La historia de Marta y de María, su camino ascético
hacia Compostela y la travesía mística hacia el divino Océano de Dios, no sólo
es algo que sucede en lo más profundo de cada uno de nosotros, sino en relación
con nuestro exterior, al mundo en el que nos relacionamos con los demás.
Cuando Jesús de Nazareth les dice a sus discípulos
instantes antes de salir para el Huerto de los Olivos en la noche de su Pasión,
“amaos los unos a los otros como yo os he amado”, como el mandamiento
nuevo que resume todo su mensaje, significa que tal y como Él nos ha amado, es
decir, hasta el extremo, también así hemos de amarnos los unos a los otros,
hasta el extremo.
Sólo es posible llegar a este extremo de amor
oblativo e incondicional, si vemos a Dios en el otro, en otras palabras, si
“todo lo que vemos es Dios” y Dios está en todo lo que vemos. Pero ya creo que
hemos podido ver que, la mera práctica religiosa convencional, ayuda en el
camino hacia ese final, pero no es el final, porque con sólo la práctica
religiosa, todo nuestro ser está inundado y adulterado de nosotros mismos y
nuestro “yo” mental constituye la base de nuestra vida y, para satisfacer las
aspiraciones de nuestro “yo” mental enfocamos nuestros proyectos de vida.
No experimentamos a Dios cuando hacemos ritos
litúrgicos o rezos prefabricados, si antes, en nuestra celda, a oscuras y en lo
escondido no hemos vivido la presencia de Dios en lo más profundo de nuestro
ser, que de eso, justamente de eso, va todo este asunto de la espiritualidad.
Podemos, si acaso, emocionarnos con el cántico de una salve o el paso de una
procesión en Semana Santa, pero esto no va más allá de la pura emotividad.
Por eso es condición sinequanon experienciar a Dios
dentro de nosotros para acercarnos tímidamente a ese desiderátum de Jesús,
“como yo os he amado”.
“El cristiano del Siglo XXI será un místico,
alguien que ha experimentado a Dios en su vida, o ya no será nada”. Karl
Rhanner
Es por ello que Rhanner sentenció esta frase en los
albores del Concilio, porque era evidente cómo la Iglesia católica, a base de
paños calientes y de una religiosidad trentina, cuatro siglos obsoleta respecto
de las necesidades del Mundo de hace sesenta años, advierte de que era hora de
ser conscientes de que la Religión, o elimina la inmensa hojarasca de hojas
muertas que durante siglos estaba ocultando el tronco vivo que la mantiene,
como diría Karlos Bliekast en su libro de también aquella época “ser
cristiano, esa gran osadía” o, terminará por derrumbarse como castillo de
naipes, como organización humana que no ha sabido responder al mandato de
Jesús.
Místicos a pie de calle
En otras palabras, la figura del místico cristiano,
sufí, vedanta o taoísta, ha de perder el arquetipo estereotipado del levitante
monje de clausura, para saltar a la calle, para mezclarse con la gente y
compartir con ella la vida corriente, los trabajos y las tareas doméstica y
laborales normales. Bendito sean los monjes de clausura de los monasterios
cristianos y sufíes, de los lamasterios tibetanos y demás centros de
espiritualidad profunda, porque ellos, con su oración, sostienen la vida activa
de sus almas hermanas que viven en el mundo.
Pero el mundo necesita místicos callejeros, con los
que nos crucemos en la calle, viajemos en el metro y compartamos despacho en el
trabajo; a los que veamos en las clases de yoga o en las sesiones de reiky, de
quien recibamos el consuelo en los hospitales y a quienes se los demos en una
cafetería tomando café o mediante una videoconferencia.
Por otra parte, la mística ha de pasar de ser
objeto de los expertos en alta teología, para ser el modo de vida normal y
corriente de cada vez mayor porcentaje de personas. La especialización termina
poniendo orejas de burro a los expertos y les impide ver más allá de su ámbito
de especialidad.
