¿Es imprescindible, inevitable, sufrir para aprender a dejar de
sufrir?
Vivir no tiene por qué
conllevar sufrimiento, bajo ningún concepto. Si eso fuera así, supondría lo que
los astrofísicos, aplicándolo al Cosmos, denominan una anomalía. Sería francamente absurdo que en la Creación (que es tuya y
mía, somos parte intrínseca de ella y, a su vez, co-creadores de ella), estuviera presente el sufrimiento como mecanismo de expansión de la consciencia, de recuerdo de lo que somos y es.
La responsabilidad de que muchas personas precisen del sufrimiento para evolucionar en consciencia y recordar lo que
son está en la mente. Sólo en la mente, que no sirve para ver ni vivir la
vida y que, en un momento concreto de nuestra existencia, de nuestro desarrollo,
pone por delante el sufrimiento o aparece en nuestra vida el sufrimiento ante
la incapacidad de la mente de ver la vida.
La gente vive la vida con
unas gafas, que son las gafas de la mente. Se empeña y se siguen empeñando en ver la vida con las gafas de la mente puestas. Hay un problema y
es que esas gafas no se ven: parece que no tienen gafas, pero sí llevan puestas
las gafas de la mente. Y nos hemos acostumbrado tanto a ver la vida a través de
la mente que aparece la pregunta: ‘si no veo la vida a través de la
mente, ¿a través de qué la voy a ver?’. Pues a través del corazón. Deja a la
mente a un lado.
Por ejemplo, la confianza
en la vida nunca la vas a adquirir por medio de la mente, porque la mente
tiene un sistema operativo -una formas de funcionamiento- que es el ques y
que ve a la vida torcida. La mente todo lo ve torcido. Nuestra propia
experiencia nos pone de manifiesto esto muy bien porque la mente es la que siempre
está diciendo que ‘esto es así, pero tendría que ser de otra forma’, ‘a esto le falta
no se qué’… Pero la vida, la vida de verdad, la vida real no está torcida. Es
simplemente un efecto óptico, visual.
El ejemplo que me gusta
poner es el ejercicio, el experimento, que se hace en el colegio, cuando somos pequeños: el profesor coge un vaso de cristal trasnparente y lleno de agua limpia e introduce en él un lápiz. El lápiz,
antes de ser introducido en el vaso, está derecho. Sin embargo, cuando el lápiz entra en el vaso, a través del cristal del vaso podemos ver que se ha
torcido. A partir de ahí, el profesor extrae el lápiz del vaso y el
lápiz vuelve a estar derecho. Y en cuanto vuelve a introducirlo en el vaso con
agua, volvemos a ver que el lápiz se tuerce, se dobla. La realidad es que el
lápiz nunca se tuerce. Ni está torcido fuera del agua, ni dentro del agua. El
lápiz siempre está derecho. Es simplemente un efecto óptico, visual, que
provoca esa distorsión que hace que veamos lo que no es.
Pues bien, mucha
gente, muchísima gente, se empeña en vivir continuamente con las gafas de la
mente puestas, sin darse cuenta que, de esa manera, se está produciendo en su
vida un efecto visual, una distorsión óptica y ven las cosas torcidas.
Pero no lo están. Esta es una característica de la mente que nos lleva a
vivir en sufrimiento cuando el sufrimiento, en absoluto, es necesario.
La mente no solamente todo
lo ve torcido, sino que, en paralelo, provoca otra falacia porque lo necesita
ella en su sistema operativo, en su modo de funcionar, que es el contraste y la
dualidad. La mente es la que crea los polos: lo positivo y lo negativo, lo malo
y lo bueno, porque los necesita como sistema de referencia. Lo que denominamos
opuestos son ritmos distintos de una misma energía. Por ejemplo: el amor y el
odio. La gente cree que el amor es una cosa y el odio es otra. Para la mente
son extremos opuestos. Sin embargo, forman parte de un mismo fenómeno que si
tuviéramos consciencia denominaríamos amor-odio. Debido a que el amor y el odio
forman parte del mismo fenómeno, es por lo que amigos míos que son abogados de
familia me dicen: ‘Emilio, es curioso que donde yo encuentro más odio es en
los procesos de divorcio de personas que se han amado mucho’. Y hay un momento
determinado en el que se tiran los trastos a la cabeza y se hacen un montón de
cosas tremendas. Se han amado mucho y ahora, sin embargo, se odian
extremadamente porque el amor y el odio forman parte del mismo fenómeno: amor-odio
Me gusta poner también el ejemplo
de la temperatura. La mente ve el calor y el frío. Pero el calor y el frío no
son opuestos. Cuando hablamos de calor y cuando hablamos de frío no es sino la
misma energía a un ritmo distinto, que es la energía cinética. Cuando se mueve
con rapidez, produce calor; cuando va más lenta, genera frío. Pero es
exactamente la misma energía. No son cosas distintas. El calor y el frío son distintos ritmos de una misma energía -a cinética- y forman parte de un mismo fenómeno: la temperatura.
