Economía keynesiana
La Economía keynesiana es la denominación
que se le da al sistema socioeconómico atribuido a John Maynard Keynes
(1883-1946), discípulo de Marshall, y mejor conocido como el padre de la
Macroeconomía. Él se interesó por cuestiones en las que nunca hasta entonces
nadie había tenido en cuenta. Quiso investigar cómo los procesos económicos
pueden estar influidos por el nivel de ingresos de las naciones y por los
niveles de empleo. Convencido estuvo de que las respuestas tenían que venir del
antiguo “caballo de batalla” en relación a la oferta y la demanda. Sin embargo,
en contraste con los clásicos y neoclásicos que ponían el énfasis en lo
individual, es decir, en la pequeña escala empresarial, él se interesó por los
niveles nacionales (gran escala) de oferta y demanda. En otras palabras, para
Keynes el proceso económico real ocurría a escala nacional y dependía de la
capacidad de la nación para producir, es decir de la capacidad de oferta que
una nación (en su conjunto) puede generar, que no es otra que su capacidad de
consumir. Keynes creía que la demanda debe ser alentada incluso gasto
deficitario por el Gobierno y así se introdujo en el argot económico los
conceptos de inflación, recesión y depresión.
La economía keynesiana está centrada en
la demanda de modo que la prosperidad de una nación depende de su consumo, es
decir, consumir todo lo que produce. Aunque a primera vista su teoría económica
parece estar a favor del crecimiento continuo, no obstante, un análisis más
detallado de sus escritos indica de otro modo su preocupación por hasta dónde
este proceso puede mantenerse. Por lo tanto, él apuesta por el crecimiento
económico salvo por su preocupación por el empleo, el crecimiento de la
población y el incremento de la demanda de alimentos, en la que él no creía en
un galopante crecimiento, alimentado por la avaricia y el egoísmo. Por supuesto, él era consciente del hecho de
que estas características, sin importar que sean desagradables, son las fuerzas
que impulsan el sistema económico capitalista y un mal necesario para el éxito,
como instrumento para satisfacer la siempre creciente avaricia del mundo.
Así que ¿cuál es la solución y cómo la
Humanidad puede superar esta paradoja? El creía, sinceramente, que la
“salvación de la Humanidad llegaría por el ejercicio de un “consciente control”
sobre su capacidad reproductora y no dejarlo todo a la supervivencia del más
fuerte e inteligente en la competitividad. No obstante, a este respecto, es más
bien desafortunado que incluso la economía keynesiana haya sido malentendida
por algunos economistas y manipulada por algunos políticos para adaptarla a sus
ideologías. Para subrayar esto, Keynes a menudo saltó que estos pragmáticos
hombres, los políticos, son “esclavos de algunos economistas trasnochados”.
La Teoría General del empleo, el interés
y el dinero de Keynes se usa sólo bajo ciertas restrictivas condiciones y no se
puede aplicar a todas las condiciones generales. Alentar la demanda a través del déficit masivo
solo causa inflación, lo que neutraliza cualquier intento de crecimiento. Sólo
sirve para gastar una mayor cantidad de recursos naturales e incrementar los
niveles de contaminación. Keynes fue un gran impulsor de la adaptación a las
condiciones cambiantes; su siguiente comentario es un buen indicativo de su
actitud: “Cuando la
situación cambia, ya cambio mi mente; ¿qué hace usted, señor?”.
Otra debilidad de la economía
keynesiana, que es estática, es decir, niega el fundamental elemento del
horizonte a largo plazo. Esto significa que no tiene en cuenta la minoración de
los recursos naturales, su finitud o su valor en la forma de depreciación. Es
un gran problema den el presente, la severa reducción de los recursos
naturales, así como la pérdida de la biodiversidad, llevada a cabo por nuestra
generación, en perjuicio de las futuras generaciones; esto es, la
sostenibilidad en todos sus posibles formas.
