Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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7/9/21

Memorias de un descarnado (28-29) Por Deéelij

  

Décimo octava jornada. 07:02 horas. Complejo aeronáutico de Ís

     El reloj de cuco acarició el aire en su salto al vacío denunciando las horas sin que Jano se inmutara por los reiterados avisos. Su sueño estaba cimentado con profundidad; tanto, que no evidenció las sucesivas pasadas que realizó un escuadrón de T-6 Texan mientras, uno a uno, tomaban tierra.

     Un susurro pegado a su oído clamaba regresar desde el lugar donde quisiera estar volando en sus sueños. Cierto olor conocido susurraba suplicando la atención debida. Una leve incrustación de un sentimiento trasmitido llegaba punzante hasta el hombro. Las pestañas se entreabrieron lentamente al principio, hasta que el telón se descorrió lo suficiente para percibir la figura de quien entregó una nota a su nombre en la enfermería de Nairda.

     -     ¿Pal? ¿Eres tú? – dijo sin creer la visión contemplada, al tiempo que se frotó las pegajosas legañas que le impedían percibir.

     -    ¿Tú que crees? ¿Por un momento has llegado a pensar que me perdería la inauguración de estas magníficas instalaciones, y la oportunidad de dar una lección sobre la primera regla de vuelo a mis novatos alumnos? Arriba Piloto, el desayuno está casi a punto. O te das prisa, o tendrás que compartirme con mis pilotillos. Vamos, rápido – dijo empujándole hasta sacarlo de la cama –.  Los tengo entretenidos mientras ojean las nuevas y extraordinarias maravillas de Ís. Vendrán a buscarme en poco.

       Disfrutaron del copioso y cálido alimento mientras él relataba los hechos extraordinarios descubiertos en compañía de Pitt. Ella, simulando un embobamiento provocador, sonrió en todo instante complaciendo y aseverando cada una de sus argumentaciones, hasta que sonaron un par de golpes en la puerta. 

     -  Bueno Jano, esos pipiolos me reclaman. He de marchar – dijo incorporándose raudamente –, hay que seguir con el plan de estudios. Ya sabes cómo funcionan las cosas aquí.

     Se acercó estampando los besos a los que le tenía acostumbrado dando media vuelta en seguida.

     -     Pal, un momento, por favor. ¿Podrías contestar a una cuestión?

     -     Dispara rápido. Fuera están “impacientes”, como tú antiguamente, por despegar.

     -    Al despertarme, algo llegó a la mente como una alarma. Había algo no resuelto, algo que descuadraba ciertas cuestiones. Hoy, por si no lo sabes, me enfrentaré al destructor, y cuando lo supere, de lo que estoy seguro, tomaré una decisión sobre lo que quiero seguir Siendo sin dejar de Ser. Pero cierta duda acudía como…

     -    Vamos Jano, escúpelo. Ya sabes que mis alumnos aún son impacientes.

     -     De acuerdo. Pal: ¿existe la casualidad?

     -     ¿A estas alturas con eso? ¡Jano! ¿Cuál es la tercera regla del vuelo?

     -     “Ser causa, no efecto”

     Promulgó como un relámpago.

    -      ¿Y?

    -      ¿Y qué, Pal?

     -      Jano – espetó gesticulando –.  ¿Cuál es la Causa primera de Todo?

     -      El Ser Único y Supremo, Infinito y Perfecto ¿Por qué?

