¿Podemos sentir Paz, pero a la vez no sentirnos felices porque nos
sigue faltando “algo”? ¿Qué es lo que nos falta (o nos sobra…) cuando llegamos
a ese estado?
Una parte de mi vida y de
mi proceso consciencial la he desarrollado con ese sentimiento, con esa
sensación que tú compartes. Hubo un momento determinado en que empecé a
desinquietarme, a vivir en una mayor armonía, a sentir la Paz a la que tú haces
referencia y, no obstante, había algo en mí que me indicaba, o así yo lo
entendía, que faltaba algo.
Ha pasado un tiempo desde
entonces. Como el tiempo realmente no existe, lo que ha pasado desde entonces
es un momento continuo en el que se han ido desplegando experiencias que me han
ido permitiendo ir descubriendo, desvelando, que esa sensación de ‘falta de
algo’ no era realmente mía. No era yo quien la tenía, sino la mente, el sistema
operativo del yo físico, mental y emocional, la que me estaba diciendo que a
ella era a la que le faltaba algo, no a mí. Bajo el influjo de los sistemas
de creencias que la sociedad, la familia, el colegio, los institutos, los
medios de comunicación... habían ido metiendo en esa mente y en función de los
hábitos adquiridos y de los paradigmas, normas morales, religiosas,
sociales, etcétera, la mente reaccionaba indicando que le faltaba "algo" precisamente en la medida en la que yo me
iba desinquietando y dejando a un lado tanto enredo mental y viviendo en mayor armonía y mayor paz.
Realmente, a la mente le faltaban sistemas de
referencias, porque yo estaba soltando los que hasta entonces
estaban anclados en mi vida. Le faltaba la práctica de la lucha por perseguir
cosas, de intentar alcanzar cosas, cuando yo ya desde mi estado de consciencia
estaba soltando esa necesidad de luchar contra nada y ese requerimiento de
llegar a algún sitio. Yo empecé a sentir que, desde mi paz, desde la armonía que
sentía no tenía que llegar a ningún sitio, que lo único que tenía que hacer es
vivir.
Pero el hecho de que
solamente tuviera que vivir, eso a la mente no le aportaba el sosiego que ella
quería o no le respondía a todo ese mundo de creencias, paradigmas, normas a
los que he hecho mención. Y por tanto, en un momento de mi proceso
consciencial y evolutivo, sentía esa especie de ‘falta de algo’; y pude
percibir que no era realmente mía, sino de la mente que estaba reaccionando de
una forma "lógica". Llegado a ese punto, lo único que hice fue decirle a la mente
algo que hago con frecuencia por muchos motivos: ‘Mente, cállate y vuelve a tu sitio. Tú no sirves para comprender, ver y
entender la vida’.
La vida, lo único que hay
que hacer es vivirla.
En paralelo, me di cuenta
también de que en los sistemas de creencias de la sociedad, del sistema que
nosotros mismos hemos introducido en la cabeza, hay una creencia que tenemos
grabada muy, muy dentro en la mente y en el subconsciente de la mente. Esa
creencia que repercute mucho en lo que tú me has preguntado es el que
entendemos, nos han hecho creer, que este mundo, este plano, esta vida humana es
una especie de plano inferior, un plano imperfecto dentro de la existencia, del
cosmos, de la Creación.
En terminología de la
religión católica, esto es una especie de valle de lágrimas. Hemos sido
expulsados del paraíso y ahora vivimos fuera de él. Y ese sistema de
creencias nos lleva a pensar que hay que salir de aquí y que ese salir de aquí
conlleva hacer algo: ‘Tenemos que ascender, hay que ir a
otro sitio’.
En el ámbito religioso se
habla de la Gloria, del Cielo, que estamos aquí pero para ir a un sitio mejor.
En el ámbito consciencial, de una espiritualidad no religiosa, de lo que hoy se
llama el Despertar de la
Consciencia, se habla mucho también de lo mismo: `hay que ascender de dimensión´, se nos dice. La gente no
se da cuenta, pero estamos trayendo, a veces, al ámbito de la consciencia lo que
son paradigmas puramente religiosos. Estamos trayendo a la nueva consciencia
elementos, sistemas de creencias de la antigua consciencia. Y ya no se habla
del Cielo pero la gente sí habla de ascender: ‘Hay que pasar de la tercera dimensión a la cuarta, a la quinta, a
la sexta’. Y en pro de ese ascenso dimensional ponemos todo.
