En una noche oscura, muy oscura,
vi en el cielo brillar una
estrella.
Me llamaba, me atraía su
belleza.
Contemplándola, me quedé quieta,
muy quieta;
empecé a sentir algo extraño,
maravilloso;
recordé algo antiguo y, saboreándolo,
reconociéndolo, cerré mis ojos.
Y un escalofrío recorrió mi
cuerpo.
¿Cómo pude haberlo olvidado?
Siempre busqué fuera la
respuesta
y, allí, dentro, muy cerca, se encontraba.
El Universo entero para mí fue
creado
y, ¡tonta!, yo lo ignoraba.
¿Qué fue lo que me hizo parar?
La respuesta acaba de encontrar.
Siempre había estado allí,
tan cerca como el acá.
Tan rebuscada me volví
que olvidé esa niña que ya era,
fabulosa, amorosa, reina era,
en el trono estaba ya sentada,
pero de mi reino no participaba.
Tenía hambre y el alimento no
faltaba.
Tenía sed y el agua para mí
manaba,
sólo tenía que beberla para
saciar
esa sed que tanto me molestaba
Y no dejaba que mi ser se
manifestara.
Me volví complicada, siendo
sencilla;
atraje la pobreza, siendo rica;
me creí fea, siendo bella;
olvidé quién era, por eso sufría.
Ahora ya todo tiene sentido.
Ahora por fin encontré
eso que es mi verdadero ser.
El maestro me lo mostró,
en su momento no lo entendí:
querida amiga, Ahora,
no después, el Cielo es para ti.
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Autora: Aquilina Becerra
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