    -   Sencillo Piloto, sencillo. ¿Tendré que enlazarlo? – interrogaba al escuchar de nuevo los golpes en la puerta reclamándola –. Tendré que enlazarlo, sí; tendré que hacerlo antes de que derriben ese portón de madera. Jano, atiende con toda la atención: Si el Ser Único y Supremo, Infinito y Perfecto es la Causa primera de Todo, y tú formas parte ineludible del Todo, teniendo las mismas características, entonces Tú también eres Causa primera. Por tanto, al Ser Perfecto e Infinito, no cabe el caos ni el desorden en Él, ni en Ti; eso no es, ni sería Perfecto. El caos y el desorden constituyen imperfección al no poseer causa. Todo obedece a la Voluntad Perfecta e Infinita desde la Libertad Perfecta e Infinita desde la que se decide. De esa manera, todo se regula según un Orden Perfecto, y una Causa Perfecta. Recurrir a la casualidad es un argumento usado para explicar lo que no se es capaz de entender o dirimir. Es intentar explicar que el caos y el desorden con causativos. Hacer bandera de la casualidad es abandonarse a la inexistencia, a la ignorancia, al destructor: al miedo. Lo único posible que existe es la Causa; Tú Eres Causa, y, por tanto, todo lo que sucede es Causalidad, nunca casualidad. Todo es debido a una causa, la Causa Primera, y Tú eres parte de esa Causa. Lo que decidas Ser, Hacer, Tener es por Causa tuya; Tú eres la Causa. ¿Entendido piloto? Tengo que irme.

     -     Sólo un segundo más. ¿Eso quiere decir que mis vivencias y todo lo que ha sucedido y he experimentado ha sido por mi causa?

     -    Es obvio: Ello obedece a las marcaciones escritas en tu libro. Tus marcaciones son la causa de tus experiencias. Tú determinas qué vivencias y cómo se realizan; Tú Eres, por tanto, al definirlo en las marcaciones, la causalidad de todo lo experimentado. Incluso si determinas vivir haciendo caso a la casualidad en una vivencia, esa “casualidad” es la causalidad que tú has determinado manifestar – inquirió vehemente girando el picaporte –. ¿Visto para sentencia?

     -     Resumiendo, Pal: la casualidad no posee base, no existe. Sólo existe… – mencionó con una leve pausa – la causalidad. ¿Si, o sí?

     -     Así es. Perfecto. Espero volver a verte…sin casualidades, siendo tú la causa… – respondió lanzando un beso al Aire mientras cerraba tras de sí la entrada. 

     Asió al vuelo el regalo desde su asiento, enviándole miles de vuelta, sabiendo que, al dirigir ese deseo con su pensamiento a ella, podría leerlo.

     Reorganizó la mesa. Limpió los enseres y ordenó el interior. Los motores de los T-6 se pusieron en funcionamiento en un rugir amainado, concertado, casi ceremonioso. En su interior aquel clamor le transmitía y hacía sentir y palpar, junto al conjunto inapreciable de la culminación de su aprendizaje, más paz, más serenidad.

     Pausada y pacientemente se dispuso desde el porche a la contemplación del espectáculo. Uno a uno, los aparatos pintados en un intenso naranja platino, desfilaron por la uno cuatro alzándose: unos con inseguridad, otros con dudas, uno con mucho miedo; el de Pal con elegancia, finura, presteza y dedicación. No esperaba menor Perfección en ella.

     Volvió al interior recabando cada plano, dibujo y diseño. Iba a pasar revista personalmente a su Acto Creador; pero antes dejó en la chimenea, quemándose, todos los folios donde había plasmado el antiguo resentimiento ya olvidado y perdonado.

     Cuatro horas le llevó concluir con su propósito. Cada pieza, soporte, tornillo, perno y cableado; cada detalle concreto y específico estaba correctamente reflejado. Descolgó el teléfono con la intención de llamar a Pitt: quería que él supervisara la petición realizada, ya que, al fin y al cabo, fue su idea, pero colgó. Recordó que tenía un medio mejor de transmisión, aunque no de recepción. Usó el pensamiento. Formuló su querer mentalmente y esperó.

     Durante el almuerzo meditó qué decisión tomar. Las opciones eran inmensas. No sabía qué seguir Siendo sin dejar de Ser, en definitiva, qué hacer con el cómo hacerlo. Aún no había una línea definida, pero como tenía tiempo, y nadie le apremiaba a que hiciera nada si no quería, decidió solo y solamente, no decidir nada por el momento. Sólo el destructor era el objetivo, su punto de mira, ni siquiera un problema, sólo un propósito a alcanzar y superar. Empezó a preparar café al mismo tiempo que el ruido inconfundible de un F-104 impregnó el vacío sonoro de Ís con su melodía fulgurante.

     El Starfighter realizó una impecable maniobra de aproximación, majestuosa, sin par… no cabía sospecha del genio que estaba a los mandos. El aterrizaje fue, sencillamente, imponente.