En los años ochenta, cuando la Informática aplicada
a la Medicina empezó su gran desarrollo, los ingenieros en biotecnología e
informática, llegaban a decir que la Medicina era lo suficientemente importante
como para que no estuviera en manos exclusivamente de médicos, que debía ser
una ciencia multidisciplinar. Esto mismo se puede decir del Derecho, o de la
Economía, porque la especialización y con ello el derecho de exclusividad de
palabra por parte de los expertos especialistas, hace de las diferentes
disciplinas científicas y humanas, reinos de taifas que levantan muros de
intrusismo profesional. Esto también sucede con la religión y con la teología,
que son suficientemente importantes para la vida de la gente, como para que
esté exclusivamente en manos de curas y de teólogos.
Acaso me refugio en este hecho para atreverme a
hablar y escribir de espiritualidad sin ser ni cura ni doctor en Teología.
Porque la espiritualidad es lo más íntimo y personal de un ser humano y, si
bien se agradece que hombres y mujeres doctos y santos nos puedan indicar el
camino y ayudar en nuestra búsqueda de la Verdad, también es de agradecer que
personas normales y corrientes que han experimentado a Dios, sin ser doctos en
la materia teológica, también cuenten sus relatos y sirvan para que otros
puedan decir “cuando sea mayor, quiero ser como tú”. Es la diferencia de
poner como ejemplo de delgadez a una top model o a una señora que con esfuerzo
consiguió bajar diez kilitos.
Avanzadilla de la Sexta Raza
Antes de emocionarnos sobre cómo será la Humanidad
de la Era de Acuario o la Sexta Raza Raíz o la Gloria bendita, hemos de ser
conscientes de que hemos de vivir tiempos recios, tal y como Jesús nos anticipa
en Mateo 24.
Los actuales místicos del Siglo XXI, que van
poblando cada vez más las calles de la ciudad y las aldeas de los campos,
podemos decir sin temor a equivocarnos, que somos la avanzadilla de la Sexta
Raza Raíz.
Tal y como hemos podido evidenciar en los últimos
tiempos y con las diversas voces de alarma que la Sociedad está recibiendo de
diferentes sectores de vigilancia social que están arrojando señales sobre la
delicada situación de nuestro Planeta y de nuestra Sociedad, señales que hemos
tratado de resumir los autores del libro “Consciencia y Sociedad distópica”,
no es ya exagerado que estamos viviendo el “Dominus flevit” de Cristo, cuando
Jesús, delante de las murallas de Jerusalén, lloró y se lamento “¡Jerusalén,
Jerusalén!, que matas a los profetas y
apedreas a quienes te han sido enviados…” Y empezó a describir el
final de esta generación, la abominación de la desolación anunciada por el
profeta Daniel, como jamás ha sucedido desde el inicio de los días ni volverá a
haber. Habrá falsos mesías, signos portentosos que harán dudar hasta a los elegidos.
El Apocalipsis concluye este relato de Jesús con el
triunfo de la gran meretriz y de la bestia. Tal será la calamidad que si se
alargase demasiado, nadie podría salvarse. Y el Sol se oscurecerá, la Luna no
alumbrará y las estrellas del cielo caerán. Y lo que ahora denominamos “la
élite mundial”, materialización de la bestia o la gran meretriz del
Apocalipsis, como Emilio Carrillo expuso en sus charlas en el Rincón de Kiko,
allá por abril de 2021, ya está preparando el terreno para llevar a cabo el
“Gran Reinicio 2030” a propósito del Covid, con la llegada de un falso mundo
feliz de amor, paz y seguridad, basado en unos regímenes “capital-comunistas”
al estilo chino, cada vez más totalitarios, en falsa democracias y en esa frase
que se viene oyendo insistentemente, “no tendrás nada, pero serás feliz”,
pues viviremos del dinero de helicóptero que esa élite, poseedora de toda la
riqueza mundial, nos esparcirá desde el aire.
Ved este video de Emilio Carrillo: https://youtu.be/pB84bTmAn38 , merece la pena.
