Buenos días a todos.
A partir de esta
entrada, comenzamos a desgranar los fundamentos y desarrollo del pensamiento
Bioeconómico que Mansour Mohammadian viene desarrollando en los últimos
cuarenta años. El texto de lo que se va a ir subiendo de ahora en adelante,
proceden básicamente del libro “Bioeconomics, biological economics, an
interdisciplinary study of Biology, Economics and Education” publicado en
2003 y que supone la base conceptual de este tipo de pensamiento económico, la
Bioeconomía, absolutamente integrado en el pensamiento holístico sobre la
gestión del Planeta.
Comenzaremos esta
introducción a la Bioeconomía por una revisión sobre el pensamiento económico
con lo que denominaremos, la “arqueología de las ideas económicas” de
Aristóteles.
La arqueología de las ideas económicas
La Teoría pre-clásica arranca de la
Escuela Griega con la “Oikonomia” (Oikos: casa y Nemein: gestión,
administración). De acuerdo con Aristóteles y otros filósofos griegos, la
Naturaleza es un sistema autopoyetico (autogenerativo) de producción y provee a
los seres humanos de lo que ellos, por sí mismos no pueden producir. Ellos
creían en la idea de que “sólo la Naturaleza produce y el hombre sólo puede
administrar esos recursos”. Esto engloba la creencia de que lo que sea que el
ser humano produzca con su sistema de producción socioeconómico lo que hace es
sólo transformar aspectos de la economía de la Naturaleza.
Acercándonos más a nuestro tiempo, un
grupo de notables economistas, William Petty (1623-1687) y Nicholas Barbon
(1640-1698), eran de la opinión de que la auténtica riqueza es la riqueza
natural, esto es, la riqueza originaria de la tierra y de los yacimientos
minerales de una nación (oro y plata en esa época), lo que generaba riqueza y
consecuentemente poder para esa nación. Así se originó la idea de países ricos
y países pobres y, consecuentemente la noción de colonialismo y poder colonial
como el de España en los siglos XVI y XVII y del Reino Unido en los siglos
XVIII y XIX. La teoría tras este tipo de ideología se vino a conocer como
mercantilismo y, los economistas a favor de esta ideología estaban en contra de
las importaciones, pero a favor de la acumulación de capital. Los
mercantilistas estaban además a favor del incremento de población para poder
disponer de gran cantidad de trabajadores y de efectivos militares para las
campañas de conquista. En otras palabras, el comercio seguía la bandera y los
minerales obtenidos en territorios ricos en recursos. No obstante, hoy en día
en la era de la aldea global y de la globalización, la geografía no es problema
pues, como mucho, los recursos son extraídos a bajos precios de sus países de
origen, por debajo de su valor real natural, para producir mercancía barata a
precios competitivos.
Petty empatizó sobre la importancia de
los materiales fuente de energía (el modelo energético) y calculó los precios
de los productos en términos de coste de trabajo aplicado al proceso de
producción sumado al coste de la alimentación de los trabajadores. La más
desafortunada extensión del pensamiento mercantilista fue la noción de los
recursos inagotables. Esto se debió a que los economistas pensaron en el
capital de la Naturaleza como un stock (como un valor), que es una cantidad
fija como la tierra (en términos de hectáreas), y que nunca disminuye en
cantidad. A diferencia de los recursos que produce una tierra de cultivo fértil
y produce ingresos constantes, el mineral es dinámico, pero no renovable y
puede disminuir. La diferencia entre la tierra y el trabajo lo indica Petty que
dice: “El trabajo es el padre y principal factor de riqueza, pero la tierra es
la madre”.
Escuela fisiocrática de Economía
El mercantilismo fue seguido por la
Escuela Fisiocrática de Economía, pensamiento que viene de Francois Quesnay
(1698-1774) que creía en los fundamentos físicos de la Economía. Aunque los
fisiócratas enfatizaron en la importancia de la Naturaleza y de los recursos
naturales, sin embargo, ellos previnieron contra la falsa noción de la
inagotabilidad de los recursos, por lo que la tierra fértil debía ser
considerada un recurso renovable pero sólo tras periodos de regeneración. Esto
otorga la idea de la conservación y sostenibilidad como originariamente
Quesnayana y no es un nuevo invento de los economistas y ecologistas del Siglo
XX.
Los fisiócratas creían en la regeneración
de la riqueza sin provocar daño esencial a la tierra. Incluso para ellos, los
trabajadores auténticos eran agricultores implicados en el cultivo de la
tierra, el único factor productivo capaz de generar excedentes de producción.
