Acepto y
Amo el dolor de los otros porque Acepto y Amo mi propio dolor en el Río de la Vida.
Siento que
para llegar al Vacío del Mar del Universo, de la Unidad total, del Amor, de la
Paz sin límites, hay que vivir a fondo el Cielo del Río de la Vida… sintiéndolo…
experiméntándolo hondamente sin querer variarlo, pues llegará al Mar.
No es el
río que forja nuestra mente, sino el que Es: velocidades extremas en las
sierras de su nacimiento, cascadas sin reposo, espacios pedregosos, lagunas reposadas
y floreadas en sus orillas, sequedad en algunas temporadas… Pero el Río,
estancado a veces por suciedades y desperdicios, acaba siempre en el Mar, en la
Unidad.
Cuando
su agua se ha despojado de sí misma y ha sentido que pertenece al Río de la
Humanidad con su grandeza y limitaciones, que todo es experiencia del Ser en
todo, que todo forma parte del surco y el fluir del Río, que no hay que cambiar
nada, que el Río va hacía el Gran Vacío Eterno -el Padre amoroso con el Cristo Cösmico
intercalado en todo-... Cuando el Río siente todo esto, diremos con San Juan de
la Cruz: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado. Cesó todo y
dejeme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado”.
¡Feliz
2014! Abrazos. ¡Silencio profundo! ¡Alegría y Paz!
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Autora: Concha
Redondo
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