     -   Gracias Jano. Muchas gracias – fue su primer estímulo al bajar del aparato –. Has hecho un trabajo magnífico aquí. Desde el aire resulta entrañablemente acogedor.

     -   Gracias a ti, Pitt. Esto ha sido como un premio. Saber que he construido algo que merece la pena y va a servir para muchos, es la mejor recompensa. ¿Quieres examinarlo?

     -  Más que examinar, quiero congratularme con tu creación. Vamos, guíame.

     A las seis de la tarde disfrutaban, sentados en mecedoras de roble instaladas en el porche, del buen tiempo y de una grata conversación, degustando una infusión de hierbas aromáticas. Los comentarios acerca de lo visualizado encumbraban la labor realizada, que por otro lado a Jano no le hacía sentirse ni mejor ni peor, sino que simple y extraordinariamente le hacía sentir “Ser”. 

     Pitt inauguraba una conversación de calado y extensión. Le habló de sus proyectos, de la peculiar labor y el hermoso trabajo al que podía optar en Nairda, de las infinitas posibilidades a las que optar desde su actual perspectiva; profundizó también en que Todo es posible y estaba a su alcance, y que sólo dependía de su decisión. Y en especial en que, decidiera lo que decidiera, lo respetaría, aunque le gustaría tenerlo en su equipo, algo en lo que insistió sutilmente. Él le escuchó con atención, anotando cada detalle, entusiasmando sus pensamientos con posibilidades y alternativas en su próximo e inmediato deambular. Iba a tomar una decisión.

    Hora y media después, el ocaso había llegado por completo: La noche estaba presente y Jano tenía una cita.

     -  Bueno Pitt. Llegó mi momento. Tengo que culminar mi entrenamiento. Ese monstruo llamado destructor ya no podrá más conmigo. Ya conoces cual es mi meta ahora – manifestaba sosegadamente –, pero he realizado los cálculos y existe un problema que no sé cómo salvar – le miró buscando y encontrando su consentimiento para continuar exponiendo el caso –. Quiero ascender por encima de los quinientos mil pies pasando al espacio exterior, navegar allí donde no es posible para el 104, ya que no es una nave espacial, y volver. Esto no constituye el mencionado problema, porque sé que aplicando las normas de vuelo lo haré Siendo la Causa. El problema real estriba en que este avión posee un motor doblemente superior al que en mi anterior intento desapareció, pero con la carga de combustible que alcanzan los depósitos, no llegaré más que hasta los cuatrocientos mil. O ponemos depósitos extras o no podré demostrar que poseo el dominio de la instrucción, ni aniquilaré al monstruo del miedo. ¿Qué sugieres?

     -    Más que sugerir, informar, Jano. Informar – contestó rellenando el contenido de su taza –. El combustible son tus ganas de volar, de vivir… o de sucumbir; es, concluyentemente, el propósito impulsado por la voluntad que te alberga, por la confianza que posees y de todo el Amor que te contiene, conforta y conforma. ¿De cuánta voluntad, de cuánta confianza, de cuánto Amor dispones para cumplir tu propósito? ¡No! – Impuso con su mano derecha –, no es necesario que respondas ahora. Esto no es un examen. Pero, sí, has de comprobar si tu voluntad es infinita o finita, si tu Amor es por igual. Sin combustible el motor se parará; entonces el único remedio será planear hasta aterrizar con el menor destrozo posible, arreglar los desperfectos, si aún es viable, y rellenar los depósitos para iniciar de nuevo el vuelo. No obstante – continuaba su exposición sin que Jano quitara atención a sus palabras –, lo mejor, siempre, es disponer del Amor, de la confianza y la voluntad necesaria para seguir con el motor encendido, provocando el vuelo, alzándote sobre las cumbres, escrutando horizontes. Procura que tu Amor acompañado de tu voluntad y confianza nunca se acabe y no dejarás de volar jamás. ¿Sugerencia e información válida?

     -     Clarificadora Pitt. Clarificadora.

