Dicen los hindués que
“maya” representa un velo que es preciso trascender, un espejismo a vencer, una
irrealidad que nos impiden conocer la verdadera realidad. Tienta una huida de
la realidad que nunca se nos presentó tan cómoda. Nunca “maya” estuvo tan a
mano, tan sin esfuerzo. El “maya” del fácil y omnipresente “play” nos acorrala
como nunca hasta el presente. Tienta el
botón que te saca de tus coordenadas. “Maya” y sus innumerables pantallas de
los más diversos formatos y tamaños nos rodean. Se ha hecho incluso ya un lugar
privilegiado en nuestros bolsillos con la invención y popularización del
“smarthphone”.
Manifestamos escaso
interés por levantar ese velo, nos sentimos cómodos con él. Este mundo moderno
nos proporciona una ficción en la que es posible postergar sin límite el
despertar. Sin embargo, de esa ilusión, de ese sofá con conos de palomitas cada
día más grandes, un día también habremos de emerger.
Ahora que las más
importantes cadenas presentan sus programaciones de “series” para el 2019,
puede ser oportuno reflexionar sobre el tema. Me pregunto de dónde viene esa
sed generalizada de “series”. No termino de encontrar en ello un síntoma alentador.
La adicción a las “series” puede tener algo que ver con huida. La diferencia es
clara entre la búsqueda eventual de unos momentos de distracción o la
dependencia que se genera con un próximo capítulo que en realidad nunca se
acaba.
El salto de una “serie” a
otra equivale al simple desplazamiento de un dedo. Saltando de “serie” en
“serie”, un día observaremos que, atados al mando a distancia, buena parte de
los capítulos de nuestra verdadera vida han quedado sin vivir, sin apurar, sin
enterarnos. Corremos el peligro de dejar de ser, en importante medida, los
dueños de nuestros días, de que otros los vivan por nosotros, de relegarnos
nosotros mismos al papel de meros espectadores. Impotentes para transformar la
realidad, pareciera que finalmente hubiéramos optado por pulsar todas las
noches el cómodo “play” y escapar lejos. Esta moda de las “series” que arrasa
suena demasiado a renuncia como para adherirse a ella. En vez de cambiar para
bien este mundo, habríamos decidido fabricar otro de ficción.
Las “series” sin final
aparente nos terminan de atar a lo ilusorio. Para los hindués “maya” es un nudo
que nos amarra a lo irreal y la irreal pantalla va comiéndose cada vez más lo
cotidiano puertas del hogar adentro. Entretenernos en exceso en la ficción ante
la pantalla, puede hacernos olvidar que quizás estábamos aquí para apurar el
instante, quizás para nuestro cultivo y mejora. Permanentemente enganchados a
la última “serie”, podemos despistarnos de nuestros compromisos en esta
existencia más real. La mezcla somnolienta de sofá y “serie”, puede hacernos
obviar retos pendientes, adormecer el anhelo de transformarnos a nosotros
mismos y transformar esta realidad. La “revolución de las series” suena más a
final que a anticipo de un empeño. Hay
otra épica que no se digitaliza, que no se “sube” necesariamente a las
pantallas, una épica que nos invita a entregarnos a una existencia más de
verdad, incluso a algún ideal en medio de ella. Por ejemplo, a aquél que
simplemente consistía en construir un mundo más compartido y solidario, más
comunicativo y fraterno.
No somos los
espectadores, sino más bien los protagonistas de la más apasionante aventura
por nombre “vida”, que nunca podrá una “serie” emular. Esta aventura exige a
menudo sus dosis de coraje y fuerza de voluntad, reclama distancia profiláctica
del siempre peligroso, siempre excesivamente amortiguado y confortable sofá. La
verdadera vida arranca casi siempre en el momento en que pulsamos el “off” de
nuestras numerosas pantallas. Programemos unas “series” propias de las que no
quedemos fuera, en la que no haya que aprender ningún papel encomendado, en las
que nosotros/as podamos volver a por fin al centro de la trama.
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Autor: Koldo
Aldai (coordinación@foroespiritual.org)
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