Por otra
parte, la economía keynesiana es correctiva y no preventiva. Más bien es
reactiva en el sentido de que ofrece soluciones a los problemas, una vez que se
han producido. Tomemos el empleo como un ejemplo universal suplicando casi
todas las naciones ahora a la economía keynesiana abogar por el gasto público
incluso por el déficit para impulsar el crecimiento. Por supuesto que es una
solución, pero acompañada por un necesario periodo de inflación que reduce el
crecimiento de forma inevitable. Esto genera los clásicos periodos de
crecimiento y recesión económica, de diferente duración, desde el nivel
familiar al global, sin solución real en el horizonte. ¿Cuál es la solución?
Keynes ofrece una solución al afirmar que “el correcto remedio a los ciclos económicos no se encuentra en eliminar
los booms y mantenernos en semi-depresiones, sino en la eliminación de las depresiones
y protegiéndonos permanentemente en un quasi-boom.”
¿Quiere
Keynes con esto indicar que propone estar en el crecimiento continuo o
simplemente, propone soluciones contra las recesiones económicas mediante la
manipulación de las tasas de crecimiento? Me parece que Keynes ha sido en parte
contradictorio en sus escritos en cuanto a los beneficios del crecimiento
ilimitado y la acumulación de riqueza. Me baso para ello en la siguiente frase:
“El problema económico no es, si miramos al futuro, el permanente problema de
la especie humana.” Porque ¿no lo es de hecho?
En la
economía neoclásica la regulación de los precios es la vía de coordinar la
oferta con la demanda y para el sistema de mercado, su funcionamiento efectivo,
considerando todas las variables. Pero el ajuste de los precios puede llegar a
ser inoperante bajo dos condiciones: (1) Ni la oferta ni la demanda pueden
responder a los incentivos de precios y los precios se mantendrían constantes.
(2) Por razones políticas, los precios podrían mantenerse constantes. Por otra
parte, de acuerdo con esta teoría los precios unitarios pueden tender hacia el
equilibrio a través del ajuste de la oferta-demanda y los precios. Pero ¿porqué
un sistema económico como un todo? Keynes no lo creía y argumentaba que son
posibles estas situaciones (no especificadas por él) bajo las que los precios
se mantendrían rígidos, aunque hubiera cambios en la oferta y la demanda.
En el análisis final del precio de los
productos, pueden reflejar su abundancia o escasez y especialmente en el caso
de los recursos naturales. Incluso, los precios se pueden reflejar como la
oportunidad (coste-oportunidad) de manufacturar un cierto producto; esto es, si
pueden ser utilizados para fabricar armamento o ser utilizado para mejorar el
estándar de vida de los pobres. Realmente, estamos observando desde hace tiempo
que la manipulación de los bajos precios por corporaciones supranacionales ha
sido mantenida artificialmente (por ejemplo, los combustibles fósiles), aunque
ha cambiado la oferta-demanda. No hace falta decir que estos bajos precios van
en detrimento de la conservación de los recursos naturales.
¿Pero un mayor crecimiento económico y
creación de riqueza monetaria acaso no significa mayor poder adquisitivo, y así
poder consumir más de bienes de lujo? Y así, ¿esto no impulsa un mayor
crecimiento económico con una mayor producción que precisa de más recursos
naturales? Sin embargo, existe el argumento de que a más riqueza redunda en
mayor ahorro e inversión para crear empleo y reducir así los niveles de
pobreza. La experiencia de la última década del Siglo XX fue testigo por el
contrario del florecimiento de los mercados bursátiles junto a un alto nivel de
desempleo. Desde luego, estamos ahora inundados por problemas añadidos derivados
del alto nivel de desempleo mientras tenemos un alto crecimiento
económico. Parece que este problema
tiene raíces más profundas y que hemos de buscar soluciones para nuestro
sistema socioeconómico, apuntalar sus bases teóricas, así como toda nuestra
existencia.
Algunos economistas post keynesianos han
continuado las ideas de Keynes y han refinado el análisis teórico, bastante
preocupados con la microeconomía (economía doméstica) o con la economía a gran
escala a nivel nacional (macroeconomía). Ellos están sólo preocupados con la
demanda a corto plazo, ignorando la demanda a largo plazo y sus consecuencias.
