Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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17/1/22

3.- Economía clásica y fisiocrática

Buenos días a todos.

A partir de esta entrada, comenzamos a desgranar los fundamentos y desarrollo del pensamiento Bioeconómico que Mansour Mohammadian viene desarrollando en los últimos cuarenta años. El texto de lo que se va a ir subiendo de ahora en adelante, proceden básicamente del libro  “Bioeconomics, biological economics, an interdisciplinary study of Biology, Economics and Education” publicado en 2003 y que supone la base conceptual de este tipo de pensamiento económico, la Bioeconomía, absolutamente integrado en el pensamiento holístico sobre la gestión del Planeta. 

Comenzaremos esta introducción a la Bioeconomía por una revisión sobre el pensamiento económico con lo que denominaremos, la “arqueología de las ideas económicas” de Aristóteles. 

La arqueología de las ideas económicas

La Teoría pre-clásica arranca de la Escuela Griega con la Oikonomia (Oikos: casa y Nemein: gestión, administración). De acuerdo con Aristóteles y otros filósofos griegos, la Naturaleza es un sistema autopoyetico (autogenerativo) de producción y provee a los seres humanos de lo que ellos, por sí mismos no pueden producir. Ellos creían en la idea de que “sólo la Naturaleza produce y el hombre sólo puede administrar esos recursos”. Esto engloba la creencia de que lo que sea que el ser humano produzca con su sistema de producción socioeconómico lo que hace es sólo transformar aspectos de la economía de la Naturaleza.

Acercándonos más a nuestro tiempo, un grupo de notables economistas, William Petty (1623-1687) y Nicholas Barbon (1640-1698), eran de la opinión de que la auténtica riqueza es la riqueza natural, esto es, la riqueza originaria de la tierra y de los yacimientos minerales de una nación (oro y plata en esa época), lo que generaba riqueza y consecuentemente poder para esa nación. Así se originó la idea de países ricos y países pobres y, consecuentemente la noción de colonialismo y poder colonial como el de España en los siglos XVI y XVII y del Reino Unido en los siglos XVIII y XIX. La teoría tras este tipo de ideología se vino a conocer como mercantilismo y, los economistas a favor de esta ideología estaban en contra de las importaciones, pero a favor de la acumulación de capital. Los mercantilistas estaban además a favor del incremento de población para poder disponer de gran cantidad de trabajadores y de efectivos militares para las campañas de conquista. En otras palabras, el comercio seguía la bandera y los minerales obtenidos en territorios ricos en recursos. No obstante, hoy en día en la era de la aldea global y de la globalización, la geografía no es problema pues, como mucho, los recursos son extraídos a bajos precios de sus países de origen, por debajo de su valor real natural, para producir mercancía barata a precios competitivos.

Petty empatizó sobre la importancia de los materiales fuente de energía (el modelo energético) y calculó los precios de los productos en términos de coste de trabajo aplicado al proceso de producción sumado al coste de la alimentación de los trabajadores. La más desafortunada extensión del pensamiento mercantilista fue la noción de los recursos inagotables. Esto se debió a que los economistas pensaron en el capital de la Naturaleza como un stock (como un valor), que es una cantidad fija como la tierra (en términos de hectáreas), y que nunca disminuye en cantidad. A diferencia de los recursos que produce una tierra de cultivo fértil y produce ingresos constantes, el mineral es dinámico, pero no renovable y puede disminuir. La diferencia entre la tierra y el trabajo lo indica Petty que dice: “El trabajo es el padre y principal factor de riqueza, pero la tierra es la madre”.

Escuela fisiocrática de Economía

El mercantilismo fue seguido por la Escuela Fisiocrática de Economía, pensamiento que viene de Francois Quesnay (1698-1774) que creía en los fundamentos físicos de la Economía. Aunque los fisiócratas enfatizaron en la importancia de la Naturaleza y de los recursos naturales, sin embargo, ellos previnieron contra la falsa noción de la inagotabilidad de los recursos, por lo que la tierra fértil debía ser considerada un recurso renovable pero sólo tras periodos de regeneración. Esto otorga la idea de la conservación y sostenibilidad como originariamente Quesnayana y no es un nuevo invento de los economistas y ecologistas del Siglo XX.

