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24/6/19

Humanidad sana en un mundo enfermo (Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica)



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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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“El vano intento del sistema para retener a la humanidad en una ilusión distópica que nos devuelve inexorablemente a la Utopía de Ser el Ser que Somos”


Este artículo intenta compartir vivencias y perspectivas ocurridas en mi recorrido de vida, particularmente durante los procesos, sucesos y encuentros en al ámbito de la Psicología “clínica”, y toma conceptos centrales legados por el psicoterapeuta, escritor y educador estadounidense Carl Rogers (1902 – 1987), creador del Enfoque Centrado en la Persona (ECP), en la entrevista “Una vía de encuentro con la Vida” (1984) y en su libro “El Camino del Ser” (1980).


En ambos casos Rogers no se separa ya en sus últimos años entre nosotros, de sus propias vivencias ni mucho menos aún de su verdad existencial: cada uno de nosotros lleva consigo el poder de llegar a Ser auténticamente el que Es.


De modo que planteo la siguiente hipótesis: Todos los seres Humanos tenemos en nosotros mismos el poder de liberarnos de cualquier sistema de captura, disolviendo nosotros mismos nuestras propias cárceles.

Propongo como punto de partida desde el título “Humanidad sana en un mundo enfermo” un paralelismo entre los conceptos de Rogers con el experimento que el Dr. David Rosenhan llevó a cabo entre los años 1968 y 1972 llamado “personas sanas en lugares enfermos”.


El experimento de Rosenhan fue un famoso estudio que interpeló la validez del diagnóstico psiquiátrico.  Fue publicado en 1973 en la revista Science bajo el título "On being sane in insane places" ("Estar cuerdo en lugares dementes"). El estudio es considerado como una importante e influyente crítica a la diagnosis psiquiátrica.


La investigación de Rosenhan constó de dos partes. En la primera parte, colaboradores sanos o "pseudopacientes" (tres mujeres y ocho hombres) simularon alucinaciones acústicas para ser internados en 12 hospitales psiquiátricos de cinco estados de los Estados Unidos. Todos fueron efectivamente admitidos y diagnosticados con enfermedades psiquiátricas.


Después de ser internados, los pseudopacientes se comportaron con normalidad y comunicaron a los responsables de los establecimientos que se encontraban bien y que no habían sufrido más alucinaciones. Los responsables médicos no sólo no detectaron a ninguno de los pseudopacientes, sino que creyeron que manifestaban síntomas de enfermedad mental real. Varios permanecieron recluidos durante meses. Todos fueron obligados a reconocer que padecían alguna enfermedad mental y a aceptar medicarse con antipsicóticos como condición para ser dados de alta.


La segunda parte del estudio se llevó a cabo cuando uno de los establecimientos psiquiátricos desafió a Rosenhan a enviar pseudopacientes a su hospital para que su personal los detectara. Rosenhan aceptó y en las siguientes semanas, de los 193 pacientes que el hospital atendió, identificó a 41 como posibles pseudopacientes, 19 de los cuales habían levantado las sospechas de al menos un psiquiatra y otro miembro del personal. En realidad, Rosenhan no había enviado a nadie al hospital.


El estudio concluyó: "Está claro que en los hospitales psiquiátricos no podemos distinguir a los cuerdos de los locos". Igualmente ilustró los peligros de la despersonalización y del etiquetaje en las instituciones psiquiátricas. El estudio sugirió que el uso de instalaciones comunitarias para la salud mental, que se preocuparan de problemas específicos más que de establecer etiquetas psiquiátricas, podía ser una solución. Y recomendó educar a los trabajadores para hacerlos más conscientes de la psicología social implícita en esas instalaciones.


El propio Dr. Rosenhan, luego de estar dos meses internado en la institución psiquiátrica, para ser “dado de alta”, tuvo que admitir estar loco. El mismo dijo: Dicen que estoy loco, pues lo estoy, pero estoy mejorando’. Era una afirmación de la imagen que ellos tenían de mí”.


Mientras la institución logró mediante el sustento diagnóstico someter como objeto de captura al “paciente” Rosenhan, consintió “liberarlo” cuando el “paciente” Rosenhan - en un claro acto adaptativo -, admitió su “locura” con síntomas en “franca mejoría”…


Aquí cabe la pregunta: somos acaso Humanos sanos en un mundo enfermo? (Entendiendo como mundo, aquella configuración, ilusión, construcción, formato, diseño, sistema, etc…que promueve mediante diferentes resortes, someternos como objetos de captura). Y más aún: sería en tal caso necesario ir más allá de los conceptos-constructos de “salud y enfermedad”…”normalidad y anormalidad”…para observarnos como seres que podemos experienciar nuestras vidas en la plena libertad de Ser nosotros Mismos? (el Sí mismo de Rogers), o sólo nos queda como recurso adaptarnos a una construcción propia? Es decir: acomodarnos en una cárcel cuyos barrotes no son otra cosa que nuestra propia instalación adaptativa, con llave en mano…


Con seguridad podemos encontrar algunas pistas en el reconocido poeta Roberto Juarroz, quien  nos lo facilita en su hipótesis artística:


El hombre es siempre

el constructor de una cárcel.