En otras palabras, ellos han sido fieles discípulos de Keynes en su noción de
que “en el largo plazo, acaso estemos todos muertos”. La preocupación en el largo plazo significaría localizar
recursos siendo conscientes de su agotamiento y así maximizar su uso y así como
la valoración y monetización de intangibles. De todas formas, lo que significa
para la Economía es la necesidad de su análisis a ser intercambiable y
aplicable desde el corto hasta el largo plazo.
Por lo tanto, la Economía y su análisis
teórico se muestra con el problema de cómo tener en cuenta en ambas escalas
(macro y micro) una teoría comprensible que una un puente entre ambos. Aunque
puede parecer de otro modo, sin embargo, la macroeconomía depende de una
aproximación individual y su preocupación con grandes agregados de la economía
y grandes ofertas y demandas que no imposibilitan el hecho que no haya acuerdos
en los precios, y que el análisis final parte de las elecciones y preferencias
de los individuos. Aunque esta teoría aporta el marco de trabajo por
descontado, aunque algunos economistas, como Georgescu-Roegen, ha sugerido que
este aspecto es más relativo a la ética que a la economía.
Economía marxista
Merece la pena incluir en este capítulo
algunos aspectos de la filosofía económica de Karl Marx (1818-1883) cuya visión
constituye la base fundacional del sistema socioeconómico de los países del
bloque soviético durante el Siglo XX. No nos interesa aquí por qué el sistema
socioeconómico fracasó sino considerar brevemente la Teoría Marxista en cuanto
afecta en nuestro interés en la historia de la economía en relación con los
recursos naturales y el medioambiente.
La teoría económica marxista deriva en
realidad de las teorías de Smith y Ricardo, sobre cómo valor de los productos
el este sistema económico determina el precio sobre el coste del trabajo
realizado en su producción más una cierta cantidad de beneficio. Marx extendió
su teoría más allá, en orden a adaptar su ideología y proclamar la teoría del
trabajo de superávit, significando que un producto puede tener un precio
superior sin pagar el beneficio extra o una proporción del mismo al trabajador
o trabajadores que hayan intervenido en su fabricación. Para Marx esto
significa exploración del trabajo y quería enfatizar la importancia del trabajo
y el esfuerzo físico para ganar un justo nivel de vida en contraste con el
vivir de las propiedades de cada cual.
Por supuesto, él apreciaba que en la
economía capitalista los individuos están sólo interesados en la acumulación de
capital mediante (1) Máxima producción, (2) máximo consumo y (3) máximo
beneficio. Pero esto no le desvió de su mayor preocupación que era el esfuerzo
extra de trabajo para lograr la máxima producción no compensaba la
sobreexplotación [del trabajador] Aunque Marx creía que la economía capitalista
malgastaba los recursos naturales y abusaba del medioambiente, no apreciaba que
este mal uso fuera parte y parcelaba semejante sistema y era indispensable para
la dinámica del sistema socioeconómico capitalista y su adecuado
funcionamiento.
El gran avance de la Teoría marxista,
miente en su aceptación de la importancia del sistema natural como base de la
Economía. Esto está mejor ilustrado por Marx en la declaración de su manuscrito
de Economía y Filosofía: “El trabajador
no puede crear nada sin la naturaleza; sin el mundo exterior. Es el material
sobre el que realiza su trabajo.” No obstante, los economistas marxistas se
muestran más interesados por los recursos naturales en tanto saber qué precio
pueden pagar a sus propietarios para afectar a la distribución de ingresos y
también ahorrar en inversiones. Su interés no es biológico ni físico, esto es, no está repartido entre los recursos
biológicos y el medioambiente en cuanto a (1) su viabilidad, (2) su
agotamiento, (3) asignación intergeneracional y (4) la contaminación del
medioambiente.
