Si “sólo sé que no sé nada” y cuanto más Consciente me hago menos
“me sé”, ¿el dudar de todo y de todos (yo incluida…) es lo más sabio que puedo
hacer o lo más cobarde? ¿Por qué?
Dudar, tal como lo siento,
lleva a una experiencia que es a quitarte de la cabeza todos los sistemas de
creencias. Percatarte de que, desde que naciste hasta tu momento actual, la
familia, la sociedad, el instituto, el colegio, los amigos, los medios de
comunicación... permanentemente te están metiendo en la mente sistemas de creencias, programas informáticos. Todos
estos programas son mentiras; completamente
mentiras. Nos han acostumbrado a pensar y a teer ideas acerca de lo que no estamos
viviendo. Y eso es ridículo. Pensar sobre lo que no estás viviendo
es una ficción; es vivir un mundo absolutamente irreal. Pero nos hemos
acostumbrado a eso.
Los sistemas de creencias
son francamente divertidos. Hacen que sepas lo que tienes que hacer cuando no
estás viviendo eso de que se trata. Es absurdo. La mente dice: ‘No, no. Eso no es absurdo. Es
estupendo’. No es estupendo. Eso es precisamente lo que te impide vivir. La
vida significa que tú hagas en cada momento lo que en ese momento salga de ti,
de tu corazón. Eso es vivir. Pero claro, eso sale de tu corazón en el preciso y exacto momento
en el que lo estás viviendo, ni antes ni después. Cuando lo estás viviendo,
confía en ti y actúa. Actúa en ese momento en el que lo estás
viviendo sin dejarte influir por nada que en la mente, antes de que lo estés
viviendo, ya te dice lo que tienes que hacer.
Cuando teóricamente sabemos qué hacer,
no como consecuencia de lo qué emana de nosotros cuando lo estamos viviendo, sino
que ya antes lo tienes en la mente, eso es un sistema de creencias. Y la gente vive inmersa en un momtón de sistemas de creencias. No vive el momento en
consonancia con lo que en ese momento está sintiendo, sino como reacciones de
los programas informáticos que ya tenía metidos en la cabeza y que te dicen
cómo tienes que vivir ese momento. Eso es absurdo y provoca multitud de disfunciones
en la vida... No vives, sino que te compartas como un robot. Han introducido en tu mente una batería de programas informáticos y, ante las cosas que van apareciendo en tu vida, no te permites el espacio sagrado de libertad que es el aquí-ahora, tu momento
presente... Yo actúo. Mi acción dependen de mí y hago lo que siento en ese momento. No le voy a hacer ningún caso a lo que me han dicho
o dejado de decir de lo que tengo que hacer en ese momento. Hay que vivir el
momento, no reaccionar ante él bajo el influjo de los sistemas de creencias.
Me gusta compartir una
experiencia de una charla que seguí en un momento determinado, hace ya de esto
tiempo, en un vídeo. Es una charla de un un Lama en Nueva York. Él está
hablando de cosas parecidas a lo que estamos tú y yo compartiendo. Al final de
la charla hay un coloquio y hay una persona al fondo de la sala que se levanta,
hace una síntesis interpretativa (que es como siempre hacemos) de lo que el
Lama había dicho y le pregunta: ‘Usted va por un puente, por un puente muy
alto, y hay una persona en la barandilla que se va a tirar. Usted, ¿qué haría?
¿Dejaría que se tire?... Como hay que confiar en la vida… ¿O usted haría algo? Porque
claro, no va a permitir que alguien se suicide. Usted, ¿qué haría?’
