Décimo octava jornada. 07:02 horas. Complejo
aeronáutico de Ís
El
reloj de cuco acarició el aire en su salto al vacío denunciando las horas sin
que Jano se inmutara por los reiterados avisos. Su sueño estaba cimentado con
profundidad; tanto, que no evidenció las sucesivas pasadas que realizó un
escuadrón de T-6 Texan mientras, uno a uno, tomaban tierra.
Un
susurro pegado a su oído clamaba regresar desde el lugar donde quisiera estar
volando en sus sueños. Cierto olor conocido susurraba suplicando la atención
debida. Una leve incrustación de un sentimiento trasmitido llegaba punzante
hasta el hombro. Las pestañas se entreabrieron lentamente al principio, hasta
que el telón se descorrió lo suficiente para percibir la figura de quien
entregó una nota a su nombre en la enfermería de Nairda.
- ¿Pal? ¿Eres tú? – dijo sin
creer la visión contemplada, al tiempo que se frotó las pegajosas legañas que
le impedían percibir.
- ¿Tú que crees? ¿Por un
momento has llegado a pensar que me perdería la inauguración de estas
magníficas instalaciones, y la oportunidad de dar una lección sobre la primera
regla de vuelo a mis novatos alumnos? Arriba Piloto, el desayuno está casi a punto. O te das prisa, o tendrás
que compartirme con mis pilotillos. Vamos, rápido – dijo empujándole hasta
sacarlo de la cama –. Los tengo
entretenidos mientras ojean las nuevas y extraordinarias maravillas de Ís.
Vendrán a buscarme en poco.
Disfrutaron del copioso y cálido alimento mientras él relataba los
hechos extraordinarios descubiertos en compañía de Pitt. Ella, simulando un
embobamiento provocador, sonrió en todo instante complaciendo y aseverando cada
una de sus argumentaciones, hasta que sonaron un par de golpes en la
puerta.
-
Bueno Jano, esos pipiolos me reclaman. He de marchar – dijo
incorporándose raudamente –, hay que seguir con el plan de estudios. Ya sabes
cómo funcionan las cosas aquí.
Se
acercó estampando los besos a los que le tenía acostumbrado dando media vuelta
en seguida.
- Pal, un momento, por favor.
¿Podrías contestar a una cuestión?
- Dispara rápido. Fuera están
“impacientes”, como tú antiguamente, por despegar.
- Al despertarme, algo llegó a
la mente como una alarma. Había algo no resuelto, algo que descuadraba ciertas
cuestiones. Hoy, por si no lo sabes, me enfrentaré al destructor, y cuando lo
supere, de lo que estoy seguro, tomaré una decisión sobre lo que quiero seguir
Siendo sin dejar de Ser. Pero cierta duda acudía como…
- Vamos Jano, escúpelo. Ya
sabes que mis alumnos aún son impacientes.
- De acuerdo. Pal: ¿existe la
casualidad?
- ¿A estas alturas con eso?
¡Jano! ¿Cuál es la tercera regla del vuelo?
- “Ser causa, no efecto”
Promulgó como un relámpago.
-
¿Y?
-
¿Y qué, Pal?
- Jano – espetó gesticulando
–. ¿Cuál es la Causa primera de Todo?
- El Ser Único y Supremo,
Infinito y Perfecto ¿Por qué?
-
Sencillo Piloto, sencillo. ¿Tendré que enlazarlo? – interrogaba al
escuchar de nuevo los golpes en la puerta reclamándola –. Tendré que enlazarlo,
sí; tendré que hacerlo antes de que derriben ese portón de madera. Jano,
atiende con toda la atención: Si el Ser
Único y Supremo, Infinito y Perfecto es la Causa primera de Todo, y tú formas
parte ineludible del Todo, teniendo las mismas características, entonces Tú
también eres Causa primera. Por tanto, al Ser Perfecto e Infinito, no cabe el
caos ni el desorden en Él, ni en Ti; eso no es, ni sería Perfecto. El caos y el
desorden constituyen imperfección al no poseer causa. Todo obedece a la
Voluntad Perfecta e Infinita desde la Libertad Perfecta e Infinita desde la que
se decide. De esa manera, todo se regula según un Orden Perfecto, y una Causa
Perfecta. Recurrir a la casualidad es un argumento usado para explicar lo que
no se es capaz de entender o dirimir. Es intentar explicar que el caos y el
desorden con causativos. Hacer bandera de la casualidad es abandonarse a la
inexistencia, a la ignorancia, al destructor: al miedo. Lo único posible que
existe es la Causa; Tú Eres Causa, y, por tanto, todo lo que sucede es
Causalidad, nunca casualidad. Todo es debido a una causa, la Causa Primera, y
Tú eres parte de esa Causa. Lo que decidas Ser, Hacer, Tener es por Causa tuya;
Tú eres la Causa. ¿Entendido piloto? Tengo que irme.
