Rogando a Santa
Bárbara
Santa Bárbara, es la santa abogada frente a las Tormentas; será por
aquello de que es la patrona del Arma de Artillería por los bombazos y esas
cosas. También es la intercesora frente al fuego o ante la muerte repentina sin
confesión. Su oración reiterativa y protectora la decían así en Terque,
un pueblo de Almería:
“Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua
bendita. Hija del emperador, líbranos de una tormenta y de un rayo que es peor.”
No, si la gente en estas cosas hila muy fino y, pone todas las cosas en su
sitio.
Pero más allá de las tradiciones populares y, de la mano de Paul Ehrlich,
por aquello de que somos eficaces ante la emergencia pero no sabemos
prevenirla, lo de Santa Bárbara es la versión religiosa de la sociológica.
Pero esto va más allá, porque la pregunta que nos podemos hacer es si poner
el foco en la espiritualidad en un momento de distopía social generalizada, es
procedente, salvo el rezo a Santa Bárbara ante ataques de pánico social, a ver
cómo nos puede echar una manilla.
Yo creo, y esto lo digo y lo comento tomando café con el lector, sin ánimo
de pontificar, que si reflexionamos un poco sobre el fenómeno de la New Age, de
la Era de Acuario, del Nuevo Eleusis de la Humanidad o como queramos
denominarlo, que vimos en la anterior entrega, no parece que la Tecnología, por
ella sola, pueda revertir las amenazas y suavizar los impactos sociales, económicos
y medioambientales de la suicida carrera uniformemente acelerada, que la
Humanidad ha tomado hacia su propia destrucción.
No cabe duda de que la Tecnología actual (la 3.0) y la que está saliendo de
los laboratorios de investigación y de las fábricas (la 4.0) y, acaso
gestándose ya la 5.0, nos va a posicionar ente realidades tan maravillosas como
inquietantes, porque la fuerza, como diría Lucas, tiene su lado luminoso y su
lado oscuro. Sobre todo la genómica, la inteligencia artificial y el transhumanismo
prometen grandes sorpresas, tanto agradables como desagradables. El problema
está en que mientras la mente ha sabido evolucionar tanto como para ser capaz
de desarrollar la actual civilización del Siglo XXI, el alma de los humanos, o
sigue dormida, o drogada con rituales, o acaso esté comenzando a despertar.
Juegos de guerra
Una mente altamente inteligente y desarrollada con un alma dormida, es como
dejarle un alto explosivo a un niño que sólo pretende jugar a ser mayor, del
mismo modo que el ser humano pretende jugar a ser Dios. El riesgo de una
tragedia, con el niño al mando, es virtualmente del cien por cien, como la
Historia tantísimas veces ha demostrado.
Por eso, el problema no es buscar soluciones tecnológicas a los problemas
de la Humanidad, primero porque ya existen y ya se conocen; pero segundo porque
aplicadas por los hombres bajo criterios de beneficio particular, lo que exige
bordear permanentemente la legalidad sin que importe la moralidad, hará caer su
efectividad ante los problemas tanto que la tecnología misma se convertirá y,
si no al tiempo, en parte grave del problema. El uso de la IA, la genómica y la
Robótica desde sus lados oscuros, puede terminar definitivamente con la propia
humanidad. “Terminator”o “Matrix”, por ejemplo, no debemos tomarlos como “cosas
de película”, que diría el abuelo.
Los filósofos espabilados nos advierten sobre la necesidad de replantearnos
la ética en la sociedad, aquello de no hacer daño, hacer el bien, ser ecuánime
y respetar la autonomía de los demás. Pero los políticos progresistas y los
magnates económicos utilizan ese buenismo de la gente para ganar elecciones o
ampliar los beneficios corporativos, así que hasta en la predicación de las
normas éticas existe un gran agujero para la maldad.
Qué mensaje dar a la
gente
Pero no incidamos más en analizar los problemas, que uno ya está aburrido
de escuchar siempre la misma retahíla de calamidades. Vayamos en el mensaje
para la gente que vive angustiada con los problemas que hemos de afrontar cada
día.
Comenzaré con un ejemplo.