La mente crea la falacia de
los opuestos y, a renglón seguido, esto es francamente divertido, pone la atención en lo que ella considera negativo, mientras diluye, no ve, se hace invisible para ella, aquello que considera positivo. Por ejemplo,
con la salud y la enfermedad. La mente habla de salud como opuesto de la
enfermedad y la enfermedad como opuesto a la salud. A partir de ahí, ¿qué hace
la mente? Su atención la coloca en la enfermedad, en lo que ella considera
negativo, no en la salud. Eso hace que cuando la gente está sana, no se de
cuenta. Las personas sanas se levantan por la mañana y no se percatan de que
están sanas. No se levantan agradeciéndose a si mismos y a la vida tener un día
por delante para vivirlo con salud. No lo computan, utilizando un
lenguaje informático.
¿Cuándo se acuerda la gente, al empeñarse en ver la vida a través de la mente, de la salud? Cuando enferman. ¿Cuánto tiempo dura ese recuerdo y esa
valoración de la salud? El tiempo que estén enfermo. En cuanto sanan, tse
vuelven a olvidar otra vez de la salud, porque la salud no es computada por la
mente. Así funciona la mente. Esto es para reírse a carcajadas de nosotros mismos.
Es muy divertido.
Y te preguntarás, ¿qué
tiene que ver esto con el sufrimiento? Bien. Los procesos conscienciales, el
estado de consciencia, no evoluciona por los libros, por los vídeos, por ir a
charlas ni a talleres, ni siquiera a mis propias charlas, ja, ja, ja... Evolucionamos por las
experiencias, que son las que impulsan el proceso evolutivo. Con eso no quiero
decir que el compartir, que los libros, los vídeos, las charlas, no tengan su
sitio porque, a veces, algo que tú ya tienes aquí, parece que necesitas que
alguien lo diga para que te des cuenta de que ya lo sabes. Y eso le pasa a bastantes personas. Por tanto, tienen su utilidad.
Evolucionamos en
consciencia a través de las experiencias. Pero tú vives la vida a través de la
mente. La mente funciona en el contraste y para la mente, la salud y las
experiencias de gozo es como si no existieran. Sólo computan las experiencias
de sufrimiento. Las de gozo no las ves. Por esto, tú mismo te ves obligado a crear
experiencias de sufrimiento en tu vida porque si no es por medio de ellas no vas a vivir
experiencias que nutran tu proceso consciencial, de desarrollo consciente.
Por seguir con símiles,
para la mente, ensu mundo de opuestos y dualidades, hay experiencias de zumo de naranja y experiencias de zumo de
limón. Tanto el zumo de naranja (dulce) como el zumo de limón (amargo) nos
aportan las vitaminas para que evolucionemos en consciencia. Aquí tenemos los
dos vasos: el de naranja y el de limón, el dulce y el amargo. Bebas de uno o
bebas de otro, ambos te proporcionan los nutrientes que impulsan tu proceso
consciencial, del recuerdo de lo que eres, el proceso para que tomes el volante y
seas el conductor de tu vida. Pero como estás viendo la vida a través de la
mente, las experiencias de gozo, de zumo de naranja, no las ves. Sólo vez el zumón de limón. Y como
necesitas vitaminas, nutrientes, para evolucionar en conscienia y sólo ves el zumo de limón -el amargo, el sufrimiento, la tristeza, la soledad, la ruptura, la
enfermedad, etcétera- creas tu mismo en tu vida experiencias de zumo de limón. Pero tambiñen tienes a tu disposición elzumo de naranja... La gente me dice: ‘es
que estoy ya cansada de sufrir’. Pues bebe zumo de naranja. ‘¿Pero dónde está
el zumo de naranja?’. Quítate las gafas de la mente y verás al zumo de naranja.
Mientras no te quites
las gafas de la mente, no vas a evolucionar mediante experiencias de salud. Se puede evolucionar en
salud. Te levantas por la mañana, tomas consciencia de la salud, miras por la
ventana, agradeces a la vida, te agradeces a ti mismo el vivir ese día de una
forma sana, con energía, y eso te mete un montón de nutrientes en tu proceso
consciencial. Pero eso la gente no lo hace. Es incapaz de hacerlo porque no ve
la salud, no la valora.
Termino compartiendo que, a
lo largo de la historia de la humanidad, hay gente que se ha dado cuenta de
esto perfectamente. Por ejemplo, me gusta siempre hablar de San Juan de la Cruz , siglo XVI, y Silvio
Rodríguez, en el siglo XX.
