Cuando se habla de la esencia del ser humano, hay quienes sostienen
eso de que “el hombre es un lobo para el hombre”, remarcando la maldad
inherente al homo sapiens. También podemos escuchar eso de que “el ser humano
es bueno por naturaleza”, un ser lleno de empatía, solidaridad y altruismo.
Pero, ¿qué somos las personas en realidad, buenas o malas? Tal vez la solución a este dilema pasaría por admitir
que somos capaces de la más absoluta maldad pero también de una gentileza y
compasión profundas. En un mundo lleno de violencia, numerosas personas dedican
su vida a luchar contra las injusticias y a hacer de este mundo un lugar mejor. Esto me llena de esperanza.
Sin embargo, el panorama mundial es desolador: hambre,
guerras, racismo, sexismo, xenofobia, devastación ambiental, violencia extrema,
dominación. Pero, a pesar de todo, numerosas personas dedican su vida a luchar
contra las injusticias y a hacer de este mundo un lugar mejor. Si bien el
altruismo brilla por su ausencia en demasiadas ocasiones, creo que la mayoría
de las personas tendemos a rechazar la violencia. Lo creo o quiero creerlo
pero, en cualquier caso, gran parte de la población firmaríamos por un mundo pacífico e
igualitario.
No nos gusta que nos tachen de violentos. Nos esforzamos por
demostrar que estamos a favor de la justicia social, que somos personas
comprometidas con los valores democráticos. “Libertad, Igualdad, Fraternidad
(Sororidad)”: ¿quién puede no defender estos principios actualmente? Queremos ser buenas personas. Y esperamos
que el resto también lo sea. No nos gustan aquellos que disfrutan con la
violencia. Preferimos a quienes se sienten horrorizados por ella. Estaríamos de
acuerdo en establecer que el ideal de ser humano sería aquel que actúa con
respeto y compasión hacia el resto. ¿Quién no querría un mundo lleno de
personas así, colmadas de generosidad y empatía?
Pero, a pesar de que gran parte de la población mundial
aspira a conseguir un mundo no violento, lamentablemente, demasiados miembros
de este grupo de personas defensoras de la solidaridad y el respeto permanecen
impasibles ante una violencia atroz que afecta a un número incalculable de
individuos. Me refiero, por supuesto, a la violencia que ejercemos sobre los
animales no humanos.
Muchas querríamos un mundo guiado por la empatía y la
compasión. Y, sin embargo, miramos para otro lado cuando la violencia se ejerce
sobre el cuerpo de seres que no pertenecen a nuestra especie. Nos escandalizan
las injusticias que sufren otros seres humanos y queremos que estas injusticias
desaparezcan. Responder de este modo ante el sufrimiento humano es totalmente
necesario. Pero también es necesario responder de esta manera ante el sufrimiento
animal si aspiramos a un mundo no violento. No podemos alcanzar la no violencia
si las personas permanecemos indiferentes o si, incluso, somos cómplices de una
violencia incalculable en tanto a intensidad y al número de seres a los que
afecta.
Hablamos de la privación de libertad de millones de animales
en zoológicos, acuarios o circos. Hablamos de la tortura en “espectáculos” como
la tauromaquia. Hablamos del sufrimiento infinito de animales sobre los que se
prueban cosméticos o productos de limpieza. Hablamos de la muerte de individuos no humanos como
consecuencia de nuestro modelo socioeconómico ecocida que acaba con el hogar de miles de especies (incluida la
nuestra). Hablamos del desgarrador sufrimiento físico y psicológico de miles de
millones de animales que son traídos al mundo exclusivamente para saciar
nuestro gusto por un sabor concreto. Nosotros conseguimos un placer banal.
Ellos pagan con su libertad, su bienestar y su vida. ¿No habíamos quedado en
que la mayoría queríamos un mundo pacífico? ¿Dónde está la paz en nuestra relación
con los animales? ¿Dónde la solidaridad, el respeto
y la empatía? ¿Tendremos que admitir finalmente que somos monstruos malvados o,
por el contrario, tomaremos conciencia de estos comportamientos perversos y
trabajaremos para eliminarlos? Pensemos en ello.
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Autora: Angélica Velasco Sesma (Doctora en Filosofía, es Profesora de Ética y
Filosofía Política y Secretaria Académica de la Cátedra de Estudios de Género de
la Universidad de Valladolid. Ha escrito el libro “La Ética Animal. ¿Una cuestión
feminista?” (Cátedra, 2017))
Filosofía Política y Secretaria Académica de la Cátedra de Estudios de Género de
la Universidad de Valladolid. Ha escrito el libro “La Ética Animal. ¿Una cuestión
feminista?” (Cátedra, 2017))
Fuente:
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el 19
de febrero de 2017
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de febrero de 2017
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