En tiempos recios como los que se describe en Mateo
24, el Apocalipsis y explica brillantemente Emilio en su videoconferencia, es
cuando los místicos del Siglo XXI de Karl Rhanner, comenzarán (o están
comenzando) a hacer su aparición en medio de nosotros. Los pioneros de la
próxima Raza Raíz ya están en medio de nosotros. Simplemente hemos de saber
buscarlos entre la gente. No están entre los grandes de las redes sociales o de
la fama publicitaria (o acaso alguno sí). Son como los pájaros que pian en el
silencio de la noche y a los que es imposible escuchar en medio del ruido
ambiente, como refiere Soren Kierkegaard en su diario íntimo:
“Al místico se le oye como se perciben ciertos
gritos de pájaros, sólo en el silencio de la noche; por eso, con suma
frecuencia un místico no adquiere importancia en medio del bullicio de su
ambiente, sino mucho tiempo después, en el silencio de la Historia, para las
almas afines a la suya, y que le escuchan.”
Pero en estos momentos, no sé si tenemos “mucho
tiempo después”, razón por la que tanto nuestros oídos como nuestra voz han de
estar preparadas para escuchar y para transmitir.
Para escuchar
Para escuchar las manifestaciones de Dios en todos
los momentos de nuestra vida, por la que los místicos del Siglo XXI se están
manifestando a nosotros sin palabras, pero con gestos, actitudes, a veces
sorprendentes y que puede que no estén al frente de las revueltas callejeras,
sino en la intimidad de sus hogares y en sus humildes puestos de trabajo. Es lo
que decía Jesús sobre los frutos de la higuera, como anuncio del verano y forma
de intuir la cercanía de los hechos que relata en Mateo 24.
En nuestro caso, los brotes verdes de la higuera
están siendo esas manifestaciones de Dios a través de los místicos del Siglo
XXI. Pero para escuchar, debemos no juzgar y saber perdonar, porque también los
místicos cometen errores, como todo el mundo. No son seres angelicales
candidatos en vida a la canonización. Son seres normales, personas de carne y
hueso que saben vivir la Divina Realidad y “todo lo que ven es Dios”.
Puede que no tengan grandes dotes expositivas ni
sepan dar grandes discursos ni conferencias, pero su sola mirada calma el desasosiego
e infunde la paz de espíritu que llevan dentro.
Y puede que ni ellos mismos sean conscientes de que
son seres de luz, niños índigos, el parénquima social del bien capaz de
neutralizar el mal que difunden “los hijos de la Gran meretriz” del Apocalipsis.
Para transmitir
Para transmitir la luz divina que todos nosotros
llevamos dentro de nuestro corazón. Nosotros somos la luz del mundo, la sal de
la Tierra. Hemos de ser conscientes de ello, porque si no, si aún teniendo
dentro de nosotros a Dios manifestado, no sabemos evidenciarlo ante los demás,
y no precisamente con sermones ni discursos inspirados, sino simplemente con
nuestro buen saber hacer, seremos como aquel al que Dios le dio un talento y
por miedo lo guardó en la tierra por temor a perderlo.
Remito lo que dije al hablar de los Santos de Dios,
“somos hacedores de santos”, sabiendo perdonar y renunciando a hacer juicios de valor.
Cuando uno lee a los místicos renacentistas y
piensa lo difícil que debe ser llegar a esas cumbres de espiritualidad sublime,
se desilusiona, porque para él es imposible. Somos demasiado frágiles y torpes
para alcanzar esas cumbres… Como si dependiera de nuestro esfuerzo y trabajo
conseguirla.
Si nos he dado y regalado. Sólo tenemos que decir
sí, “fíat”, hágase, y dejar que las cosas sucedan poco a poco.
Hologramas de la Humanidad
La evolución espiritual que hemos visto a lo largo
de toda esta serie de capítulos, con ser la que experimentamos los seres
humanos que optamos por tomarnos en serio la Presencia de Dios en nuestras
vidas y darle a Él la oportunidad de que se manifieste en lo más profundo de
nuestro ser, la está experimentando también la Humanidad a lo largo de la
Historia. La evolución cíclica de las referidas razas raíces de la Teosofía
desde la densidad extrema de lo somático en la Primera Raza protoplasmática,
pasando por la Hiperborea, la Lemúrica, la Atlante y la nuestra, la Aria, hasta
la próxima y futura Sexta Raza, no es más que esa evolución desde lo
eminentemente físico y somático, hasta lo eminentemente espiritual o álmico,
donde se fusionan en un todo con la Divina Realidad.
