Este es el segundo gran arquetipo. Es la mejor expresión del
denominado “síndrome del corto plazo” u obsesión por resolver los problemas
urgentes “ya”, aunque luego tenga efectos negativos para la empresa. Es decir,
resolvamos el problema de ahora, que mañana será otro día.
El desplazamiento de carga es sinónimo de la
búsqueda de soluciones a corto plazo. Y así se trata de actuar, cuando se ve
que inicialmente se mejoran los indicadores de actividad. Sin embargo, estas
medidas no hacen de hecho otra cosa que alterar el funcionamiento a largo plazo
de la organización.
Este es un arquetipo en el que se cae con
demasiada frecuencia. Es el arquetipo de la miopía de los seres humanos, tanto
en el escenario empresarial, como social, e incluso personal y familiar. Además,
la sensación de euforia que puede producir el éxito inicial nos nubla la vista,
y no nos hace ver las consecuencias a veces devastadoras que este éxito puede
tener con el paso del tiempo.
Empecemos por el ejemplo más cercano a
nosotros de este arquetipo: el uso de las tarjetas de crédito. Llevar una de
estas en el bolsillo nos hace tener la sensación de que tenemos capacidad
adquisitiva para entrar en los grandes almacenes y comprar lo que se nos
antoje. Y es verdad, comprar, podemos hacerlo, damos la tarjeta, registran la
compra, firmamos y ya está. El bien es nuestro. Pero luego llega el mes que
viene y el cargo de la tarjeta. Cuanto más la usamos, más proporción de nuestro
sueldo se nos va en pagar el crédito, hasta que llega un momento en que este
bocado puede ser del 50, 60 o 70%, o más de nuestro sueldo. Estamos perdidos y
endeudados. Y a no ser que nos venga una inyección de dinero fortuita, o
pidamos un préstamo para pagar el crédito, viviremos ahogados indefinidamente.
Lo mismo puede pasarles a las empresas que
alegremente financian sus actividades con préstamos. Aunque sean un pasivo a
largo plazo, no deja de pesar sobre la empresa la obligación de saldar sus
deudas. Y si las ventas no son las esperadas, el éxito inicial del lanzamiento
al mercado, puede que sea el principio del fin, si no se gestiona bien la
cartera de pasivos.
Otro ejemplo, este de nuevo de carácter
personal es la automedicación o medicación con receta, sobre todo de
medicamentos psicotropos. Estos fármacos suelen tener un doble efecto perverso,
la tolerancia y la dependencia. Tolerancia significa que cada vez hace falta
mayores dosis de fármaco para lograr los mismos efectos. La dependencia supone
que cada vez más dependemos de estos fármacos para simplemente no sentirnos
mal. Este doble efecto es el mecanismo biológico de la adicción. Y por aquí nos
enganchamos al tabaco, al alcohol, a los sedantes, a los estimulantes, en una
palabra, a las drogas. Este efecto de carácter personal está provocando una de
las mayores lacras sociales, la drogadicción. La lectura en función del
arquetipo de desplazamiento de carga es la siguiente:
El problema es que nos sentimos agitados,
agobiados, nerviosos... El tabaco nos aplaca los nervios. Como es así, y no desaparece
el problema de la angustia, seguimos fumando. Al final... dos cajetillas
diarias. Resultado final colateral... Cáncer de pulmón.
En estos arquetipos, el factor humano juega
un papel predominante, porque en el fondo son actitudes humanas vehiculadas por
sentimientos de temor o enfado, que provocan respuestas erróneas, pero que no
se saben apreciar, si en el análisis buscamos piezas averiadas y no
recapacitamos sobre la globalidad, sobre el grupo o la empresa como un todo
orgánico.
Colaboración externa. Este es otro ejemplo de
desplazamiento de carga; cuando pedimos ayuda a terceros para resolver nuestros
problemas. Maquiavelo, ya en el siglo XV hacía sabias recomendaciones al
príncipe. “Por tanto, el príncipe sabio siempre ha rehuido esta clase de
tropas (las auxiliares) y se ha servido de las suyas propias, y antes ha
preferido perder con sus soldados que vencer con los de otros, considerando que
no es una verdadera victoria la que se consigue con soldados ajenos...porque si
pierdes, acabarás derrotado, y si ganas al final te conviertes en su prisionero”
(El Príncipe, Cap. XIII) Desde luego, conseguir una victoria bélica con ayuda
de un tercero supone una hipoteca histórica de tal calibre, que podría
considerarse el ejemplo más paradigmático del desplazamiento de la carga a
nivel político. Esto puede trasladarse a las batallas electorales, donde hay coaliciones
que ayudan a ganar en las urnas, pero después condicionan a veces de forma
dramática la libertad de acción del ganador. En la actualidad está sucediendo
aquí y ahora, en España.