San Juan de la Cruz , Juan de Yepes, en el
siglo XVI, dijo algo extremadamente potente que resuena absolutamente en mi
corazón: ‘El más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede
llegar es la transformación en Dios’. Fíjate que él dice ‘a que en esta vida se
puede llegar’. No tienes que "ascender" a otro plano. Y esa transformación en Dios es
simplemente que vivas tu vida desde el Conductor que eres, tomando el mando
consciente desde tu divinidad. Llamó a esto ‘el subido sentir
de la divinal esencia’: el Conductor que coge el mando consciente del coche.
Pero curiosamente, cuando
esto de la transformación en Dios lo vierte en un poema, San Juan de la Cruz, metafóricamente, habla de ‘la amada en el amado transformada’. ¿En qué poema incluye Juan de Yepes esta transformación en
Dios, este ‘amada en amado transformada’? San Juan de la Cruz escribió, por ejemplo,
‘El Cántico Espiritual’, que es un poema lleno de gozo, de alegría, de
sensualidad, parecido a ‘El cantar de los cantares’, y no es ahí donde lo mete.
Y escribió otros muchos poemas que nos hablan de ‘llama de amor viva’ y cosas
muy sublimes. Pues no: lo incluye en un poema titulado ‘Noche Oscura’ porque él se dio
cuenta de que, como la experiencia de día luminoso no lo vemos, no nos aporta
nutrientes en el proceso de recuerdo de lo que somos, necesitamos
“la noche”.
No es un requerimiento de la Creación , del Cosmos. Es
una necesidad nuestra como consecuencia de que vivimos la vida a través de la
mente y la mente no ve el día luminoso, no lo computa. Y eso es lo que hace que
Juan de Yepes, en ese poema de ‘La
Noche oscura’ diga eso de que:
¡Oh noche que guiaste;
oh noche amable más que alborada;
oh noche que juntaste Amado con Amada,
Amada en el Amado
transformada!
Posteriormente, ya en el siglo
XX, Silvio Rodríguez, el canta-autor cubano, escribió una canción que es una preciosidad: ‘El Elegido’.
En esa canción habla de ti, de mí y de todos los seres humanos porque habla de
un ser de otro mundo. Lo que tú y yo somos. Nosotros no somos de este mundo.
Nadie es de este mundo. Somos de todos los mundos habidos y por haber y ahora
estamos aquí, tenemos consciencia de estar aquí encarnados. Somos de este mundo, pero de todos los demás mundos. Y él habla de un animal de galaxia que va de
planeta en planeta, que es lo que nosotros hacemos: de plano en plano, viviendo
experiencias. Hay un momento determinado, dice la letra de la canción, que ese ser de otro mundo ‘decide bajar a la guerra. Perdón, quise decir
a la Tierra ’.
Es decir, se encarna en el plano humano como hemos hecho tú y yo. Y en la
canción, cuando ese Ser de otro mundo encarna en la Tierra, se da cuenta inmediatamente de algo que a nosotros nos ha costado mucho trabajo. Se percata de
cómo funciona esto y lo resume de la siguiente manera: aquí ‘lo terrible se aprende
enseguida y lo hermoso cuesta la vida’.
Y esa es la realidad de la
experiencia humana. Parece que cuando estamos en salud, en armonía desde el
punto de vista de nuestras relaciones personales, que si tenemos trabajo y
estamos bien económicamente, y estamos en pareja, y no estamos en soledad, y
estamos contentos, y sentimos bienestar... pues ahí es como si eso estuviera
completamente aletargado. Eso sí, en cuanto que en la vida sucede algo que
rompe eso, te empiezas a preguntar cosas, te empiezas a acercar a gente que
antes no te acercabas, empiezas a interesarte por libros, por vídeos que antes
no te importaban. Una ruptura de pareja, problemas económicos, la pérdida de
seres queridos... hacen que la gente reaccione. Esas experiencias las estamos
creando nosotros, la estas creando tú mismo, porque es la única forma de que te empieces
a plantear cosas que si no, no te plantearías. La enfermedad, igualmente, la
generamos nosotros. La enfermedad es un proceso de sanación interior que tiene
un síntoma exterior que denominamos enfermedad. Y la estás creando tú porque
cuando aparece en tu vida entonces sí te empiezas a plantear cosas que mientras estabas sano nunca te planteabas. Si, es radicalmente absurdo, pero es
consecuencia de vivir la vida a través de la mente, que todo lo ve torcido, en
dualidad y funciona en el contraste, situando su atención en lo negativo y nunca en
lo positivo.
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Fuente: Reproducción parcial de la entrevista efectuada a Emilio Carrillo por Emma Vázquez publicada en Regreso al Hogar:
La entrevista se realizó por Skype para su posterior trascripción.
Dada su extensión, su divulgación en este blog se realiza en nueve entregas, publicadas todos
los lunes de agosto y septiembre de 2016.
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