Los fisiócratas creían en la regeneración de la riqueza sin provocar daño esencial a la tierra. Incluso para ellos, los trabajadores auténticos eran agricultores implicados en el cultivo de la tierra, el único factor productivo capaz de generar excedentes de producción. Muchos economistas están de acuerdo con la noción fisiocrática de la tierra fértil como el principal factor de producción y la idea se difundió a lo largo del Siglo XVIII por el economista italiano Pietro Veri que expresó la opinión de que “todos los sucesos en el Universo, si suceden en la tierra del hombre o por las universales leyes de la Física no han de concebirse como una creación sino como tan sólo una modificación de la materia existente”- Los fisiócratas y los mercantilistas, además creían  en ahorrar y acumular capital pero, a diferencia de los mercantilistas aquellos deseaban la acumulación de riqueza como inversión y producción y no la acumulación por el simple hecho de incrementar la riqueza.

Adam Smith

El periodo clásico, se puede decir que comenzó alrededor del Siglo XVII con los trabajos de médico británico William Harvey (1578-1657), que propuso el movimiento de la comida digerida por la circulación de la sangre. Igualmente se pensó que la Economía es el simple movimiento de materiales (recursos materiales) extraídos de la tierra y transportados por diferentes territorios de los países mediante las rutas de comunicación. Este transporte de materiales sería similar al transporte de nutrientes por la sangre hasta sus múltiples destinos. El comienzo de la moderna Economía data de tiempos del filósofo escocés Adam Smith (1723-1790) que, estaba en contra del proteccionismo y del mercantilismo y a favor de la libre empresa, orientada al intento individual de obtener el mejor beneficio para uno mismo y el mercado en su conjunto, como una unidad funcional a modo de “mano invisible” que regula la natural “tendencia privada de acumular”, con la “pública virtud de repartir” los bienes colectivamente.

Desafortunadamente, las empresas humanas se han desviada cada vez más de la moral “pública virtud de repartir” de este filósofo y se ha ido concentrando cada vez más en la idea de acumular y competir por los bienes individuales, en detrimento de la mayoría. El trabajo de Tom Ray, un economista y especialista en computación usando modelos para dilucidar el proceso de evolución, ha mostrado que siguiendo simples reglas de comportamiento colectivo puede mostrar gran cantidad de resultados. Su investigación puede ser una extensión de la “mano invisible” de Adam Smith y nos indica que, usando resultados de comportamiento colectivo, estos parecen mostrar un destructivo comportamiento individualista, basado en la competitividad.

Entre otras contribuciones de A. Smith, cabe mencionar su creencia en la “producción máxima” como muy importante herramienta en el proceso económico, visto como una actividad secuencial que comienza con la extracción de los recursos naturales, su procesamiento y posterior introducción en el proceso de manufactura. Sin embargo, a diferencia de los fisiócratas, él no pensó que el sistema económico pudiera ser tan dependiente de los recursos naturales y por lo tanto (su disponibilidad) con baja relevancia para la actividad económica. Él pensó que deberían considerarse como utilidad potencial y por lo tanto con baja importancia en el análisis económico.

Sin embargo, Smith era, más o menos, de la misma idea que los fisiócratas y mercantilistas; pues pensaba también que la tierra era la fuente real de riqueza basada en su idea de que la agricultura era más productiva que la manufacturación porque implicaba a los tres factores de producción (la tierra, el trabajo y el capital), mientras que la manufacturación sólo implicaba a dos, el trabajo y el capital. No obstante, parece que Smith estuvo entre dos ideas, la utilidad de la Naturaleza y sus recursos. Mientras consideraba a la ideología de los fisiócratas con ironía como “Unos hombres de gran conocimiento e ingenuidad, que nunca han tratado de hacer daño a nadie en el mundo”, sin embargo, él llego a decir en su libro, La riqueza de las naciones”, que era un sistema que “con todas sus imperfecciones es, quizás, la mayor aproximación a la verdad hasta entonces había sido publicada sobre política económica.”

Smith estuvo parcialmente de acuerdo con los fisiócratas en favorecer las importaciones y el intercambio comercial entre naciones y, más importante aún, a favor de ahorrar no sólo para las inversiones sino como forma de reducir el consumo. Esta noción vuelve a ser conservacionista y favorable a la sostenibilidad y mucho más contrario al sistema económico imperante, basado en una incesante producción y consumo proclive a la depleción de los recursos naturales y a la degradación del medio ambiente.