Un ejemplo familiar. Padres o madres que
sobreprotegen a sus hijos haciendo las cosas por ellos, ayudándoles en todo por
miedo a que se equivoquen, que le conceden todos los caprichos, que le compran
todo lo que ellos dicen necesitar. Grave error; acaso el niño o adolescente
estará muy contento mientras este apoyo paterno dure, pero más tarde o más
temprano “papá y mamá” se irán, y su niño, con treinta años o más se verá
desprotegido y solito. Esto es hoy y ahora una tragedia en muchos hogares. Y un
clásico ejemplo de desplazamiento de carga.
Por último, un ejemplo empresarial y familiar
de primera magnitud. La ilusión de comprar la paz. Para los que somos
personas tranquilas y que nos gusta la armonía y las buenas relaciones humanas,
las trifurcas y discusiones nos agitan y provocan desasosiego. Tratamos por
ello de resolver las cosas, a veces cediendo lo suficiente como para comprar la
paz y que se restablezca la buena convivencia. Pero... con absoluta seguridad,
si lo que hemos hecho ha sido poner paños calientes, el problema seguirá ahí, aparentemente
resuelto, pero más tarde o más temprano volverá a incordiarnos. Al final, el
conflicto estallará, y a caso, el rencor y los recelos sean demasiado fuertes
como para llegar a un trato válido y resolutivo. De ahí una máxima que escuché
a un profesor que tuve una vez que decía algo así como “ay de la empresa
(léase también matrimonio, pareja, amigos...) que nunca ha tenido un conflicto,
porque al final sólo tendrá uno, el primero y el último, pues no sabrá
soportarlo y se destruirá”. Los conflictos no son en sí mismo negativos,
todo lo contrario, si se abordan con rectitud y sinceridad, y sin llegar a las
agresiones (se entiende verbales), enseñan a resolver problemas de relación
humana que se darán siempre que dos o más personas convivan juntas por motivos
de trabajo, amistad, familia o intimidad matrimonial.
Si se analizan los diagramas de influencia
que representan estos arquetipos, vemos que el problema radica en los retardos
o demoras. Es decir, la solución sintomática es inmediata, se resuelve pronto,
y los síntomas o problemas parecen solucionarse con gran rapidez, lo que
provoca la euforia de todos. Pero, primero, al no atacar la causa última el
problema por sí mismo no se resuelve, el origen de estos permanece, y
continuará provocando nuevos problemas, que tratarán de resolverse aplicando la
solución sintomática, lo que seguirá dando victorias a corto. Segundo, no
ejercitar las habilidades para resolver los problemas atacando a la causa que
los provoca hace que seamos con el tiempo incapaces de, aunque quisiéramos,
aprender y tratar de resolver el problema con las medidas adecuadas. Tercero,
los retardos enmascaran los efectos secundarios, que aparecen mucho más tarde. La
carencia de habilidades para resolver el problema adecuadamente no se percibe
hasta años o muchos años más tarde, cuando aplacar los síntomas es ya inútil
por la magnitud del problema. Por otra parte, es cierto que la solución
adecuada de los problemas requiere mucho más esfuerzo, dedicación, a veces
sufrimiento, y además, los efectos muy frecuentemente no son inmediatos, sino
que hay que saber esperar. Mezcladas todas estas cosas caer en la tentación de
desplazar las cargas es a veces inevitable. Podríamos pensar que, visto así,
esto es cosa de necios e incautos, pero no nos engañemos, todos sin excepción
hemos caído alguna vez en nuestra vida en esta trampa.
Y, para terminar, os presento el más evidente
y sangrante ejemplo de “desplazamiento de carga”. Se trata del comportamiento
de los gobiernos en el mundo respecto de la pandemia de Covid19. Cuando se
pasó, por indolencia extrema, de la fase de brotes controlables a la fase de
contagio comunitario, la reacción de los gobiernos ha sido el confinamiento
general. Y aunque durante esa fase lo hemos pasado muy mal, pues hemos tenido
que atender a la gran cantidad de contagiados cuando los gobiernos estaban
mirando para otro lado, tras varios meses de confinamiento general, sí que es
cierto que se ha conseguido contener la difusión de la epidemia, con la típica
representación de incidencia en campana de Gauss. Y todos felices, aplaudimos
por las ventanas y se comienza la desescalada y vuelta a la nueva normalidad.
Pero ¿qué ha pasado en el fondo? Pues que, con el confinamiento general, se ha
conseguido el efecto de “parar la película” dándole a “stop”. Y con la
desescalada y vuelta a la “nueva normalidad”, hemos vuelto a dar el “play” a la
película, para que continúe donde se quedó. Porque el virus siempre ha estado
aquí. Así que si en el corto plazo, el Gobierno ha brindado ante las cámaras
con champan francés por el éxito de la medida, ahora, con un retardo igual al
tiempo de confinamiento y una cierta inercia en la propagación que se está
recuperando, volvemos a la dinámica “normal” de esta epidemia que, por cierto,
no creo que nadie tenga claro cómo se comporta.
Es decir, soluciones a corto plazo, que
hipotecan, y de qué modo, las soluciones a largo plazo. Es decir,
“desplazamiento de la carga” hacia el futuro, y “el que venga detrás” (las
comunidades autónomas) que arree.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en
Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión
sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto
Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y
contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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