad humana”
(Sebastián Robles)
"Philip K. Dick escribió mucho
(sus obras reunidas alcanzan el millón de palabras) en poco tiempo. Escribía
para vivir (y no en el sentido poético de la frase) y produjo con el apremio de
quien necesita pagar las cuentas. Según la crítica, esto provocó que su obra
sea irregular. Yo aventuro otra consecuencia: ese estado de alerta permanente
que emanan sus textos logra una particular empatía con el escritor argentino
promedio que hace malabares entre dos o tres trabajos para labrar su
obra", dice Juanjo Conti, y luego agrega: "Sus preguntas, ¿qué es la
realidad y cómo la percibimos?, cobran especial relevancia hoy en día, con
internet, esa capa pegajosa que lo cubre todo y muchos sienten que se interpone
entre nosotros y las demás personas, entre nosotros y las experiencias, entre
nuestras ideas y nuestros actos. Spoiler alert: el final de esta cadena de
pensamientos es dickeano: internet es la realidad."
Para Sebastián Robles, "a esta
altura, ya es un lugar común señalar que Dick es un precursor en la elaboración
de realidades virtuales, lo cual remite directamente a los paraísos
artificiales generados por la tecnología. Es, también, un poeta de la paranoia
y de esa idea (heredada de los presocráticos) de que la realidad se esconde
detrás de un velo que la literatura puede ayudar a correr. Sin embargo, hay
otra dimensión que no se menciona tanto y que últimamente me interesa más.
Tiene que ver con su indagación en las características propias de lo humano,
entre las cuales él destaca a la empatía, es decir, la capacidad de ponerse en
lugar del otro. Pienso que este factor, que en Dick resulta determinante para
distinguir a los androides de los seres humanos, es también una cualidad propia
de la creación literaria, cuando es auténtica, pero también de la convivencia
en el mundo de las redes, donde cada vez nos volvemos un poco más
inhumanos."
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Autor: Luciano Sáliche
Fuente: Infobae.com (02/03/2019)
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