Muchos economistas están de acuerdo con la noción fisiocrática de la tierra
fértil como el principal factor de producción y la idea se difundió a lo largo
del Siglo XVIII por el economista italiano Pietro Veri que expresó la opinión
de que “todos los sucesos en el Universo, si suceden en la tierra del hombre o
por las universales leyes de la Física no han de concebirse como una creación
sino como tan sólo una modificación de la materia existente”- Los fisiócratas y
los mercantilistas, además creían en
ahorrar y acumular capital pero, a diferencia de los mercantilistas aquellos
deseaban la acumulación de riqueza como inversión y producción y no la
acumulación por el simple hecho de incrementar la riqueza.
Adam Smith
El periodo clásico, se puede decir que
comenzó alrededor del Siglo XVII con los trabajos de médico británico William
Harvey (1578-1657), que propuso el movimiento de la comida digerida por la
circulación de la sangre. Igualmente se pensó que la Economía es el simple
movimiento de materiales (recursos materiales) extraídos de la tierra y
transportados por diferentes territorios de los países mediante las rutas de
comunicación. Este transporte de materiales sería similar al transporte de
nutrientes por la sangre hasta sus múltiples destinos. El comienzo de la
moderna Economía data de tiempos del filósofo escocés Adam Smith (1723-1790)
que, estaba en contra del proteccionismo y del mercantilismo y a favor de la
libre empresa, orientada al intento individual de obtener el mejor beneficio
para uno mismo y el mercado en su conjunto, como una unidad funcional a modo de
“mano invisible” que regula la natural “tendencia privada de acumular”, con la
“pública virtud de repartir” los bienes colectivamente.
Desafortunadamente, las empresas humanas
se han desviada cada vez más de la moral “pública virtud de repartir” de este
filósofo y se ha ido concentrando cada vez más en la idea de acumular y
competir por los bienes individuales, en detrimento de la mayoría. El trabajo
de Tom Ray, un economista y especialista en computación usando modelos para
dilucidar el proceso de evolución, ha mostrado que siguiendo simples reglas de
comportamiento colectivo puede mostrar gran cantidad de resultados. Su
investigación puede ser una extensión de la “mano invisible” de Adam Smith y
nos indica que, usando resultados de comportamiento colectivo, estos parecen
mostrar un destructivo comportamiento individualista, basado en la
competitividad.
Entre otras contribuciones de A. Smith,
cabe mencionar su creencia en la “producción máxima” como muy importante herramienta
en el proceso económico, visto como una actividad secuencial que comienza con
la extracción de los recursos naturales, su procesamiento y posterior
introducción en el proceso de manufactura. Sin embargo, a diferencia de los
fisiócratas, él no pensó que el sistema económico pudiera ser tan dependiente
de los recursos naturales y por lo tanto (su disponibilidad) con baja
relevancia para la actividad económica. Él pensó que deberían considerarse como
utilidad potencial y por lo tanto con baja importancia en el análisis
económico.
Sin embargo, Smith era, más o menos, de
la misma idea que los fisiócratas y mercantilistas; pues pensaba también que la
tierra era la fuente real de riqueza basada en su idea de que la agricultura
era más productiva que la manufacturación porque implicaba a los tres factores
de producción (la tierra, el trabajo y el capital), mientras que la
manufacturación sólo implicaba a dos, el trabajo y el capital. No obstante,
parece que Smith estuvo entre dos ideas, la utilidad de la Naturaleza y sus
recursos. Mientras consideraba a la ideología de los fisiócratas con ironía
como “Unos hombres de gran conocimiento e ingenuidad, que nunca han tratado de
hacer daño a nadie en el mundo”, sin embargo, él llego a decir en su libro, “La
riqueza de las naciones”, que era un sistema
que “con todas sus imperfecciones es, quizás, la mayor aproximación a la verdad
hasta entonces había sido publicada sobre política económica.”
Smith estuvo parcialmente de acuerdo con
los fisiócratas en favorecer las importaciones y el intercambio comercial entre
naciones y, más importante aún, a favor de ahorrar no sólo para las inversiones
sino como forma de reducir el consumo. Esta noción vuelve a ser
conservacionista y favorable a la sostenibilidad y mucho más contrario al
sistema económico imperante, basado en una incesante producción y consumo
proclive a la depleción de los recursos naturales y a la degradación del medio
ambiente.
