Escrito por Nakaiet.
Versionado por Deéelij.
-
En
efecto – afirmó Nakaiet tras mi exposición - con
ese ejemplo
se observa perfectamente que la
exigencia es el final del inicio de un reproche al que le sigue la acusación.
Porque cuando dices, y ya sé que es un ejemplo, pero mi ropaje no es de este
mundo, como habrás observado, y puede ser hasta entendible tu ejemplo sobre el
“reproche-ejemplo” que has puesto hacia mi vestimenta; porque al decir: “esa ropa parece vieja y destartalada” Estás
manifestando un reproche sobre lo que llevo puesto, y seguidamente está el que
me acusas de llevar una especie de andrajos cubriendo el cuerpo; y, por
consiguiente, me estás exigiendo que cambie la ropa por otra más acorde a lo
que pudiera ser tu gusto sobre la moda que una mujer ha de llevar, más si está
en el campo. ¿Estamos de acuerdo?
-
Sin dudas. Nada que objetar. Aunque
me da la sensación, por tu
mirada, que hay algo más en
todo esto que no he descubierto ¿me equivoco?
-
No, no lo haces. Y lo que sigue es clave.
Verás… dame un instante.
De pronto se
paró, se levantó y se alejó en dirección al arroyo metiéndose dentro. Se
sumergió, progresivamente, en el mismo, adoptando una forma horizontal hasta
mojarse por completo; el agua le envolvía por completo. El riachuelo apenas
tendría unos cuarenta centímetros de profundidad. Pasó uno de esos instantes de
ella, que en tiempo nuestro no medí, no estaba pendiente del tiempo del reloj.
Pero el instante no fue largo, fue casi inmediato que al cubrirse al completo
en el agua, empezó a salir de la misma. Entonces, aquellos harapos, que a mí me
lo parecían, empezaron a lucir con colores que brillaban. De pronto su
vestimenta era la misma de antes, pero ahora siendo la misma era hermosa; de
aparentar una señora de pocos recursos a mostrarse como una mujer excelsa si es
que antes ya no fuera de por sí hermosa.
-
¿Cómo has hecho eso, cómo es que brilla tu
ropa?
-
No he hecho más que limpiar tus
sentidos, esos que están
muy
acostumbrados al reproche, la
acusación y la exigencia, tanto hacia ti como hacia los demás y todo el mundo
en el que vives y te envuelve. Cuando has comprendido que el reproche condena
en dirección a la acusación, y ésta impone una exigencia, tus sentidos ya no
sienten lo que reciben de un color determinado, de un color con el que te han
ido determinando desde que naciste acá. Ahora, desde ya, puedes transformar las
sensaciones que tus sentidos reciben desde lo externo a ti, en una percepción
interna que es irreprochable, imposibilitada de acusación y con la extinción
definitiva de la exigencia. Eres tú el que has hecho que mi ropaje brille, al
transformar tus sentidos desde tu entendimiento ¿me he explicado?
Asentí. Vaya que si se había explicado. Ahora veía todo mi rededor
de forma absolutamente distinta. La vida es color. La vida puede disfrutarse.
La vida no es reprochable, pues si estuviera en ese reproche seguido a la vida,
el descontento se apoderaría de mí y de mis momentos en el tiempo. La vida,
concluí, además de la mía y la de los demás es absolutamente aceptable.
-
Exacto. Divina conclusión: Todo es aceptable.
-
¿Otra vez leíste mi mente?
-
¿Te molesté en ello?
-
No, no de veras. Es… es que ha sido asombroso y
diría que hasta es
hermoso lo que he observado.
Nos quedamos sentados al borde el arroyo, escuchando su
deambular, su mecido, su acariciar en todo el cauce, que aunque fuera pequeño,
se tornaba en grandioso. Estuvimos en silencio. Yo, en especial, no sé ella, en
un silencio interno apabullante. Ahora no salía de mí un calificativo en modo
alguno a nada, ni a mí; sencillamente estaba disfrutando de lo que me rodeaba
sin añadirle adjetivo alguno. Nunca antes me había pasado. Estaba… no sabría
decir cómo estaba… quizá feliz… quizá en paz. No había prisas, ni urgencias.
Nada insinuaba hacer algo concreto. El silencio interior era todo lo que había
ante todo lo que acontecía. El Sol hacía rato se había despedido y su compañera
la noche abrazaba lo que había sido un día de luz aclaratoria.
Sin darme cuenta, Nakaiet, había montado de nuevo una
pequeña hoguera. EL calor de la misma llamó la atención de golpe. Sin que el
silencio interno se fuera me dirigí hacia ese momento en el fuego. Había puesto
de nuevo la pizarra sobre el fuego; había partido dos tomates de buen tamaño
con una de las pequeñas piedras en forma de filo cortante; había estrujado en
sus manos unas cuantas uvas de las restantes del medio día dejando caer el jugo
sobra las cuatro mitades rojas; y había troceado entre dos piedras unas cuantas
nueces que espolvoreó sobre la mezcla puesta a lo que ya eran ascuas vivas.
