Después de la hora mágica, cuando el día besa a la noche en la
cumbre de las montañas, ha salido la luna de detrás del horizonte y se ha
sembrado de estrellas el cielo. Y el silencio ha venido de puntillas por el camino viejo
buscando el alma de los pajarillos y de las flores, de los almendros y las
manzanas. Y Abul Beka se ha sentado, como cansado, bajo la higuera quebrada que sombrea el
jardín.
Un perfume de jazmines sube en el aire para después caer como un
velo de olores sobre Medina Runda.
Y así decía Abul Beka:
—Si sabéis esperar, el árbol os da su fruto sin violencia. No
tenéis más que alargar la mano y, al tocarlo, se desprende vencido por la
madurez. ¿A qué viene la impaciencia de muchos que van al árbol y lo zarandean
y lo golpean y lo tuercen, para que desprenda el fruto?
Y después de tomarlo en sus manos, lo ven verde y al saborearlo lo
sienten amargo y dicen: «¡Este árbol es malo, cortémoslo!».
Y yo les diría: grandes son aquellos que saben el momento y se
preparan para él; y pequeños son aquellos que por su ceguera creen que todo es
ciego.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial
Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de 2017.
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