Y no se conoce a un hombre

hasta saber qué cárcel ha construido.

Algunas veces parece sólo la propia,

pero siempre es también la de otros.

Y no le basta con construir la prisión:

aporta también el carcelero.

Lo único que el hombre no pone

es el material para hacer la prisión,

porque sobra en todas partes.

Pero hay otra cosa

que no sabemos quién la pone:

el combustible para el incendio.

Porque si todo hombre es la historia de sus cárceles,

la lamentable historia de un ex presidiario

que vuelve a su prisión o inaugura otra,

a veces es también la historia de quemarse

al incendiar la mayor de sus prisiones.

O ni siquiera la mayor: la que estaba en el límite.



Me desvelan entonces las preguntas cotidianas. Simples. Intensas. Prácticas. Que intentan encontrar el gesto preciso para que las puertas se abran, y se manifieste mi Ser Humano. Y ya no, mi persona-personaje-rótulo-diagnóstico-captura-objeto:


¿Cómo incendiar mi cárcel?


¿Cuándo?


¿Dónde?


¿Aceptándome y aceptándonos incondicionalmente? ¿Observándome congruentemente en pleno y neutro acuerdo? ¿Sentido tal y exactamente en el preciso instante en el que nos brotan la pregunta, la duda, el miedo…?


Admito que no encontré aún respuestas que no me lleven de un “laboratorio experiencial”, a otro nuevo y a otro, una y otra vez más…Tantas puertas, tantos laboratorios….tantos como preguntas, desacuerdos, dudas, expectativas, miedos… ¿Quizás sea este el recorrido necesario y suficiente para liberarnos de una construcción “mundana-enferma” y flotar en el devenir de la Vida…en un mundo que ya no es un mundo enfermo…o sano….sino que simplemente es?


Re-cordar que la hipótesis nos desafía a que inexorablemente vamos hacia el Ser Humano ejemplar que podemos Ser…la Utopía.


Carl Rogers nos regala condimentos esenciales para tomarlos en esta significativa y trascendental tarea con el propósito inequívoco de incendiar las cárceles: Son las actitudes que según él podemos poner en práctica en este maravilloso proceso que tiende inevitablemente y de manera constante a la actualización del Ser vivo que Somos. Rogers las compartió como actitudes “necesarias y suficientes” para jugarlas con nosotros mismos, con los otros, con la Vida, en lo que él llamó “el proceso de convertirse en Persona”… y luego,  “el Camino del Ser”.


La Aceptación incondicional


La Congruencia


La Empatía.


Dijo Carl Rogers: No creo que el mundo o la humanidad mejoren con el ejercicio de la razón solamente. Si vamos a mejorar como individuos, como grupos, como instituciones o naciones, eso será debido a aprender como personas enteras, íntegras, que incluye lo intelectual, lo emocional, y en años recientes utilizaría de forma renuente la palabra “espiritual” también. Uno de los problemas de nuestra sociedad tecnológica es que crece sobre el hecho de que confiamos totalmente en el intelecto y la razón. No creo que esto sea un universo por accidente. Eso siento. Y cualquier fuerza que está funcionando a través del universo podría, posiblemente, ser una fuerza de lucha. Nuestra lucha es una parte de otra universal hacia la mayor armonía, a la mayor perfección. Ésa es una vista espiritual del universo, pero no es de las que cabe en las nociones de la mayoría de la gente sobre Dios. El hecho verdadero de todo esto es que soy demasiado religioso para ser religioso. Para mí eso expresa algo absolutamente verdadero. Hablar de espiritualidad o de Dios no dota a la vida de su calidad religiosa o espiritual. La manera que vivo mi vida es una tentativa de expresar este aspecto que, mejor se deje indefinido. Cuando estoy mejor como facilitador de grupo o como terapeuta, estoy más cerca del mí mismo interior, o quizás en un estado levemente alterado de conciencia, entonces lo que hago parece ser plenamente curativo. Mi sola presencia alivia y es provechosa. No puedo forzar esta experiencia, sino que cuando puedo relajarme y estar cerca de mi base transcendental, puedo comportarme de maneras extrañas e impulsivas en las relaciones, que no puedo justificar racionalmente y que no tienen nada que ver con mis procesos intelectuales. Pero estos comportamientos extraños resultan correctos en cierta forma. El crecimiento profundo, curativo, y la energía están presentes. En esos momentos, parece que mi ser interno ha salido afuera y ha tocado el ser interno del otro. Nuestra relación se supera y se convierte, en parte, en algo más grande. Pienso que los momentos más profundos de la terapia son aquellos en los cuales se puede casi sentir el enlace ectoplásmico del terapeuta y el consultante. El enlace es tan cercano que cada persona puede hablar a la otra sin hablar. O saber lo que está pensando la otra. Siento que ésos son los mejores momentos, la mayor elevación o la recompensa en la terapia. Me opongo a la palabra como objetivo. Estar realmente “cerca” de una persona es uno de los aspectos de mayor satisfacción en la vida. Mi teoría de la tendencia actualizante crece junto a mi experiencia con los consultantes.  Debieron mis clientes desarrollarse tanto en su auto-trascendencia que necesariamente se convirtió en parte de mi teoría. Y tengo la certera sensación de que nos estamos moviendo hacia una era donde los fenómenos de la auto-trascendencia serán más comunes, porque son más aceptados o porque ya era tiempo que ello emergiera. Estoy seguro que no sé quién soy realmente, pero eso es lo interesante, estar en contacto con muchos aspectos de mí mismo, más de lo que acostumbraba a estar.  Pienso que estoy más abierto a mi propia experienciación, de lo que estaba en el pasado. Pienso que la  “aceptación incondicional” en una relación y en uno mismo tienden hacia una paz interna o a la  tranquilidad o, si uno es afortunado, hacia la serenidad. La aceptación incondicional es un continuo camino de encuentro vivencial. Esto incluye la aceptación a la belleza de mis flores, tanto como aquello que se internaliza en mí, como aquellas cosas que se internalizan en una relación. Confío en la  experiencia más que en la teoría, en los significados personales aún más que en las formulaciones intelectuales.

