Y uno de sus hermanos le preguntó:
—¿Qué
va a quedar de Medina Runda?
»¿Qué
será de sus plazas y sus torres, y la vida que anidaron?
»¿Qué
va a quedar de este corazón que palpita en esta meseta, cuando el tiempo se
cierre en sí mismo y no quiera andar y la naturaleza diga: «Hemos de enseñar a
mi hijo mayor, el hombre, lo que es el hambre para que sepa valorar toda la
prodigalidad y el mimo con que lo hemos tratado?».
Y el
maestro le respondió:
—Mirad:
un hijo le dijo a su padre: «Padre, deseo irme de tu presencia porque me aburre
tu compañía y la de toda tu casa. Aquí lo tengo todo y tú me lo has dado todo;
mas mi corazón necesita expandirse y buscar nuevas sensaciones».
»Y
el Padre le rogó: «Hijo mío, toda mi casa te pertenece, y mis campos y mis
ganados; mas sea según tu consentimiento, porque ya estás en la edad en que
conozcas otras cosas que están fuera de aquí».
»Y
el hijo se alejó de su casa y se llevó su heredad. Pasaron los días en el
tiempo y sus bolsillos se fueron apagando y sus lujos se aminoraron, y ya no
parecía hijo de aquel señor.
»Continuaron
pasando los días y cada vez tenía menos, hasta que tan solo le quedaron las
manos para trabajar y la boca para pedir.
»Una
de entre las noches, cuando su estómago le molestaba por el hambre y sus ojos
se velaban de miseria, se recostó sobre la húmeda tierra y mirando a las
estrellas: meditaba de esta forma: «Hasta aquí me han tenido que traer las
manos de la experiencia y los hombros del sufrimiento para valorar aquello que
tenía en mi casa.
»He
tenido que sentir las lágrimas de la tristeza resbalar por mi rostro, para
comprender el valor de las lágrimas que derramé en otros tiempos de alegría.
¿Cómo sabrá un torrente qué es la sed, si nunca la ha tenido? ¿Cómo sabría un
río de ella, si la calma?
»¿Cuántas
veces hacemos lo que no debimos nunca hacer, para comprender en ello, y no
hacerlo? ¡Qué gran escuela la de la vida!, que nos rodea de las circunstancias
donde conocernos y rectificarnos».
»Y
así continuaba: «Iré y le diré a mi padre: «Padre mío, vengo a ti porque ahora
soy digno de tu morada. Ahora sé el valor de tu trabajo de creación».
»Y
después de muchos días y muchas noches, por caminos espinosos y empinados,
retornó a su casa y, postrándose ante su padre, le dijo: «Mi padre, me llevó de
ti la ignorancia de creer que podría encontrar fuera aquello que perdí dentro
de mí. Ahora soy conscientemente hijo
tuyo».
»Y
él le respondió: «Abre bien los oídos y escucha, porque ahora ya puedes
comprender: al quererte ir de mí creaste el camino de ida; al querer volver has
creado el de vuelta, mas todos estos caminos están en mí. Nunca saliste de mi
casa, ni de ti mismo. Y ahora ve, vuelve a los caminos y despierta a tus muchos
hermanos que se fueron y no han vuelto aún conscientemente a mí, aunque están
en mi casa».
Y el
hijo se fue por los caminos y en
ellos encontró a muchos hermanos que vivían con la máscara de todos los vicios
y de todas las aberraciones; mas él los comprendía y decía: «Mis hermanos,
creéis que estáis fuera de la casa; más yo os digo que en vosotros está también
la casa. Tomad conciencia de ella y desperezaos del sueño de la ilusión».
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este
blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de
2017.
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