Miré y contemplé el espectáculo. Al poco, habló.
-
Cena servida. Cuando gustes.
Os aseguro
que fue un manjar probar esos tomates, que supongo tomó en la mañana cuando
entró en aquel huerto; no podría describirte el sabor, tendrías que probar a
hacerlo tú y luego decidir cómo es ese estallido en la boca, simplemente se
deshace regándote por completo.
-
Mientras cenas, quiero ampliarte un poco más todo
esto que has
descubierto. En efecto, todo es
aceptable, fue tu conclusión final. Pese a ello, ahí no queda todo. Cuando
entiendes que todo es aceptable, jamás maltratarás nada de nada, ni a nadie. No
lo harás pues se acaba el maltrato al acabarse el reproche y lo que le sigue.
Esa es la cuestión que asombraba a todos de mí cuando escuchaba el origen de
sus disputas: que no se aceptaban, como consecuencia se reprochaban, acusándose
mutuamente y exigiéndose imperiosamente. Al escuchar, pues ellos ni se oían,
sus absurdas argumentaciones que siempre partían de un reproche sin aceptación
mutua, podía hacerles observar que había maltrato entre ambas partes. Si se
llega a ese punto donde se comprenden, se llega al encuentro mutuo, y la paz
aparece consecuentemente.
Pero eso no es todo – continuaba en su exposición,
invitándome a seguir disfrutando de la cena -, y es algo que no has deducido:
se trata de darse cuenta que si hay una acusación, el reproche está presente,
así como la exigencia, y de igual forma sucede si lo primero que aparece es una
exigencia, pues el reproche y la acusación también están presentes. O dicho con
más claridad: cuando aparece individualmente el reproche, la acusación y la
exigencia, los otros dos están presentes, aunque no se observen de forma
directa en lo pronunciado, pero está implícito. Estos tres, llamémosles, socios
mal encarados, siempre van juntos, se observe el que se observe de forma
directa. ¿Comprendido?
Asentí con la cabeza, pues no podía con la boca más que
seguir disfrutando el manjar recién hecho a la candela.
-
Bien.
Pues el aprendizaje tiene más recorrido. Al llegar o concluir
en la aceptación, a donde te
dirige esto es al trato a ti y a todo lo demás con y desde el Amor
Incondicional. Y cuando Amas Incondicionalmente todo lo que existe, nada es reprochable,
y éste así como sus socios mal encarados dejan de existir. Entonces, puedes
convertirte en un ser de una dimensión distinta. Pasas a una dimensión
superior. Saltas de tercera dimensión espiritual a quinta dimensión espiritual.
¿Me sigues?
-
Espera, espera – dije casi atragantándome con
el bocado que había
en la boca - hay algo que no comprendo, pues además estos
datos de dimensiones son algo recientes para mí. ¿Puedes diferenciar entre qué
es una dimensión y una densidad? Pues no parece que se entiendan bien esos
conceptos, y yo aún no los sé exactamente diferenciar.
-
Es sencillo. Dimensión se refiere a la
espiritualidad. Es un vivir y
experimentar desde el Amor
Incondicional. Una densidad se refiere a algo físico, en concreto a la
fisicalidad que ocupas en ese cuerpo, que es más o menos densa en función de la
densidad física donde vives. Así que una vez que se evoluciona al Amor
Incondicional, asciende de dimensionalidad espiritual, y todo se ve como un
Todo, jamás reprochable. Por igual, cuando lo anterior se produce, la
fisicalidad es menos densa y más energética, más sutil. Y en esto estáis en
este mundo: en adquirir, cada cual, una dimensión espiritual de Amor
Incondicional para así estar preparados a mutar en la fisicalidad a un cuerpo menos
material y sí más energético. ¿Comprendido ya?
¿Asombrado? Si Nakaiet significa la que asombra, yo me había
quedado más que asombrado del día que estaba con ella compartiendo. No sé qué
significado superior al de asombro puede haber, pero si lo hay, eso sería en
cómo me había quedado.
No tenía tras todo ello, necesidad de conversar. Seguía en eso
de estar más que asombrado. Estaba y no estaba ahí…
-
Échate a dormir, te vendrá
bien reposar todo
lo aprendido hoy.
Mientras, velaré tus sueños,
siempre.
Me recosté y caí en un profundo sueño.
Al despertar… Al despertar estaba sólo. Nakaiet debió haber
partido. Sentí que no se había despedido, y casi caigo en ese momento en
reprochárselo, pero al ver las piedras usó el día anterior para preparar los
alimentos, juntas, puestas una encima de otra, observé esa fue la manera de
decir hasta luego, con esa muestra en forma de regalo.
Me dirigí al pueblo. Fue un paseo asombroso. Tomé el bus, y
regresé la ciudad. Aquello fue a finales
del verano de 1985. Al poco empezarían de nuevos las clases…
Desde aquel momento sigo sintiendo que Nakaiet, velándome.
Con el tiempo, también entendí que aquel día, me descubrí.
El jueves que viene habrá más.
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