     Minutos de sigilo, reservando sus propias conclusiones, acompañaron hasta que el cuco marcó la hora programada. Jano abandonaba la mecedora que, libre de su peso, describía un movimiento armónico oscilante en detrimento. Entró en la cabaña e introdujo en el bolsillo lateral de la pernera su manual de vuelo y la jarra que Pal regaló; era todo cuanto quería llevar consigo. Miró en los trescientos sesenta grados el entorno que le había acogido con un sabor agridulce. Apagó las luces y cerró la puerta.

     -     ¿Ya?

     -     Sí, Pitt.

     -     Que tengas un buen vuelo.

     -     Lo tendré; tenlo por seguro.

     -     Sólo un par de cosas más ¿Puede ser?

     -     Tú eres el instructor. Dime.

     -   Al realizar la inspección pre-vuelo, comprobarás que los depósitos no contienen keroseno, ni siquiera una sola gota: están vacíos. Yo siempre vuelo con el combustible de mi propio Amor, de mi propia voluntad, y tú harás lo mismo sin que eso te desanime; confía en mí, pero sobre todo confía en ti. Sube al avión y arranca. Tu Amor y tu voluntad – tu confianza plena en TI – provocará que los depósitos se colmen de keroseno, éste se inyectará provocando la combustión y el motor se encenderá. Por último, y que no se te olvide: El Amor y la voluntad que le acompaña poseen una particularidad resolutiva y extraordinaria: es impredeciblemente transformadora. Confía plenamente en TI – se dijo - este es tu combustible.

     Un sorbo de la taza indicó el fin de sus cometarios.

     -     ¿Algo más que deba saber?

     -     Que yo recuerde… no, nada más. Disfruta y vuelve – invitó alzando su infusión –. Estaré esperando.

     Sesenta mil libras de empuje, sin frenos, arrancaban del suelo firme el plateado fuselaje en sólo cien metros de pista, elevándolo en un ángulo cada vez más empinado hacia la cumbre del techo marcado. Un posible imposible iba a ser conquistado. Los muros, en apariencia impenetrables, del destructor podrían derruirse en un pispaz. Jano marchaba en aras de su propia conquista. 

       La inclinación del reactor se incrementó hasta los noventa grados; su impulsión bramaba al máximo. Ya no era un avión en vuelo: El Starfighter se había transmutado en un cohete a mach tres. La fulgurante llamarada que espetaba el motor marcaba un insignificante rastro que apenas se percibía desde Ís ni desde Nairda. Cincuenta mil pies eran escalados en ochenta segundos. Jano mantenía su mano derecha dirigiendo con meticulosidad la palanca de mando. Su izquierda controlaba el posible retroceso del control de gases. El indicador de combustible no mostraba consumo alguno: su Amor impregnaba voluntad a la combustión, todos los depósitos estaban al máximo. Toda su fortaleza fijaba su pensamiento en la meta impuesta, mientras el tiempo transcurría inversamente proporcional a la velocidad de ascenso; los segundos se consumía con el anhelo de los miles de pies dejados atrás. “Cien mil” marcaba el anemómetro. Repentinamente una luz roja se encendió en el cuadro principal: los depósitos exteriores anclados al vientre alar estaban vacíos. Una cuarta parte del elemento impulsor había desaparecido. Estaba consumiendo más de lo previsto; a ese ritmo no llegaría a rebasar la cota deseada. ¿Dónde estaba su Amor cimentando su voluntad? El sudor empezaba a mojar el mono de vuelo por la espalda, pero su confianza mantenía a raya el flujo. Él lo conseguiría, se dijo; esta vez destronaría al destructor. El miedo ya no podría con él. La Verdad del conocimiento de su procedencia, de su Ser, invalidaba los efectos nocivos y envenenados que emanaban del temible no Ser, del monstruo. Doscientos mil pies a match cuatro. Los tanques adosados a las puntas de las alas reflejaban que la mitad del keroseno estaba quemado. Con menos peso, y una densidad de aire muy disminuida, la velocidad debería incrementarse, al igual que el nivel de ascenso. 