En el episodio “3-Suficientemente seguro” de la tercera
temporada de la serie de Netflix “New Amsterdam”, donde los protagonistas están
tratando de lanzar mensajes en video de confianza a la gente para que regrese
al Hospital, una vez superada la primera ola de la pandemia de Covid, el
director Max, trata de escribir un mensaje directo de esperanza, utilizando
palabras adecuadas pero, ante su imposibilidad de que le salga de corrido, le
pasa el muerto a la oncóloga, la Dra. Helen Sharpe, que trata de ir por el
mismo camino, hasta que delante de la cámara, se rinde y reconoce que no puede
ni sabe mandar ese estereotipado mensaje de esperanza, cuando ella simplemente
tiene ante la pandemia, tanto miedo como cualquier hijo de vecino. Está
aterrada y… “no estoy dispuesta a decir que no hay nada que temer cuando
todo el mundo debería tener miedo... Tenemos que decirle que quizás no podamos
deshacernos de este virus y que de algún modo deberemos aprender a vivir con
él...”
Helen no se dio cuenta de que sus palabras salidas desde las tripas fueron
grabadas y alguien aprovechó el video para difundirlo y finalmente se hizo
viral y convenció a la gente, que comenzó a regresar al Hospital.
Es decir, en la situación en la que estamos en nuestros países y en el
mundo, donde todo parece indicar que estamos al borde de una hecatombe social,
donde la normalidad distópica en la que vivíamos en 2019, es cada vez más
evidente que se ha ido para siempre, vuelvo al inicio, parece estar fuera de
contexto hablar de que rezando un rosario diario a María Santísima todos
juntos, o poniéndonos en postura “om” y hacer meditación trascendental media
hora diaria, vamos a poder revertir el deslizamiento abismal de la
sociedad.
No cabe duda de que, según el sentir de las gentes, “lo que para mí es
cierto, para mí es cierto” y, los que creen que estas prácticas piadosas
son efectivas, pues realmente lo son. De modo que sin menospreciar el hecho de
rezar a Santa Bárbara, la cuestión creo que va por reconocer la realidad a la
gente, sin exagerar ni subestimar los riesgos.
Otra opción es la de los partisanos que enarbolan la bandera de la
resistencia contra la tiranía, dispuestos a atacar y tomar los cuarteles de
invierno y los palacios de los poderosos, organizando protestas antisistema, a
veces incendiarias, pudiendo llegar a ser mechas de auténticos conflictos
sociales. Este ha sido el proceder de los oprimidos contra los tiranos a lo
largo de la Historia, lo que ha provocado una innumerable sucesión de ciclos de
guerra, paz, prosperidad, esplendor, declive, caos y guerra nuevamente.
Optar por esta alternativa es conducir a las masas a enésimos ciclos de
guerra y paz.
En la situación actual y, esto siempre desde mi punto de vista,
completamente criticable, la fase de declive que describe el mundo a nivel
ético y social, aunque tecnológicamente estemos a la vanguardia en IA, IoT, 5G,
Robótica y Bioingeniería, va a conducir ella misma, por pura inercia sistémica
al estallido final, sin que haga falta cruzadas de salvación de la Humanidad ni
de revolución bolchevique o similar contra los poderosos. El castillo de
naipes, la “house of card”, se vendrá abajo él solito.
Tampoco hay que asustar a la gente en extremo con todas estas cosas, porque
el miedo es lícito, comprensible y justificable y, ante una situación
absolutamente caótica e incierta, no debemos nosotros echar más leña al fuego
salvo la necesaria para que la gente despierte. Pero no como hacen los
negacionistas de la Covid, que están convencidos que esto es una conspiración
del Club Bilderberg contra toda la Humanidad, provocando con la pandemia la
cuarta Guerra Mundial, una guerra tranquila mediante armas
silenciosas.
En realidad, ante la tormenta desatada que estamos empezando a sufrir y
experimentar en todo el mundo, yo al menos, no soy capaz de dar consejos sobre
cómo afrontarla y sobre cómo empezar a dar mensajes de esperanza a la gente,
como trataban de lanzar los médicos del New Ámsterdam, porque efectivamente, yo
también tengo miedo. La situación va a llegar a ser tan incontrolable, que de
bien poco van a servir las medidas de ajuste, vigilancia y control del riesgo.
Un huracán llamado
Covid
El ejemplo de la pandemia de Covid19 es un ejemplo claro de, hasta qué
punto, estamos ante una crisis ante la que el ser humano, en su conjunto, está
demostrando su incapacidad para poder controlar una situación de dimensiones
planetarias, que parece estar fuera de control.
