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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica.
Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada
sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
“El vano intento del sistema para retener a la humanidad en una
ilusión distópica que nos devuelve inexorablemente a la Utopía de Ser el Ser
que Somos”
Este artículo intenta
compartir vivencias y perspectivas ocurridas en mi recorrido de vida,
particularmente durante los procesos, sucesos y encuentros en al ámbito de la
Psicología “clínica”, y toma conceptos centrales legados por el psicoterapeuta,
escritor y educador estadounidense Carl Rogers (1902 – 1987), creador del
Enfoque Centrado en la Persona (ECP), en la entrevista “Una vía de encuentro
con la Vida” (1984) y en su libro “El Camino del Ser” (1980).
En ambos casos Rogers no se
separa ya en sus últimos años entre nosotros, de sus propias vivencias ni mucho
menos aún de su verdad existencial: cada uno de nosotros lleva consigo el poder
de llegar a Ser auténticamente el que Es.
De modo que planteo la
siguiente hipótesis: Todos los seres Humanos tenemos en nosotros mismos el
poder de liberarnos de cualquier sistema de captura, disolviendo nosotros
mismos nuestras propias cárceles.
Propongo como punto de partida
desde el título “Humanidad sana en un mundo enfermo” un paralelismo entre los
conceptos de Rogers con el experimento que el Dr. David Rosenhan llevó a cabo
entre los años 1968 y 1972 llamado “personas sanas en lugares enfermos”.
El experimento de Rosenhan fue
un famoso estudio que interpeló la validez del diagnóstico psiquiátrico. Fue publicado en 1973 en la revista Science bajo el título
"On being sane in insane places" ("Estar cuerdo en lugares
dementes"). El
estudio es considerado como una importante e influyente crítica a la diagnosis
psiquiátrica.
La investigación de Rosenhan
constó de dos partes. En la primera parte, colaboradores sanos o
"pseudopacientes" (tres mujeres y ocho hombres) simularon alucinaciones
acústicas para ser internados en 12 hospitales psiquiátricos de cinco
estados de los Estados
Unidos. Todos
fueron efectivamente admitidos y diagnosticados con enfermedades psiquiátricas.
Después de ser internados, los
pseudopacientes se comportaron con normalidad y comunicaron a los responsables
de los establecimientos que se encontraban bien y que no habían sufrido más
alucinaciones. Los responsables médicos no sólo no detectaron a ninguno de los
pseudopacientes, sino que creyeron que manifestaban síntomas de enfermedad
mental real. Varios permanecieron recluidos durante meses. Todos fueron obligados a reconocer que
padecían alguna enfermedad mental y a aceptar medicarse con antipsicóticos
como condición para ser dados de alta.
La segunda parte del estudio
se llevó a cabo cuando uno de los establecimientos psiquiátricos desafió a
Rosenhan a enviar pseudopacientes a su hospital para que su personal los
detectara. Rosenhan aceptó y en las siguientes semanas, de los 193 pacientes
que el hospital atendió, identificó a 41 como posibles pseudopacientes, 19 de
los cuales habían levantado las sospechas de al menos un psiquiatra y otro
miembro del personal. En realidad, Rosenhan no había enviado a nadie al
hospital.
El estudio concluyó:
"Está claro que en los hospitales psiquiátricos no podemos distinguir a
los cuerdos de los locos". Igualmente ilustró los peligros de la despersonalización
y del etiquetaje en las
instituciones psiquiátricas. El estudio sugirió que el uso de instalaciones
comunitarias para la salud mental, que se preocuparan de problemas específicos
más que de establecer etiquetas psiquiátricas, podía ser una solución. Y
recomendó educar a los trabajadores para hacerlos más conscientes de la
psicología social implícita en esas instalaciones.
El propio Dr. Rosenhan, luego
de estar dos meses internado en la institución psiquiátrica, para ser “dado de
alta”, tuvo que admitir estar loco. El mismo dijo: Dicen que estoy loco, pues
lo estoy, pero estoy mejorando’. Era una afirmación de la imagen que ellos
tenían de mí”.
Mientras la institución logró
mediante el sustento diagnóstico someter como objeto de captura al “paciente”
Rosenhan, consintió “liberarlo” cuando el “paciente” Rosenhan - en un claro
acto adaptativo -, admitió su “locura” con síntomas en “franca mejoría”…
Aquí cabe la pregunta: somos
acaso Humanos sanos en un mundo enfermo? (Entendiendo como mundo, aquella
configuración, ilusión, construcción, formato, diseño, sistema, etc…que
promueve mediante diferentes resortes, someternos como objetos de captura). Y
más aún: sería en tal caso necesario ir más allá de los conceptos-constructos
de “salud y enfermedad”…”normalidad y anormalidad”…para observarnos como seres
que podemos experienciar nuestras vidas en la plena libertad de Ser nosotros
Mismos? (el Sí mismo de Rogers), o sólo nos queda como recurso adaptarnos a una
construcción propia? Es decir: acomodarnos en una cárcel cuyos barrotes no son
otra cosa que nuestra propia instalación adaptativa, con llave en mano…
Con seguridad podemos
encontrar algunas pistas en el reconocido poeta Roberto Juarroz, quien nos lo facilita en su hipótesis artística:
El hombre es siempre
el constructor de una
cárcel.
