Introducción: Ver el primer post (18/04/19)
Los perros culpables
Un día, un rey atravesó la ciudad en su magnífico
carruaje conducido por seis caballos blancos. Y a la caída de la noche, a su
regreso, los caballos fueron llevados al establo, pero el carruaje se dejó en
el patio junto con los arneses.
Cuando todo el mundo dormía en el palacio,
empezó a llover.
Esta es la hora de divertirnos, dijeron los
perros del palacio, cuando vieron los
arneses de cuero mojados y ablandados por la ducha. Bajaron de puntillas hacia
el patio, y mordisquearon y royeron las hermosas correas. Y tras jugar toda la noche se escabulleron
antes de que amaneciera.
¡Las correas del carruaje real comidas...destrozadas...!
exclamaron los mozos de cuadra cuando entraron al patio la mañana siguiente. Y
con los corazones temblando se fueron a decirlo al rey.
"Graciosa majestad, dijeron, "las
correas del carruaje real han sido destrozadas durante la noche. Es sin duda un trabajo hecho por los perros,
quienes han estado royendo las hermosas correas".
El rey se levantó furioso y dijo
"Matadlos a todos, matad a cada uno de los perros que veáis en la
ciudad".
La orden real pronto fue conocida por los
setecientos perros de la ciudad y todos
ellos lloraban amargamente. Pero había
un perro que era su jefe, que los amaba y protegía, y en una larga procesión se
dispusieron a encontrarlo.
¿Porque os habéis reunido todos hoy, -
preguntó el jefe cuando los vio venir- , y que es lo que os pone a todos tan
tristes?
El peligro se ciñe sobre nosotros, contestaron
los perros. El cuero del carruaje real, el cual estuvo durante la
noche en el patio del palacio, ha sido destrozado, y nosotros somos acusados
del daño. El rey está furioso y ha ordenado que nos mataran a todos nosotros.
Es totalmente imposible para cualquier perro
de la ciudad cruzar las puertas del palacio, pensó el perro jefe. ¿Quién por lo
tanto ha podido destruir los arneses sino los propios perros del palacio? Así
se salvan los culpables y los inocentes
deben ser destruidos. No, le mostraré los verdaderos culpables al rey, y
los perros de la ciudad serán salvados.
Tales eran los pensamientos del valiente jefe,
y tras consolar a sus setecientos perros seguidores, que se fue sólo a través
de la ciudad. A cada paso había hombres preparados para atarle, pero sus ojos
estaban tan llenos de amor que ninguno de ellos oso tocarle. Caminó hacia el
palacio y los guardias reales, hechizados por su apariencia le permitieron
cruzar las puertas.
Así que entró en el salón de justicia, donde
estaba el rey sentado en su trono y sus cortesanos parados alrededor, y a la
vista de sus ardientes ojos todos permanecieron en silencio.
Tras un tiempo el jefe habló, "Gran rey - él dijo- , ¿es vuestra la orden de que todos los perros
de la ciudad deban matarse?
Si - contestó el rey, esta es mi orden.
¿Qué daño han hecho? Oh rey - preguntó el jefe
-.
Han destrozado los arneses de cuero del
carruaje real - contestó el rey -.
¿Cuáles perros han hecho este daño?, preguntó
el jefe.
No lo sé, respondió el rey, por lo que he
ordenado matarlos a todos.
¿Es a cada uno de los perros de la ciudad que
hay que matar o hay algunos perros a los que se les permita vivir?
Sólo a los perros de palacio se les permite
vivir, respondió el rey.
¿Oh rey - dijo el líder con voz gentil -, es
justa su orden? ¿Por qué deberían ser
los perros de palacio inocentes y los perros de la ciudad juzgados
culpables? Los que favoreces son
salvados y los que no conoces deben ser matados. Oh, rey justo, ¿dónde está tu
justicia?
El rey pensó un rato y dijo luego: Sabio líder,
dime entonces, ¿quién es el culpable?
Los perros reales - replicó el líder -.
Demuéstrame que tus palabras son verdad, dijo el rey.
Os lo mostraré, dijo el líder. Ordene traer al salón a los perros de palacio y que
se les de hierba "kusha" y suero de leche para comer.
El rey hizo lo que el líder le pidió y
trajeron a los perros y se les dio a comer la hierba y el suero.
Pronto después de que ellos hubieran comido,
tiras de cuero salieron de sus bocas cayendo al suelo. Los culpables fueron
hallados. El rey se levantó gentilmente de su trono. "Tus palabras son
verdad" - dijo al sabio líder -, verdad y puras como las gotas de lluvia que
caen del cielo. Nunca le olvidaré.
Él ordenó entonces que se les diera a los
perros de la ciudad rica comida y cuidados reales cada día de sus vidas, y
todos ellos vivieron felices para siempre.
Ya
sabéis, os puedo ir mandando estos cuentos de Noor Inavat Khan en PDF, así como todo lo que he escrito en este
blog. Escribir a deeelij@gmail.com
Enlace al libro de Noor: https://babel.hathitrust.org/cgi/pt?id=inu.39000000078449;view=1up;seq=21
Finalmente aprovecho por si alguien quiere lo
publicado, anteriormente, por Deéelij en este Blog sólo ha de decirlo en el
mail antes indicado
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