David Ricardo
Las ideas de Smith fueron recogidas con
algunas modificaciones por David Ricardo (1772-1823) que se expresó a
favor de la idea de los fisiócratas de
que la tierra es la real fuente de riqueza. Él pensaba que mientras que es
verdad que la total cantidad de tierra cultivable permanezca constante (en
aquel entonces era verdad, pero no ahora, con la expansión de la población y la
urbanización del territorio) sin embargo, decaería en calidad por el uso
constante y por lo tanto la pérdida de su productividad con el paso del tiempo.
Ricardo expuso esta idea en la conocida “Ley
de Rendimientos Decrecientes”, y además
introdujo el precio como un recurso independiente de su utilidad y valor
intrínseco (valor biológico). Sin embargo, esto no es correcto porque el precio
de un recurso natural debería reflejar definitivamente su utilidad que, ha de
ser tanto mayor cuanto mayor sea ésta. Y otra vez, de nuevo, nos encontramos
ante la desafortunada situación en nuestro actual sistema socioeconómico en el
que el precio no refleja realmente la utilidad, el valor intrínseco de los
bienes, como se puede evidenciar en el caso del petróleo, como un noble y muy
útil recurso que es menospreciado en su uso y está siendo rápidamente
consumido. Desde luego, esta idea ha llegado a ser aceptada por 1.- la falsa
idea de que el petróleo es abundante y 2.- el trabajo barato en el punto de
extracción, en países del tercer mundo que lo tienen como único y principal
recurso de su presente y de sus futuras generaciones, que está siendo explotado
para mantener el alto estándar de vida de nuestro desarrollado y devorador de
energía primer mundo.
El problema de Smith, sus seguidores y la
Escuela Clásica de Economía sobre los precios es que se basa en la errónea
creencia de que los recursos naturales son abundantes e inagotables, así que no
tienen realmente un valor. Esto es, cuanto más se consuma, más barato será el
precio. Ricardo, también formuló la “Teoría de la
Ventaja comparativa” y el Coste comparativo
para complementar la teoría de Smith de que las naciones deben contratar las
transacciones comerciales en base a la especialización de lo que ellos son
capaces de hacer. Así que ellos han de consumir parte de su producción para
exportar el resto y utilizar el comercio exterior para conseguir mejores
importaciones. Es bastante desafortunado que la teoría de Ricardo de la ventaja
comparativa haya sido retirada ahora por su original garante, las naciones y,
utilizada por las corporaciones internacionales con una poderosa influencia
política. Incluso, él, Ricardo, estaba en contra básicamente de la maximización
de la producción y el crecimiento económico continuo, aunque, sin embargo,
ambos eran inherentes en las anteriormente mencionadas teorías e incluso, la
noción de economía globalizada, de la que estamos actualmente siendo nosotros
testigos con sus desastrosas consecuencias para los recursos naturales y el
medioambiente.
Ricardo debería haber sido el defensor de
la tierra como el original significado de la producción, pero en su corazón
parecía haber tenido en el capital el auténtico generador de la producción. Él
no comulgaba con la creencia de Smith en la máxima producción y crecimiento
económico continuo, porque no creía en el principio maltusiano del incremento
exponencial de la población, sobre el que poco más se llegó a decir.
El problema de la población permanece sin
resolver y la cantidad de tierra cultivable está descendiendo de forma lenta
pero segura. El remedio a esta disminución de la calidad de tierra fue
expresado por Ricardo en el incremento de la aplicación de fertilizantes y
biocidas, con sus perniciosos efectos colaterales para la salud humana y la
integridad medioambiental. Es bastante lamentable que Smith pareciera estar a
favor del incremento de población como se puede suponer de su declaración “el
mayor exponente de la prosperidad de una nación es el incremento del número de
sus habitantes”.
El pesimismo malthusiano
Ambos, Ricardo y Malthus pensaron que,
con la tierra como principal activo se produciría, con el paso del tiempo una
disminución en la productividad laboral. Así que el incremento de población
tornaría en una escasez maltusiana debido a la depleción cuantitativa de los
recursos y la degradación de las tierras de labor por el continuo uso de las
mismas extensiones de cultivo. Más aún, por la resultante escasez ricardiana
debido al decremento cualitativo de la producción anual en el que la misma
tierra de labor producirá cada vez menos, cada año. Para mantener la producción
anual constante, se ha de aplicar el incremento cuantitativo de fertilizantes a
la misma extensión de tierra. En otras palabras, Ricardo y Malthus eran
pesimistas sobre las actitudes tomadas hacia una maximización de la
productividad.