-
Sólo un segundo más. ¿Eso quiere decir que mis vivencias y todo lo que
ha sucedido y he experimentado ha sido por mi causa?
-
Es obvio: Ello obedece a las
marcaciones escritas en tu libro. Tus marcaciones son la causa de tus
experiencias. Tú determinas qué vivencias y cómo se realizan; Tú Eres, por
tanto, al definirlo en las marcaciones, la causalidad de todo lo experimentado.
Incluso si determinas vivir haciendo caso a la casualidad en una vivencia, esa
“casualidad” es la causalidad que tú has determinado manifestar – inquirió
vehemente girando el picaporte –. ¿Visto para sentencia?
-
Resumiendo, Pal: la casualidad no
posee base, no existe. Sólo existe… – mencionó con una leve pausa – la causalidad. ¿Si, o sí?
-
Así es. Perfecto. Espero volver a verte…sin casualidades, siendo tú la
causa… – respondió lanzando un beso al Aire
mientras cerraba tras de sí la entrada.
Asió al vuelo el regalo desde su asiento, enviándole miles de vuelta,
sabiendo que, al dirigir ese deseo con su pensamiento a ella, podría leerlo.
Reorganizó la mesa. Limpió los enseres y ordenó el interior. Los motores
de los T-6 se pusieron en funcionamiento en un rugir amainado, concertado, casi
ceremonioso. En su interior aquel clamor le transmitía y hacía sentir y palpar,
junto al conjunto inapreciable de la culminación de su aprendizaje, más paz,
más serenidad.
Pausada y pacientemente se dispuso desde el porche a la contemplación
del espectáculo. Uno a uno, los aparatos pintados en un intenso naranja
platino, desfilaron por la uno cuatro alzándose: unos con inseguridad, otros
con dudas, uno con mucho miedo; el de Pal con elegancia, finura, presteza y
dedicación. No esperaba menor Perfección en ella.
Volvió al interior recabando cada plano, dibujo y diseño. Iba a pasar
revista personalmente a su Acto Creador; pero antes dejó en la chimenea,
quemándose, todos los folios donde había plasmado el antiguo resentimiento ya
olvidado y perdonado.
Cuatro horas le llevó concluir con su propósito. Cada pieza, soporte,
tornillo, perno y cableado; cada detalle concreto y específico estaba
correctamente reflejado. Descolgó el teléfono con la intención de llamar a
Pitt: quería que él supervisara la petición realizada, ya que, al fin y al cabo,
fue su idea, pero colgó. Recordó que tenía un medio mejor de transmisión,
aunque no de recepción. Usó el pensamiento. Formuló su querer mentalmente y
esperó.
Durante el almuerzo meditó qué decisión tomar. Las opciones eran
inmensas. No sabía qué seguir Siendo sin
dejar de Ser, en definitiva, qué hacer con el cómo hacerlo. Aún no había
una línea definida, pero como tenía tiempo, y nadie le apremiaba a que hiciera
nada si no quería, decidió solo y solamente, no decidir nada por el momento.
Sólo el destructor era el objetivo, su punto de mira, ni siquiera un problema,
sólo un propósito a alcanzar y superar. Empezó a preparar café al mismo tiempo
que el ruido inconfundible de un F-104 impregnó el vacío sonoro de Ís con su
melodía fulgurante.
El
Starfighter realizó una impecable maniobra de aproximación, majestuosa, sin
par… no cabía sospecha del genio que estaba a los mandos. El aterrizaje fue,
sencillamente, imponente.
-
Gracias Jano. Muchas gracias – fue su primer estímulo al bajar del aparato
–. Has hecho un trabajo magnífico aquí. Desde el aire resulta entrañablemente
acogedor.
-
Gracias a ti, Pitt. Esto ha sido como un premio. Saber que he construido
algo que merece la pena y va a servir para muchos, es la mejor recompensa.
¿Quieres examinarlo?