En su libro El Camino del Ser (Ed. Kairos 1986) Carl Rogers describe su visión sobre las características de “la persona del mañana” según lo experienciado en él mismo y en sus relaciones: sinceridad, anhelo de autenticidad, escepticismo en cuanto a la ciencia y a la tecnología, aspiración a la totalidad, anhelo de intimidad, personas-proceso, amorosidad, actitud hacia la naturaleza, desinstitucionalización, autoridad interna, desinterés de lo material, anhelo espiritual. Dice Rogers: “Lo interesante es que las personas dotadas de tales características se sentirán perfectamente a gusto en un mundo consistente sólo de energía en vibración, sin base sólida, un mundo de proceso y cambio en el que la mente, en su sentido más amplio, es al mismo tiempo consciente y creadora de la nueva realidad. Ellos lograrán transformar el paradigma.


En este punto siento, vivo en el encuentro en sí mismo el suceso terapéutico. Todo lo que en nuestras experiencias interrumpe el encuentro entre nosotros y nosotros mismos, o entre nosotros y el otro, o lo otro, interrumpe el proceso y el suceso terapéutico, en tanto lo que siento es que no hay otro. Aunque esa interrupción también tenga en sí un sentido en la dirección de actualizarnos  hacia nuestra auto trascendencia.


Observo en mi mente y en la diversidad de mentes “dementes”, una construcción que replica eventos idénticos e identificados a las construcciones de un mundo que no existe como tal. Un mundo que sólo refleja las construcciones-cárceles de una raza humana en su conjunto, en tanto somos co-constructores de esa ilusión.


La creatividad-libertad sucede, ocurre, acontece toda vez que la experiencia como tal, sin juicio, sin valoración, sin signos, es aceptada y vivida. Sentida en el único sentido que ofrece. Y en el único instante en el que ocurre.


Persisten aún hoy día enfoques y procesos psicoterapéuticos tal como fueron concebidos por numerosas mentes lúcidas, claramente desactualizados y acaso cada vez más alejados de la esencia del Ser que somos. Y por lo tanto se manifiestan como herramientas funcionales  a este “sistema distópico” ya que no ofrecen la oportunidad de trascender hacia nuestro Ser. La trascendencia auténtica tal lo considerado por Rogers, es la que me entrego y “nos” entrego a nosotros mismos.


Es en ese eterno collar de sucesos vividos, sentidos, e integrados con honestidad, en donde nos encuentro en nuestra autentica sustancia. Y es sólo esa sustancia la que nos sostiene en confianza hacia nuestra autorrealización.


Tejemos en red. Tejemos redes con la diversidad. Y esa trama, ese tejido también nos sostiene sólo si el tejido es el producido en los intentos del conjunto en unidad con cada uno.


Podría acaso ser ese punto en ese tejido, el suceso necesario y suficiente. Esa aportación a la trama que nos reubica a cada instante ocupando nuestro lugar exacto en el juego de Vivir. Si esa aportación, ese gesto, tuviera como todo propósito compartir y asimilar experiencia. Siendo esa experiencia la autoridad suprema que actualiza el Todo. Y vuelve a reflejar.


Ser o no Ser…esa persona ese Humano del mañana que ya es hoy.



Se citan: entrevista “Una vía de encuentro con la Vida” (1984) y el libro “El Camino del Ser” (1980). Carl Rogers. El experimento de Rosenhan 1973 revista Science "On being sane in insane places. Poesía Vertical, Roberto Juarroz (2012)


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Autor: Clr. Ricardo Grinszpun (riki281256@gmail.com)

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