Cuando termina de formular
la pregunta, el Lama guarda silencio. No habla. El silencio es nuestro
lenguaje, nuestro auténtico verbo: nacemos en silencio y desencarnamos en
silencio. El lenguaje es algo que nos enseñan aquí, artificialmente, para
relacionarnos, lo cual está muy bien. Pero nuestro verdadero lenguaje es el
silencio y lo hemos olvidado. Y eso hace que el silencio se vuelva muy pesado e, incluso, presionante en determinadas circunstancias. Y en ese gran auditorio lleno de público, 20 segundos, 30 segundos de silencio… Ya se notaba el
peso del silencio. La gente empezó a sentirse incómoda, pero el Lama no
abría la boca. Imagínate al señor que había formulado la pregunta esperando la respuesta, pero no hay
respuesta. Y pasa un minuto, dos munutos... Y el Lama no abre la boca. Entonces, ante esa falta respuesta, ante su silencio,la tensión se mascaba en el
ambiente y tenía que romperse por algún lado. Finalmente, la misma persona que había realizado la
pregunta estaba ya tan agobiado -veías que el auditorio lo miraba como
diciendole: ‘Idiota, que te has cargado la charla"- que se sintió forzado a ser el mismo el que rompiera el silencio, volviendo a hablar al Lama y diciéndole: ‘¿Qué sucede, que no sabe usted qué decirme¿’. Y entonces sí, el Lama tomó la palabra y le contestó: ‘Efectivamente, no tengo ni idea de qué decirle. Lo sabré cuando me ocurra’.
Ya está. Ahí no hay ningún
sistema de creencias. Ante una persona que tú veas que se va a suicidar, ¿tú
qué harías? Pues yo qué sé. Cuando me suceda, ya veré lo que siento. Porque esa
es la clave: el vivirlo. El corazón es la clave, no la mente. Sin embargo, lo
hemos olvidado y vamos por la vida siempre con la mente perfectamente preparada y ante cualquier cosa que ocurra ya tenemos perfectamente programada la respuesta... Es una quimera, una imbecilidad. Pero es así como la gente va por
la vida, sin permitirse disfrutar de ese espacio sagrado de libertad que es
el aquí-ahora en el que, sin dejarte influir por los sistemas de creencias, tú y sólo tú, desde el corazón y lo que sientes, creas las actitudes y las acciones con las que vives las experiencias del momento presente.
Yo ya sí me lo permito. Yo
ya no consiento tener nada en la cabeza que me diga cómo tengo que vivir y actuar lo que no estoy viviendo. Y cuando viva lo que sea, ya sentiré lo que tengo que hacer, ya percibiré
desde mí cómo he de actuar, ya me movilizaré de la forma que tenga que
moverme en función de lo que sienta, pero no en función del parámetro que tenga metido en la mente cual programa informático.
Esto viene al hilo de la duda.
Yo podría decir que mi vida es una especie de gran duda porque no tengo ninguna
referencia, ningún sistema de creencias, no creo absolutamente en nada.
Podríamos decir que es una duda elevada al infinito. Todo el mundo se acerca a mí y me cuenta sus cosas… ¿quién soy yo para decir si eso es
verdad, si eso es mentira? Esa persona lo está viviendo así, pues ya está.
Asunto solucionado. Muchas veces, lo que percibo es que esa persona realmente no
lo está viviendo, que lo que me está contando es simplemente lo que su programa
informático ‘no sé qué’ le está ahí descargando en ese momento con relación a
ese asunto. Pero lo respeto profundamente y lo que he hecho en mi vida,
que en definitiva es lo que me importa y me interesa, es borrarlo todo. Y dentro, en mi ser, lo que hay es un enorme interrogante, por decirlo de alguna forma, en
plan de broma. No hay creencias y lo que hay es “duda”, pero no hay duda en el
sentido de que yo sé que hago lo que de mi salga en cada momento u situación. Ahí no hay duda ni interrogante alguno. Y confío en mí y en la vida.
Vivir viviendo y darte
cuenta que el aquí-ahora, el momento presente, es un espacio sagrado de
libertad, por más que haya gente en el mundo “que nos manipula, que nos quiera
manipular”. La realidad es que el momento presente es tuyo. En el aquí-ahoraa
tú eres tú, o puedes serlo. Es tu espacio de libertad. Cosa distinta es que
renuncies a él y lo conviertas en una reproducción sistemática de los sistemas
de creencias que ya tenías en la cabeza.
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Fuente: Reproducción parcial de la entrevista efectuada a Emilio Carrillo por Emma Vázquez publicada en Regreso al Hogar:
La entrevista se realizó por Skype para su posterior trascripción.
Dada su extensión, su divulgación en este blog se realiza en nueve entregas, publicadas todos
los lunes de agosto y septiembre de 2016.
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