Hay factores que son capaces de añadir a los sistemas aún más
complejidad de la que por su propia estructura y función presentan.
Generalmente no se tienen en cuenta y cogen por sorpresa a los políticos y a
los empresarios, sobre todo si son suficientemente miopes para “no verlas
venir”.
Básicamente son los retardos, las inercias, la sensibilidad a
mínimos cambios y los atractores caóticos. Empecemos por los retardos.
Retardos
El retardo es una propiedad que presentan
casi todos los sistemas. Las respuestas a estímulos, no se producen
habitualmente de modo instantáneo "en tiempo real”, sino con cierta
demora. Los sistemas de control de un avión, si están gobernados por ordenador,
pueden dar una respuesta en tiempo real, es decir, con demoras de décimas de
segundo entre el “input” al sistema y la respuesta. Para los humanos, a poco
que tras la información empleemos un cierto tiempo para analizar, recapacitar, considerar
diferentes alternativas, y al final tomar una decisión, todo eso, todo ese
proceso de toma de decisión incorpora un tiempo de retardo entre el estímulo y
la respuesta que se considera más adecuada.
Toda demora, todo retardo en la respuesta
provoca inestabilidad, y un comportamiento oscilante de las variables
afectadas.
El ejemplo más sencillo es el termostato, y
para más señas un termostato que empleamos todos cuando nos duchamos, regular
la temperatura del agua de la ducha. Sale el agua fría y ponemos el mando a
todo gas hacia el agua caliente hasta que sale tan caliente que arde, entonces
bajamos y termina saliendo fría, entonces volvemos a aumentar la temperatura,
hasta que al final queda a nuestro gusto.
Podríamos
examinar los gráficos representativos del diagrama causal que simula el
comportamiento de nuestra mano manejando el grifo, o de un termostato de aire
climatizado. Veríamos entonces que la combinación de dos ciclos, uno reforzador
y otro compensador dan como resultado fluctuaciones cada vez más amortiguadas,
hasta llegar a un estado básicamente estable.
Un ejemplo paradigmático del problema de las
demoras lo encontramos en el famoso juego de la cerveza, muy utilizado en la
formación de directivos, y donde se ve perfectamente los problemas que generan
las demoras.
Desarrollado por la Administración Sloan del
MIT allá por los años 60, simula un sistema de distribución de una marca poco
conocida de cerveza, desde fábrica al mayorista y desde este a los minoristas.
La cerveza en cuestión tiene sus clientes asiduos, pero no es de gran consumo,
y ni siquiera hace publicidad. La logística de la cerveza es la habitual, lo
que satisface a sus asiduos consumidores. Pero un buen día, por alguna extraña
razón, un inocente anuncio, un pedido extraordinario en una fiesta de relativa
repercusión social, provoca que en una semana se consuma mucha más cerveza de
la esperada. El minorista, como ve que se consume más, ante la duda de quedarse
sin stock, pide más cantidad de cerveza al mayorista. Este se ve desbordado, se
vacía su stock y pide más a fábrica, que tarda en responder para aumentar la
producción de cerveza. Como la cerveza no llega a tiempo, los minoristas
presionan pidiendo más cerveza, el mayorista no responde a tiempo y este pide
más a fábrica, etc. Al final las fluctuaciones son tan grandes que la referida
cerveza casi muere de éxito al no saber responder a tiempo a un incremento
súbito de demanda.
Volveremos sobre este tema a propósito de las
conclusiones que se sacan de este juego, que no es otra que cuanto más se
presiona al sistema, más presiona este, y se comprueba que el sistema tiene sus
propias reglas, su propia inercia, y que los problemas no son en muchas
ocasiones atribuibles a nadie en concreto sino a todos un poco. No es un
problema de intencionalidad, sino de no saber responder a la complejidad
dinámica que implícita y explícitamente presentan los sistemas humanos.
El principio de inercia
Todos experimentamos la sensación de inercia
cuando a bordo de un coche, arrancamos bruscamente en un semáforo y sentimos
cómo nuestra espalda queda presionada contra el respaldo del asiento, o cómo
tendemos a salir despedidos hacia delante cuando pegamos un frenazo brusco y el
cinturón de seguridad nos salva de estrellarnos contra el parabrisas.
Recordemos por un momento la Física elemental
del bachiller.
