Unas veces puede
ser por las prisas, otras por el estrés, por las exigencias, por el abuso de
poder. Otras por debilidad en la autoestima, por falta de descanso, por exceso
de razón o por impotencia ante el miedo. Cada uno de estos condicionantes y
muchos otros más sutiles, pueden ser los interruptores que apagan la lucidez
sobre nuestra consciencia real de Ser.
Cuando esto
ocurre, la tendencia a dar prioridad a las necesidades de los demás diluyendo
en ellas nuestra necesidad de amor, hace que la posición en la vida la tomemos
desde una vulnerabilidad incomprendida y activemos la inercia continua de hacer
por no saber parar o poner límites. Estas sensaciones suelen ser la evidencia
de que nos hemos salido de nuevo centro interior.
Hay dos
ejercicios que, si en algún momento te sientes de esta forma, te pueden ayudar.
Uno se lleva a
cabo en el interior de tu vivienda, el otro en tu mundo interior.
Ambos te conducen
al mismo lugar: a tu verdad.
EN TU CASA:
+Comienza con la renovación de aire abriendo
con suavidad las ventanas que dan al exterior. Una vez abiertas, siente cómo el
nuevo aire que entra, recorre con suavidad cada rincón de tu hogar y también a
ti.
+En ese momento, busca un lugar cómodo en el
que sientas por unos minutos cómo tu hogar te arropa, te da confort y seguridad
y cómo, con las ventanas abiertas, la separación con el resto del mundo no es
real.
+Una vez integrado el valor de tu hogar, pon
atención a cómo, tu forma sutil de caminar por él, de abrir las puertas, de
limpiarlo, ordenarlo y decorarlo, pueden ser caricias que le aportas aumentado
con ellas su luz.
+Esta luz nace de tu capacidad de reconocerlo
y mimarlo. Con ello aumentas también tu luz y se compartirá con el resto del
mundo en la interacción con la energía que entra y sale por las ventanas. Esta
interacción de energía te mostrará, gracias a tu capacidad de amar, qué eres.
EN TU INTERIOR:
+Busca un lugar en tu hogar en el que puedas
estar confortablemente firme.
+Es importante cumplir con los dos parámetros
ya que muchas veces se pierde firmeza en la comodidad o comodidad en la
firmeza. Ambas se pueden lograr tanto en una posición sentada como acostada.
+Pon tus manos suavemente a unos 3 centímetros
por debajo de tu ombligo y haz una pequeña caricia en la zona para tener
presente, mediante el tacto externo, a dónde debe llegar la caricia interna.
+Puedes mantener la manos en ese lugar con
suavidad, o con la misma suavidad ponerlas a los lados de tu cuerpo.
+Una vez lograda la postura, con los ojos
cerrados, siente cómo a través de la inspiración, acaricias tu mundo interior
con el oxígeno renovado que entra en ti. Observa internamente cómo, conforme se
llenan tus pulmones y se expande tu diafragma, la caricia interior lleva
sensaciones a la zona por debajo del ombligo donde habías puesto las manos y
generado la caricia externa.
+Una vez está tu consciencia lugar y en ese
espacio previo a la expiración, toma contacto con su quietud, ahí estás tú; ahí
comenzó tu vida y ahí está tu equilibrio vital y desde ahí la vives y
proyectas.
+Ahora, desde esa consciencia, expira con
suavidad una caricia que compartes, desde tu interior reconocido, a tu
exterior.
Con la práctica
de estas caricias lograrás concebir tu propio centro en la unidad y concebirte
con sutileza como un verbo: amar.
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Autor: Andrés Tarazona (andres@andrestarazona.com)
Todos los jueves, desde el 7 de noviembre de 2019, Andrés comparte en este blog una serie de publicaciones centradas en
el Diseño Sentido: interiorismo y diseño consciente de viviendas, comercios y
empresas que mejoran la calidad de vida.
Todas están a tu disposición de manera gratuita a traves
del e-book Habitar, al que puedes acceder a través de este enlace:
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