Y no se conoce a un
hombre
hasta saber qué cárcel
ha construido.
Algunas veces parece
sólo la propia,
pero siempre es también
la de otros.
Y no le basta con
construir la prisión:
aporta también el
carcelero.
Lo único que el hombre
no pone
es el material para
hacer la prisión,
porque sobra en todas
partes.
Pero hay otra cosa
que no sabemos quién la
pone:
el combustible para el
incendio.
Porque si todo hombre
es la historia de sus cárceles,
la lamentable historia
de un ex presidiario
que vuelve a su prisión
o inaugura otra,
a veces es también la
historia de quemarse
al incendiar la mayor
de sus prisiones.
O ni siquiera la mayor:
la que estaba en el límite.
Me desvelan entonces las
preguntas cotidianas. Simples. Intensas. Prácticas. Que intentan encontrar el gesto
preciso para que las puertas se abran, y se manifieste mi Ser Humano. Y ya no,
mi persona-personaje-rótulo-diagnóstico-captura-objeto:
¿Cómo incendiar mi cárcel?
¿Cuándo?
¿Dónde?
¿Aceptándome y aceptándonos
incondicionalmente? ¿Observándome congruentemente en pleno y neutro acuerdo? ¿Sentido
tal y exactamente en el preciso instante en el que nos brotan la pregunta, la
duda, el miedo…?
Admito que no encontré aún
respuestas que no me lleven de un “laboratorio experiencial”, a otro nuevo y a
otro, una y otra vez más…Tantas puertas, tantos laboratorios….tantos como
preguntas, desacuerdos, dudas, expectativas, miedos… ¿Quizás sea este el
recorrido necesario y suficiente para liberarnos de una construcción
“mundana-enferma” y flotar en el devenir de la Vida…en un mundo que ya no es un
mundo enfermo…o sano….sino que simplemente es?
Re-cordar que la hipótesis nos
desafía a que inexorablemente vamos hacia el Ser Humano ejemplar que podemos
Ser…la Utopía.
Carl Rogers nos regala
condimentos esenciales para tomarlos en esta significativa y trascendental
tarea con el propósito inequívoco de incendiar las cárceles: Son las actitudes
que según él podemos poner en práctica en este maravilloso proceso que tiende
inevitablemente y de manera constante a la actualización del Ser vivo que
Somos. Rogers las compartió como actitudes “necesarias y suficientes” para
jugarlas con nosotros mismos, con los otros, con la Vida, en lo que él llamó
“el proceso de convertirse en Persona”… y luego, “el Camino del Ser”.
La Aceptación incondicional
La Congruencia
La Empatía.
Dijo Carl Rogers: No creo que
el mundo o la humanidad mejoren con el ejercicio de la razón solamente. Si
vamos a mejorar como individuos, como grupos, como instituciones o naciones,
eso será debido a aprender como personas enteras, íntegras, que incluye lo
intelectual, lo emocional, y en años recientes utilizaría de forma renuente la
palabra “espiritual” también. Uno de los problemas de nuestra sociedad
tecnológica es que crece sobre el hecho de que confiamos totalmente en el
intelecto y la razón. No creo que esto sea un universo por accidente. Eso
siento. Y cualquier fuerza que está funcionando a través del universo podría,
posiblemente, ser una fuerza de lucha. Nuestra lucha es una parte de otra
universal hacia la mayor armonía, a la mayor perfección. Ésa es una vista
espiritual del universo, pero no es de las que cabe en las nociones de la
mayoría de la gente sobre Dios. El hecho verdadero de todo esto es que soy
demasiado religioso para ser religioso. Para mí eso expresa algo absolutamente
verdadero. Hablar de espiritualidad o de Dios no dota a la vida de su calidad
religiosa o espiritual. La manera que vivo mi vida es una tentativa de expresar
este aspecto que, mejor se deje indefinido. Cuando estoy mejor como facilitador
de grupo o como terapeuta, estoy más cerca del mí mismo interior, o quizás en
un estado levemente alterado de conciencia, entonces lo que hago parece ser
plenamente curativo. Mi sola presencia alivia y es provechosa. No puedo forzar
esta experiencia, sino que cuando puedo relajarme y estar cerca de mi base
transcendental, puedo comportarme de maneras extrañas e impulsivas en las
relaciones, que no puedo justificar racionalmente y que no tienen nada que ver
con mis procesos intelectuales. Pero estos comportamientos extraños resultan
correctos en cierta forma. El crecimiento profundo, curativo, y la energía
están presentes. En esos momentos, parece que mi ser interno ha salido afuera y
ha tocado el ser interno del otro. Nuestra relación se supera y se convierte,
en parte, en algo más grande. Pienso que los momentos más profundos de la
terapia son aquellos en los cuales se puede casi sentir el enlace ectoplásmico
del terapeuta y el consultante. El enlace es tan cercano que cada persona puede
hablar a la otra sin hablar. O saber lo que está pensando la otra. Siento que
ésos son los mejores momentos, la mayor elevación o la recompensa en la
terapia. Me opongo a la palabra como objetivo. Estar realmente “cerca” de una
persona es uno de los aspectos de mayor satisfacción en la vida. Mi teoría de
la tendencia actualizante crece junto a mi experiencia con los
consultantes. Debieron mis clientes desarrollarse tanto en su
auto-trascendencia que necesariamente se convirtió en parte de mi teoría. Y
tengo la certera sensación de que nos estamos moviendo hacia una era donde los
fenómenos de la auto-trascendencia serán más comunes, porque son más aceptados
o porque ya era tiempo que ello emergiera. Estoy seguro que no sé quién soy
realmente, pero eso es lo interesante, estar en contacto con muchos aspectos de
mí mismo, más de lo que acostumbraba a estar. Pienso que estoy más
abierto a mi propia experienciación, de lo que estaba en el pasado. Pienso que
la “aceptación incondicional” en una relación y en uno mismo tienden hacia
una paz interna o a la tranquilidad o, si uno es afortunado, hacia la
serenidad. La aceptación incondicional es un continuo camino de
encuentro vivencial. Esto incluye la aceptación a la belleza de mis flores,
tanto como aquello que se internaliza en mí, como aquellas cosas que se
internalizan en una relación. Confío en la experiencia más que en la
teoría, en los significados personales aún más que en las formulaciones
intelectuales.
