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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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El autor de Sapiens y Homo Deus publica un nuevo trabajo: 21 lecciones para el siglo XXI, en el que aborda desde el “aquí y
ahora” los dilemas globales de la humanidad.
El israelí Yuval Harari se ha convertido en uno de los
intelectuales más influyentes de la actualidad. Con Sapiens, su primer libro,
se volvió una celebridad que rompió el cerco de las ciencias sociales y recibió
efusivas recomendaciones de Bill Gates y Barack Obama, entre otros. En aquel
ensayo, que era un estupendo recorrido por la historia de la humanidad, Harari
presentaba la teoría de que fue gracias a la creación de mitos que el hombre se
convirtió en la especie dominante del planeta. Pero también se preguntaba
cuánto habíamos evolucionado desde entonces.
Su siguiente trabajo fue Homo
Deus: Harari (se) desafiaba a pensar el futuro del Hombre. Pero, con una
idea brillante, evitaba plantear ciudades y adelantos tecnológicos propios de
la ciencia ficción, sino que indagaba las consecuencias de un hecho
fundamental: cómo será el mundo cuando la muerte haya sido vencida, cuando la
bioingeniería nos permita ser prácticamente inmortales.
Homo Deus extrema la idea desarrollada en Sapiens de una manera bastante perturbadora: si lo que nos
convirtió en reyes de la creación fue el relato que nos inventamos, hoy es
justamente eso lo que nos limita. Al desprendernos de Dios, el Estado y el
sistema económico daríamos un paso hacia el porvenir. ¿No se acerca demasiado
al precipicio del relativismo social? Sí, por supuesto. Pero, dado que todo
relato es una construcción humana, es, por lo tanto, relativo. Este no ya es el
siglo de las verdades absolutas.
"En 1938, a
los humanos se les ofrecían tres relatos globales entre los que elegir, en 1968
solo dos y en 1998 parecía que se imponía un único relato; en 2018 hemos bajado
a cero", escribe Yuval Harari en su nuevo libro, 21 lecciones para el siglo XXI (Editorial Debate). Harari retoma algunas de
las ideas que postulaba en el análisis del pasado y la indagación del futuro
para conjugarlas en presente: "En este libro quiero centrarme en el aquí y
el ahora. Para ello voy a abordar los asuntos actuales y el futuro inmediato de
las sociedades humanas. ¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los
mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos prestar atención? ¿Qué
tenemos que enseñar a nuestros hijos?"
En 21 lecciones, Harari
observo las principales fuerzas que modelan las sociedades en el mundo, y que
es probable que influyan en el futuro de nuestro planeta como un todo: desde el
cambio climático hasta el futuro del empleo, desde los nacionalismos hasta las
fake news, desde los atentados terroristas hasta la omnisciencia de los
algoritmos informáticos y las redes sociales. "La realidad está compuesta
de muchas hebras", escribe, y señala que su intención es la de abarcarla
desde los "distintos aspectos de nuestro dilema global". Es
justamente gracias a esa perspectiva que puede tener una mirada más profunda y
distanciada de los problemas urgentes cotidianos. Pero: si cada vez
que un relato —un mito— local es llevado a una dimensión global entra en
contradicción o se vuelve impracticable, ¿deberíamos entender que la globalización
es una utopía inviable? Con motivo del lanzamiento de 21 lecciones para el siglo XX, Yuval Harari mantuvo por correo
electrónico una entrevista exclusiva con Grandes Libros y sobre este tema se extendió largamente:
+La globalización
no es una utopía sino una realidad. Ya hay una cultura global que une la mayor
parte del mundo. Gente de todo el mundo comparte las mismas ideas básicas sobre
política, economía y naturaleza. Todos viven en estados nación, todos usan el
dólar para comerciar y todos toman los mismos medicamentos. Si sufres un ataque
al corazón en Buenos Aires, Tel Aviv, Nueva Delhi o San Francisco, te llevarán
a hospitales similares en donde los médicos que creen en teorías médicas
idénticas te brindarán el mismo tratamiento. Claro, hay muchos conflictos y
desacuerdos en el mundo, pero la mayoría de los conflictos en la historia se
dieron entre personas que vivían en la misma civilización. Las personas con las
que peleamos más a menudo son nuestros propios familiares. Consideremos el reciente
mundial de fútbol: hace mil años, era absolutamente imposible llevar gente de
Argentina, Japón, Egipto y Francia a jugar a Rusia. Incluso, si de alguna
manera hubiéramos podido conseguirlo, nunca se habrían puesto de acuerdo sobre
las reglas comunes. Sí: los diferentes equipos tratan de vencer a los demás, y
algunos hooligans recurren a la violencia, pero, en general, es una muestra
increíble de unidad y armonía humana.