Espero no ser demasiado pesado y, para los de
letras, os podéis saltar este rollo y pasar directamente a las conclusiones.
La velocidad es igual al espacio recorrido
partido por el tiempo. (v = s / t)
La aceleración es igual al incremento de
velocidad entre el tiempo empleado para ello.
(a = (v – vo) / t), o bien (a = Dv / t)
El principio de inercia sentencia que todo
cuerpo “abandonado a sí mismo”, o está en reposo o en movimiento rectilíneo y
uniforme (únicos estados en los que no existe modificación de la velocidad). Es
decir, ningún cuerpo es apto para modificar por sí mismo su estado de reposo o
de movimiento o, en definitiva, que la materia es incapaz por sí misma de
producir aceleración.
En consecuencia, la fuerza es la causa que
provoca la aceleración de los cuerpos.
Fuerza es igual a masa por aceleración (F = m
* a)
Impulso mecánico es una magnitud vectorial
igual al producto de la fuerza por el tiempo que actúa. (Impulso = F * t)
Cantidad de movimiento es una magnitud vectorial
igual al producto de la masa por la velocidad. (P = m * v)
El impulso comunicado a un punto material se
emplea en modificar su cantidad de movimiento. (Impulso = m*v – m*vo)
El teorema de la conservación de la cantidad
de movimiento dice que, si sobre un sistema no actúan fuerzas exteriores, su
cantidad de movimiento permanece constante. Es decir, exige que el impulso de
las fuerzas exteriores sea igual a la variación de la cantidad de movimiento.
Si no hay fuerzas exteriores, la variación de la cantidad de movimiento es
cero, permaneciendo esta constante. (P = m * v = Cte)
Trabajo es el producto de la fuerza por el
espacio recorrido (y por el coseno que forman la fuerza y el espacio, en el
caso de movimiento rectilíneo, el coseno de 0 es 1)
A = F * s
Teorema de las fuerzas vivas dice que la
energía cinética es una magnitud escalar de valor igual a: ½ m * v2.
El trabajo realizado por la fuerza que produce o modifica el movimiento de un
cuerpo es igual a la variación de la energía cinética de éste.
En este ejemplo, y en el supuesto de que no
exista rozamiento, como habitualmente se hacía en los problemas del colegio,
vemos que tenemos que aplicar una fuerza considerable para conseguir frenar un
móvil de tan sólo 10 Kg pero que lleva una energía cinética de 3.855 julios al
comienzo de la frenada.
Conclusión: (para los de letras) Lo que este ejemplo quiere hacer ver es cómo, desde
ejemplos de la vida diaria, entendemos que parar un móvil a gran velocidad
cuesta oponerle mucha fuerza, o al revés. Si trasladamos este sencillo ejemplo
a la vida diaria, cuántas veces no hemos llegado a casa derrotados al comprobar
cómo parece imposible hacer algo, poner de acuerdo a tanta gente para mover un
centímetro las cosas. Los que trabajamos en el sector público sabemos que en la
Administración la inercia institucional es de tal calibre que si la descomunal
maquinaria pública viaja – por ejemplo- a una velocidad de 60 km por hora, no
podemos hacer prácticamente nada para que vaya a 61 o a 59 km por hora. Es
decir, la fuerza que habría que aplicarle sería de tal calibre o, dicho de otro
modo, la inercia que lleva es tan descomunal que no se puede hacer nada (o casi
nada) ni para acelerarla ni para frenarla.
Otro ejemplo espectacular y a la vez preocupante es el avance de la
tecnología, en el que abundaremos más tarde, pero baste ahora esta reflexión.
El avance espectacular de la tecnología plantea que acaso el hecho de que las
máquinas reemplacen al hombre en el medio o largo plazo (¿20 a 50 años?) es un
asunto de evolución del sistema nervioso de las máquinas, y de la confiabilidad
de las mismas.
En la actualidad cualquier avión de nueva generación, comercial o
militar puede despegar, seguir la ruta de un plan de vuelo, efectuar la
aproximación final y tomar en el aeropuerto de destino, sin intervención
humana. Sin embargo, a nadie se le ocurre pensar que un "avión de línea"
pueda volar sin piloto y copiloto. ¿Para qué están los pilotos en la
actualidad? Fundamentalmente por si algo falla. Lo mismo pasa en una central eléctrica,
en un centro de proceso de datos, en una central nuclear, en el control de
tráfico ferroviario etc. Es decir, los automatismos de los que se ha dotado la
sociedad son tales, y se están perfeccionando a una velocidad tan abrumadora
que no cabe la menor duda de que en no más de veinte años la presencia “de
facto” del operario humano será un lujo innecesario, aunque se supone que el
hombre seguirá allí, cómodamente sentado en un sillón giratorio leyendo el
periódico o jugando a algún videojuego de bolsillo.
