La experiencia del Yo Soy es sencilla y directa, pero al ego le gustan prácticas espirituales más
complicadas, especialmente las que proponen multitud de pasos que se extiendan
durante meses o años de ejercicio: como le aterra el presente y se alimenta
de la confrontación con la vida, con el aquí-ahora, le encanta la idea de estar
largo tiempo practicando cómo llegar al futuro, cómo ser mejor. El pequeño yo
se nutre de la creencia en el tiempo y desea tiempo para llegar a donde sea, incluso a Dios.
Demasiados buscadores espirituales responden inconscientemente al mismo patrón
y, en lugar de afrontar el momento presente y vivir y ser
de verdad en él, sin más dilaciones ni cábalas mentales, transitan por un laberinto de lecturas, vídeos, escuelas, talleres, prácticas y experiencias esperando conseguir en el futuro la iluminación. Pero la consciencia del Yo Soy y no oponerse a la vida no precisa de
tiempo, pues sólo requiere el aquí-ahora. Tampoco de libros, ni conocimientos,
ni viajes… Nada de eso. Todo es simple e inmediato: vivir, existir y ser, en
paz con la vida; dejar de enjuiciar y etiquetar; aceptar lo que es; permanecer
continuamente alineado con el aquí-ahora, abrazado al momento presente, dando
igual las formas exteriores que adopte y que, a juicio de la mente, pegue o
bese. Desaparecen entonces los pensamientos que antes surgían involuntariamente para
juzgar y criticar cuanto te rodeaba y ocurría, incluido a ti mismo. Fluye así,
sin obstáculos, la dimensión profunda de tu ser, abriéndose el espacio interior
que permite al momento presente ser lo que es. Sientes íntimamente -no sólo
mentalmente- el sí a la vida. Y percibes lo que no tiene forma, el verdadero
Yo, el atemporal, el que nada tiene que ver con la pequeña historia personal
del falso yo cuando sobrevivías bajo la batuta del ego… Al verdadero Yo lo
sientes como presencia. Es la consciencia pura de Ser, un estado que es alerta
y, a su vez, espacio. Muchas personas, tras años de prácticas meditativas, no
captan tal presencia porque buscan un objeto mental. Pero no es esto ni se le
parece. Es consciencia: alerta y espacio. Te percatas de que eres el espacio
para todo lo que sucede, para cada situación, sea de gozo o de dolor; para cada persona y forma de vida; para todo el
mundo exterior. Y traes a este tu
dimensión profunda hasta establecer la
conexión entre la dimensión subyacente y la superficial, entre lo interior y lo exterior, entre lo espiritual y lo material... Se acabaron las dualidades y la mente apaga el piloto automático del ego. La
toma de consciencia permite que el Yo Soy asuma el mando del coche –el
yo físico, mental y emocional- y se transforme en lo que es: el espacio en
donde todo existe y acontece. Por fin, ves lo real: la vida, en su totalidad e integridad, eres tú. Y todo el mundo es tuyo: ya nadie es un extraño, cesas de encontrar fallos en los demás y te contemplas a ti mismo en todos y todo.
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Una nueva entrega
de Recordando lo que
Es se publica en
este blog cada domingo.
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