Muchas personas hablan de
la "sed", que sería una manera de denominar ese impulso interior que
definitivamente les lleva a hacer determinadas cosas, sobre todo cuando nos
referimos al ámbito espiritual o de autoconocimiento. Lo cierto es, y da igual
como queramos llamarle, que ese impulso "existe": hay algo que te
empuja a darte cuenta de que eres mucho más de lo que percibes con tus sentidos
físicos, de que la vida es mucho más que lo meramente evidente.
No obstante, en muchas
ocasiones, si no en todas, ese estado de "estar sediento" tiene como
origen la frustración, la insatisfacción, la no aceptación de la vida tal cual
Es, o, mejor dicho, tal cual se está manifestando en este ahora para ti. Pues
dicha manifestación está directamente relacionada contigo. Es más, eres tú, es
la automática respuesta a tu estado vibratorio, que es lo que determina tu
gradación consciencial.
Por lo tanto, si no aceptas
absolutamente la vida que vives, si no estás plenamente en el momento que has
creado y elegido vivir, nunca estarás en ti y siempre permanecerás
"sediento". Te agarras, sin ser consciente del todo, a ese estado de
"estoy sediento y necesito que me des de beber"; y así reproducirás
una y otra vez una sed que se convertirá en eterna para ti, hasta que descubras
que tu sed no la puede saciar otro, que tu sed no existe en realidad, porque
todo tú eres agua.
A partir de dicho instante
comenzarás a ser uno con la vida, que eres tú mismo, y vivirás en un estado de
"no necesidad", pues la certeza se plasmará en ti y en todos tus
actos, sabiendo que a cada momento estás plasmando tu divinidad y que los
elementos que te acompañan son los justos y necesarios para que la expresión de
lo divino pueda ser recreada a través de ti, de tu creación, de tu experiencia,
con discernimiento, con sabiduría, con Amor.
Esto traerá como
consecuencia que aun en esta dimensión dual en la que hemos elegido
experienciar, todavía rodeados de la polaridad que es la expresión misma de lo
creado en esta escala vibratoria, logremos trascender nuestras aparentes
limitaciones para ser lo que realmente somos, Dioses, y cumplir lo que el
maestro Jesús de Nazareth vaticinó en su día "Lo que yo hago vosotros lo
haréis, y más..."
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Autor: Juan Luna
Fuente:
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