Así que los ciclos humanos son ciclos de evolución
mística de la Humanidad en su conjunto. Es un Camino de Santiago y una
navegación oceánica desde los arcanos tiempos primarios hasta nosotros, que
puede ser que estemos en el tránsito entre Compostela y Finisterre, a punto de
descubrir, con el advenimiento de la Sexta Raza, en Acuario, el inmenso Océano
de Dios, donde Él no será ya una intuición religiosa, sino la evidente realidad
de la Consciencia en estado puro.
Cada uno de los habitantes de este Planeta, cada
uno de nosotros, resultamos ser algo así como un holograma de la Humanidad, un reflejo fiel de la
especie humana en un momento de su evolución. Si calculáramos los valores
estadísticos de la evolución espiritual de cada ser humano, para la Humanidad
el resultado sería la media aritmética de todos nosotros y, por supuesto, la desviación
típica y la varianza, darían fe de la dispersión de esos valores entre los
humanos que en la actualidad podría decirse que aún siguen en el estado
evolutivo de los lémures o atlantes, entre los que estarían las personas más
primarias, viscerales y materialistas y, los humanos altamente evolucionados,
que serían los santos de Dios, los grandes místicos de todas las religiones.
Puede que este símil, que me acabo de inventar pueda extrañar al personal, pero creo que es muy gráfico a la hora de explicar de qué estoy hablando. Las curvas, denominadas “curvas de Gauss”, representan el modo en el que se agrupan los datos relativos a una población, en este caso, la evolución espiritual de la Humanidad. Las curvas centradas con colas simétricas representan a poblaciones que tienen medias y dispersiones normales, algo así como un 50/50 que están por encima o por debajo de la media aritmética. Las curvas desplazadas a izquierda o derecha suponen un sesgo o desplazamiento de la media a un lado o a otro, lo que significa que la mayoría de la población muestra una media, pero sus variaciones se agolpan en un extremo de la curva o en otro.
Tomando el sector izquierdo como el área que
representa estadios evolutivos bajos y el derecho estadios evolutivos
espiritualmente elevados, la pregunta es saber cómo se encuentra en la
actualidad la Humanidad, centrada en torno a una media poblacional razonablemente
evolucionada, agolpada hacia el extremo altamente evolutivo o hacia el
contrario. Según Mahatma Gandhi, que afirma que el bien sobreabunda ampliamente
respecto del mal, la situación de la Humanidad, a las puertas de la Sexta Raza
o del Paraíso cristiano, todo haría pensar que estamos la mayoría agolpados en
la rama derecha con una larga cola de seres humanos materialistas, pérfidos y
malvados, hijos de la gran meretriz, que han convertido este mundo en un
infierno.
No lo sé. Nadie lo puede saber, sólo Dios.
Lo que sí sabemos y hemos de ser conscientes es de
que cada uno de nosotros somos responsables de colocarnos, bien aleatoriamente
en las curvas centrales o de tratar de contribuir a que el conjunto de la
Humanidad tienda hacia la zona derecha y luminosa de la curva.
Cada uno de nosotros somos responsables del devenir
de la Humanidad, como si cada uno de nosotros fuera la propia Humanidad, su
holograma más representativo.
A esto es a lo que conduce ser conscientes de
que todos somos Uno, de que somos “uno sin segundo”, que existe una relación directa
entre mí y la Humanidad entera; que no soy un individuo aparte, egóico y libre
de pretender lo que se me ocurra para mi propio beneficio; que cada cual lleva
a toda la Humanidad a sus espaldas, como Jesús llevó y continúa llevando a sus
espaldas la cruz de toda la Humanidad.
Por eso es por lo que es absolutamente
imprescindible que las religiones sean las primeras que consigan derribar los
muros doctrinales que las separan, que sean las avanzadas en este proceso “no
dual” que necesita la Humanidad para evolucionar hacia la Era de Acuario o
hacia estadios más evolucionados de espiritualidad. De no ser así, las propias
religiones, sus estructuras, dogmas y organizaciones formarán parte de la
Bestia del Apocalipsis, cosa que se está pensando que puede ser así, si ellas,
con sus rigideces doctrinales insisten en separar al mundo con un mismo Dios.
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Autor: José Alfonso Delgado
Nota: La publicación de las
diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad
se realiza en este blog, todos los lunes
desde el 4 de enero de 2021.
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