El sistema natural y su valor es sin
embargo importante desde dos puntos de vista; su valor en relación a (A) los
tangibles, es decir, los recursos naturales y su agotabilidad y (B) los
intangibles, es decir, la importancia estética de la limpieza y preservación
del medioambiente de contaminación, para la salud humana. Ambos factores son realmente
“condiciones de producción” como define Polanyi (1944) como “Cualquier
cosa puede ser tratada como si fuera una mercancía, aunque no se pueda
transformar en una mercancía”. Por lo tanto,
de acuerdo con esta definición, no sólo son mercancía los recursos naturales,
sino también las personas, el medioambiente, el conocimiento y la información,
aunque no como mercancía real sino ficticia.
Marx estaba también muy interesado en las
condiciones de producción, especialmente en la fuerza de trabajo y en la
realización de su estimación de valor real por la cantidad y calidad de la
producción. Su interés en las condiciones de producción, derivaba del hecho de
que, bajo el sistema productivo capitalista, cualquier cambio en el sistema
hacia el incremento de producción (mediante el uso de la tecnología, por
ejemplo) era a costa de las condiciones de producción, en especial, de las
condiciones laborales.
La Economía marxista está basada en tres
premisas principales: (1) el gradual incremento del desempleo laboral, (2) el
incremento de la competitividad de la actividad económica y (3) el descenso de
las tasas de beneficio consiguiente a la actividad económica. Estas tres
premisas han sido confirmadas en diversos grados. Aunque generalmente la
economía y las cargas sociales de la fuerza laboral ha mejorado, sin embargo,
la sociedad humana está habitualmente castigada por el paro y la imposibilidad
de poder alcanzar unos dignos niveles de vida. Hasta la segunda premisa que
afecta a la actividad socioeconómica, es cada vez más competitiva y compromete
un resultado poco ético entre muchas otras cosas, así como el despilfarro de
recursos naturales y degradación del medio ambiente, especialmente en los
países subdesarrollados. En cuanto a las ganancias, excepto en algunos sectores,
ha ido decreciendo en combinación con la saturación del mercado de trabajo, que
lo hace en detrimento de la fuerza laboral en la que surge algo parecido a un
“mercado de esclavos”.
La Teoría marxista es más bien
contradictoria en el sentido de que no puede hacer compatible la capitalista
forma de producción con las condiciones bajo las que puede generar beneficio
para la fuerza laboral. Por esta razón Marx pensó que el sistema capitalista
estaba condenado al fracaso, no por otra razón más que por el hecho de que el
medioambiente y sus recursos, ha de ser humanizado mediante la ciencia y la
tecnología para el continuo progreso de la humanidad. Esto haría perder a los
recursos naturales su capacidad de regeneración y degradaría el medioambiente y
a todo el sistema insostenible. Esto lo ilustra Schumpeter (1954) cuando dice
que el capitalismo para triunfar “ha de sembrar la semilla de su
propia destrucción”.
Marx estaba también interesado en el
sistema en su conjunto, es decir, en el sistema capitalista como una unidad más
que en cada una de sus partes como los recursos, el trabajo y los productos. No
obstante, él ponía el énfasis en la importancia del trabajo porque pensaba que
estudiándolo por separado, obtendría una idea del trabajo en el sistema capitalista
en su conjunto. Él quería saber qué ocurriría con el beneficio extra
obtenido cuando un mayor esfuerzo laboral impulsara un superávit en la
producción, mayores ventas y mayores beneficios para el propietario. En otras
palabras, mediante el estudio del factor laboral de la producción, Marx quería
deducir los resultados del sistema en su conjunto. Su capacidad de abstracción
se podría usar como un puente que conectara la finita subjetividad humana con
la infinita subjetividad capitalista. Por lo tanto, parafraseando a Hegel “la
lógica coincide con la metafísica”, que
quiere decir que el sistema capitalista hace coincidir la lógica con la
economía. Es decir, todos nuestros motivos están influidos por una entidad
abstracta con ánimo de lucro. Esta entidad abstracta tiene que ser lograda
mediante la fijación de precios de los bienes en comparación con otras
mercancías y el intercambio por dinero en tanto el sistema capitalista no está
realmente dirigido al trueque y valor de uso.
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Autores: Mansour Mohammadiam y José
Alfonso Delgado
Nota: La publicación de las diferentes entregas
de El Tercer Camino
se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.
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