-
Más que examinar, quiero congratularme con tu creación. Vamos, guíame.
A las seis de la tarde disfrutaban,
sentados en mecedoras de roble instaladas en el porche, del buen tiempo y de
una grata conversación, degustando una infusión de hierbas aromáticas. Los
comentarios acerca de lo visualizado encumbraban la labor realizada, que por
otro lado a Jano no le hacía sentirse ni mejor ni peor, sino que simple y
extraordinariamente le hacía sentir “Ser”.
Pitt inauguraba una conversación de calado
y extensión. Le habló de sus proyectos, de la peculiar labor y el hermoso
trabajo al que podía optar en Nairda, de las infinitas posibilidades a las que
optar desde su actual perspectiva; profundizó también en que Todo es posible y
estaba a su alcance, y que sólo dependía de su decisión. Y en especial en que,
decidiera lo que decidiera, lo respetaría, aunque le gustaría tenerlo en su
equipo, algo en lo que insistió sutilmente. Él le escuchó con atención,
anotando cada detalle, entusiasmando sus pensamientos con posibilidades y
alternativas en su próximo e inmediato deambular. Iba a tomar una decisión.
Hora y media después, el ocaso había
llegado por completo: La noche estaba presente y Jano tenía una cita.
-
Bueno Pitt. Llegó mi momento. Tengo que culminar mi entrenamiento. Ese
monstruo llamado destructor ya no podrá más conmigo. Ya conoces cual es mi meta
ahora – manifestaba sosegadamente –, pero he realizado los cálculos y existe un
problema que no sé cómo salvar – le miró buscando y encontrando su
consentimiento para continuar exponiendo el caso –. Quiero ascender por encima
de los quinientos mil pies pasando al espacio exterior, navegar allí donde no
es posible para el 104, ya que no es una nave espacial, y volver. Esto no constituye
el mencionado problema, porque sé que aplicando las normas de vuelo lo haré
Siendo la Causa. El problema real estriba en que este avión posee un motor
doblemente superior al que en mi anterior intento desapareció, pero con la
carga de combustible que alcanzan los depósitos, no llegaré más que hasta los
cuatrocientos mil. O ponemos depósitos extras o no podré demostrar que poseo el
dominio de la instrucción, ni aniquilaré al monstruo del miedo. ¿Qué sugieres?
-
Más que sugerir, informar, Jano. Informar – contestó rellenando el
contenido de su taza –. El combustible
son tus ganas de volar, de vivir… o de sucumbir; es, concluyentemente, el
propósito impulsado por la voluntad que te alberga, por la confianza que posees
y de todo el Amor que te contiene, conforta y conforma. ¿De cuánta voluntad, de cuánta confianza, de
cuánto Amor dispones para cumplir tu propósito? ¡No! – Impuso con su mano
derecha –, no es necesario que respondas ahora. Esto no es un examen. Pero, sí,
has de comprobar si tu voluntad es
infinita o finita, si tu Amor es por igual. Sin combustible el motor se
parará; entonces el único remedio será planear hasta aterrizar con el menor
destrozo posible, arreglar los desperfectos, si aún es viable, y rellenar los
depósitos para iniciar de nuevo el vuelo. No obstante – continuaba su
exposición sin que Jano quitara atención a sus palabras –, lo mejor, siempre,
es disponer del Amor, de la confianza y la voluntad necesaria para seguir con
el motor encendido, provocando el vuelo, alzándote sobre las cumbres,
escrutando horizontes. Procura que tu
Amor acompañado de tu voluntad y confianza nunca se acabe y no dejarás de volar
jamás. ¿Sugerencia e información válida?
-
Clarificadora Pitt. Clarificadora.
Minutos de sigilo, reservando sus propias
conclusiones, acompañaron hasta que el cuco marcó la hora programada. Jano
abandonaba la mecedora que, libre de su peso, describía un movimiento armónico
oscilante en detrimento. Entró en la cabaña e introdujo en el bolsillo lateral
de la pernera su manual de vuelo y la jarra que Pal regaló; era todo cuanto
quería llevar consigo. Miró en los trescientos sesenta grados el entorno que le
había acogido con un sabor agridulce. Apagó las luces y cerró la puerta.
-
¿Ya?
-
Sí, Pitt.
-
Que tengas un buen vuelo.
-
Lo tendré; tenlo por seguro.
-
Sólo un par de cosas más ¿Puede ser?
-
Tú eres el instructor. Dime.