La primera ola fue un caos total que consiguió detener, paralizar
prácticamente, la actividad humana en casi todos los países del mundo; obligó a
tener a toda la población confinada en sus casas, siendo habitual durante un
par de meses ver cómo avenidas normalmente atestadas de gente en todas las
ciudades del mundo, estaban desiertas. Pero más sorprendentes fueron las
siguientes olas, donde se juntaron un cúmulo de factores epidemiológicos,
microbiológicos, económicos, sociales y simplemente humanos que convergieron
todos en una respuesta del “sistema social” fuera de control de las autoridades
sanitarias, económicas y políticas.
Los que conocemos por profesión cómo se comportan los contagios y las
epidemias, yo al menos y, mirando a los ojos de los demás expertos, no podemos
dar crédito a lo que hemos vivido y seguimos viviendo, porque en esa sin par y
singular batalla entre huésped y virus, las reglas del contagio se han hecho
añicos y, los profesionales sanitarios vamos con la lengua afuera, al rebufo de
cómo está respondiendo el virus…, o lo que sea que está provocando esto, porque
las malas lenguas aseguran que aún no se ha podido aislar el agente infeccioso,
aunque sorprendentemente se conoce su genoma y sus antígenos.
En suma que, acudiendo a un principio básico de la Teoría de
sistemas,
“cuando un sistema queda fuera de control, el que toma el control es el
propio sistema”,
… es decir, cuando perdemos los humanos el control de los acontecimientos,
estos entran en un comportamiento inercial, arrastrándonos hacia un final nada
agradable, que suele ser el desastre o un nuevo estado estable, una vez
habiéndose llevado por delante como en un gran tsunami, a todos nosotros. Si a
todo esto le sumamos la presunta “intencionalidad” de la pandemia, tenemos ante
nosotros el huracán o la tormenta perfecta y, encima, la lucha entre
negacionistas y oficialistas covidianos.
No hacer nada
“No hagas nada, para que nada quede sin hacer”
Este es el magistral consejo de Lao Tse ante la mente inquieta que busca
desesperadamente encontrar una solución a sus problemas o un camino hacia su
plenitud.
“Mas cuando os entregaren, no os apuréis por cómo o qué hablaréis; porque
en aquella hora os será dado qué habéis de decir” Mt 10,19, Mc 13,11, Lc 21,14.
Este es el consejo que Jesús da a sus discípulos para cuando sean
arrestados y llevados ante los jueces. Es decir, ante la tribulación, ante
situaciones que evidentemente son imposibles ya de afrontar, “no hagáis nada”,
que el Padre hará todo por vosotros y pondrá en vuestra boca las palabras
exactas.
Así que ¿qué podemos decir a personas, nuestros familiares, nuestros amigos
y compañeros, qué tienen razones más que suficientes para vivir angustiados
ante la situación actual?
Nada, no tenemos que pensar qué consejo podemos darles para calmarles y
darles esperanzas. Ante un edificio en ruinas que está a punto de venirse
abajo, por mucha reforma decorativa que hayamos hecho en su interior, ¿cabe dar
mensajes de esperanza tales como “todo saldrá bien”?
Pues no, es de necios darle esperanzas a un moribundo con cáncer terminal o
decirle al que tiene cáncer de pulmón en grado cuatro que deje de fumar… Solo
valen ya los cuidados paliativos.
Hay situaciones que sobrepasan nuestra capacidad de esperanza en que “todo
vaya a salir bien”, en que “a este virus lo paramos unidos” (infantil campaña
del Gobierno durante la primera ola, que nos animó a aplaudir a las ocho de la
tarde por las ventanas). Y se ha visto que “menos lobos Caperucita”, que
podemos empezar a dejarle al Covid un sitio preferente en nuestras vidas.
El abandono a la
Providencia
Toda esta reflexión nos lleva a una aplicación práctica de toda esta serie
sobre espiritualidad, que en realidad es al objetivo final del Camino que llevó
a Marta y a María por la ruta de Compostela, finalmente a la oceánica aventura,
al abandono a la Providencia.
Cuando las circunstancias nos superan, es de necios tratar de tomar el
control de algo que ha quedado fuera de toda capacidad humana de control, a
pesar de que parece como si toda la capacidad tecnológica del mundo esté
trabajando para domesticar a esta criatura (el SARSCov2).
¿Qué podemos hacer? Nada, ya se le ocurrirá algo a la Divina Realidad. O
acaso esto sea lo que ha de suceder.