David Ricardo

Las ideas de Smith fueron recogidas con algunas modificaciones por David Ricardo (1772-1823) que se expresó a favor  de la idea de los fisiócratas de que la tierra es la real fuente de riqueza. Él pensaba que mientras que es verdad que la total cantidad de tierra cultivable permanezca constante (en aquel entonces era verdad, pero no ahora, con la expansión de la población y la urbanización del territorio) sin embargo, decaería en calidad por el uso constante y por lo tanto la pérdida de su productividad con el paso del tiempo.

Ricardo expuso esta idea en la conocida Ley de Rendimientos Decrecientes, y además introdujo el precio como un recurso independiente de su utilidad y valor intrínseco (valor biológico). Sin embargo, esto no es correcto porque el precio de un recurso natural debería reflejar definitivamente su utilidad que, ha de ser tanto mayor cuanto mayor sea ésta. Y otra vez, de nuevo, nos encontramos ante la desafortunada situación en nuestro actual sistema socioeconómico en el que el precio no refleja realmente la utilidad, el valor intrínseco de los bienes, como se puede evidenciar en el caso del petróleo, como un noble y muy útil recurso que es menospreciado en su uso y está siendo rápidamente consumido. Desde luego, esta idea ha llegado a ser aceptada por 1.- la falsa idea de que el petróleo es abundante y 2.- el trabajo barato en el punto de extracción, en países del tercer mundo que lo tienen como único y principal recurso de su presente y de sus futuras generaciones, que está siendo explotado para mantener el alto estándar de vida de nuestro desarrollado y devorador de energía primer mundo.

El problema de Smith, sus seguidores y la Escuela Clásica de Economía sobre los precios es que se basa en la errónea creencia de que los recursos naturales son abundantes e inagotables, así que no tienen realmente un valor. Esto es, cuanto más se consuma, más barato será el precio. Ricardo, también formuló la Teoría de la Ventaja comparativay el Coste comparativo para complementar la teoría de Smith de que las naciones deben contratar las transacciones comerciales en base a la especialización de lo que ellos son capaces de hacer. Así que ellos han de consumir parte de su producción para exportar el resto y utilizar el comercio exterior para conseguir mejores importaciones. Es bastante desafortunado que la teoría de Ricardo de la ventaja comparativa haya sido retirada ahora por su original garante, las naciones y, utilizada por las corporaciones internacionales con una poderosa influencia política. Incluso, él, Ricardo, estaba en contra básicamente de la maximización de la producción y el crecimiento económico continuo, aunque, sin embargo, ambos eran inherentes en las anteriormente mencionadas teorías e incluso, la noción de economía globalizada, de la que estamos actualmente siendo nosotros testigos con sus desastrosas consecuencias para los recursos naturales y el medioambiente.

Ricardo debería haber sido el defensor de la tierra como el original significado de la producción, pero en su corazón parecía haber tenido en el capital el auténtico generador de la producción. Él no comulgaba con la creencia de Smith en la máxima producción y crecimiento económico continuo, porque no creía en el principio maltusiano del incremento exponencial de la población, sobre el que poco más se llegó a decir.

El problema de la población permanece sin resolver y la cantidad de tierra cultivable está descendiendo de forma lenta pero segura. El remedio a esta disminución de la calidad de tierra fue expresado por Ricardo en el incremento de la aplicación de fertilizantes y biocidas, con sus perniciosos efectos colaterales para la salud humana y la integridad medioambiental. Es bastante lamentable que Smith pareciera estar a favor del incremento de población como se puede suponer de su declaración “el mayor exponente de la prosperidad de una nación es el incremento del número de sus habitantes”.

El pesimismo malthusiano

Ambos, Ricardo y Malthus pensaron que, con la tierra como principal activo se produciría, con el paso del tiempo una disminución en la productividad laboral. Así que el incremento de población tornaría en una escasez maltusiana debido a la depleción cuantitativa de los recursos y la degradación de las tierras de labor por el continuo uso de las mismas extensiones de cultivo. Más aún, por la resultante escasez ricardiana debido al decremento cualitativo de la producción anual en el que la misma tierra de labor producirá cada vez menos, cada año. Para mantener la producción anual constante, se ha de aplicar el incremento cuantitativo de fertilizantes a la misma extensión de tierra. En otras palabras, Ricardo y Malthus eran pesimistas sobre las actitudes tomadas hacia una maximización de la productividad.

