Es el momento perfecto para sincerarme. Este es el lugar adecuado,
¡Sí!; este es. Así es como se embarga de infinita beatitud mi alma;
sintiéndote, amándote; venerando cada instante, que obtengo la sincera e
inequívoca intuición de tu presencia.
Todo cambia, nada permanece impasible, cuando tu brisa acaricia mi
faz; brisa perfumada de fragancias etéreas. Es cuando me abandono; sin miedos,
sin prejuicios, sin pretensiones. Es dejarse llevar. No existe voluntad alguna
que dirima o discrimine; tan solo fluir suavemente. Me siento protegido por tu
abrazo. Vuelo; ¡Sí!, creo que se podría reflejar de esta forma. Por suaves
tejidos me siento envuelto. Tus palabras consuelan, aleccionan; pero no
imponen, tan solo son ofrecimientos, indicaciones, observaciones. Son consejos,
invitaciones amorosas; imbuidas de profunda compasión.
En ocasiones me pregunto, si todo lo que sucede en esos momentos,
no es producto de una febril imaginación; desesperada por los tiempos en los
que se ha visto envuelta. ¡Tal vez!, ¿quién posee la verdad?; no puedo rebatir
con sólidos argumentos esta hipótesis; tan solo el recuerdo de las imágenes y
sentimientos vividos poseo. Quizás, hermano, solo soy una mente enajenada;
puede ser, tal vez, en profunda locura me halle sumido. Aun así, deseo
confiarte este secreto:
“Fui llevado hacia la luz,
En suave manto envuelto,
Dicha indecible e inexplicable.
Profunda felicidad embargó mi ser.
Al oído de mi alma,
Fueron musitados
Los secretos de la vida.
Partí como entidad humana y
Retorné como Conciencia Divina.
Tuya es la decisión.
Nadie debe interferir en tu
reflexión.
Únicamente comprendo la filosofía
del Amor, pues,
Cuando en tu presencia estoy,
Como divina entidad te percibo”.
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Autor: Matías Márquez (gaudapada@hotmail.com)
Fuente: De su libro Alma embriagada (Editorial: Visión
Libros)
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