A mí me resulta francamente
divertido ahora, porque durante un tiempo creía en eso y ahora me río de mí
mismo por haber creído en eso, que incluso la sexualidad, desde esa nueva
consciencia que no termina de quitarse de encima los lastres de la vieja, se entiende que es un procedimiento a través de toda la práctica
sexual, del tantra, de la célebre kundalini, etcétera para ascender, para
elevarte, para ir a una dimensión, a un estado que no es el
que vives ahora.
Todo eso, de corazón a
corazón y según lo que yo percibo, que no tengo por qué estar en posesión de
ninguna verdad, creo que simplemente es el resultado de un sistema de creencias
que nos han metido en la mente y que nos hace que no veamos lo que para mí ahora es
absolutamente evidente: el más perfecto plano que hay en la Creación es éste.
El lugar más inefable, más sensacional y más divino de la creación es éste. Y
que lo único que tenemos que hacer es darnos cuenta viviéndolo. No
intelectualizándolo. No generando todo un mundo de la mente, pensando ‘acerca
de’, que es en lo que perdemos el tiempo, sino vivir, Vivir.
Cuando alguna vez, todavía,
por algún resquicio aparece la mente y me señala que habría que hacer algo más,
que qué significa eso de vivir, que tiene que haber alguna otra cosa más, yo lo que
hago es que me río con amor de mi mente, con cariño, y le digo:
¡Anda mente, vuelve a tu sitio, tranquilízate!
Porque ahora sé que,
realmente, sólo tenemos que hacer una cosa: Vivir. Y todas las cosas
que nos empeñamos en hacer desde la lucha y el esfuerzo, curiosamente, nos dificulta el vivir, que es lo
único que nos corresponde hacer: vivir, existir, ser...
La gente me pide algún tipo
de definición: ‘Bueno, pero tú ¿qué eres?’. Yo no tengo creencias, ni
religiones. Hay figuras, como la de Cristo Jesús, que son importantes en mi
vida. Pero yo no soy cristiano, ni mahometano, ni budista ni nada. No tengo
ningún sistema de creencias, ni pertenezco a ningún grupo. Entonces, cuando me
insisten, me limito a decir: ‘Venga, te lo voy a decir, a desvelar. Yo lo que
soy es un Vividor; un vividor intrínseco; un vividor consciente’.
La palabra vividor, en su
contenido, es espectacular, muy potente. Sin embargo, en los sistemas de
creencias, eso de ser un vividor tiene un carácter peyorativo. Pues yo le
elimino todos esos elementos peyorativos y planteo que soy un vividor, en
cuanto a que me dedico a vivir con confianza plena y completa en la vida, radicalmente Enamorado de la Vida.
La vida me ha mostrado,
suficientemente ya, con las muchas experiencias acumuladas, que merece la pena confiar en ella.
Me ha mostrado que más allá de lo que mi mente pueda computar, esa vida la
estoy generando yo. Esas experiencias las estoy creando yo para que finalmente
consiga algo tan sencillo como recordar lo que soy. Y ese recuerdo me aporta
esa paz, esa armonía, esa confianza en la vida, la aceptación plena de la
misma, que no tiene nada que ver con la resignación, ni con la impotencia de ‘¿qué voy a hacer?’. Y así vivo aquí-ahora: abrazado al presente, que más da que pegue o bese, como cantó Serrat; y Enamorado de la Vida, aunque a veces duela, como cantó Camarón.
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Fuente: Reproducción parcial de la entrevista efectuada a Emilio Carrillo por Emma Vázquez publicada en Regreso al Hogar:
La entrevista se realizó por Skype para su posterior trascripción.
Dada su extensión, su divulgación en este blog se realiza en nueve entregas, publicadas todos
los lunes de agosto y septiembre de 2016.
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