En su libro El Camino del Ser
(Ed. Kairos 1986) Carl Rogers describe su visión sobre las características de
“la persona del mañana” según lo experienciado en él mismo y en sus relaciones:
sinceridad, anhelo de autenticidad, escepticismo en cuanto a la ciencia y a la
tecnología, aspiración a la totalidad, anhelo de intimidad, personas-proceso,
amorosidad, actitud hacia la naturaleza, desinstitucionalización, autoridad
interna, desinterés de lo material, anhelo espiritual. Dice Rogers: “Lo
interesante es que las personas dotadas de tales características se sentirán
perfectamente a gusto en un mundo consistente sólo de energía en vibración, sin
base sólida, un mundo de proceso y cambio en el que la mente, en su sentido más
amplio, es al mismo tiempo consciente y creadora de la nueva realidad. Ellos
lograrán transformar el paradigma.
En este punto siento, vivo en
el encuentro en sí mismo el suceso terapéutico. Todo lo que en nuestras
experiencias interrumpe el encuentro entre nosotros y nosotros mismos, o entre
nosotros y el otro, o lo otro, interrumpe el proceso y el suceso terapéutico,
en tanto lo que siento es que no hay otro. Aunque esa interrupción también
tenga en sí un sentido en la dirección de actualizarnos hacia nuestra auto trascendencia.
Observo en mi mente y en la
diversidad de mentes “dementes”, una construcción que replica eventos idénticos
e identificados a las construcciones de un mundo que no existe como tal. Un
mundo que sólo refleja las construcciones-cárceles de una raza humana en su
conjunto, en tanto somos co-constructores de esa ilusión.
La creatividad-libertad
sucede, ocurre, acontece toda vez que la experiencia como tal, sin juicio, sin
valoración, sin signos, es aceptada y vivida. Sentida en el único sentido que
ofrece. Y en el único instante en el que ocurre.
Persisten aún hoy día enfoques
y procesos psicoterapéuticos tal como fueron concebidos por numerosas mentes
lúcidas, claramente desactualizados y acaso cada vez más alejados de la esencia
del Ser que somos. Y por lo tanto se manifiestan como herramientas funcionales a este “sistema distópico” ya que no ofrecen
la oportunidad de trascender hacia nuestro Ser. La trascendencia auténtica tal
lo considerado por Rogers, es la que me entrego y “nos” entrego a nosotros
mismos.
Es en ese eterno collar de
sucesos vividos, sentidos, e integrados con honestidad, en donde nos encuentro
en nuestra autentica sustancia. Y es sólo esa sustancia la que nos sostiene en
confianza hacia nuestra autorrealización.
Tejemos en red. Tejemos redes
con la diversidad. Y esa trama, ese tejido también nos sostiene sólo si el
tejido es el producido en los intentos del conjunto en unidad con cada uno.
Podría acaso ser ese punto en
ese tejido, el suceso necesario y suficiente. Esa aportación a la trama que nos
reubica a cada instante ocupando nuestro lugar exacto en el juego de Vivir. Si
esa aportación, ese gesto, tuviera como todo propósito compartir y asimilar
experiencia. Siendo esa experiencia la autoridad suprema que actualiza el Todo.
Y vuelve a reflejar.
Ser o no Ser…esa persona ese
Humano del mañana que ya es hoy.
Se citan: entrevista “Una vía de encuentro
con la Vida” (1984) y el libro “El Camino del Ser” (1980). Carl Rogers. El
experimento de Rosenhan 1973 revista Science "On being sane in insane places. Poesía
Vertical, Roberto Juarroz (2012)
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Autor: Clr.
Ricardo Grinszpun (riki281256@gmail.com)
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