Con todo, la presencia humana en función del "por si algo
falla" será cada vez menos necesaria, en la medida en que la confiabilidad
de los sistemas permita descender la probabilidad de fallo en millonésimas,
aunque esto tiene también sus perversiones sistémicas como veremos
posteriormente al abordar el tema de la ultraseguridad.
Estos automatismos están provocando una inercia social que cabría
pensar de qué forma puede que estén influyendo en los valores humanos. Mientras
la gente de nació a mediados del siglo XX fue educada, con al menos un baño de
valores tales como el esfuerzo, la abnegación, el sentido de la responsabilidad
etc., nuestros hijos, los nativos digitales, son conscientes de que
"esto" funciona solo”. No hace falta estar 24 horas con una manivela
para tener luz o sacar agua. ¡Todo es tan aparentemente, y de hecho realmente
fácil! Los chavales son conscientes de que con dar la tecla
"Inicio"... "ya está" como decía Bill Gates en su
particular promoción de Windows 95. Los agricultores castellanos no trabajan
más de 40 a 60 días al año montados en tractores con aire acondicionado. ¡Eso
de doblar el lomo todos los días de sol a sol queda ya lejos! ¿Cuál es la
motivación juvenil ahora, y cuál será dentro de 50 años cuando el
telencéfalo de los ordenadores esté bastante más desarrollado que los
actuales?
Este es un ejemplo de inercia social fruto de
una dinámica de cambio espectacular que nos arrolla, y que nos hace sentir que
“esto” (la sociedad que hemos creado) funciona solo, según sus propias reglas,
y que, a los seres humanos, a altos niveles de la alta política, aún nos queda
el control de algunos dispositivos, tales como la potestad de subir o bajar los
tipos de interés; pero somos cada vez más incapaces de controlar la dinámica
social y empresarial. Esto es como un petrolero, cuyo tonelaje de
desplazamiento es tal que, ante un obstáculo en la ruta, o se prevé con
antelación la maniobra de evasión, o el buque chocará. Esto le sucedió al
Titanic; cuando quisieron darse cuenta de la presencia de iceberg, aunque el
buque cayó toda la caña a babor, sin embargo, a la descomunal máquina pareció
no importarle la orden dada, ella iba derecha hacia el bloque de hielo, y en
los pocos metros en que trataron corregir el choque, este fue imposible.
Si ahora estudiáramos el caso de la dinámica
de frenada del ejemplo anterior, pero en vez de en un intervalo de 10 segundos,
en un intervalo de 100 segundos. La fuerza que por unidad de tiempo hay que
oponer es por unidad de tiempo bastante menor que en el primer ejemplo, bien es verdad que durante mucho más
tiempo. Esto hace pensar que, previendo los problemas con anticipación, la
inercia social, institucional, empresarial de los sistemas humanos puede ser
manipulable, pero desde luego no es posible, cada vez menos, pretender hacer
correcciones rápidas de rumbo. El monstruo social que hemos creado los hombres
es demasiado pesado, tiene una dinámica inercial demasiado elevada como para
querer maniobrarlo con la misma agilidad que se maniobra un balandro.
Entonces, ¿por qué la velocidad de cambio es
cada vez mayor? Porque los ciclos reforzadores de las economías mundiales
imponen su propia ley, y lanzan las variables macroeconómicas hacia perfiles de
crecimiento “aparentemente exponenciales”, de modo que tenemos la sensación de
que cada vez el mundo que dejamos la noche anterior cuando nos acostamos es un
poco más diferente del mundo con el que nos desayunamos al día siguiente.
Pero el pensamiento sistémico garantiza con
certeza matemática que esta dinámica social y económica tendrá más tarde o más
temprano sus propios límites al crecimiento, como podremos comprobar en los
próximos capítulos.
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Autor: José
Alfonso Delgado (Doctor en Medicina
especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas
de Visión sistémica del mundo se
realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto
Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los
objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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