Esto pasa cuando el ser humano crea monstruos como la energía atómica. La
carta que Einstein y Leo Szilárd le enviaron al Presidente Roosevelt para
iniciar el Proyecto Manhattan el 2 de agosto de 1939 para neutralizar a Hitler
le atormentó y ,de la que luego tanto se arrepintió Einstein, cuando el
monstruo demostró en Hiroshima y Nagasaki su increíble poder. El Hombre ha
creado y liberado ya unos cuantos monstruos como este, entre ellos la genómica,
la inteligencia artificial y la robótica, tanto por separado como los tres
juntos. Mientras estén bajo control… puede pasar; el problema será cuando caiga
en manos inadecuadas o esos monstruos atraviesen el punto de singularidad y
tomen ellos el control de sí mismos.
Y como esto, otras muchas iniciativas que están convirtiendo nuestro
Planeta en un infierno.
Hemos de ser conscientes de que, en la medida en que el conflicto social se
vaya generalizando, la gente (que hasta ahora se ha comportado razonablemente
bien, si exceptuamos el fenómeno del botellón y la tendencia innata de la gente
a acudir a grandes concentraciones de personas) empezará a perder socialmente
los estribos para pasar a situaciones de pánico donde no habrá fuerzas del
orden que la pueda controlar.
¿Entra en contexto hablar a la gente de que se abandone a la
Providencia?
El caimán asustado
Si acudimos al modelo triuno del cerebro, de Paul McLain, que lo describe
en tres capas, el protoencéfalo, cerebro reticular o instintivo (controlado por
la lagartija), el mesencéfalo o gregario (controlado por la vaca) y el
telencéfalo o inteligente (controlado, supuestamente por la mente consciente),
en situación de miedo o pánico, el cerebro que toma el control de todo es el
protoencéfalo, la lagartija que, convertida en caimán, ya no atiende a razones
ni racionales ni espirituales, pega el puñetazo en la mesa, nos hace huir
despavoridos del peligro y despliega todos los recursos que nos salvan la vida
y nos alejan de una muerte segura. Pero tiene un inconveniente, que no atiende
a razones y en su desesperada huida de la realidad puede finalmente morir en el
intento.
La gente está asustada, tiene miedo, trata de creer en los estúpidos
mensajes de nuestro Gobierno (“cambiar las mascarillas por sonrisas” v.gr.),
que alcanzaremos una nueva normalidad donde, más o menos, podremos recuperar
nuestra vida de antes, que esto es sólo un susto. Mientras, en la celebración
del pasado 9 de julio 2021 del Cyber Polygon (https://cyberpolygon.com/), Klaus Schwab (el presidente del Foro Económico Mundial y autor de “El Gran
Reinicio”) advirtió que “un ciberataque integral detendría por completo el
suministro de energía, el transporte, los servicios hospitalarios y nuestra
sociedad en su conjunto”.
Y etc., etc., etc.
Es decir, si no estamos al borde del desastre, “alguien” está muy
interesado en hacérnoslo creer. Es un hecho que esta pandemia es más o además,
una pan-infodemia, pandemia de desinformación, lo que nos puede llevar al
paroxismo del caos.
Y lo que se malician los negacionistas es que esto esté provocado.
Un caimán asustado (y todos tenemos el nuestro, si no asustado, si al menos
inquieto y tamborileando los dedos en la mesa), no atiende a razones, pero sí
puede atender a actitudes (que no a sermones) de calma y sosiego.
Cuando afirmaba en la entrega anterior 44, que “homos hacedores de santos”,
a esto me refiero, a que si ante la adversidad, nuestro abandono a la Divina
Providencia da una imagen a los demás de sosiego ante la adversidad, acaso eso
sea transmisible y la tasa de contagio de la Paz interior, pueda al menos,
salvar de la desesperación a muchos de nuestros seres cercanos.
De no ser así, pues nos pasará como en la película “Aterriza como puedas”,
que ante el desastre originado en cabina de mando, aparecía el cartel “DON’T
PANIC”. A lo que la gente no hizo caso y comenzó a chillar y moverse en la
cabina del pasaje caóticamente. Entonces el cartel anunciador cambio de “don’t
panic” a
“OK, PANIC”.
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Autor: José Alfonso Delgado
Nota: La publicación de las
diferentes entregas de La Física de la
Espiritualidad
se realiza en este blog, todos los lunes
desde el 4 de enero de 2021.
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