Sin embargo, la Teoría de la Evolución de Darwin elevó a la Humanidad en el plan de la Creación y por tanto los científicos y biólogos pensaron que la ingenuidad humana no se podía permitir el deterioro de la productividad laboral. Esto dio pie a que los biólogos se vieran optimistas y su optimismo diese el fruto en que la productividad del trabajo agrícola debería basarse en forma de añadir aditivos químicos a las siembras. Pero las crisis ecológicas en toda su magnitud y variados aspectos de contaminación del aire, de la tierra y de los mares, el calentamiento global, la depleción del ozono atmosférico están transformando aquel optimismo en pesimismo, mientras que los economistas que observan mayores incrementos de productividad, son cada vez más optimistas. O sea, que la tristeza de la ciencia no es tan triste, después de todo.

John Stuart Mill y el progreso tecnológico

Otro clásico, John Stuart Mill (1806-1873), expandió las ideas de Ricardo añadiéndole el “Progreso tecnológico”. Que es la creencia de que el incremento de la producción de alimentos es también posible, no sólo con un mejor y eficiente uso tradicional de los factores de producción (tierra y trabajo), sino mediante la aplicación demás, de la Tecnología. Las innovaciones tecnológicas en la agricultura y en la industria de la alimentación ha sido en forma de la maquinaria agrícola y obtención de mejores semillas y más productivas especies animales y plantas. Ahora, por supuesto, hemos añadido, además, los organismos genéticamente modificados, pero debiendo asumir las posibles consecuencias negativas. Mill era de la opinión de que el permanente y continuo crecimiento económico no era consistente sólo por fenómenos biológicos de nacimiento, crecimiento y muerte y, por lo tanto, no era ni posible ni aconsejable insistir en eso. Él fue el primero en considerar que no era posible mantener el sistema económico en un estado estable.

Debemos a los clásicos admitir tres tipos de ingresos (“incomes”), a saber, el salario por el trabajo físico, ingresos procedentes de diversos tipos de inversiones y finalmente, el cultivo de la tierra. Esto muestra los diferentes niveles de importancia que han de ser abordados por cada uno de los tres factores de producción. Esto es, mientras que el trabajo no sea productividad no manufacturada y sin que el capital deba ser mínima productividad, y sin que la tierra de labor pudiera ser de muy baja productividad, incluso. Por lo tanto, aunque en un sistema económico de producción, cada uno de estos tres factores contribuyan en diferentes grados, no obstante, las contribuciones no son equivalentes y es obvio que la tierra y los recursos naturales son de la mayor importancia..

Las diferentes vías del valor monetario e ingreso de cada esfuerzo pueden ser obtenidos y clarificados empleando la tríada dialéctica de la tesis – antítesis y síntesis, como representa el siguiente esquema (diseño del autor):

Por lo tanto, el ingreso debe ser definido como el resultado de la producción, el salario físico, el beneficio económico expresado en dinero y el beneficio biológico, los productos agrícolas, con los que es posible en el presente, sin poner en peligro la producción en el futuro. Es obvio que semejante definición tiene incorporada la noción de sostenibilidad.

Antes de concluir esta sección, quisiera aportar las ideas del filósofo y político John Lock (1632-1704) que estaba diametralmente en contra de la noción de “natural”, de los economistas. El creía que ha sido la Humanidad la que ha creado la riqueza, y no la naturaleza. Este fue, quizás el paso más importante en la denuncia de la función de la naturaleza en la economía humana. Su idea puede ser el de un hito en reclamar a la naturaleza un rol secundario como mero recurso para ser utilizado por la Humanidad para sus propios fines.  Sus pensamientos sobre los resultados de la economía humana fueros tan extremos como el ir más allá como adjudicarle a la naturaleza el uno por ciento frente al 99% adjudicado al esfuerzo humano. Esto contrasta con la idea de Adam Smith que los sitúa en 1/3 de la Naturaleza y 2/3 lo atribuye al trabajo humano.

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Autores: Mansour Mohammadiam y José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de El Tercer Camino

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.

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