-
Al realizar la inspección pre-vuelo, comprobarás que los depósitos no
contienen keroseno, ni siquiera una sola gota: están vacíos. Yo siempre vuelo
con el combustible de mi propio Amor, de mi propia voluntad, y tú harás lo
mismo sin que eso te desanime; confía en mí, pero sobre todo confía en ti. Sube
al avión y arranca. Tu Amor y tu voluntad – tu confianza plena en TI –
provocará que los depósitos se colmen de keroseno, éste se inyectará provocando
la combustión y el motor se encenderá. Por último, y que no se te olvide: El Amor y la voluntad que le acompaña poseen
una particularidad resolutiva y extraordinaria: es impredeciblemente
transformadora. Confía plenamente en TI – se dijo - este es tu combustible.
Un sorbo de la taza indicó el fin de sus
cometarios.
-
¿Algo más que deba saber?
-
Que yo recuerde… no, nada más. Disfruta y vuelve – invitó alzando su
infusión –. Estaré esperando.
Sesenta mil libras de empuje, sin frenos,
arrancaban del suelo firme el plateado fuselaje en sólo cien metros de pista,
elevándolo en un ángulo cada vez más empinado hacia la cumbre del techo
marcado. Un posible imposible iba a ser conquistado. Los muros, en apariencia
impenetrables, del destructor podrían derruirse en un pispaz. Jano marchaba en
aras de su propia conquista.
La inclinación del reactor se incrementó
hasta los noventa grados; su impulsión bramaba al máximo. Ya no era un avión en
vuelo: El Starfighter se había transmutado en un cohete a mach tres. La
fulgurante llamarada que espetaba el motor marcaba un insignificante rastro que
apenas se percibía desde Ís ni desde Nairda. Cincuenta mil pies eran escalados
en ochenta segundos. Jano mantenía su mano derecha dirigiendo con meticulosidad
la palanca de mando. Su izquierda controlaba el posible retroceso del control
de gases. El indicador de combustible no mostraba consumo alguno: su Amor
impregnaba voluntad a la combustión, todos los depósitos estaban al máximo.
Toda su fortaleza fijaba su pensamiento en la meta impuesta, mientras el tiempo
transcurría inversamente proporcional a la velocidad de ascenso; los segundos
se consumía con el anhelo de los miles de pies dejados atrás. “Cien mil”
marcaba el anemómetro. Repentinamente una luz roja se encendió en el cuadro
principal: los depósitos exteriores anclados al vientre alar estaban vacíos.
Una cuarta parte del elemento impulsor había desaparecido. Estaba consumiendo
más de lo previsto; a ese ritmo no llegaría a rebasar la cota deseada. ¿Dónde
estaba su Amor cimentando su voluntad? El sudor empezaba a mojar el mono de
vuelo por la espalda, pero su confianza mantenía a raya el flujo. Él lo
conseguiría, se dijo; esta vez destronaría al destructor. El miedo ya no podría
con él. La Verdad del conocimiento de su procedencia, de su Ser, invalidaba los
efectos nocivos y envenenados que emanaban del temible no Ser, del monstruo.
Doscientos mil pies a match cuatro. Los tanques adosados a las puntas de las
alas reflejaban que la mitad del keroseno estaba quemado. Con menos peso, y una
densidad de aire muy disminuida, la velocidad debería incrementarse, al igual
que el nivel de ascenso.
Seis minutos después de abandonar su
nido, máquina y piloto habían sobrepasado los trescientos cincuenta mil pies.
El aljibe de la panza seguía repleto. ¡Lo estaba haciendo! ¿Miedo a qué, si su poder es ilimitado? ¿Miedo por qué, si él es Amor?
Su confianza y voluntad crecían por segundos, algo que vio reflejarse en los
indicadores de los tanques externos y los depósitos sub-alares, al mismo
instante: se había llenado de Sí, de Amor. Los cuatrocientos mil se
sobrepasaron a mach seis.
El tiempo no tenía ya cabida. Veinte
segundos después traspasaba el umbral de la atmósfera: Los quinientos mil
estaban superados. Estaba fuera de la atmósfera, en el espacio exterior, donde
no había aire; un lugar que él llenaría de Amor.