A lo largo de la
historia, cada narrativa (religiosa, política o científica) conlleva el peligro
de definir a un "nosotros" frente a un "ellos". ¿De qué
manera en la actualidad se puede limitar ese riesgo?
Es difícil unir personas sin un enemigo, sin un "ellos".
Pero ahora tenemos tres enemigos que amenazan a todos los humanos, y eso debería
hacernos trabajar juntos. Estos enemigos son la guerra nuclear, el cambio
climático y la disrupción tecnológica. Todos estos son enemigos globales, que
no pueden ser derrotados por ninguna nación en particular. El gobierno de
Argentina no puede proteger al país contra la guerra nuclear o contra el
calentamiento global, a menos que coopere con los gobiernos de Brasil, China,
Estados Unidos y muchos otros países. Del mismo modo, si le teme al potencial
disruptivo de la inteligencia artificial y la bioingeniería, no puede esperar
que el gobierno de Argentina regule estas tecnologías por sí solo. Supongamos
que Argentina prohíbe la producción de sistemas autónomos de armas y la
ingeniería genética de bebés humanos. ¿De qué sirve eso si Estados Unidos produce
robots asesinos y los ingenieros de China desarrollan superhombres
genéticamente mejorados? Muy pronto, incluso la Argentina tendría la tentación
de romper su propia prohibición por temor a quedarse atrás. Dado el inmenso
potencial de tales tecnologías disruptivas, solo pueden ser reguladas a través
de la cooperación global.
En su primer
libro, Sapiens, usted explicaba cómo
fue que grandes grupos de personas pudieron cohesionarse en torno a relatos que
dieron origen a pueblos y naciones. ¿Podría suceder eso mismo hoy, pero a
partir de las grandes corporaciones?
Sí, las corporaciones también son solo "historias"
creadas y mantenidas por los poderosos magos que llamamos "abogados".
Una corporación existe solo mientras abogados, jueces, banqueros, políticos y
votantes comunes crean en su historia. Apple es la primera corporación que vale
un billón de dólares. Eso es más que el valor neto combinado de los millones de
personas más pobres de la tierra. Pero si los políticos y los votantes
decidieran cambiar la ley corporativa, Apple simplemente desaparecería.
¿De qué manera
el affair de Cambridge Analytica cambia nuestra percepción del Big Data y de la
tecnología que rastrea nuestros actos y decisiones?
Es una llamada de atención oportuna que nos alerta sobre peligros
futuros. Nos alerta sobre el hecho de que los humanos son ahora "animales
pirateables". Con suficientes datos y poder de cómputo, se puede hackear
personas y comprenderlas mejor de lo que se entienden a sí mismas. Luego, se
pueden predecir sus elecciones, manipular sus deseos y venderles todo lo que
desee, ya sea un producto o un político. Esto significa que los datos se están
convirtiendo en el activo más importante del mundo, y que la cuestión política
más importante de nuestro tiempo es quién controla los datos.
En el camino de “Homo
Sapiens” a “Homo Deus”, ¿en qué etapa está nuestra especie "aquí y
ahora"? ¿Por qué?
Con toda probabilidad, somos una de las últimas generaciones de
Homo Sapiens. Dentro de un siglo o dos, el mundo estará dominado por entidades
que serán más diferentes de nosotros que lo que nosotros somos diferentes de
los neandertales o los chimpancés. Hoy todavía compartimos con los neandertales
y los chimpancés la mayoría de nuestras estructuras corporales, habilidades
físicas y facultades mentales. No solo nuestras manos, ojos y cerebro son
claramente homínidos, sino que también lo son nuestra lujuria, nuestro amor,
nuestra ira y nuestros vínculos sociales. Dentro de 200 años, la combinación de
la biotecnología y la inteligencia artificial podría dar como resultado rasgos
corporales, físicos y mentales que se liberan por completo del molde homínido.
Por ejemplo, las interfaces cerebro-computadora podrían dar como resultado
cuerpos distribuidos, seres cuyos órganos se extienden ampliamente en el
espacio. Algunos creen que la conciencia puede separarse de cualquier
estructura orgánica y que pueden navegar libremente por el ciberespacio.
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Entrevista a: Yoval Noah Harari
Fuente:
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