¿Quién si no él ha redactado el
reciente documento, publicado por la Comisión para la Doctrina de la Fe
en el que los obispos arremeten contra el “mindfulnes” y la meditación zen? Juzgan
sin tapujos que estas prácticas, felizmente ya muy extendidas, son
“incompatibles” con la fe cristiana. Critican que "ciertos planteamientos
dentro de la Iglesia han podido favorecer la acogida acrítica de métodos de
oración y meditación extraños a la fe cristiana”, y "equiparar a
Jesús" con otros maestros fundadores de religiones.
La comunidad cristiana se renueva a cada instante. Se colma de vida
creativa, de silencio resonante, nunca se acoraza. No hay parroquia alguna que
defender, sino hermandad universal a alcanzar, hermandad que empieza con el
acercamiento de los credos y sus responsables. El dogma nunca retuvo. La
doctrina carga siempre exceso de polilla. La parroquia no se preserva, sino que
se ofrenda a la más urgente necesidad humana, la construcción de los lazos de
hermandad. No hay comunión humana que pueda surgir sin un profundo respeto
entre los credos y las diferentes formas de concebir lo Inconcebible, sin un
acercamiento entre las tradiciones religiosas y espirituales.
Inician en vano esta otra persecución los legatarios del Santo
Oficio. Sólo auspiciarán nuevas y más masivas deserciones. Falta desierto a los
jerarcas de la Iglesia, falta fe flexible, acogedora, sin temores, ni
fronteras.
¿Algún obispo en su cabal juicio puede llegar a pensar que, Xabier
Meloni, Pablo D'Ors o Anna María Schlutter, por poner sólo unos ejemplos de
quienes tanto han hecho por profundizar y ampliar la fe cristiana, están en la
cola de la entrada del Reino de Dios? ¿Es que el budismo zen de Thích Nhất Hạnh
no es puro evangelio, elevado y poético anuncio, renovada y genuina buena nueva?
¿Los miles de europeos, los cientos de españoles, muchos de ellos cristianos,
que cada verano peregrinan al gran monasterio de su “shanga” (comunidad) en
Plum Vilage (Burdeos) no están movidos por una búsqueda pura y noble? ¿Es que,
más allá de unas formas siempre pasajeras, puede haber la más mínima
contradicción entre ese anhelo de sincera búsqueda y el evangelio de Jesús?
En nuestro mundo globalizado acorazarse es firmar sentencia de
muerte. Los obispos se han propuesto fomentar el exilio de su cerrado y
anacrónico coto. Representan calcadamente el Sanedrín que Jesús se esforzó en
ganar para una causa más generosa, altruista y abarcante. No durará dos telediarios
la Iglesia que, en flagrante contradicción con el mensaje del Nazareno, alienta
la separación y fomenta el alejamiento de vías espirituales serias,
responsables y necesarias. Carecen de futuro quienes se mueven por el miedo y
no por el amor, quienes separan en vez de unir.
El creciente arraigo de los heterodoxos que nunca dejaron de ser vivificados
por el Espíritu, de los fronterizos que nunca creyeron que la Iglesia fuera
coto, sino comunión ancha y amable, inquieta a quienes temen merma de feligresía.
Se sentencia la jerarquía a sí misma si condena los caminos de retorno al ser,
a la interioridad, si señala con el dedo a los refugios de sincera y más
universal espiritualidad que a lo largo de todos los últimos años se vienen
abriendo sin su beneplácito. Le sobra razón al fundador de los “Amigos del
desierto”, Pablo D'Ors, cuando afirma que «el prestigio de la meditación se ha
construido sobre el desprestigio de la religión». No hace falta que suene
ninguna campana fuera cuando toca retornar al interior. En el hondo
recogimiento se disuelven las fes y sus eventuales colores. Nada puede atajar
la búsqueda de lo verdadero, se atenga o no a unos cánones impuestos.
Investiguen, reconsideren, rectifiquen los prelados. Tamaño gesto,
humilde y generoso, no pasaría desapercibido.
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Autor: Koldo Aldai (coordinación@foroespiritua.org)
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