Sin embargo, la Teoría de la Evolución de
Darwin elevó a la Humanidad en el plan de la Creación y por tanto los
científicos y biólogos pensaron que la ingenuidad humana no se podía permitir
el deterioro de la productividad laboral. Esto dio pie a que los biólogos se
vieran optimistas y su optimismo diese el fruto en que la productividad del
trabajo agrícola debería basarse en forma de añadir aditivos químicos a las
siembras. Pero las crisis ecológicas en toda su magnitud y variados aspectos de
contaminación del aire, de la tierra y de los mares, el calentamiento global,
la depleción del ozono atmosférico están transformando aquel optimismo en pesimismo,
mientras que los economistas que observan mayores incrementos de productividad,
son cada vez más optimistas. O sea, que la tristeza de la ciencia no es tan
triste, después de todo.
John Stuart Mill y el progreso tecnológico
Otro clásico, John Stuart Mill
(1806-1873), expandió las ideas de Ricardo añadiéndole el “Progreso
tecnológico”. Que es la creencia de que el incremento de la producción de
alimentos es también posible, no sólo con un mejor y eficiente uso tradicional
de los factores de producción (tierra y trabajo), sino mediante la aplicación
demás, de la Tecnología. Las innovaciones tecnológicas en la agricultura y en
la industria de la alimentación ha sido en forma de la maquinaria agrícola y
obtención de mejores semillas y más productivas especies animales y plantas.
Ahora, por supuesto, hemos añadido, además, los organismos genéticamente
modificados, pero debiendo asumir las posibles consecuencias negativas. Mill
era de la opinión de que el permanente y continuo crecimiento económico no era
consistente sólo por fenómenos biológicos de nacimiento, crecimiento y muerte
y, por lo tanto, no era ni posible ni aconsejable insistir en eso. Él fue el
primero en considerar que no era posible mantener el sistema económico en un
estado estable.
Debemos a los clásicos admitir tres tipos
de ingresos (“incomes”), a saber, el salario por el
trabajo físico, ingresos procedentes de diversos tipos de inversiones y
finalmente, el cultivo de la tierra. Esto muestra los diferentes niveles de
importancia que han de ser abordados por cada uno de los tres factores de
producción. Esto es, mientras que el trabajo no sea productividad no
manufacturada y sin que el capital deba ser mínima productividad, y sin que la
tierra de labor pudiera ser de muy baja productividad, incluso. Por lo tanto,
aunque en un sistema económico de producción, cada uno de estos tres factores
contribuyan en diferentes grados, no obstante, las contribuciones no son
equivalentes y es obvio que la tierra y los recursos naturales son de la mayor
importancia..
Las diferentes vías del valor monetario e
ingreso de cada esfuerzo pueden ser obtenidos y clarificados empleando la
tríada dialéctica de la tesis – antítesis y síntesis, como representa el
siguiente esquema (diseño del autor):
Por lo tanto, el ingreso debe ser definido como el resultado de la producción, el salario físico, el beneficio económico expresado en dinero y el beneficio biológico, los productos agrícolas, con los que es posible en el presente, sin poner en peligro la producción en el futuro. Es obvio que semejante definición tiene incorporada la noción de sostenibilidad.
Antes de concluir esta sección, quisiera
aportar las ideas del filósofo y político John Lock (1632-1704) que estaba
diametralmente en contra de la noción de “natural”, de los economistas. El
creía que ha sido la Humanidad la que ha creado la riqueza, y no la naturaleza.
Este fue, quizás el paso más importante en la denuncia de la función de la
naturaleza en la economía humana. Su idea puede ser el de un hito en reclamar a
la naturaleza un rol secundario como mero recurso para ser utilizado por la
Humanidad para sus propios fines. Sus
pensamientos sobre los resultados de la economía humana fueros tan extremos
como el ir más allá como adjudicarle a la naturaleza el uno por ciento frente
al 99% adjudicado al esfuerzo humano. Esto contrasta con la idea de Adam Smith
que los sitúa en 1/3 de la Naturaleza y 2/3 lo atribuye al trabajo humano.
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Autores: Mansour Mohammadiam y José
Alfonso Delgado
Nota: La publicación de las diferentes entregas
de El Tercer Camino
se realiza en este blog, todos los lunes desde el 3 de enero de 2022.
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