La Nube del No-Saber y El Libro de la Orientación Particular son obras escritas en inglés por un autor anónimo del siglo XIV. A medida que las leo y medito, escribo y cuelgo en el Blog estas Variaciones sobre las mismas, respetando sus respectivas estructuras, lo que supone un total de 99 breves capítulos (fecha de publicación del primero: 20/07/09)
He aquí lo que has de hacer. Eleva tu corazón a tu Ser Interior con un suave movimiento de amor, deseándole por sí mismo y no por sus dones. Centra tu atención y deseo en él y deja que sea esta la única preocupación de tu mente. Haz todo lo que esté en tu mano para olvidar el resto de cosas, procurando que tus pensamientos se vean libres de todo apego, anhelo, afecto, inquietud o sufrimiento. Quizá pueda parecer una actitud irresponsable, pero, créeme, déjate guiar; no les prestes atención.
Lo que estoy escribiendo es la obra contemplativa del Espíritu. Cuando pones tu amor en él y te olvidas de todo lo demás, los santos y ángeles -seres en planos con un grado consciencial y espiritual muy superior al humano- se regocijan y se apresuran a asistirte en todos los sentidos. Y todos los hombres y mujeres se enriquecerán de modo maravilloso debido al engrandecimiento del Cuerpo Crístico que tu quehacer provoca.
Cuando te concentres en tu Ser Profundo hasta el punto que tu pequeño yo -ego- quede inoperante bajo su influjo, cuando alcances tan espléndida gracia y ésta te entusiasme, la actividad propuesta se convertirá en liviana y en una de las que con más agrado acometerás. Persevera, por tanto, hasta que sientas gozo en ella. Es natural que al comienzo no percibas más que una especie de oscuridad sobre tu mente, una nube del no-saber. Te parecerá que no conoces ni sientes nada a excepción de un puro impulso en las profundidades de tu ser. Hagas lo que hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre ti y Tú (tu Yo divinal). Te sentirás frustrado, ya que tu mente será incapaz de captarlo y tu corazón no disfrutará de las delicias de su amor.
Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu Espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de tal oscuridad, en el interior de esa nube. Pero si te esfuerzas en fijar tu amor en él, postergando todo lo demás -y en esto consiste la obra de contemplación que te insto a que emprendas-, tendrás una experiencia profunda de ti mismo y de lo divino.
He aquí lo que has de hacer. Eleva tu corazón a tu Ser Interior con un suave movimiento de amor, deseándole por sí mismo y no por sus dones. Centra tu atención y deseo en él y deja que sea esta la única preocupación de tu mente. Haz todo lo que esté en tu mano para olvidar el resto de cosas, procurando que tus pensamientos se vean libres de todo apego, anhelo, afecto, inquietud o sufrimiento. Quizá pueda parecer una actitud irresponsable, pero, créeme, déjate guiar; no les prestes atención.
Lo que estoy escribiendo es la obra contemplativa del Espíritu. Cuando pones tu amor en él y te olvidas de todo lo demás, los santos y ángeles -seres en planos con un grado consciencial y espiritual muy superior al humano- se regocijan y se apresuran a asistirte en todos los sentidos. Y todos los hombres y mujeres se enriquecerán de modo maravilloso debido al engrandecimiento del Cuerpo Crístico que tu quehacer provoca.
Cuando te concentres en tu Ser Profundo hasta el punto que tu pequeño yo -ego- quede inoperante bajo su influjo, cuando alcances tan espléndida gracia y ésta te entusiasme, la actividad propuesta se convertirá en liviana y en una de las que con más agrado acometerás. Persevera, por tanto, hasta que sientas gozo en ella. Es natural que al comienzo no percibas más que una especie de oscuridad sobre tu mente, una nube del no-saber. Te parecerá que no conoces ni sientes nada a excepción de un puro impulso en las profundidades de tu ser. Hagas lo que hagas, esta oscuridad y esta nube se interpondrán entre ti y Tú (tu Yo divinal). Te sentirás frustrado, ya que tu mente será incapaz de captarlo y tu corazón no disfrutará de las delicias de su amor.
Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu Espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de tal oscuridad, en el interior de esa nube. Pero si te esfuerzas en fijar tu amor en él, postergando todo lo demás -y en esto consiste la obra de contemplación que te insto a que emprendas-, tendrás una experiencia profunda de ti mismo y de lo divino.
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