Desde ese punto, maniobrar con la palanca de
mando era inútil. El impulso de su motor le haría seguir alejándose en línea
recta hacia el infinito inescrutable. El mundo de acogida se perfilaba en toda
su redondez desde su actual perspectiva. Ahora,
volar sin alas, dependía del poder de su pensamiento en el Amor con total
confianza en su voluntad. Posicionó la palanca de gases al mínimo
comprobando que todos los depósitos estaban llenos. Cerró los ojos. Colocó las
manos sobres sus cuádriceps e imaginó mentalmente la trayectoria. Con la
suavidad y lentitud adecuada que viajar a match seis permite, la nave inició
una órbita elíptica perfecta. Giró describiendo superposiciones exactas. Un silencio
colmado de paz imponía un respeto nunca antes alcanzado. El destructor había sido vencido. El no Ser, el miedo, ya no tenía
cabida en su Ser. Había desaparecido, lo había vencido; el Amor lo había
destronado. Su voluntad y confianza le guiaron. Ahora sabía que podría
navegar a donde quisiera, por cualquier ruta hasta el destino que pudiera
imaginar, por muy lejos que llegara a estar; sin limitaciones.
Relajado y sereno, su pensamiento
describió la reentrada en la atmósfera. Picó el morro enfilando un punto
predeterminado. Sin abrir sus párpados ni dilatar sus pupilas, imaginó que
descendía con rapidez, prestancia y dominio, gobernando con suprema voluntad en el Amor. Veía en su pensar cómo
el anemómetro marcaba en un girar incesante la bajada. Los pies disminuían
aceleradamente hasta llegar a la cota de los cincuenta mil. Luego sin dudar un
instante de sí, percibió como su confianza estaba en ascenso con la misma
aceleración que el descenso del Starfighter reflejaba. De igual modo comprobó,
con toda la voluntad asentada en el Amor, la aproximación magistral hasta la
uno seis izquierda de Nairda, hasta tocar sedosamente la pista.
Pasando unos instantes, la cúpula se
accionaba automáticamente, abriéndose. El aire fresco de la noche entraba acariciando
tiernamente su rostro desprovisto de la máscara de oxígeno. Abrió los ojos
esperando con total certeza el resultado previsto.
- ¿Ha sido un buen vuelo? –
Preguntó Pitt.
- Sin duda. El mejor que he
tenido. ¿He pasado la prueba?
- El 104 está aquí sano y
salvo, sin rasguños – proclamó acariciando el fuselaje – ¿Y qué decir de ti?
Eres sabedor de haberte conquistado, de conseguir sobrepasar los límites que te
contenían. ¿Que si has pasado la prueba? Sería mejor preguntar cómo vamos a
celebrarlo ¿No te parece?
- Bueno… ¿Aceptas una jarra
bien fría de cerveza, aunque sea por una vez, rompiendo tus reglas de abstemio?
- ¿No te gustan mis
infusiones?
- Esta vez, Pitt, tomarás, te
guste o no, esa cerveza.
- Ya sabes que hay que
aceptar la libertad ajena.
- Siempre la aceptaré, al
igual que imagino tú aceptarás mi Voluntad ¿O no?
El
argumento fue convincente. Los zumos de cebada también. Finalmente, la cama
concedió el beneficio adecuado tras el caer de las dos primeras horas de una
nueva jornada recién estrenada con sabor a victoria y triunfo.
Posdata:
En el artículo del día 1
de diciembre (Rojo octubre, peligroso noviembre y brillante diciembre.
III Parte) comuniqué que personalmente había recibido por psicografía una
serie de técnicas y procesos para aplicar en psicoterapia, que solucionaba el
80% de los problemas psicológicos del ser humano. La explicación resumida de
esta psicoterapia es que elimina el ego, te reconecta con tu alma (conecta la
Particularidad con la Singularidad) y tienes control emocional, siendo feliz en
tu vida actual; al mismo tiempo dije que lo había transferido a dos Almitas
maravillosas (psicólogas) que os los podía ofrecer mediante terapia, obvio que,
con remuneración, pues es su trabajo, y que además ellas lo harán, pues mis
tiempos están contados, para seguir en esa labor. No se trata de dar una
formación, sino de recibir terapia para quien lo necesite. Durante un tiempo os
habéis puesto en contacto conmigo para luego realizar el contacto con ellas
(Rosario y Yesenia), pero ahora ya podéis hacerlo de forma directa mediante su
correo profesional: terapia.psico2@gmail.com También podéis visitar su Web: http://www.psico2-internacional.es
Para las
actualizaciones de Todo Deéelij y preguntas sencillas: deeelij@gmail.com
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