      Seis minutos después de abandonar su nido, máquina y piloto habían sobrepasado los trescientos cincuenta mil pies. El aljibe de la panza seguía repleto. ¡Lo estaba haciendo! ¿Miedo a qué, si su poder es ilimitado? ¿Miedo por qué, si él es Amor? Su confianza y voluntad crecían por segundos, algo que vio reflejarse en los indicadores de los tanques externos y los depósitos sub-alares, al mismo instante: se había llenado de Sí, de Amor. Los cuatrocientos mil se sobrepasaron a mach seis.

     El tiempo no tenía ya cabida. Veinte segundos después traspasaba el umbral de la atmósfera: Los quinientos mil estaban superados. Estaba fuera de la atmósfera, en el espacio exterior, donde no había aire; un lugar que él llenaría de Amor.

   Desde ese punto, maniobrar con la palanca de mando era inútil. El impulso de su motor le haría seguir alejándose en línea recta hacia el infinito inescrutable. El mundo de acogida se perfilaba en toda su redondez desde su actual perspectiva. Ahora, volar sin alas, dependía del poder de su pensamiento en el Amor con total confianza en su voluntad. Posicionó la palanca de gases al mínimo comprobando que todos los depósitos estaban llenos. Cerró los ojos. Colocó las manos sobres sus cuádriceps e imaginó mentalmente la trayectoria. Con la suavidad y lentitud adecuada que viajar a match seis permite, la nave inició una órbita elíptica perfecta. Giró describiendo superposiciones exactas. Un silencio colmado de paz imponía un respeto nunca antes alcanzado. El destructor había sido vencido. El no Ser, el miedo, ya no tenía cabida en su Ser. Había desaparecido, lo había vencido; el Amor lo había destronado. Su voluntad y confianza le guiaron. Ahora sabía que podría navegar a donde quisiera, por cualquier ruta hasta el destino que pudiera imaginar, por muy lejos que llegara a estar; sin limitaciones.

     Relajado y sereno, su pensamiento describió la reentrada en la atmósfera. Picó el morro enfilando un punto predeterminado. Sin abrir sus párpados ni dilatar sus pupilas, imaginó que descendía con rapidez, prestancia y dominio, gobernando con suprema voluntad en el Amor. Veía en su pensar cómo el anemómetro marcaba en un girar incesante la bajada. Los pies disminuían aceleradamente hasta llegar a la cota de los cincuenta mil. Luego sin dudar un instante de sí, percibió como su confianza estaba en ascenso con la misma aceleración que el descenso del Starfighter reflejaba. De igual modo comprobó, con toda la voluntad asentada en el Amor, la aproximación magistral hasta la uno seis izquierda de Nairda, hasta tocar sedosamente la pista.

     Pasando unos instantes, la cúpula se accionaba automáticamente, abriéndose. El aire fresco de la noche entraba acariciando tiernamente su rostro desprovisto de la máscara de oxígeno. Abrió los ojos esperando con total certeza el resultado previsto.

     -       ¿Ha sido un buen vuelo? – Preguntó Pitt.

     -       Sin duda. El mejor que he tenido. ¿He pasado la prueba?

     -      El 104 está aquí sano y salvo, sin rasguños – proclamó acariciando el fuselaje – ¿Y qué decir de ti? Eres sabedor de haberte conquistado, de conseguir sobrepasar los límites que te contenían. ¿Que si has pasado la prueba? Sería mejor preguntar cómo vamos a celebrarlo ¿No te parece?

     -    Bueno… ¿Aceptas una jarra bien fría de cerveza, aunque sea por una vez, rompiendo tus reglas de abstemio?

     -      ¿No te gustan mis infusiones?

     -     Esta vez, Pitt, tomarás, te guste o no, esa cerveza.

     -      Ya sabes que hay que aceptar la libertad ajena.

     -     Siempre la aceptaré, al igual que imagino tú aceptarás mi Voluntad ¿O no?

     El argumento fue convincente. Los zumos de cebada también. Finalmente, la cama concedió el beneficio adecuado tras el caer de las dos primeras horas de una nueva jornada recién estrenada con sabor a victoria y triunfo.

Posdata:

En el artículo del día 1 de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre. III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el 80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que, con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas (Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su correo profesional:  terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es

 

Para las actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com

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